El 30 de octubre de
1938 un joven actor y su compañía de teatro provocaron que 25 millones
de habitantes de Estados Unidos fueran presas del pánico convencidos de
que a esa nación la invadía un ejército de alienígenas.
A partir de las 8 de la noche, y durante 59 minutos, en un estudio de
la Columbia Broadcasting, CBC, en Nueva York, la compañía que el joven
dirigía, recreó una parte de La guerra de los mundos, de H. G. Wells. Son los minutos más famosos en la historia de la radio. Era víspera de Halloween.
Aunque la CBC y su cadena retransmisora que cubría todo Estados
Unidos aclaró al inicio del programa que se trataba de una adaptación de
la obra de Wells, muchos radioyentes no le prestaron atención o no lo
sintonizaron desde un inicio.
Así que millones creyeron que extraños seres habían aterrizado esa
noche en una zona rural de Jersey y eran la vanguardia de un ejército
invasor procedente del planeta Marte. 12 millones de habitantes cayeron
en pánico, abandonaron sus casas y crearon el caos en carreteras,
estaciones de camiones, trenes y comisarías de policía.
Los teléfonos de emergencia recibieron multitud de mensajes que decían haber visto a los extraterrestres.
El programa terminaba con la muerte del propio Orson Welles por los
gases que emanaban los invasores. Para el joven actor fue el inicio de
su fulgurante carrera.
En diversas obras literarias, el cine y el radio, se aborda el tema
de que a nuestro planeta lo invaden extraterrestres; también la
presencia de naves que los transportan, pero nunca se sabe dónde
aterrizan y si sus ocupantes descienden a tierra firme.
Del asunto se ocupan lo mismo expertos que charlatanes que viven de
ese cuento. En cambio, es una realidad que vivimos desde hace décadas
una peligrosa invasión y no proviene del espacio.
La propicia la maquinaria industrial creada por el ser humano y éste
se ha encargado de difundirla por todo el planeta: el plástico.
Para algunos especialistas, el cambio climático y el plástico son los dos principales problemas ambientales de la humanidad.
Del primero y sus efectos nocivos se sabe y se escribe cada vez más.
Pero del segundo todavía no se conoce todo, aunque numerosos estudios de
quienes laboran en reconocidos centros de investigación califican de
muy graves los daños que ocasiona dicho material a la naturaleza; y que
no terminan de un día para otro pues su impacto perdura cientos de años.
Con el agravante de que, pese a las advertencias sobre lo nocivo que
es, sigue presente en las más diversas actividades humanas y es pieza
relevante en la economía mundial.
Se trata de un negocio muy próspero para el sector industrial que ha
producido alrededor 8 mil millones de toneladas en diversas
presentaciones y para múltiples usos. Si hace 70 años fueron 1.5
millones, este año se ascienden a 340. Poco a poco aparecen
inversionistas que obtienen éxito produciendo bioplástico.
Otros se ocupan del reciclado de un material difícil de convertir en bienes que no deterioren.
El plástico está por doquier y sus efectos adversos se calculan en
casi 140 mil millones de dólares. Un ejemplo es el impacto negativo que
ocasiona en la biodiversidad, el turismo y la pesca en las zonas
costeras del mundo. Los daños suman más de 13 mil millones de dólares.
Y si es grave lo que sucede en la franja litoral, peor ocurre en los
mares: allí van a dar cada año alrededor de 8 millones de toneladas de
ese material, cifra que aumenta con el paso de los días pese a las
campañas para evitarlo.
El informe de las Naciones Unidas al respecto es terrible: en el planeta azul hay más de 150 milllones de toneladas de plástico.
Si la tendencia continúa al ritmo actual, en unas décadas habrá tanto plástico en el mar como peces.
Ante tan desalentador panorama, grupos defensores del medio ambiente,
las autoridades gubernamentales y varios sectores de la economía,
buscan reducir el uso del plástico.
En decenas de países ya no se mezcla con el resto de basura que
generan los hogares; la gente usa bolsas reutilizables al ir al mercado.
Y es posible reciclarlo. Pero, como veremos el lunes próximo, la
producción de ese invasor no cesa y contrasta con la lentitud de las
medidas para reducir su uso a la par que reutilizarlo o reciclarlo.
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