Por
Lourdes Cárdenas
En las últimas dos décadas Charles Ring, un agricultor de 63 años, ha
visto de cerca los beneficios del Tratado de Libre Comercio de América
del Norte (TLCAN): en sus casi 3 mil hectáreas de tierra en la pequeña
localidad de Saint Paul, a 50 millas de Corpus Christi, Texas, cultiva
el maíz y el sorgo que año tras año exporta al mercado mexicano libre de
aranceles.
“Noventa por ciento de mi maíz se va a México –dice el agricultor vía
telefónica–. El TLCAN ha sido muy bueno para nosotros los agricultores y
no queremos que su renegociación nos afecte. Estamos preocupados.”
Ring, como cientos de industriales, fabricantes, transportistas y
prestadores de servicios para el comercio en Estados Unidos, México y
Canadá, seguirá de cerca la renegociación que, tras varios meses de
incertidumbre, está en curso.
El proceso no estará libre de controversias o dificultades, anticipan
analistas. “Si bien es cierto que la gran mayoría de lo que Estados
Unidos busca es racional o constructivo, hay también áreas u objetivos
que podrían generar muchos conflictos”, dice Christopher Wilson,
subdirector del Instituto México del Wilson Center, un centro de
análisis e investigación de políticas públicas con sede en Washington.
El primer objetivo del gobierno estadunidense, apunta, es la reducción del déficit comercial:
“Si Estados Unidos busca resolver su déficit comercial con México a
través de la promoción de exportaciones, habrá muchas áreas en que ambos
países pueden negociar; (pero) si Estados Unidos busca limitar las
importaciones de México, eso va a generar mucho conflicto en las
negociaciones.”
Según cifras de la Oficina de Comercio de Estados Unidos, el déficit
comercial de este país con México es de 64 mil millones de dólares. En
julio pasado el presidente Trump volvió a culpar a México por ese
déficit y reiteró su intención de eliminarlo para impulsar a la
industria manufacturera estadunidense. “Ya no vamos a permitir a otros
países romper las reglas para robar nuestros empleos o drenar nuestra
economía”, dijo Trump en la Casa Blanca.
La inclusión del déficit comercial en las negociaciones del TLCAN es
un sinsentido para Jerry Pacheco, presidente de la Asociación de
Industriales de la Frontera en Santa Teresa, Nuevo México.
“Simplemente no entiendo cómo entra eso en la ecuación. No entiendo
cómo legislar eso dentro de un Tratado de Libre Comercio”, dice Pacheco,
cuya asociación representa a más de 100 industriales y prestadores de
servicios que se han establecido en la frontera para abastecer a sus
clientes en México.
“Soy muy cauteloso respecto a las negociaciones –afirma Pacheco–. Hay
muchas áreas que pueden mejorarse para hacer más eficiente la
integración, pero me preocupa que el presidente (Trump) abra la boca y
complique las negociaciones. El presidente no tiene antecedentes de ser
muy juicioso en sus comentarios sobre México.”
En un documento emitido el 17 de julio, el representante comercial de
Estados Unidos, Robert Lighthizer, destacó los objetivos de la
renegociación del TLCAN, entre ellos reducir el déficit comercial de su
país y mejorar el acceso de los bienes, servicios y productos
manufacturados en su país a los mercados canadiense y mexicano. El
documento de 17 páginas detalla los objetivos en otras áreas como la
industria, los servicios financieros y de telecomunicaciones, el medio
ambiente, la propiedad intelectual y las inversiones, entre otros
rubros.
En las discusiones en torno al TLCAN –iniciadas el miércoles 16– se
incluyen por primera vez temas como el comercio electrónico y el flujo
de datos. Es previsible que México y Canadá se opongan a una propuesta
estadunidense de incrementar el valor mínimo de las compras en línea que
pueden hacerse libres de impuestos, ya que esto podría dañar a
productores y vendedores locales, al abrir la puerta a productos
asiáticos no elaborados en Norteamérica.
Se discuten también temas como el laboral, en el que Estados Unidos
busca igualar las condiciones de trabajo entre los tres países, así como
asuntos de transparencia y sistemas anticorrupción.
Wilson asegura que los encuentros pueden complicarse en temas como
las reglas de origen y el Capítulo 19 –que se refiere a los mecanismos
de solución de disputas–, los cuales quiere eliminar Estados Unidos.
“La regla de la que más hemos escuchado es la de los autos. Hoy en
día un automóvil tiene que ser 62.5% hecho en Norteamérica para
calificar para los beneficios del TLCAN y quizá querrían aumentar ese
porcentaje”, dice Wilson. Sin embargo, considera que los riesgos de
hacerlo serían mucho mayores que los beneficios y tendría un efecto que,
a largo plazo, podría ser contraproducente para Estados Unidos.
Respiro en agricultura
Hasta hace un par de meses los agricultores estadunidenses tenían
muchas razones para estar preocupados. La retórica de Trump y su
discurso antimexicano provocó que el gobierno de México emprendiera
acciones concretas para diversificar sus proveedores de productos
agrícolas y disminuir su dependencia de los granos estadunidenses.
Funcionarios de México viajaron a Brasil y a Argentina en busca de
nuevos socios comerciales.
El impacto fue inmediato. Este año México dejó de ser el primer
mercado para las exportaciones de maíz estadunidense, lo que afectó
duramente a estados como Nebraska, cuya actividad agrícola depende
altamente del comercio con México, su principal comprador de maíz,
azúcar y edulcorantes, y su segundo mercado para las ventas de soya,
trigo, sorgo y destilados de granos.
La crisis llevó a funcionarios y productores estadunidenses a
reunirse con sus contrapartes mexicanas para calmar los ánimos, al mismo
tiempo que participaban en las audiencias del Congreso para dejar claro
que el TLCAN no requiere grandes cambios en el sector agrícola.
Gracias a ello se sienten más confiados en que su consigna principal
do no harm (no perjudicar) prevalecerá en las pláticas. Básicamente
confían en que no habrá modificaciones significativas que dañen las
exportaciones de sus productos a México.
Desde su aplicación en 1994, el libre comercio ha beneficiado
enormemente a los productores agrícolas estadunidenses. De acuerdo con
el US Grains Council, una organización no lucrativa que representa a los
productores estadunidenses de maíz, sorgo, cebada y productos
derivados, México es el mercado principal para el maíz amarillo
estadunidense, mientras que Canadá es el noveno. Ambos países son
también los principales mercados para la cebada de Estados Unidos.
México es también el segundo mercado para las exportaciones de sorgo y
el séptimo para las de destilados de granos con solubles.
“Confiamos en que se tratará más de una modernización que de una
renegociación”, dice Kelly Brunkhorst, director ejecutivo del Nebraska
Corn Board, organización que promueve el desarrollo agrícola en el
estado. “Nos sentimos más cómodos ahora que como estábamos hace seis
semanas. Hay un entendimiento de que se necesita modernizar, no
renegociar el acuerdo”.
Parece haber coincidencia en que el tema agrícola no será el más
crítico en las negociaciones. “El gobierno estadunidense está más
convencido ahora de que era necesario llevar a una modernización del
acuerdo, pero no para ponernos trabas, sino para mejorar una política
trilateral de comercio que mantenga la región fuerte y competitiva”,
dice Juan Carlos Anaya, director general del Grupo Consultor de Mercados
Agrícolas en México.
Sin embargo, aún existe la preocupación de que el sector agrícola se
convierta en la moneda de cambio en las negociaciones de otros sectores.
“No hay duda de que cuando surgen disputas comerciales, el sector
agrícola suele ser afectado y sufrir represalias”, dice Brunkhorst. “Eso
es una de nuestras preocupaciones”.
Una presión adicional en las discusiones sobre el TLCAN son los
tiempos políticos, que, en opinión de Wilson, harán que las tres partes
busquen llegar a acuerdos lo más pronto posible: México tendrá
elecciones presidenciales en 2018, mientras que en Estados Unidos se
renovará el Poder Legislativo.
Este texto se publicó en la edición 2129 de la revista Proceso del 20 de agosto de 2017.
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