Carlos Martínez García
La debilidad del primer
eslabón r
ompió la cadena en el operativo de Culiacán. Frente a esto la
mejor, o menos peor, decisión fue liberar a Ovidio Guzmán porque la
capacidad de fuego de los comandos que desataron el terror en la capital
sinaloense amenazaba cobrar vidas de militares y población civil.
Es necesario explicar a cabalidad lo sucedido la semana pasada en la
ciudad cuyos habitantes vivieron horas de incertidumbre y angustia. La
información proporcionada por los integrantes del gabinete de seguridad y
el Presidente de la República ha sido contradictoria e incompleta. Esta
administración que tiene como una de sus prioridades la transparencia
informativa está quedando a deber en el caso de Culiacán. Para quienes
estamos por la defensa del Estado, sus instituciones y leyes debe ser
claro respaldar a quienes lo encabezan, pero al mismo tiempo exigir
claridad de un acontecimiento que bien podría marcar pauta sobre cómo
actuar ante las poderosas bandas de narcotraficantes.
Andrés Manuel López Obrador, singularmente hábil para acuñar
consignas que transmiten su visión política, expresó durante su campaña,
y lo ha repetido muchas veces ya como Presidente, que le guían tres
principios:
No robar, no mentir y no traicionar al pueblo. El secretario de Seguridad Pública y Protección Ciudadana, Alfonso Durazo, transgredió el segundo precepto, no mentir, ya que inicialmente sostuvo que la despiadada balacera se desató espontáneamente cuando, según el comunicado de prensa oficial, afirmó:
El día de hoy [jueves 17] a las 15:30 horas una patrulla integrada por 30 elementos de la Guardia Nacional y Sedena se encontraba realizando un patrullaje de rutina en el fraccionamiento Tres Ríos de la ciudad de Culiacán, Sinaloa, cuando fueron agredidos desde una vivienda(https://www.gob.mx/sspc/prensa/mensaje-ofrecido-por-el-secretario-alfonso-durazo-montano-sobre-los-hechos-ocurridos-en-culiacan-sinaloa-223905). Los atacados reaccionaron, tomaron control de la vivienda desde la cual les dispararon y se llevaron la sorpresa de que en ella estaba un hijo de El Chapo Guzmán.
El cuento de Durazo debió aclararlo el Presidente, quien expresó que
hubo un operativo para detener a Ovidio Guzmán López con el fin de
extraditarlo a Estados Unidos. Por su parte, el secretario de la Defensa
Nacional, general Luis Cresencio Sandoval González, reconoció que el
operativo
no fue circunstancial, ya que se trató de una acción directa para la aprehensión de un delincuente. A su lado estaba Durazo Montaño, quien hizo mutis y no aclaró su desafortunada afirmación inicial. ¿El secretario de Seguridad mintió a sabiendas de que lo estaba haciendo, fue mal informado y sin tener datos duros se atrevió a decir que todo comenzó de pura casualidad? Uno y otro escenario son preocupantes, y es imperativa una amplia explicación y/o disculpa por parte de Durazo.
En la habitual conferencia de prensa diaria, el presidente López
Obrador aseveró ayer que no estaba informado del operativo, y agregó:
Yo creo que tenía conocimiento la Secretaría de la Defensa Nacional. Casi una semana después del horror desatado en Culiacán distintas instancias gubernamentales agregan datos que dificultan saber quién tomó la decisión de accionar contra Ovidio Guzmán, y actuar sin tomar en cuenta las variables necesarias para que no resultase, como resultó, en un fiasco. La fragilidad del primer eslabón, un operativo desastrosamente planificado, hizo necesario entregar a los insurrectos narcotraficantes al personaje por el cual se movilizaron con rapidez y eficacia.
En la construcción de escenarios es previsible que los cárteles y bandas delincuenciales no van a modificar el modus operandi que
conocemos, y que fue llevado al extremo en Culiacán. Su poderío en
armamento y personal dispuesto a usarlo es resultado de un demencial
poder económico. Enfrentar integralmente dicho poderío es la opción a
construir por parte del Estado. ¿Tienen las autoridades detectadas las
redes de lavado de dinero y saben cómo nulificarlas? ¿Poseen información
detallada de las rutas para el trasiego de drogas y armas? ¿Tienen la
tecnología de punta y los encargados de manejarla para conocer los
movimientos de los traviesos, como los llama el Presidente? Sin estos
diques bien fortalecidos será imposible mermar el flagelo de la
violencia de los cárteles, los cuales envalentonados van a reproducir el modelo inaugurado en Culiacán.
Es ineludible, me parece, que el Presidente de la República no quede
incomunicado por su preferencia de usar vuelos comerciales y realizar
giras donde no existe telefonía celular. Hay medios de comunicación en
el mercado que debieran adquirir de inmediato en la Presidencia. Otro
asunto preocupante es la vulnerabilidad de AMLO en sus traslados aéreos.
Tiene que evaluar que, tal vez, llegó el tiempo de usar una nave
oficial segura y con instrumentos que le permitan estar protegido y
comunicado. Porque los traviesos andan sueltos.
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