Cuauhtémoc Cárdenas
En una batalla, en una
confrontación armada, una de las partes en conflicto gana y la otra
pierde; en ocasiones se puede dar una especie de empate. En Culiacán, el
pasado 17 de octubre, una fuerza superior en táctica y/o en armamento
se impuso a otra. Valorando consecuencias, las partes tomaron las
decisiones que hoy medio conocemos.
Dos cuestiones, desde mi punto de vista, importan en este caso: una,
saber quién fue el mando más alto que dio instrucciones o autorizó que
el operativo para la detención de una persona con fines de extradición,
se diera como se dio. La otra, qué solución puede plantearse para la
erradicación de la delincuencia en el país.
Respecto a quién fue la persona que ordenó el operativo del 17 de
octubre, la autoridad tiene la palabra. Hay obligación de hacerlo
conocer a la opinión pública y quien o quienes tengan responsabilidades,
que las asuman con las correspondientes consecuencias.
Sobre la erradicación de la delincuencia, me parece que la sola
persecución y el enfrentamiento directo con cuerpos policiaco-militares y
la aprehensión o abatimiento de capos ha resultado, ya por varios lustros, insuficiente y finalmente ineficaz.
La delincuencia organizada, el narcotráfico, que son hoy azote
mundial, no son delitos autónomos, esto es, tienen raíces que les dan
origen y han desarrollado vínculos con muchos otros elementos
económicos, políticos, culturales y sociales. Y la problemática que
actualmente plantea la delincuencia debe enfrentarse tomando en cuenta
las causas de su surgimiento y la diversidad de los vínculos que han
desarrollado con otras áreas de la vida nacional e internacional.
Un paso importante será diseñar una política en la que el combate
judicial-policiaco contra la delincuencia considerara las convergencias
que debe haber con las políticas educativa, de salud, de reducción de la
desigualdad social, cultural, de creación de empleos y elevación del
ingreso del trabajador y la familia, internacional (sobre todo en la
relación con Estados Unidos, principalmente para la aplicación de
políticas equivalentes y coordinadas en ambos lados de la frontera), de
abrir oportunidades de progreso a los jóvenes y de manera particular
para ir arrebatando y recuperando para el Estado y la sociedad los
territorios que domina la delincuencia.
No se trata de abandonar lo que hasta ahora se ha estado haciendo,
pero debiera complementarse con otras actividades que no sean sólo de la
competencia policiaco-militar.
¿Cómo desplazar a la delincuencia de los territorios que controla? Estimulando el llamado efecto cucaracha
y sustituyendo la presencia nociva con presencias (en plural)
productivas y creativas del Estado. Se tendrán que diseñar políticas de
desarrollo regional y, valga la expresión, en muchos casos
microrregional, dentro del marco de las políticas nacionales.
La ausencia del Estado, los vacíos que éste ha venido dejando en
municipios y comunidades, en colonias urbanas, en el campo, las sierras y
los puertos, los ocupa la delincuencia. Al final de cuentas no hay
vacíos, no quedan huecos sin llenar. La delincuencia se va a erradicar
en la medida que el Estado esté presente con escuelas de calidad y
maestros bien capacitados y bien pagados; clínicas y hospitales;
actividades culturales y artísticas; proyectos productivos (agrícolas,
industriales, forestales, pesqueros, ganaderos, de artesanías,
energéticos, etcétera.); policía de cercanía debidamente capacitada y
pagada, será lo que desplace a la delincuencia. Si para cada
microrregión del país, según sus vocaciones productivas y sociales se
ponen en marcha programas y proyectos, serán las presencias del Estado,
acompañadas necesariamente por la sociedad que busca seguridades, paz y
progreso, las que vaya asentándose, recuperando y ganando territorio
para la actividad lícita y productiva en contra de la delincuencia.
La anterior parece una propuesta utópica, pero las utopías llegan a
convertirse en realidades. Para que así suceda, en nuestro caso actual,
se requerirá inteligencia (investigación sobre las condiciones en cada
caso prevalecientes y lo que puede y debe hacerse; e inteligencia en las
cabezas que toman decisiones), continuidad y acción responsable.
Lanzarse a recuperar el territorio que hoy controla la delincuencia
con presencias del Estado exigirá recursos financieros y humanos. Contar
con los necesarios demanda, sin duda, una profunda reforma
hacendaria-fiscal-tributaria. Sin recursos suficientes, sin crecimiento
sostenido de la economía en el largo plazo, no habrá posibilidades de un
combate eficaz contra la delincuencia que hoy asola a la sociedad y a
la nación.
Habrá que empezar por el principio y sentar bases sólidas para alcanzar el éxito.
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