Entrevista con Humberto Montes de Oca Luna
Punto Final
El Sindicato Mexicano
de Electricistas (SME), sindicato histórico de la clase obrera mexicana,
ha estado en los últimos años a la vanguardia del movimiento social y
popular de este país hermano. En lucha desde hace más de 6 años en
contra del cierre de la empresa pública "Luz y Fuerza del Centro", que
tenía 44.000 trabajadores cuando el gobierno neoliberal de Calderón (
Partido Acción Nacional) decidió la privatización de la electricidad del
Distrito Federal de la ciudad de México, el sindicato ha llevado a cabo
movilizaciones en todos los planos: sociales, políticas y jurídicas.
Desde 2009 se ha unido a numerosas luchas y especialmente a aquellas que
han tratado de evitar otras privatizaciones y la destrucción del código
laboral. Su espíritu de resistencia y capacidad de movilización,
excepcional en los últimos años en el movimiento sindical mexicano, hace
recaer sobre el SME una responsabilidad política que trasciende las
reivindicaciones inmediatas de los electricistas. En la actualidad, el
desafío es doble para los afiliados del sindicado (más de 16.000 la día
de hoy): por una parte, encontrar una solución laboral de corto plazo
-¡y terminar con seis años de cesantía y precariedad!- y, por otra
parte, ayudar a construir las herramientas de las cuales carecen las y
los trabajadores mexicanos: una nueva central sindical combativa y
democrática, y una organización política unitaria anticapitalista. Son
objetivos tanto más fundamentales de cara a la desastrosa situación que
enfrenta a diario el pueblo mexicano, en particular tras la crisis
política abierta por la "desaparición" forzada de los 43
estudiantes-maestros de Ayotzinapa en septiembre de 2014. Los actos
masivos organizados hace pocas semanas con motivo del primer aniversario
que conmemora esta terrible represión de Estado, mostraron que la
indignación popular y la voluntad de verdad y justicia siguen siendo
ineludibles por la casta que gobierna el país. Pero, igualmente,
revelaron la importante dispersión de los movimientos sociales (y de la
izquierda radical) que si bien se unen en la denuncia del gobierno
neoliberal de Peña Nieto (Partido Revolucionario Institucional) y frente
a la violencia y la corrupción generalizadas, no logran todavía
formular los derroteros unitarios hacia una salida política alternativa.
De estos diferentes desafíos hemos podido conversar con Humberto Montes
de Oca Luna, secretario del exterior del Sindicato Mexicano de
Electricistas y uno de los coordinadores nacionales de la Nueva Central
de Trabajadores (NCT). Humberto tiene una larga trayectoria como
luchador sindical y es una de las figuras de la resistencia del SME
tanto en México, como a nivel internacional. Cuando, a principios de
octubre, lo encontramos en uno de los edificios que posee el SME en
pleno centro de México DF., estaba a punto de concretarse un acuerdo con
el gobierno federal para iniciar la entrega de varias plantas de
generación eléctricas al sindicato, bajo la forma de una cooperativa
obrera y como pago de la liquidación del contrato colectivo de trabajo
de Luz y Fuerza. La primera planta de generación adjudicada al SME en
los días siguientes fue la de Necaxa, ubicada al norte del estado de
Puebla: todo un símbolo, ya que es allí donde comenzó el abastecimiento
de energía eléctrica a la ciudad de México a principios del siglo XX.
Como bien lo reconoce Humberto, esta salida es a pesar de todo solo
parcial y transitoria, pero representa un primer triunfo para el
sindicato tras seis años de tenaz resistencia, y una luz de esperanza
para el movimiento obrero mexicano.
Humberto, antes de
abordar la coyuntura inmediata, me gustaría saber ¿cuáles han sido para
ti los momentos claves de esta larga lucha que tuvieron que emprender
como SME?
Para nosotros, la tarea de todo estos seis años
de resistencia ha sido evitar la disolución forzada de nuestro
Sindicato, este era el verdadero objetivo del presidente neoliberal
Felipe Calderón, que quiso acabar con nuestra organización que recién
cumple 100 años, un sindicato histórico. Nuestro objetivo segundo fue
recuperar nuestra fuente de trabajo. Tercero, mantener la lucha en
contra de la privatización del sector energético, que realmente es otra
de las causas por las cuales fuimos despedidos en masa - 44 mil
trabajadores - después que durante una década habíamos rechazado la
privatización del sector y echado abajo por lo menos dos reformas
constitucionales privatizadoras.
¿Cuál es el camino que
están negociando actualmente para –justamente- intentar mantener vivo
esta tremenda fuerza sindical y clasista?
Primero, hay que
decir que la salida que encontramos la caracterizamos como una “salida
parcial y transitoria” en tanto que no nos devuelve al 100% lo que nos
han arrebatado en octubre de 2009. Es una salida política en tanto que,
en el aspecto jurídico, todavía no tenemos un respaldo claro que le dé
una proyección a nuestra lucha a más largo plazo. Pero otro aspecto
fundamental es que actualmente la situación de la clase trabajadora de
México es muy difícil, hay una correlación de fuerzas que nos
desfavorece por completo. Existe una imposición desde el poder central
de todo un proyecto de reformas estructurales para profundizar el modelo
neoliberal y no hay un movimiento social articulado, ni una alternativa
política visible que permita revertir esta situación a corto plazo.
Entonces, nosotros estamos forzados a una salida política que nos hace
recuperar parte de nuestra materia de trabajo y de los términos de
nuestra contratación colectiva como la teníamos antes. Es muy importante
la reinserción laboral de los 16.599 trabajadores afiliados, toda vez
que durante 6 años no han tenido ninguna fuente de ingresos ¿no?
Efectivamente una resistencia condiciones muy difíciles…
Sí, vivimos en una situación precaria de vida, con mucho desgaste,
situaciones de rompimiento familiar, de enfermedades, de muerte, de
suicidios incluso; y un núcleo de resistencia que ha sobrevivido a todas
las pruebas que nos ha impuesto esta lucha frontal con el Estado
mexicano: desde la complicidad del Poder Legislativo para no interponer
una controversia constitucional en contra del Decreto de extinción,
hasta el papel infame que ha jugado la Suprema Corte de Justicia
convalidando el Decreto y la revocación de un amparo otorgado en 2012
por un Tribunal Colegiado en materia de trabajo, que nos daba la
victoria y ofrecía una salida jurídica con reinstalación de los
trabajadores y derecho al pago de salarios caídos... La resistencia ha
sabido sobreponerse a todo y respaldado por la solidaridad de las
organizaciones sociales que a nivel nacional e internacional nos han
apoyado.
Están a punto de formar una Cooperativa que
permitiría reintegrar a parte de los trabajadores todavía afiliados al
SME, ¿cómo piensan organizarse concretamente?
El gobierno
tiene una deuda con nosotros: los fondos de previsión social que
pactamos en el convenio colectivo y les pertenecen a los trabajadores,
eso constituye un importante pasivo laboral de la empresa en extinción.
De hecho, la empresa no puede concluir su liquidación si no le paga
estas sumas a los trabajadores: nosotros negociamos que no nos den el
pago en especie, más bien nos van a devolver la operación de 14 plantas
hidroeléctricas de la antigua Luz y Fuerza del Centro y nos van a
reintegrar también en un conjunto de centros de trabajo con sus
terrenos, sus naves, su infraestructura, para ser explotados por los
mismos trabajadores electricistas.
En
el plano político, desde hace algunos años, ustedes defienden la
necesidad de dotarse una herramienta política para superar la
fragmentación de las clases populares: por eso llamaron a la creación de
la Organización del pueblo y de los trabajadores - OPT. No
obstante, no se ve todavía un desarrollo fuerte de la OPT: ¿cuáles son
los desafíos para esta organización en un momento de descalabro del
gobierno Peña Nieto y profunda violencia en todo el país en contra de
los y las de abajo?
Nuestra lucha comenzó como una lucha
por la defensa del trabajo, pero se convirtió en una masiva lucha social
en contra de la privatización de la energía, en contra del, y la fuimos
convirtiendo en una lucha política nacional. Por eso la creación de la
OPT, una organización que aspira a expresar una representación política
de las y los trabajadores en resistencia, y que se articula con un
conjunto de movimientos sociales y corrientes políticas de izquierdas.
El planteamiento de la OPT es luchar por la emancipación social, es
decir con perspectiva anticapitalista, de cambio profundo en las
relaciones de poder y en las relaciones económicas de nuestro país. Su
aspiración es contribuir en una acumulación de fuerzas estratégicas para
liberarnos de esta casta neoliberal que está explotando tanto los
recursos naturales como a nosotros los seres humanos.
En términos tácticos, ¿cómo se posiciona la OPT frente al gobierno y de cara a las próximas elecciones presidenciales?
Antes del 2012, en una primera etapa de construcción, la OPT intentó
obtener el registro como partido político, pero por los mecanismos que
existen en México para deshabilitar cualquier posibilidad de que haya
expresiones de carácter clasista en la lucha política, se nos fue
negado… Después vino un acontecimiento mayor, que acaba de cumplir un
año: la desaparición forzado de los 43 estudiantes en Ayotzinapa. En ese
momento, tenemos una reflexión interna acerca de la viabilidad de la
participación en procesos políticos electorales. Pensamos que el Estado
mexicano vive un proceso de descomposición profundo y acelerado, que se
expresó en particular en la desaparición de los compañeros de Ayotzinapa
y en la responsabilidad de los gobiernos locales, de los órganos
policiacos y militares en este drama. Se visibilizaron los nexos entre
la delincuencia organizada y el Estado mexicano, la clase política
neoliberal, los partidos políticos institucionales (que en muchos casos
son financiados por el narcotráfico). Hay una interacción entre estas
dos mafias: la política y la delincuencia organizada. En base a eso, en
el último proceso electoral, llamamos a la abstención, al voto nulo y,
en algunos lugares, al boicot activo del proceso electoral.
Con la terrible situación que simboliza la desaparición forzada de los
43, se ve que el nivel de violencia en México no viene solamente del
narcotráfico, pero también que existe una violencia política
generalizada en contra de los dirigentes sociales y de las clases
populares. La cantidad de muertos que hay cada año es aterradora, ¿cómo
vez el estado de los movimientos sociales en este contexto?
Los movimientos sociales de México tienen un gran reto que alcanzar. Es
cierto que hay muchas resistencias al despojo, a la represión, a la
pérdida de derechos, a la restricción de las libertades democráticas
pero se trata de una resistencia dispersa. Existen movimientos
regionales o locales que están aislados del contexto nacional, entonces
uno de los grandes retos es articular las resistencias. Existen procesos
que actualmente van en esa dirección como la construcción de la
Asamblea Nacional Popular y la Convención Nacional Popular que surgen a
partir de la movilización de Ayotzinapa. Esta Convención tiene un
programa de 9 puntos, su eje articulador sigue siendo la demanda de la
presentación con vida de los estudiantes normalistas, un punto
fundamental obviamente. Sin embargo creo que tiene que abrirse también
el abanico de demandas para incluir otras cuestiones para precisamente
concitar a la unidad de todos. Otro reto, todavía más difícil, es poder
ampliar la base social de la resistencia y para eso ofrecer alternativas
políticas nacionales. Necesitamos planteamientos claros frente a la
crisis política de nuestro país, necesitamos organizar a los no
organizados. Uno de los aspectos que le da estabilidad a los gobiernos
neoliberales, a parte de los procesos electorales, es la dominación
político-cultural e ideológica del pueblo, el papel que juegan los
medios de comunicación es apabullante, la desinformación, el control
ideológico sobre las organizaciones populares es bestial. Eso limita la
movilización colectiva, los espacios de discusión, y hace que la
incorporación de nuevos sectores a lucha sea muy lenta. No obstante, sin
encaminarlos todos hacia la lucha política por el poder, va a ser muy
difícil que podamos sacudirnos a estos neoliberales.
Ultima
pregunta: desde “abajo y a la izquierda” surgió el zapatismo, con un
proyecto de resistencia indígena construido con mucha dignidad rebelde
desde 1994 y, del otro lado, podríamos que “arriba y al centro izquierda
electoral” encontramos el proyecto de Manuel López Obrador (ex Jefe
de Gobierno del Distrito Federal) con la organización “Morena”: entre
estos dos polos que marcaron las discusiones de los últimos años para
las izquierdas, ¿cómo ustedes ven el escenario político?
Nosotros, en último de los casos, estamos planteando una tercera opción
pero tenemos una buena relación con los compañeros zapatistas, aunque
hemos pasado por diferentes momentos de acercamiento y distanciamiento,
compartimos muchos de sus conceptos, otros no; en el caso de Morena no
podríamos decir que es un movimiento político estructurado con una
perspectiva clara, se trata más bien de un movimiento en torno a un
caudillo, entorno a Manuel López Obrador, visto como una opción casi
mesiánica para salvar al país por algunos de sus correligionarios, pero
en realidad sin un acompañamiento de la lucha social y populares por
parte de Morena. Nosotros queremos construir una alternativa real, una
alternativa antineoliberal y anticapitalista, articulada en torno al
papel protagónico que deben jugar las y los trabajadores en la lucha
social y política de nuestro país.
Desde México,
Publicado en “Punto Final”, edición Nº 840, 6 de noviembre, 2015
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