3/04/2017

En el aula, el tema de aborto debe incluir la vida cotidiana de mujeres


Reclaman estudiantes en Argentina
   Primera de dos partes

En un aula de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (UBA), en una clase de Bioética, una joven estudiante quiere acortar el abismo que existe entre la academia y la vida cotidiana de las mujeres. El profesor dice: “El aborto es ilegal y solo se autoriza en determinados casos de violación”.

La estudiante Corina Bertone, con el emblemático fallo FAL de la Corte Suprema en la mano (que autoriza el aborto en casos de violación), responde: “La interrupción del embarazo es legal en todos los casos de violación y cuando corre riesgo la salud de la mujer embarazada”. Y replica el docente de Bioética: “Es un fallo que no se aplica siempre, lo que importa es la ley”.

Y el abismo vuelve a ensancharse. Aborto, misoprostol, Aspiración Manual Endouterina (AMEU): palabras que parecen proscritas en la fábrica de médicos y médicas más importante del país.

Cada año, 60 mil mujeres son internadas en Argentina por complicaciones que son consecuencias de abortos inseguros. Las cifras: En 2015, según una nota de Luciana Peker publicada en Las 12 (suplemento del diario Página12), hubo 500 interrupciones legales dentro del sistema de salud público. Otras 2 mil 894 más fueron acompañadas en sus abortos seguros, libres y de calidad por las Socorristas en Red. Alrededor del 30 por ciento de los embarazos terminan en aborto espontáneo.

MANTO DE SILENCIO

El aborto, inducido o espontáneo, es una posibilidad real para mujeres gestantes en edad reproductiva y para el sistema de salud. La interrupción legal es un derecho desde 1921. Sin embargo, en la UBA la práctica está cercada por un manto de silencio. Un silencio que robustece el modelo médico hegemónico y sufre de anacronismo: mientras la formación académica está encapsulada, la realidad social demanda cada vez con más fuerza que el aborto sea legal, seguro y gratuito.

Además del proyecto de ley de interrupción voluntaria del embarazo que este año llegó por sexta vez al Congreso; el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), Nuevo Encuentro y Lesbianas y Feministas por la Descriminalización del Aborto presentaron en septiembre un pedido para que la administración Nacional de Medicamentos, Alimentación y Tecnología Médica (ANMAT) reconozca al misoprostol como medicamento obstétrico.

En noviembre, Católicas por el Derecho a Decidir presentó un “pronto despacho” ante el Ministerio de Salud de la Nación para que el Estado produzca y distribuya misoprostol y mifepristona, los dos medicamentos identificados por la Organización Mundial de la Salud como la forma de acceder a un aborto seguro.

El reclamo no es solo nacional: en su último informe el comité que monitorea el cumplimiento de la Convención de Naciones Unidas sobre la Eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (CEDAW) exigió al gobierno acelerar la adopción del proyecto de ley para la interrupción voluntaria del embarazo.

ENSEÑANZA VS. REALIDAD

“La carrera de Medicina de la UBA se encuentra desfasada respecto a la regulación vigente en Argentina, especialmente la emitida por el Ministerio de Salud de la Nación, el marco general de derechos humanos y los estándares de salud que promueve la Organización Mundial de la Salud y Federación Latinoamericana de Sociedades de Obstetricia y Ginecología (FLASOG) en lo que refiere al aborto”, señala la socióloga y becaria del CONICET, Ana Mines Cuenya, en un artículo académico.

Mines Cuenya investigó la percepción de las y los estudiantes de esta carrera sobre el tratamiento del tema en su formación. Entrevistó a 24 futuros médicos y médicas entre 2013 y 2014 de las distintas etapas de la carrera, que está planificada en dos ciclos de tres años cada uno.

Las conclusiones dan cuenta del desfasaje y de estudiantes autodidactas: Más de la mitad nunca escuchó hablar del misoprostol durante el curso. Un grupo más pequeño afirmó sí haber escuchado, pero, en su mayoría, en el marco de un listado de ejemplos de medicamentos que pueden producir abortos como efecto secundario. Solo tres estudiantes dijeron manejar más información sobre misoprostol. En esos tres casos lo habían estudiado por su propia cuenta.

Primero, fueron las propias mujeres quienes aprendieron a usar el misoprostol, comercializado para el tratamiento de úlcera, para interrumpir embarazos no deseados. Pero a esta altura ya es un medicamento recomendado internacionalmente y por el propio Ministerio de Salud de la Nación en distintas guías de atención destinadas a los profesionales de equipos de salud.

En 2012 la Organización Mundial de la Salud (OMS) lo reconoce en el catálogo Aborto Sin Riesgos. Guía Técnica de Políticas para los Sistemas de Salud. Lo define como un medicamento abortivo, seguro y eficaz. Se trata del único método abortivo reconocido que permite la autoinducción de abortos de manera segura antes de la semana doce de gestación incluida.

El misoprostol contribuye a evitar muertes y complicaciones por aborto inseguro en distintas partes del mundo. “No se habla de aborto y cuando aparece se niega la práctica, los profesores dicen que en el país no se hacen abortos porque es ilegal”, cuenta a MU Corina Bertone, estudiante de quinto año de la carrera.

Eso, dice Corina, “es mentirles a los estudiantes y es enfrentarlos a una realidad que no van a saber manejar. En Farmacología, por ejemplo, se nombra el misoprostol y se dice que es una contraindicación de aborto. Que no se puede dar a una mujer embarazada. Hay mucha hipocresía porque desde el Ministerio de Salud se hacen cuadernillos en donde se explica la práctica. El propio Estado te manda un manual donde dice que tienes que usar misoprostol.

Entonces, ¿por qué en el pregrado no lo vemos?”

Corina, la alumna que se plantó en la clase de Bioética con el fallo FAL en la mano, está sentada en un bar cerca de la Facultad donde pasa gran parte del día. Cuando terminó la secundaria, vino desde La Pampa persiguiendo el sueño cinematográfico de estudiar medicina para “salvar vidas”. Con el paso de los años, encontró en la militancia, en el Bajo Flores, más herramientas para trabajar en salud que en las aulas de la UBA. Junto con otras y otros doce estudiantes están armando la Red de Estudiantes de la Salud por el Derecho a Decidir, que se lanzará el año que viene.

*Artículo tomado de la Revista Mu, de la cooperativa argentina La Vaca.

CIMACFoto: Archivo
Por: Florencia Alcaraz*
Cimacnoticias | Buenos Aires, Arg .- 

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