Autoridades niegan casos
Lucrecia iba caminando sobre la calle Camino Real en Cholula rumbo a su
casa; acababa de salir de clases en la Universidad de las Américas
Puebla. Cuando cruzaba la calle un sujeto le aventó la motocicleta.
Después de la conmoción se dio cuenta de que era su ex novio.
Él estudiaba la misma carrera, ahí se conocieron. Una tarde, durante su
noviazgo, ella se encontraba en un salón de clases escribiendo en su
celular. Él, con tal de saber con quién hablaba, intentó quitárselo a la
fuerza. Ella se lo arrebató y forcejearon. Su ahora ex novio le apretó
la mano hasta lastimarla y lograr que soltara el teléfono. Una semana
después, y tras hablar con sus padres, Lucrecia terminó con él.
Luego comenzó el acoso que duró un año y aunque lo buscó, Lucrecia encontró poco apoyo en su universidad.
FALTA DISCIPLINARIA
Para la mayoría de las universidades poblanas un caso de acoso u hostigamiento sexual es sólo una falta disciplinaria.
Únicamente dos de las siete instituciones revisadas por LADO B, entre
las que se incluyen las más prestigiadas a nivel local, cuentan con
protocolos específicos para la atención de estos delitos: BUAP e Ibero,
aunque ello no garantiza su correcta aplicación.
El acoso y el hostigamiento sexuales son delitos contemplados en el
Código Penal del estado de Puebla en los artículos 278 bis y ter.
El acoso se refiere a conductas verbales, físicas o ambas, que pongan en
riesgo, causen daño o sufrimiento psicoemocional a cualquier persona.
El hostigamiento, por otro lado, se da cuando alguien se vale de su
jerarquía laboral, docente, doméstica o de cualquier otro tipo para
asediar, hacer propuestas, utilizar lenguaje lascivo o solicitar
cualquier acto de naturaleza sexual.
El director de Licenciatura de la Escuela Libre de Derecho, Roberto
Mendoza Zárate, explicó a LADO B que para que el delito se configure no
es necesario que haya tocamientos en los genitales, sino que puede ser a
través de palabras, miradas o aproximaciones que pongan en riesgo la
estabilidad psicoemocional de la persona.
En el estudio “La percepción del hostigamiento y acoso sexual en mujeres
estudiantes en dos instituciones de educación superior”, de Claudia
Alejandra Hernández, Martha Jiménez y Eduardo Guadarrama, se plantea que
si las universidades no dan un tratamiento adecuado del acoso sexual,
los casos pueden incrementarse, además de generar un ambiente hostil que
limite la capacidad de los y las estudiantes.
Tras revisar los protocolos y reglamentos de siete universidades
poblanas, así como entrevistar a sus respectivas autoridades, la
constante encontrada es que el acoso y el hostigamiento no son conductas
específicas susceptibles de sanción incluidas en los reglamentos
internos, sino que las instituciones atienden los casos como faltas
disciplinarias, es decir, como cualquier falta a la sana convivencia.
El acoso y hostigamiento sexuales son delitos que van a la alza en
Puebla: de 2011 a 2015 se triplicó el primero, y el segundo subió 137
por ciento, de acuerdo con datos proporcionados por la Fiscalía General
de Justicia (FGJ) a la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV)
del gobierno federal.
El problema se agrava al considerar que, de acuerdo con Galilea Cariño
Cepeda, directora del Instituto de Derechos Humanos Ignacio Ellacuría SJ
de la Ibero Puebla, la cifra negra -es decir los delitos que no se
denuncian- ronda el 94 por ciento.
Como contexto, el estado destaca por violencia en el ámbito escolar a
nivel nacional. La CEAV refirió en su informe de 2016 que las
Secretarías de Educación Pública federal y estatales reportaron 616
casos de violencia sexual contra mujeres, 106 de los cuales tuvieron
lugar de 2010 a septiembre de 2015 en Puebla, el estado con más
incidentes.
Asimismo, la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en
los Hogares (Endireh) 2016 indica que en Puebla 24.1 por ciento de las
mujeres de 15 años o más sufrieron violencia en el ámbito escolar; de
ellas una de cada diez sufrió violencia de tipo sexual.
Y sólo uno de cada diez casos de violencia sexual que se denunciaron
ante la Fiscalía General de Justicia (FGJ) del estado, de enero de 2010 a
junio de 2015 llegaron a los tribunales, es decir, que en nueve de cada
diez casos la investigación no prosperó, de acuerdo con el Diagnóstico
cuantitativo sobre la atención de la violencia sexual en México, que dio
a conocer Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV)
LUCRECIA: ACOSO DENTRO Y FUERA DE LA ESCUELA
Durante los últimos meses del semestre, el ex novio de Lucrecia la
seguía por la universidad y hablaba con sus amigos para que la
convencieran de regresar con él. Una tarde al llegar a su casa se dio
cuenta de que la había seguido; en ese momento le pidió que la dejara en
paz. Pero el acoso continuó. Ella ya no quería ni salir de su cuarto.
Cuando empezó a sentirse sobrepasada por la situación, debido a que él
la seguía todo el tiempo, Lucrecia -cuyo nombre real fue cambiado para
mantener el anonimato- habló con profesores y con su Decano, quienes le
recomendaron mandar una carta al Consejo estudiantil (CE-Udlap), de la
cual no obtuvo respuesta.
El Decano también se reunió con ella, sus padres y su ex novio para que
cesara el acoso. Aunque el joven prometió dejar de molestarla, todo el
verano le escribió mensajes, hablaba mal de ella, de su familia y de sus
amigas. La chantajeaba constantemente, diciendo que si no regresaba con
él la acusaría con su familia de cosas que eran mentira o amenazando
con demandar a su padre.
La estudiante decidió entonces denunciarlo por acoso y agresión física,
pero el Ministerio Público no quiso levantar la denuncia porque desde su
perspectiva no se configuraban los delitos. Por eso tampoco logró
conseguir una orden de protección para que su ex novio dejara de
perseguirla.
Pidió entonces ayuda al Jefe de Departamento, quien le prometió
presionar a la vicerrectora para que hiciera algo, y envió otra carta al
CE-Udlap. Lucrecia se quedó de nuevo sin respuesta, aunque después de
su caso Apoyo Estudiantil ha intentado prevenir situaciones de violencia
a través de videos y charlas.
Se buscó al CE-Udlap para saber su versión sobre el caso de Lucrecia,
pero la respuesta fue que los integrantes del consejo habían cambiado y
que no podían saber con certeza si habían llegado las cartas referidas,
ni tampoco cuál había sido la respuesta.
Poco después, en un proyecto universitario sobre violencia de género del
área de Apoyo Estudiantil, ella presentó su caso. Los encargados del
proyecto le dijeron que podían comunicarlo a sus superiores pero no iban
a hacer nada, porque era una situación muy fuerte.
Lo último que hizo su ex novio fue demandar al papá de Lucrecia,
alegando falsamente que habían trabajado juntos y le debía dinero. La
demanda no procedió pero el acoso continúa. La única solución para
Lucrecia fueron las redes sociales:
—Al ver que nadie me hacía caso, si me mandaba un correo o mensaje, todo
lo subía a Facebook. Si la gente no sabe lo que te está pasando y
quieres ayuda pues ¿qué haces?
RUBÍ: ORGANIZACIÓN VS EL HOSTIGAMIENTO
Cuando Rubí Cervantes estudiaba los primeros cuatrimestres en la
Facultad de Psicología de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla
(BUAP) fue víctima de hostigamiento por parte de un profesor que además
era su tutor, esa figura institucional a la que los estudiantes se
acercan en caso de tener algún problema.
“Él se llama Rafael Aluni Montes, y por lo que sé, lleva muchísimo
tiempo en la Facultad. Tomé una clase con él y había miradas muy
incómodas, cuando me lo encontraba en los pasillos, me invadía. Me decía
que nos viéramos a solas, que (fuera) a conocer su clínica y me decía
‘pero que no venga nadie, que no vengan tus amigas’. Procuraba que yo
estuviera sola. Fui a donde estaba su clínica, me la enseñó y se me
empezó a insinuar, (a sugerir) que si teníamos algo.
Yo le dije que no y le hablé a una amiga, a la que le había dicho que
iría, (para pedirle) ‘sácame de aquí’. Después hubo constantes
insinuaciones, me seguía invadiendo, esperaba espacios como que
estuviera sola para volvérseme a insinuar, y miradas lascivas. Me generó
mucha ansiedad, yo no podía estar tranquila en la Universidad. En ese
momento yo no sabía que estaba siendo acosada, no lo distinguía, me
sentía muy incómoda con la situación”.
El asedio duró meses: mientras era su alumna e incluso después. Con el
paso del tiempo Rubí se enteró de que no había sido la única víctima de
ese profesor, y además se enteró de que no era el único profesor que
hostigaba a las alumnas.
El colectivo “Hablemos de Género y Algo Más” resultó del interés de las
estudiantes de Psicología por denunciar y emprender acciones contra las
violencias de género. En marzo de este año, el colectivo realizó un
escrache, una acción para denunciar y visibilizar el acoso y
hostigamiento en la Universidad. En un cartel, además de estudiantes de
Psicología, escribieron sus relatos alumnas de Sociología, Derecho,
Administración de Empresas, Veterinaria y Antropología.
Antes del escrache, las estudiantes de “Hablemos de Género y Algo Más”
fueron a la Secretaría Académica de su Facultad para preguntar cómo
podían denunciar a los profesores que habían acosado a estudiantes; ahí
les dijeron que debían escribir en un oficio sus nombres, matrículas,
los hechos, el nombre del profesor, además de recabar y anexar toda
prueba que sustentara su dicho. El procedimiento terminaría con citar al
profesor acusado para hablar con él y luego a las jóvenes víctimas de
su acoso.
A Rubí le dijeron que debido a la antigüedad de su caso y el de sus
compañeras, era preferente que encontraran a una joven que recientemente
hubiera sufrido hostigamiento por el mismo profesor y que quisiera
denunciar, para que ellas se sumaran a la denuncia.
Así, decidieron difundir la información y aunque recibieron testimonios
recientes, ninguna de las que se acercaron al colectivo quiso denunciar
formalmente a su profesor.
El Procedimiento para la Atención de Denuncias sobre Hostigamiento y
Acoso Sexual en la BUAP, como protocolo para estos casos, implica
presentar una denuncia (escrito libre, por web o de forma oral) ante la
Defensoría de los Derechos Universitarios, en donde se señale: nombre,
edad y domicilio tanto de la víctima como del victimario; la descripción
de la relación académica, el relato detallado de los hechos, las
pruebas, firma, lugar y fecha de denuncia.
LADO B entrevistó a la Defensora de los Derechos Universitarios, Miriam
Olga Ponce Gómez, quien explicó que en la mayoría de los casos “lo que
hacemos es conciliar; cuando la situación es muy grave la abogada
general es la que conoce el procedimiento, cuando el caso amerita una
sanción, la abogada es la única que puede sancionar. Nosotros somos como
una institución conciliadora y de buena fe. Llamamos a las partes,
platicamos con ellas. Incluso a las compañeras las mandamos a apoyo
psicológico”.
En el procedimiento se establece que la Defensoría es la encargada de
documentar la versión de los acusados para turnar los asuntos al
Despacho de la abogada general para resolverlos y sancionarlos.
—Nosotros desde un principio vamos a las unidades académicas y lo que
hacemos es prevención. Este programa de Cuenta Conmigo llevó a las
unidades académicas un violentómetro –dice la Defensora de los Derechos
Universitarios.
—La universidad nunca nos dijo: esto es acoso y esto se tiene que hacer,
todo lo tuvimos que descubrir nosotras. Nadie nos lo dijo. Este
procedimiento ni siquiera es algo preciso, porque una oficina dice una
cosa distinta a lo que dice la otra ¿cómo sabes qué es lo que tienes que
hacer? es muy confuso. No hay un protocolo, no existe un protocolo, o
al menos no que sea visible –asegura Rubí Cervantes.
Mediante una solicitud de información se sabe que en 2014 hubo siete
denuncias: cuatro de alumnas de la Facultad de Medicina, una de Cultura
Física, una de Derecho y Ciencias Sociales, y una del Instituto de
Física. En 2015 hubo una denuncia de una alumna en el Hospital
Universitario. En 2016, otra, de la Facultad de Ingeniería, y en 2017
una de la Escuela de Artes Plásticas y Audiovisuales.
En la misma solicitud de información se preguntó cómo se había
sancionado a los profesores señalados como acosadores, pero la respuesta
no ofreció ningún dato al respecto.
A finales de 2016 la Universidad lanzó su campaña “Cuenta conmigo”,
entre cuyos objetivos se estableció el “educar en condiciones de
igualdad fomentando la equidad”.
Con base en ello se le solicitó a la BUAP información sobre las fechas
marcadas en su metodología para capacitar con perspectiva de género a
los docentes. ¿La respuesta? Un foro, un conversatorio y cuatro ciclos
de conferencias abiertos a todo público, que se llevarán a cabo entre
agosto del 2017 y enero del 2018. Ninguna acción específica.
—No pasa nada, no se están sancionando esas conductas y no se está
haciendo nada para evitarlas. La Facultad, la Universidad tiene cosas
muy buenas, finalmente mi formación ha sido ahí, pero también tiene que
ser criticada y juzgada bajo un enfoque que no se tiene –dice Rubí.
ALEXANDRA: ACOSO SISTEMÁTICO EN LA BIBLIOTECA
El viernes 5 de mayo de 2017 Alexandra García Perrusquía tuvo el día
libre en el trabajo, por lo que decidió pasar la mañana y la tarde
leyendo en la biblioteca de la Universidad de las Américas Puebla
(Udlap), como cuando era estudiante. Estaba en los cubículos
individuales, ubicados en el segundo piso, cuando a eso de las cinco y
media de la tarde un joven delgado tocó la puerta. Este le propuso
contestar una encuesta, y Alexandra accedió, así que el joven se sentó
en la silla de enfrente.
No llevaba hojas ni nada en qué anotar; sólo le pidió el pie a
Alexandra. Le dijo que estudiaba Fisioterapia y necesitaba revisarla.
Ella, un poco extrañada, se descalzó y le dio el pie.
Las primeras preguntas no le parecieron extrañas a Alexandra: ¿Te duele
alguna parte? ¿Haces ejercicio? ¿Caminas mucho? Ella respondía mientras
él masajeaba su pie.
Luego le pidió permiso para quitarle la calceta; Alexandra se sintió un
poco incómoda pero le dio permiso. Él siguió con las preguntas: ¿Usas
algún aparato ortopédico? ¿Tienes alguna molestia? Ella le dijo que
ninguna, que lo único es que estaban un poco resecos.
Entonces las preguntas cambiaron de tono: el joven le dijo que si había
escuchado sobre prácticas fetichistas, porque el semen era muy bueno
para hidratar la piel. Alexandra intentó quitar el pie, pero él lo
sostuvo y mirándola a los ojos le dijo: ¿Lo has probado? ¿Te gustaría
probarlo? Estaba impactada y alcanzó a decir “no” varias veces, mientras
quitaba el pie para ponerse rápidamente la calceta. El joven se paró,
le dijo que tenía unos pies muy bonitos y se fue, dejándola congelada en
la silla.
Después de diez minutos sin saber qué hacer, Alexandra bajó corriendo
las escaleras de la biblioteca y pidió ayuda al personal de seguridad,
quien revisó las cámaras para identificar al joven delgado y lo rastreó
al poco tiempo: aún estaba dentro de la Udlap. Mientras intentaban
calmar a Alexandra diciendo que nunca había pasado algo así en la
institución, los guardias de seguridad sacaron al joven y prometieron
que nunca más entraría. Alexandra habría preferido que llamaran a la
policía, pero nunca le preguntaron si quería proceder y el joven
simplemente se fue.
Al día siguiente Alexandra quiso levantar una denuncia por acoso sexual,
pero la ministerio público que la atendió, Elizabeth Contreras García,
le dijo que no procedía ya que el joven no la violó y no le tocó sus
“partes íntimas”, además de que ella accedió a darle el pie.
El código penal de Puebla establece que el acoso puede consistir en
palabras, actos o ambos relacionados con la sexualidad, pero no menciona
que sea necesario tocar los genitales o ciertas partes del cuerpo para
que se configure el delito.
Alexandra le contestó que sí accedió a darle el pie, pero no con
intenciones eróticas. Contreras sólo levantó un registro de atención con
el número 762/2017/CHOLULA y le dio un documento dirigido a Juan Luis
Galán Ruiz, director de la Policía Ministerial, pidiéndole que
investigara los hechos, que entrevistara a testigos y demás datos útiles
para esclarecer el caso.
La semana siguiente Alexandra llevó el documento a las oficinas
centrales de la Fiscalía, ubicadas sobre el bulevar 5 de Mayo, y hasta
allí quedó el asunto penal.
De acuerdo con el Artículo 278 del Código penal del estado de Puebla, el
delito de acoso sexual se persigue de oficio en caso de que la víctima
sea menor de edad o estuviera privada de razón, y en los demás casos “se
procederá contra el responsable a petición de parte ofendida”.
El mismo día que Alexandra sufrió la agresión escribió lo que le había
pasado en su muro de Facebook; en las horas y días subsecuentes la joven
recibió quince mensajes de mujeres contando que el mismo joven las
había abordado y de personas diciendo que a una mujer cercana –novia o
amiga- también le pasó un incidente similar. Casi todas las víctimas
estaban dentro de las instalaciones de la Udlap cuando las acosó el
joven delgado, la mayoría se encontraba sola en los cubículos –como
Alexandra- y a algunas les tomó fotografías de los pies.
Las historias de acoso que le escribieron a Alexandra transcurrieron
durante finales de 2016, pero sobre todo en fechas próximas a vacaciones
de semana Santa de 2017 y algunas, incluso, días antes del incidente de
Alexandra. Ninguna de las chicas a las que el joven acosó antes que
Alexandra denunció, muchas de ellas sintieron vergüenza, no supieron qué
hacer o no le dieron importancia debido a que no las tocó, aunque se
sintieron incómodas con la propuesta de masajear sus pies y la
insistencia del joven.
LADO B buscó a las autoridades de la Udlap para conocer su versión sobre
el caso. El director de Comunicación, Izraim Marrufo Fernández,
respondió por medio de un correo electrónico que no hay casos de acoso
sexual en la universidad y que en el caso de Alexandra el implicado era
un externo y no un estudiante, además se le ofreció “denunciar con
acompañamiento legal, pero Alexandra decidió en ese momento no ir a
denunciar”, aunque en el momento en que ella lo desee se le brindaría el
apoyo y acompañamiento legal.
La joven sí denunció la agresión, pero la universidad nunca le brindó la
asesoría legal y hasta el momento no le han ofrecido acompañamiento de
ninguna clase.
*Este artículo fue retomado del portal ladobe.com.mx
CIMACFoto: César Martínez López
Por: Samantha Páez, Rodrigo Lichtle, Karen de la Torre*
Cimacnoticias | Puebla, Pue .-
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