Indígenas marchan contra megaproyectos en Chiapas.
Foto: Isaín Mandujano
Por
Isaín Mandujano
A lo largo de 25 años las indígenas zoques han luchado por incidir en
el derecho que tienen a la tierras, en la defensa del territorio y los
recursos naturales, por eso ahora son las más férreas opositoras a los
megaproyectos mineros y petroleros que amenazan la región, asegura María
Sánchez, habitante de Chapultenango, abogada y defensora del territorio
en esta zona de la entidad.
Invitada a participar en el encuentro “La lucha del pueblo zoque
frente a los proyectos de despojo”, organizado por Otros Mundos
AC/Amigos de la Tierra, la activista indígena tiene clara la lucha que
han librado desde 1992, luego de que la reforma salinista al 27
constitucional marginó a las mujeres de su derecho a la tierra.
Al hablar sobre la participación de las mujeres zoques, María dice
que para muchos no parece muy “normal” que las mujeres estén en la lucha
y los movimientos sociales.
Luego señala que, en tiempos ancestrales, cada familia tenía cierto
territorio que le correspondía y allí trabajaba junto con sus hijos. Se
dedicaban únicamente a la agricultura porque la visión de sus ancestros
es que el creador los hizo de barro, de tierra, y que ellos no pueden ni
deben estar lejos de la tierra.
“Hay esa doble dependencia: la dependencia del ser humano a la tierra y de la tierra al ser humano”, explica la activista.
Enseguida comparte que, bajo esa visión, las mujeres zoques
legalmente nunca han tenido un papel que diga que “la tierra es
nuestra”, pero por muchos años, antes de 1992, tenían la libertad de
andar en todo el ejido, buscando leña, quelites, leña y todo lo que hay
en las montañas para hacer sus alimentos.
Pero fue en 1992, con la reforma salinista del 27 constitucional,
cuando se inician los parcelamientos de los ejidos y esta acción del
Estado mexicano vulneró los derechos a la propiedad de las mujeres
zoques.
“Para nosotras legitimó y naturalizó la dependencia patrimonial y
económica de las mujeres hacia los hombres. Se empezó a invisibilizar el
trabajo y la contribución que hacían las mujeres zoques en la
producción y la explotación de la tierra y sus recursos”, refiere María
Sánchez.
Luego indica que al otorgarle la titularidad de la tierra sólo a los
varones, excluyó a las mujeres no sólo de la tenencia de la tierra, sino
también de la vida comunitaria y de los espacios donde las ellas antes
podían opinar sobre lo que veían bien o mal dentro de la vida
comunitaria.
“Pero con la reforma agraria, ya las mujeres no podíamos estar en
estas asambleas porque el reglamento decía que, en las asambleas
ejidales o comunitarias, sólo podían asistir los que tenían derecho a la
tierra, es decir, hombres en su mayoría. Muy pocas viudas podían estar,
en caso de no tener hijo varón”, menciona.
También agrega que, ante esta vulnerabilidad, las mujeres zoques empezaron a reunirse y discutir sobre el tema.
Muchas mujeres expusieron entonces que querían estar nuevamente muy
involucradas en los asuntos de las comunidades y en la toma de
decisiones, que querían ser tomadas en cuenta, que su palabra se
escuchara y que sus propuestas se analizaran a profundidad para seguir
viviendo en comunidad.
Y fue así que ellas empezaron a participar en la lucha por la
recuperación de tierras que inició después del 1994. Muchas mujeres
empezaron a ser ejidatarias, a participar e incidir en las asambleas y a
estar en organizaciones.
Muy sigilosamente empezaron a trabajar en la reivindicación de sus
derechos. Querían ejercer sus derechos como ciudadanas, a heredar la
tierra, a tener el patrimonio familiar, a la salud, “a decidir
libremente cómo ejercer nuestra maternidad”.
“Queríamos sobre todo tener acceso a la educación, porque al aprender
a leer y entender el español, nos permitía comunicarnos con las demás
compañeras mujeres que estaban en otras regiones”, expone María en el
conversatorio organizado por Otros Mundos AC, parte de la Red Mexicana
de Afectados por la Minería.
Ella recuerda que empezaron a incidir y a ocupar puestos
comunitarios. Primero los de servicios, como en los comités de salud y
de madres de familia.
Entonces, al darse cuenta que podían ocupar y ejercer estos espacios
con eficiencia, consideraron que ya estaban listas y habían demostrado a
los hombres que las mujeres igual podían buscar y aspirar a otros
espacios políticos y comunitarios.
“En 1997 empezaron a decir que queríamos ser agentes municipales en
Chapultenango. Y en 2009 ya había cinco compañeras agentes municipales.
Luego se contó con una regidora propietaria que fue incluida en el
ayuntamiento”.
“Ahora las mujeres, aunque no estemos reconocidas por la reforma
agraria, en las asambleas ya se nos reconoce el solar y ya podemos usar
las parcelas para sembrar. Cuando una mujer está sola, se le presta una
parcela para que siembra maíz y frijol. Y cuando pierde a su esposo, la
mujer queda con la casa. Logramos estos pequeños avances”, dice María.
Pero ahora que se les vino “encima” la licitación de los pozos
petroleros de la Ronda 2.2, que conllevaría al despojo de unas 84 mil
500 hectáreas en la zona zoque de la entidad, ellas fueron las primeras
en protestar.
Alerta que en la región se pretenden abrir doce pozos petroleros “que
van a afectar a nueve de nuestros municipios –Francisco León, Tecpatán y
Ostuacán, Chapultenango, Ixtacomitán, Ixtapangajoya, Solosuchiapa,
Pichucalco y Sunuapa”, e que eso va a cambiar completamente el
ecosistema.
“No estamos de acuerdo con estos megaproyectos. Aunque nos digan que
nos van a dar todo, sabemos que no es cierto”, sentencia la activista.
“Lo que más nos mueve es que sin tierra, no tenemos vida. Mientras el
territorio siga siendo de la comunidad y tenga ríos y agua, nosotras
tenemos suficiente para vivir: si la tierra nos regala nuestro producto y
nos da la cosecha, podemos comer y no necesitamos el efectivo”, acota.
También asegura que ahora están dispuestas a caminar con los hombres en esta lucha social contra el despojo.
“Pero bajo esta constancia de que también nosotras somos parte de
este territorio y que queremos también el uso y el disfrute de esa
riqueza natural que nuestra Madre Tierra nos dio. Las mujeres que
participamos en el movimiento, muchas nos fuimos sumando por voluntad
propia porque creemos que la lucha tiene una causa justa, que es
defender la vida por nuestros hijos y por el futuro de todos”, concluye
María Sánchez.
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