Como si fueran
hongos que nacen con la humedad, decenas de plásticos, lonas y tiendas
de campaña brotaron rodeando la mayoría de las entradas a la Cámara de
Diputados el pasado jueves. Los improvisados piquetes fueron instalados
por organizaciones campesinas como presión para que los legisladores
incrementen los recursos para el campo durante el siguiente año.
No piden que les den más, sino que no les quiten. El paquete
económico 2020 reduce el presupuesto de la Secretaría de Agricultura en
31.8 por ciento. El año próximo obtendrá apenas 43 mil 300 millones,
frente a los más de 67 mil millones de pesos recibidos en 2019 y los 75
mil millones de pesos de 2018. Sin mayores explicaciones, se esfumaron
del presupuesto programas tan importantes como el de Atención a los
conflictos agrarios.
La movilización del pasado jueves dista de ser la única del sexenio.
En menos de un año se han desatado multitud de oleadas de inconformidad
campesina en casi todo el país. El nuevo gobierno ha negado que sean
legítimas. El pasado 18 de julio el presidente Andrés Manuel López
Obrador afirmó que no hay motivo para protestas, porque ahora los fondos
para el campo están llegando primero a los más pobres, no como antes,
que todo el apoyo era para los de arriba.
Según él, la inconformidad rural responde a que se decidió apoyar al
productor de 20 hectáreas para abajo. El plan de rescate al campo
–afirmó–
comienza con los de abajo y va subiendo, de manera que a los productores medianos o grandes también les llegarán los beneficios y cuando haya más recursos se dará a quienes posean 30, 50 y hasta 100 hectáreas.
Para deslegitimar las movilizaciones de agricultores, el mandatario
dijo que había visto en ellas a un líder con un Rolex. Irónico, aseguró
no estar contra quienes tienen para comprarse un buen reloj.
Cerca de tres semanas después, abundó sobre el asunto. “Hablando en
plata –dijo– la inconformidad es porque ya no se van a entregar fondos a
organizaciones y no quieren aceptarlo y piensan que con la protesta
nosotros vamos a dar marcha atrás.”
Más claro ni el lodo. Para el mandatario, el enojo rural no es
legítimo, sino una maniobra de los líderes corruptos (¡que hasta Rolex
tienen…!), que han perdido sus privilegios, ya que los apoyos
gubernamentales no se gestionan a través de ellos y van directamente a
los productores. Además, es resultado de que hay una reorientación de
los subsidios agrícolas hacia los pobres.
El mensaje cayó como agua fría entre muchos liderazgos campesinos
auténticos. En palabras de un viejo dirigente rural de Sinaloa, promotor
de Morena y de AMLO en la entidad:
Todo esto es como quien buscó la tierra prometida durante 40 años y cuando creyó que la encontró, no era lo que prometía.
Es indudable que hay corrupción en muchos líderes agrarios, pero es
falso que todos sean deshonestos. Pretender justificar el retiro de
apoyos gubernamentales a organizaciones y cooperativas rurales en nombre
de la lucha contra la corrupción, tiene graves consecuencias para los
pequeños productores. Con el fin de enfrentar a coyotes y a
grandes consorcios agroindustriales, los labriegos necesitan asociarse
para alcanzar economías de escala. Requieren recursos públicos
destinados al fomento, no al consumo familiar. Si carecen de ellos,
irremediablemente caen en manos de los tiburones. Los apoyos directos
para programas sociales no pueden suplir el acceso al crédito o a
recursos para el acopio y la comercialización de sus cosechas.
Es incorrecto asumir que el descontento es sólo de los grandes y
medianos agricultores. Ciertamente, hay una enorme inconformidad en
campesinos medios cerealeros que, absurdamente, dejaron de recibir
apoyos (son ellos quienes cosechan importantes volúmenes de maíz que el
país necesita), pero hay también enojo en muchos pequeños campesinos. Es
el caso, por ejemplo, de los caficultores o de quienes no recibieron
fertilizante a tiempo en Guerrero.
Apenas a comienzos de octubre, los cultivadores del aromático de Coatepec, Veracruz, marcharon a Xalapa.
Exigimos un mejor presupuesto para café en 2020, sin tanto burocratismo bajo el pretexto de la transparencia, que sólo humilla a los ciudadanos, expresaron.
El origen del descontento rural es mucho más complejo de lo que la 4T
señala. Las cifras hablan por sí mismas: 52 por ciento del presupuesto
agropecuario de 2019 se destinó a subsidiar al consumo; el 48 por ciento
restante se dirigió a gasto corriente y a apoyos productivos. La parte
del presupuesto que tiene impacto en la actividad productiva se frenó.
El incremento en la tasa de interés por parte de Financiera Rural es
alarmante. Durante años estuvo en 9 por ciento, y, si se destinaba a
proyectos para mujeres, podía ser de 7.5 por ciento. Sin embargo, con la
4T se incrementó a 17.5 por ciento. A ello, hay que sumar el fin del
subsidio a la prima del seguro agrícola, y el retiro del destinado al
diésel productivo. Todos ellos, programas de impacto en la producción.
Suponer que el creciente descontento en el campo es resultado de
líderes venales afectados por la lucha contra la corrupción es
subestimar la naturaleza y profundidad de ese malestar.
Twitter: @lhan55
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