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Un caso ocurrido en la base italiana de Aviano desata la primera audiencia en casi una década
Mercedes Gallego
Washington,
18 mar. 13. AmecoPress.- Después de violarla su atacante le dijo que
había sido divertido y que deberían repetirlo. Le tiró la ropa encima y
le ordenó que se duchase. Virginia Missick, una joven recluta de las
Fuerzas Aéreas, que entonces tenía 19 años, no lo denunció. «¿Cómo iba
a hacerlo si la persona a la que hubiera tenido que denunciarlo es la
misma que me violó?», explicó recientemente.
Una
de cada tres mujeres que ingresan en las Fuerzas Armadas
estadounidenses es víctima de abusos sexuales, pero el 47% dice tener
miedo a denunciarlo. Apenas el 1% de los casos denunciados llega a
juicio. Y todavía, los pocos, poquísimos, que acaban en condena pueden
ser desestimados por el general a cargo. Como el caso del lugarteniente
coronel James Wilkerson, cuya condena de un año de prisión fue anulada
en febrero por el comandante al mando, que ni siquiera presenció el
juicio militar.
Esa ha sido la
gota que ha colmado el vaso para la senadora Claire McCaskill, una de
las cuatro que han hecho posible la primera audiencia sobre este tema
que se celebra en el Senado en casi una década. Para asegurarse de que
los mandos militares convocados a testificar tuvieran que oír a las
víctimas, McCaskill planéo que testificaran a continuación de éstas.
La última vez
que tuvieron que declarar en la Cámara baja abandonaron la sala antes
de que las ellas pudieran contar sus casos. Esta vez tuvieron que
escuchar a la exsargento Rebekah Havrilla, acosada sexualmente por el
líder de su unidad durante el año que pasó en Afganistán, y violada por
otro militar una semana antes de volver a casa. «No lo denuncié porque
no tenía fe en la cadena de mando», declaró ayer. «Mi primer sargento
ya había sido acusado de acoso sexual y el clima de la unidad era
extremadamente sexista y hostil hacia las mujeres». Tanto, que su
violador tomó fotos y las colgó en internet, como descubrió seis meses
después, cuando ya fuera del Ejército luchaba contra la depresión y el
estrés postraumático de la misión.
Havrilla,
experta en artefactos explosivos, pasó la mayor parte de su destino en
las provincias orientales de Afganistán, asignada a unidades de
inteligencia y desactivación de explosivos, pero nada de esto le causó
tanto estrés como el clima de acoso y abuso sexual. «Sufrí tanta
ansiedad que acabé automedicándome para poder lidiar no sólo con el
estrés de mi destino sino con el de vivir bajo el mando de líderes y
compañeros abusivos».
Tribunales civiles
El caso de
Aviano por el que resultó condenado el coronel Wilkerson no es ni mucho
menos el más indignante, pero sí el que ha desatado la acción en el
Senado. La mujer que lo denunció no era soldado, sino que estaba
asignada a un médico militar. Aquella noche se quedó en casa del
coronel por invitación de éste y su esposa, después de que una reunión
social acabara de madrugada, sin medios para volver a la base.
En el cuarto
de invitados se despertó con la mano de éste en su vagina.
Inmediatamente se encendió la luz y apareció su esposa, quien le ordenó
que se marchara, descalza y de madrugada. «Supe que no podría vivir
conmigo misma si no lo denunciaba», contó ayer a NBC Kimberly Hanks, de
49 años. A pesar de que la esposa del coronel negó haberla encontrado
en la cama con su marido, y de la ausencia de pruebas físicas, el
fiscal militar que la interrogó durante horas dijo que era una de las
testigos más creíbles que había conocido. Fue el general de tres
estrellas Craig Franklyn, comandante en Alemania de las fuerzas aéreas
estadounidenses destacadas en Europa, el que decidió anular la
sentencia en contra del consejo legal de sus asesores.
El jefe del
Pentágono Chuck Hagel lo ha lamentado, pero dice no poder hacer nada
contra esa prerrogativa militar. Si triunfa la propuesta de ley
presentada por las senadoras los generales la perderán, aunque ni
Hanks, ni el resto de las mujeres que declararon ayer, tendrán
justicia. Lo que éstas quieren va todavía más lejos: abrir las puertas
de los tribunales civiles a las mujeres violadas en las Fuerzas
Armadas. «La justicia militar no funciona», sentenció Havrilla. Y sin
justicia, admitió la senadora Kristen Gillibrand, que presidió las
audiencias, «los abusos sexuales seguirán comprometiendo la capacidad
moral y militar de nuestro Ejército».
Foto: Archivo AmecoPress. La senadora demócrata Claire McCaskill.
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