Gustavo Leal F.*
Con su negativa para
elevar la edad de jubilación, el presidente Andrés Manuel López Obrador
confirma estar del lado correcto para enfrentar nuestro desafío
pensionario. Pero la tarea no será sencilla.
En la conferencia mañanera del 28 de agosto, acompañándolo, se
encontraba uno de los más notorios conflictos de interés de la Cuarta
Transformación: Carlos Noriega, de larga trayectoria neoliberal desde el
zedillismo y designado –por Urzúa– responsable de la Unidad de
Seguros/Pensiones/Seguridad Social de la Secretaría de Hacienda y
Crédito Público-4T. Así pasó de representar Afores (durante el peñismo),
a
regularlas: a ser
autoridad. Su vieja agenda pretende fundirse con la 4T, pendiendo sobre el futuro inmediato de pensiones federales/estatales y universitarias, esquivando el fondo del asunto al seguir aferrado a la capitalización individual. El problema es que, sólo con la capitalización individual, resulta imposible pagar pensiones
dignas.
Quizá por esa discordancia estructural, quedó tan corto el decreto
que reforma, adiciona y deroga disposiciones de la Ley de los Sistemas
de Ahorro para el Retiro (SAR) que, defendido por la morenista Dolores
Padierna e impulsado por Abraham Vela Dib (Consar) ya avaló –con
modificaciones menores– el Senado y pronto será promulgado. Tan es así
que incluyó en el octavo transitorio (sic) la integración –por el Poder
Ejecutivo vía la SHCP– de un Grupo de Trabajo para el
diagnóstico y propuesta de reforma integral de los sistemas de pensiones en el país.
Este grupo de trabajo debió haberse convocado antes de introducir
cualesquier iniciativa de reforma al SAR. Especialmente si se trata de
impulsar el mandato del cambio 4T, en calidad de instancia para formular
una evaluación seria, profunda y desinteresada producto del examen
plural al SAR. Sólo entonces, después de esta evaluación, procedería
alguna iniciativa para diseñar y discutir –en otro espacio– cualesquier
reforma.
¿Qué explica la alteración del orden lógico-técnico-político donde
una iniciativa de reforma incorporó –desde su primera versión– como
transitorio (sic) aquello que debió haber sido el punto de partida?
Sencillo: una pobre negociación parlamentaria que introdujo por la
puerta trasera el continuismo neoliberal. Así, ese transitorio, como
caramelo, pretende que un
grupo de trabajodirigido desde la Secretaría de Hacienda, proponga una reforma de algo que aún no se ha evaluado.
Es claro que semejante grupo de trabajo (como las dos comisiones
asesoras presidenciales chilenas o el Diálogo Nacional uruguayo) debiera
llevar a cabo su diagnóstico haciendo primero un corte de caja de
evaluación a 22 años del SAR, estableciendo exclusivamente el estado de
la política pública. Posteriormente, ya con ese saldo disponible, podría
abrirse –sólo entonces– un debate nacional sobre el sentido de
cualesquier reforma pensionaria, independiente de ese grupo de trabajo.
Si de lo que se trata es de alcanzar una propuesta de reforma que
realmente llegue al fondo del problema, el diagnóstico que la anteceda
debiera ser imparcial y desinteresado. No puede, como sugiere ese
transitorio, servir como escenario para justificar, de nueva cuenta, una
sola visión apegada a un guion que vela exclusivamente por los
intereses de una de las partes, el cual, además, ya mostró sobradamente
sus límites, agotamiento e ineficacia.
Caso contrario, si el grupo de trabajo fuera conformado por
estudiosos plurales del asunto, ellos sentarían las recomendaciones
derivadas de su evaluación para que, posteriormente, sobre bases
sólidas, el Poder Ejecutivo convocara a debate nacional entre todos los
intereses, garantizando así resultados viables y no polarizados como
mostraron los ejercicios de las comisiones chilena y uruguaya.
El orden lógico-técnico-político del decreto Padierna-Vela Dib
procede exactamente en sentido inverso: ignora las tareas evaluatorias e
impone el contenido de la labor del grupo de trabajo en su propio
enunciado:
diagnóstico y propuesta de reforma integral de los sistemas de pensiones en el país. Semejante grupo, desde la SHCP, no evaluaría: impondría el sentido de
sureforma previamente
diagnosticada. Con la conformación de semejante grupo de trabajo, en las interesadas manos de Carlos Noriega (véase El Economista, 9/10/19), se incumple el mandato de cambio de 2018 ratificado por el presidente López Obrador: buscar una reforma sin
ocurrenciasy salidas
simplonas(mañanera del 28/8/19), con
otras formasque no afecten y dignifique el esfuerzo de los trabajadores (mañanera del 10/10/19).
¿Qué hacer? Constituir, primero, el grupo de trabajo plural como
asesor de la Presidencia de la República, garantizándole labor
evaluatoria, sin intervención normativa de la SHCP y a quién entregaría
sus recomendaciones. Después abrir el debate nacional sobre el sentido
de cualesquier reforma que conduzca a una iniciativa del titular del
Ejecutivo que operaría como su garante.
*Universidad Autónoma Metropolitana Xochimilco
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