5/18/2009

Periodistas pal café...


Los ejercicios de poder realizados ayer en un penal zacatecano son uno de los varios factores que ya tienen entrampadas las próximas elecciones. Aun cuando el discurso reiterado de Felipe Calderón se deleita en la proclamación de una presunta recuperación creciente de espacios públicos, la verdad es que día tras día son más las zonas del país donde el narcotráfico ejerce un verdadero control que, desde luego, afecta lo político y lo electoral, promoviendo o inhibiendo candidatos, financiando partidos y campañas, manteniendo bajo amenaza a gobernantes federales, estatales y municipales y, desde ahora, rechazando en ciertas regiones a los organizadores electorales de a pie, quienes saben a ciencia cierta que están en un peligro del que sus jefes institucionales no pueden ciertamente protegerlos en sus funciones relacionadas con julio venidero.
La amenaza paralizante del narcotráfico, el temor aislante de las epidemias magnificadas o mal manejadas, la catástrofe de credibilidad de los personajes turbios que están al frente de las instituciones electorales (IFE, tribunal electoral, fiscalía para delitos electorales), y la sensación extendida de que lo electoral será una farsa sin legitimidad ni siquiera numérica (se vaticina un gran abstencionismo), colocan a los comicios en puerta en situación de extrema fragilidad. Pero aun cuando el marco formal fuese menos deplorable, los ciudadanos tienen frente a sí el espectáculo tragicómico de las fuerzas partidistas fragmentadas, descalificadas y representativamente insuficientes: el PAN ha ganado puntos en las encuestas de opinión bajo pedido gracias a la crisis sanitaria, mientras el PRI no logra salir del golpe seco que De la Madrid dio no sólo a Carlos Salinas, sino a las expectativas de triunfo del tricolor en las elecciones intermedias y el PRD cae en la misma medida en que su dirigente formal, Jesús Ortega, juega a los anuncios televisivos focalizados en su persona. PT y Convergencia tratan de sacar la cabeza enmedio de la confusión de siglas entre los votantes de izquierda, en un mero jaloneo por los cargos y las posiciones, sin propuestas que generen esperanza verdadera de cambio, sino una continuidad burocrática del juego de las expectativas electorales que hoy no se cumplen, pero mañana tal vez sí, mientras la gente sigue votando y los supuestos representantes sociales continúan jugando a la política del engaño y la posposición. Andrés Manuel López Obrador, por ejemplo, hace campaña en el mismo Chiapas al que antes convocó a apoyar a la decepción colectiva, en permanente fiesta personal, llamada Juan Sabines, sin autocrítica por ese episodio pasado, pero tampoco con mayor propuesta a futuro que votar por las ofertas del presente, hoy PT y Convergencia, ayer eso llamado PRD, mañana ya se verá qué nuevos candidatos y campañas de oportunidad asomen. Elecciones del miedo, el aislamiento, la corrupción y la violencia organizada, con helicópteros y comandos que desde hoy están votando.
Astillas
No ha de quedar sin defensor la maestra del buen decir que con la palabra epidemiología se atragantó en fiesta gubernamental-familiar reciente. En realidad, la visionaria profesora de prosodia accidentada utilizó tretas de primaria mal hecha para advertir a los mexicanos de los riesgos que a la patria acechan en forma de lo epi-medio-lógico, es decir, la enfermedad de los medios de comunicación que afectan a las multitudes nacionales. No es que hubiera verdaderos problemas de dicción, sino que la astuta heroina magistral quiso denunciar a la plaga mediática, pero sin entrar en abierto conflicto con sus próceres de cámara y micrófono. También fue un prodigio de sagacidad política el prematuro deslinde que hizo de su representante en Los Pinos, al que la franquicia ya se le ha agotado en la mitad de su duración. La odarora, perdón, oradora Gordillo habló de legitimidad electoral en la casa del ahorcado de 2006 y criticó los costos sociales y la presión que ha provocado la tal guerra contra el narcotráfico (terminajo de belicidad impropia que los diccionarios políticos de la Casa Blanca han desautorizado, pero que el comandante Felipe sigue utilizando porque ya no le queda de otra), ante lo cual el párvulo Jesús de Felipe hubo de respingar mediante el lanzamiento de imprecisas acusaciones a quienes por desidia y cobardía no hicieron antes lo que el Salvador de la Humanidad se ha echado a cuestas... Ignacio Nabor Bueno Benítez advierte que el fraude electoral se puede dar desde el tiraje de las boletas para los comicios. Actualmente jubilado, los 15 últimos años de su vida laboral fue inspector de producción de Excélsior (casa editorial en la que trabajó 34 años, después de 10 en Novedades) y, con esa experiencia, pide que los altos mandos de la izquierda mexicana, especialmente AMLO, vigilen la fidelidad del tiro de 81 millones de papeletas que inició la semana pasada en los Talleres Gráficos de México. Bueno Benítez explica que al final del tiro, el jefe o los jefes de las rotativas deben mandar su informe al consejo del IFE, en particular a los representantes de los partidos políticos, con los datos correspondientes al inicio y al final del citado tiro, pero alerta que, a pesar de poner en ceros los contadores digitales y mecánicos, y entregar constancia de que las impresiones se frenaron al llegar a los 81 millones, siempre habrá ejemplares de desperdicio que pueden pasar por buenos, y que los citados contadores no podrán registrar en esa primera etapa de igualar la tinta; la misma elusión sucederá con los ejemplares que sean tomados de los dobladores y las apiladoras. Y, al terminar el tiro, es imposible que la rotativa pare cuando los contadores marquen los 81 millones de boletas, pues por la inercia de los cilindros las máquinas tirarán una buena cantidad de ejemplares bien impresos que deben ser destruidos... Y, mientras Ciudad Juárez disfruta, cuando menos en el futbol profesional, ¡hasta mañana, con Benedetti poniéndole infinita tregua a su escribir!
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Aunque la línea gubernamental consiste en repetir como mantra que la crisis ya tocó fondo, lo cierto es que la economía se hunde cada día más. Se necesita un milagro para salvarnos, pero no cualquier milagro: esta vez se requiere que vuelva a subir el precio del petróleo muy por arriba de 100 dólares el barril. Pero Felipe Calderón, aparte de todo, es un tipo de mala suerte, está salado. ¿O no es mala suerte que un miembro de la comitiva de Barack Obama haya pescado el virus de la influenza en México y lo haya infiltrado a Washington? Ni Al Qaeda había logrado tal hazaña. A las muchas calamidades, la semana pasada se sumó otra: las calificadoras internacionales de crédito comenzaron a evaluar negativamente las perspectivas económicas del país. La primera fue Standard&Poor’s. Fox dejó a México convertido en el país más endeudado entre las economías emergentes. Los dueños de los títulos de deuda ya fueron castigados por la devaluación, no confían en que el gobierno panista finalmente sacará al buey de la barranca, tomarán su dinero y se lo llevarán adonde esté más seguro. ¿Hay otras salidas? Una consistiría en declarar la moratoria al pago del Fobaproa, trasladándole la deuda a los bancos rescatados que ahora ganan millonadas. Eso sería otro milagro que no se atrevería a intentar Calderón, fue uno de los artífices del Fobaproa. Parece que no queda otra vía de escape que aumentar la recaudación fiscal mediante la aplicación de un impuesto (IVA) a alimentos y medicinas. Vienen días de mayor pobreza.
Dialéctica de la transa
“Frente a este panorama sombrío –dice don Beltrone, en una declaración que circuló en los medios el fin de semana– el gobierno federal parece optar por la salida fácil, insensible y corta de imaginación: cobrar más impuestos a los contribuyentes”. Y añade rotundo, inapelable: Desde ahora, es oportuno señalar con absoluta determinación que el PRI no apoyará una iniciativa que pretenda imponer el cobro de IVA a medicinas y alimentos. Algo así dijo sobre poner topes a las comisiones e intereses bancarios y, maiceo de por medio, metió reversa. En la dialéctica de la concertacesión pripánica, la trepidante declaración de don Beltrone debe interpretarse como que ya nos amolamos. Tesis: imponer IVA (panista). Antítesis: jamás (priísta, con apoyo chuchino, también tienen su corazoncito). Síntesis: el Congreso, con el voto priperrepánico dará luz verde al impuesto en cuanto pasen las elecciones.
Para fortalecer el ánimo provocado por la espléndida racha que vive el país (y los signos alentadores que los ciegos de Los Pinos dicen ver), en 48 horas los mexicanos tendrán a la mano el dato (oficial) exacto de cómo le fue en el primer trimestre de 2009 al sólido navío de gran calado (Calderón dixit) que es la economía mexicana, aunque no será mucha la sorpresa que les provoque, puesto que son ellos los que cotidianamente sufren el feroz embate de lo que algunos creativos de la continuidad catalogaron de catarrito y crisis externa.
De cualquier suerte, el costo de la crisis en los tres primeros meses del año rondaría el 7-8 por ciento del producto interno bruto, de acuerdo con las estimaciones oficiales y amigos afines (en el cuarto trimestre de 2008 la caída del PIB fue de 1.6 por ciento). Así, de ser correcto el cálculo, el desplome económico que registra el país sería el mayor de cuando menos los últimos 33 años para un periodo igual, superando por mucho el efecto negativo registrado en las sacudidas de 1976, 1982, 1983, 1986 y 1995, con ganas de empeorar en el segundo trimestre de 2009.
Un par de semanas atrás el Banco de México adelantó su pronóstico sobre el resultado económico en el primer trimestre del año: un desplome en el producto interno bruto de entre 7 y 8 por ciento a tasa anual (sin considerar el impacto de la emergencia sanitaria, que se registrará en las cifras del segundo trimestre), o lo que es lo mismo una proporción 10 veces mayor a la reportada en igual periodo, pero de 1995, el año de la gran crisis.
Días después, la siempre optimista Secretaría de Hacienda se vio en la penosa necesidad de darle la razón al Banco de México (antes estaba inventariado como catastrofista), y reconocer lo que todo mundo sabe y padece, es decir, que la economía nacional está en recesión y que de enero a marzo de 2009 el PIB reportaría un desplome de 7 por ciento, a pesar de lo cual insiste, junto con Los Pinos, en aquello de los signos alentadores.
En este ambiente de signos alentadores –los desafinados niños cantores dixit– un buen número de bancos extranjeros que operan en México ya no ve todo color de rosa, como Agustín Carstens comprenderá, y divulgaron sus estimaciones sobre el costo de la crisis en el primer trimestre del año, llevándolo, en promedio, a 7.5 por ciento del producto interno bruto. Así, el estadunidense Banamex-Citigroup pronostica una caída de 7.7 por ciento del PIB, con especial deterioro en los sectores industrial y de servicios, sin considerar efecto alguno por la emergencia sanitaria.
En igual sentido, el español BBVA-Bancomer calcula que el citado costo será de 7.4 por ciento del PIB, resultado, principalmente, de un descenso de 7 por ciento en el sector servicios y de 11 por ciento en el industrial. La estimación del también español Santander se alinea a los cálculos de Banamex-Citigroup: baja de 7.7 por ciento, con una elevada incertidumbre en la toma de decisiones de inversión y una severa restricción de liquidez; retroceso de 10.5 por ciento en la producción industrial y 5.9 por ciento en servicios. El sector agropecuario habría presentado un avance de 2 por ciento anual. El canadiense Scotiabank considera de 7.8 por ciento el desplome en el primer trimestre de 2009, mientras Ixe coincide con la estimación más moderada de la Secretaría de Hacienda, es decir, 7 por ciento.
Cualquiera que sea el dato concreto que reporte el INEGI, que obviamente rondará en torno a los pronósticos referidos, lo cierto es que un desplome de 7 u 8 por ciento para un primer trimestre no se registra desde hace cuando menos 33 años, lo que no sólo ubica la magnitud del catarrito que padece México y su pavoroso costo social, sino confirma el rotundo fracaso del modelito económico que con tanto ahínco han defendido hasta la ignominia cinco inquilinos de Los Pinos al hilo.
Las rebanadas del pastel
De la lectoría, sobre la zarzuela a la mexicana: “independientemente de lo que ya sabíamos sobre nuestra clase política y cómo se las gastan sus personeros, el affaire Salinas deja varias cuestiones sin responder. En principio, ¿no resulta muy ‘coincidente’ que en menos de una semana se produzcan tres eventos que se quieren pensar independientes –Carlos Ahumada, Miguel de la Madrid y Roberto Madrazo– y sea un solo destinatario? En política no hay coincidencias. Por eso, vale la pena aventurar algunas conjeturas que tienen como marco el proceso electoral próximo, con miras a 2012: A) el gobierno calderonista maniobró por su partido, el PAN, en contra del PRI y del PRD; B) al efecto se orientó el ‘hambre’ noticiosa de medios informativos y comunicadores para la ‘oportuna’ publicación, y C) que siendo Salinas un político de gran colmillo –el cual se nutre de lealtades, favores, venganzas y chantajes–, resulta por demás curioso el involucramiento en este affaire de políticos variopintos. Ello nos habla de un ‘ventaneo’ de la red de intereses del salinismo, tanto en el PAN, como en el PRD y en el mismo PRI. De estas opciones, yo desecharía la A), pues ello sería concederle al gobierno calderonista y su partido el que cuente con una estrategia inteligente, la cual incluso iría más allá de lo electoral. Por eso, pensaría que la situación se explica por la B) y la C). Queda, sin embargo, pendiente una pregunta: ¿cuáles son las razones del ‘ataque’ tan directo al ex presidente? Mi impresión es que Salinas prepara(ba) una nueva embestida política –para su reposicionamiento en los próximos comicios e influir de manera determinante en el proceso sucesorio– la cual intentó frenarla… el mismo PRI. Los costos políticos serían manejables y el ‘ventaneo’ de la red de intereses permitiría una limpieza de cara al tricolor. Al parecer hubo un empate técnico; pero esto aún no termina. ¿No lo creen? Por cierto, la familia de Gustavo Ponce fue perseguida y acosada como no tienes idea. Como dice Beatriz Paredes: yo no pongo las manos al fuego ni por mí mismo. Sin embargo, hay cosas que me resultan aberrantes” (Ricardo García Ortega,
chispolito@prodigy.net.mx)... Un fuerte, cariñoso, apapachador abrazo de despedida al queridísimo y siempre leído Mario Benedetti. Hasta pronto maestro, Gracias por el fuego.
cfvmexico_sa@hotmail.commexicosa@infinitum.com.mx
Vista la deuda del gobierno federal en específico, en este Reporte enfocamos la deuda del sector público en su conjunto, usando tres niveles de medición: la tradicional, la ampliada oficial y la real nacional.
Deuda tradicional restringida
El concepto tradicional de Deuda del Sector Público incluye los pasivos (adeudos) internos y externos documentados del gobierno federal más los de los organismos públicos de control presupuestario directo, y los de la banca de desarrollo.
Con esta medición, la deuda pública bruta ha aumentado vertiginosamente en los 15 meses anteriores, al pasar de 2.6 billones de pesos en diciembre de 2007 a 3.3 en diciembre de 2008 y a 3.9 en marzo de 2009 (Gráfico 4-a), y de representar el 17.5% del PIB en 2007 al 21.4 en 2008 y al 32.4% en marzo de este año.
Del total, la deuda interna bruta aumentó 19.8% en 2008 y llegó a 2.7 billones de pesos a marzo de 2009 (Gráfico 4-b).
Por su parte, la deuda externa bruta, que había venido disminuyendo en los años recientes, se disparó en el primer trimestre de este año al pasar de un saldo de 57 mil millones de dólares en diciembre a 85 mil en marzo (Gráfico 4-c).
Peor aún, este deterioro fi-nanciero externo fue por partida doble, pues no sólo aumentó en el trimestre la deuda externa en 28 mil 481 millones de dólares (básicamente por endeudamiento de organismos y empresas públicas), sino que el sector público literalmente arrasó en el trimestre con sus activos en moneda extranjera, que al cierre de 2008 ascendían a 32 mil 620 millones de dólares y al cierre de marzo a sólo 1 mil 475 millones, esto es, una pérdida de -31 mil 145 millones. Sumando ambos, el sector público federal registró un deterioro de 59 mil 626 millones de dólares en el primer trimestre del año; así, no hay porqué extrañarse de que Standard & Poor´s pasara el 12 de mayo de estable a negativa su calificación para la deuda emitida por el gobierno mexicano, Pemex, Banobras, Infonavit, IPAB, y algunos bancos.
La deuda pública ampliada
Con la presentación de Saldo Histórico de los Requerimientos Financieros del Sector Público (SHRFSP), la Secretaría de Hacienda ha venido incluyendo diversos rubros que mucho insistimos debían considerarse como parte de la deuda pública, tales como los pasivos del Fobaproa/IPAB, del Farac/Fonadin (rescate carretero), del Programa de Apoyo a Deudores, y desde luego de los nocivos Pidiregas (mecanismo tramposo y caro diseñado para burlar los topes autorizados por el Congreso y endeudar a Pemex y CFE sin llamarle deuda a las obligaciones contraídas).
Esta deuda ampliada es, desde luego, más objetiva y refleja que la deuda pública federal asciende en realidad a 4.499 billones de pesos (marzo de 2009) y representa 40.2% del PIB (Gráfico 5), casi el doble del porcentaje que el gobierno manifiesta en sus comparaciones internacionales. Su crecimiento ha sido, por lo demás, explosivo, pues apenas en 2007 representaba 29.9% del PIB.
En esta versión ampliada, la deuda interna del sector público asciende a 3.259 billones de pesos (29.1% del PIB), y la externa a 1.241 billones (11.0 del PIB), en la que parte del incremento en pesos, cabe decirlo, se debe a la depreciación del tipo de cambio. Destaca que en esta deuda externa el saldo de los Pidiregas (786 mil millones de pesos en diciembre) fue convertido casi en su totalidad (excepto 43 mil millones) en deuda formal de los organismos y empresas públicas.
La deuda pública real total
Pero no basta. No obstante lo avanzado, la sociedad tiene derecho a conocer en forma completa y clara el total de adeudos, obligaciones y compromisos con que se ha hipotecado su futuro. El Congreso debería exigir al ejecutivo que sus informes trimestrales sobre la deuda pública se den con la versión ampliada (SHRFSP) perfectamente desglosada y comprensible, y esto incluye todo lo contratado y/o comprometido en forma directa, indirecta o contingente por el gobierno federal, sus organismos y empresas, el Banco de México, la banca de desarrollo y el oscuro laberinto de fondos y fideicomisos; incluye la deuda y las obligaciones contratadas por las entidades federativas, los municipios y los organismos y empresas de estos gobiernos locales; y debería incluir también y primordialmente, una estimación del rubro más cuantioso de la deuda nacional: las obligaciones conraídas (al no crear reservas) por pensiones (y otras prestaciones) del IMSS, del ISSSTE, de diversas instancias de gobierno, y de los organismos y empresas públicas federales y estatales.
Con ello sabremos con precisión que la deuda pública real (compromisos de pago en todas sus formas) que gravita sobre los mexicanos no es de 40% del PIB sino que ronda o supera 100%, lo que nos coloca como uno de los pueblos más endeudados (y engañados) del mundo.
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Eientras la formalidad institucional del país se apresta a la realización de las elecciones de julio próximo entre signos de una descomposición inocultable y sin precedente de la clase política, y en medio de una desoladora pérdida de credibilidad del conjunto de los partidos y de los órganos encargados de organizar, calificar y juzgar el proceso comicial, el acontecer nacional registra otras catástrofes en los ámbitos del estado de derecho y la seguridad, de la economía, de la salud y de la educación.
La fuga de más de medio centenar de reos ocurrida anteayer en el penal de Cieneguillas, Zacatecas, operada por un grupo de 80 hombres fuertemente armados y uniformados, que viajaban en 17 camionetas con logotipos de la Agencia Federal de Investigaciones (AFI) y que contaron incluso con el apoyo de un helicóptero, es indicio inequívoco de la impotencia ante la delincuencia organizada en que se encuentran las corporaciones de seguridad pública, así como las instancias encargadas de la procuración de justicia en los tres niveles de gobierno. Queda claro, a raíz de ese hecho escandaloso y aterrador, que los cárteles no sólo superan al Estado en términos de poder de fuego –que en Cieneguillas únicamente exhibieron–, sino también poseen la capacidad económica para corromper prácticamente a la totalidad del personal de un establecimiento carcelario; disponen, además, de las condiciones necesarias para movilizar sin obstáculos todo un contingente paramilitar con medios terrestres y aéreos.
El rescate de decenas de presos del reclusorio zacatecano es la exhibición más aparatosa del poder de la criminalidad en semanas recientes, pero ciertamente no es la única. Ese mismo 16 de mayo, la violencia delictiva cobró 21 víctimas en diversos puntos del territorio nacional, ocho de ellas en Ciudad Juárez, la cual poco antes –justo el día en que viajó allá el titular del Ejecutivo federal, Felipe Calderón– amaneció tapizada de narcomantas, pese a que supuestamente se encuentra bajo control de las fuerzas policiales y militares del gobierno.
En el terreno político e institucional, las campañas electorales sucias y los recientes escándalos y revelaciones que involucran a ex presidentes y a políticos y líderes en activo multiplican las fisuras por las que asoman la corrupción y la impunidad inveteradas del régimen y el cinismo del poder, hechos que propician el desaliento de la sociedad y profundizan la crisis de credibilidad y de legitimidad en que se encuentran inmersos los órganos del Estado.
En el ámbito económico, los efectos de la crisis mundial y nacional se extienden sobre sectores cada vez más amplios de la población. En los números oficiales, mucho más benévolos que las realidades, el desempleo abierto en el primer trimestre de este año afectó a 5.1 por ciento de la población económicamente activa, lo que significa que la falta de trabajo experimentó un incremento mayor de 30 por ciento respecto del mismo periodo de 2008 (3.8 por ciento). En una comparación trimestral análoga, la contracción de la economía nacional es de entre 7 y 7.7 por ciento, según las cifras de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) y de instituciones bancarias privadas. Adicionalmente, la carestía se dispara y todas las fuentes de divisas de la economía formal sufren severas contracciones: las remesas, la inversión extranjera, el precio del petróleo y el turismo.
A lo anterior debe sumarse la ruinosa circunstancia en la que se encuentra el sistema de salud pública del país, que se puso de manifiesto, en toda su crudeza, con la emergencia sanitaria causada por la aparición en México del virus de influenza A/H1N1, el cual ha resultado mucho menos causante de las muertes ocurridas que las carencias materiales, la torpeza burocrática y la insuficiencia de mecanismos eficaces de diagnóstico y detección epidemiológica. Por añadidura, la epidemia obligó a recordar las inadmisibles deficiencias de infraestructura, empezando por servicios sanitarios y agua potable, en decenas de miles de planteles educativos del país.
Sin embargo, el gobierno federal parece empeñado en no percibir éstos y otros factores de catástrofe y persiste, en todos los ámbitos, en actitudes, estrategias y cálculos manifiestamente improcedentes y rebasados por la realidad. El margen para el viraje necesario y hasta urgente sigue estrechándose.
Néstor Martínez Cristo: ¡Fuera los cubrebocas!
La imagen del país está muy enferma. México requiere urgentemente no una vacuna, sino un antiviral que lo cure y ponga en pie.
Los signos vitales que muestra la economía nacional son débiles y ciertos sectores, como el turismo, languidecen.
Sin desestimar las acciones preventivas adoptadas por el gobierno mexicano, que sin duda fueron eficaces en la contención del nuevo virus, es innegable que la autoridad sanitaria nunca reparó en el daño brutal que se provocaría a la imagen de la nación y terminó por vulnerarla.
A los lamentables mensajes sobre corrupción, narcotráfico, secuestros y ejecuciones que México lanza cotidianamente al mundo ahora se suman los de una epidemia, de cuyo origen los mexicanos no somos responsables, pero que logró activar las alarmas de varias naciones que ahora nos miran con recelo.
Por eso, una vez que ha sido superado lo más álgido de la emergencia sanitaria, los mexicanos necesitamos enviar al mundo ya, desde ahora, señales claras y contundentes de recuperación y vitalidad.
Se antoja indispensable que gobierno, sector privado y medios de comunicación se coordinen para diseñar y ejecutar estrategias conjuntas de corto, mediano y largo aliento, capaces de generar la sinergia que comience a erradicar la percepción internacional de que somos un país enfermo, para que comiencen a vernos como nación en vías de recuperación plena.
Pero también se antoja, al mismo tiempo, mayor sensibilidad y, sobre todo, sentido común de la autoridad sanitaria en la adopción de medidas tan simples como el retiro inmediato de los mentados cubrebocas.
Ese trapo –que a decir de las autoridades sólo resulta útil a las personas ya contagiadas– se ha convertido en una especie de moda, que en términos reales ha resultado mucho más dañina a la nación que el propio virus de la influenza, por el impacto tan negativo a la imagen y, por ende, a la economía nacional.
Y es que el uso del cubrebocas, que ciertamente tuvo su importancia al comienzo de la emergencia, cuando se estaba ante un riesgo de dimensiones desconocidas, terminó por constituirse en un abuso mediante el cual los mexicanos nos asumimos inconscientemente, entre nosotros y ante el mundo, como enfermos.
El hecho mismo de que en la cotidianidad convivamos y nos mezclemos quienes usamos el cubrebocas y quienes no –incluido el personal de servicio en restaurantes y bares– implica ya una serie de connotaciones particulares que derivan en vernos con desconfianza y considerarnos, inclusive, amenazados o amenazantes, según sea el caso.
Lo desconcertante, sin embargo, es la ambivalencia gubernamental. En tanto se admite que el cubrebocas carece de utilidad real en las personas sanas, el propio secretario de Salud lleva semanas apareciendo con el rostro cubierto en todos los actos públicos a que asiste, incluidas, por supuesto, las conferencias de prensa.
Es decir, el encargado de la salud de todos los mexicanos posa para la foto, sin que nadie lo alerte de que esa imagen, que se ha repetido una y otra vez, ha tenido un impacto altamente nocivo en la opinión pública internacional, pues significa el reconocimiento tácito de que el país continúa sumido en la emergencia sanitaria.
Y no sólo eso. Esas imágenes, que se reproducen por miles y viajan por todo el planeta, abonan en sentido contrario a la que es ahora la preocupación número uno del país y de su jefe, el Presidente de la República: avanzar en la contención de daños para evitar que la epidemia siga haciendo estragos en la economía.
Quizás a ello se debió –y no a otra cosa– que Barack Obama fuera más cauto al dictar las medidas sanitarias en Estados Unidos. No recuerdo haberlo visto con el rostro cubierto. Esa fotografía habría afectado su imagen personal; por supuesto, la del país más poderoso del mundo y, seguramente, habría costado muchos millones de dólares a su economía. Allá previeron el impacto económico de una imagen vulnerada; aquí, no.
El reposicionamiento del prestigio de México ante el mundo es urgente y deberá ser una prioridad del Estado. No será fácil, y lograrlo tomará años. El entorno nacional llama al pesimismo. Es previsible que las señales de recuperación se entremezclen con los comunes escándalos de corrupción, con el narcotráfico, con ejecuciones, con el horror que se padece en nuestro país.
La imagen es caprichosa y veleidosa. Una imagen positiva se construye poco a poco, muy lentamente, pero se pierde en un instante. Lamentablemente México ha sido perseverante, durante años, en el golpeteo a su imagen y a su prestigio internacional. Hoy hemos perdido mucho y pareciera ser el momento de iniciar la recuperación. Comencemos, pues, desde ya, por erradicar esos odiosos cubrebocas.
nestormc63@hotmail.com
Durante el pasado cuarto de siglo, México ha sido considerado un laboratorio de la mundialización neoliberal. País tercermundista, tierra de pobres hambrientos, desde la fraudulenta imposición de Felipe Calderón se sumaron la guerra y las muertes violentas en clave ascendente, y ahora llegó el flu mexicano, rebautizado por razones de imagen política como virus A/H1N1.
Hoy que la crisis sanitaria desapareció de los medios de difusión masiva con la misma celeridad con la que había llegado, algunas cosas van quedando claras. Por ejemplo, que luego de dos semanas de una demagogia oficial atemorizante y de saturación, a ratos triunfalista o chauvinista, que incluyó la manipulación de cifras, el engaño, la distorsión informativa y una campaña de rumores apocalípticos, afloró, bajo la influenza, el miedo. Un miedo pánico paralizador, fragmentador, desmovilizador de toda acción colectiva y de la solidaridad social.
Con el apoyo de las principales cadenas de radio y televisión bajo control monopólico, que en la coyuntura volvieron a actuar como dispositivo de poder de la actual estructura de dominación de clase, el gobierno logró sacar a millones de mexicanos del espacio público y los acuarteló en sus casas, presas pasivas del duopolio televisivo y sus papagayos. En otra clara acción de terrorismo mediático, los forjadores de opinión volvieron a sembrar alarmismo, temor y desolación, y ayudaron a construir en el imaginario colectivo la idea de un nuevo enemigo devastador oculto.
En ese ambiente manufacturado, la dictadura sanitaria de Calderón –como la llamó uno de sus apologistas– logró cuajar de facto, sin aprobación del Congreso (en abierta violación del artículo 29 constitucional), sin toque de queda formal ni tanques en las calles, una extraordinaria experiencia de control de población y disciplinamiento social. Entre otras medidas, el Estado de excepción sin fecha de caducidad decretado por Calderón permite el allanamiento de morada por la policía y el ejército, sin orden de cateo de alguna autoridad judicial, en flagrante violación de las garantías individuales.
Con el paso de los días y nuevas informaciones de especialistas y gobiernos extranjeros queda la sensación de que Calderón y su entorno exageraron la reacción a la influenza, y en un exceso de ortodoxia con la medicina amarga dieron otro golpe brutal al aparato productivo. Y ahora que se vuelve a la normalidad por decreto y reaparece la devastadora crisis económica global que ha sumido en la pobreza y el paro a millones de hombres y mujeres concretos, el saldo, en México, es el reforzamiento, desde arriba, en clave de lenguaje de guerra, de la violencia y el miedo, dos núcleos duros explotados por los medios para generar más inseguridad y fragmentación social.
Superada la crisis epidemiológica y sanitaria, tras el anuncio oficial de que pese a los programas contracíclicos gubernamentales México ya había entrado en recesión luego de dos trimestres consecutivos con crecimiento negativo –información que se retrasó de manera deliberada–, se consolida el escenario propicio para la “teoría del shock”.
Creada por el monetarista Milton Friedman, padre de los Chicago boys que introdujeron a sangre y fuego el neoliberalismo en el cono sur en los años 70, dicha doctrina es la historia no oficial del libre mercado. Un programa de ingeniería social y económica que Naomi Klein identifica como el capitalismo del desastre. Se basa en la aplicación de eventos violentos o traumáticos para infundir miedo, temor y pánico a los individuos, con el fin de debilitarlos y doblegarlos, y, en el contexto de la crisis, introducir impopulares medidas de choque económico, que pueden llegar acompañadas de represión en un estado de excepción.
El virus A/H1N1 existe. Su epicentro fue Perote, Veracruz, y el gobierno lo ocultó. Pero como dice el epidemiólogo Marc Siegel, el virus más poderoso es el miedo. Por otra parte, más allá de teorías comparativas, todos esos elementos de la doctrina del shock están presentes en México. Incluida la terapia de choque económico, según las palabras utilizadas la semana pasada en Estados Unidos por el titular de Hacienda, Agustín Carstens. Ante el Consejo de las Américas, en presencia de la secretaria de Estado, Hillary Clinton, el secretario dijo que la terapia de choque funcionó durante la emergencia del flu mexicano, y que el gobierno prepara reformas estructurales adicionales para la segunda parte del año.
A confesión de parte, relevo de pruebas. Después de las elecciones de julio –otros comicios de miedo– vendrá lo peor. Incluido, tal vez, un oportuno rebrote del virus A/H1N1. Nuestro Al Qaeda de ocasión. Habrá que ver cuánto de ese miedo nocivo que ha sido inoculado desde las instancias oficiales a través de los medios, se quedará en el fondo de la sensibilidad social y por cuánto tiempo. Es difícil saberlo ahora.
No obstante, a pesar de la fatalidad inducida en la hora, existen opciones para desplazar la guerra mediática manipuladora reproductora de la ideología dominante y llevarla al terreno de lo público. A los espacios comunes, a la calle, los parques, los foros abiertos y las universidades. Y, como dice Robinson Salazar, dado que el verdadero pavor reside en la subjetividad de los que mandan –en los grandes financistas, banqueros, empresarios y sus administradores de turno–, temerosos de la movilización popular y los sujetos rebeldes y libertarios, la mejor estrategia para romper con las ataduras mediáticas y los espantos engañosos de moda son la contrainformación, la organización y la participación, con un sentido de cambio profundo de las injustas estructuras. Por cierto, ¿qué habrá querido decir Fidel Castro con eso de que Calderón suspendió un viaje que ya había suspendido?
Ecuador acordó el pasado 29 de abril demandar ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ), con sede en La Haya, una condena y compensaciones por las aspersiones con glifosato que Colombia ha realizado los pasados 10 años en la frontera común. Sustenta la acusación un grueso expediente de 3 mil páginas entregado a la CIJ con los argumentos jurídicos, técnicos y testimoniales, además de la opinión de expertos y centros de investigación. Todo gira en torno al daño comprobado que dicho herbicida ocasiona en los seres humanos, la flora y la fauna, el agua y la tierra. En fin, a todos los seres vivos, a la naturaleza.
El glifosato es un compuesto químico utilizado en diversos países. Es común que quienes alientan el uso de plaguicidas en los cultivos aconsejen a los campesinos y propietarios de explotaciones comerciales agregarle otras fórmulas químicas para hacerlo más potente. Pero esa mezcla resulta muy nociva para los trabajadores agrícolas y sus familias, para quienes viven cerca de las áreas de cultivo, las corrientes de agua y el medio ambiente en general.
Desde hace 30 años diversas comunidades indígenas y campesinas de Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia denuncian que al glifosato se le agregan otros compuestos para hacerlo más potente en su tarea de destruir cultivos ilícitos. Pero esta alta toxicidad deja su huella negativa en el medio ambiente y la población, aun aquella que vive lejos del lugar donde el peligroso compuesto se esparce vía aérea. Tal es el caso demandado, pues aunque las fumigaciones ocurren en territorio colombiano, el aire y el agua se encargan de llevar los residuos hasta poblados y tierras ecuatorianas.
Como sucede en este tipo de litigios, deberá pasar más de un año antes de que se conozca la decisión del tribunal, y luego de que la parte demandada ofrezca pruebas en su favor. Mientras esto sucede, bueno es recordar que tanto el glifosato (también conocido como Roundup) como el paraquat son viejos conocidos en Latinoamérica. Este último (aplicado por el ejército estadunidense en Vietnam) fue utilizado varios años para combatir en México el cultivo de mariguana. Mientras el primero es centro de la polémica desde hace tres décadas en Colombia. Y es que con glifosato se destruyeron, entre otros, los sembradíos de mariguana que los capos de la droga asentaron durante 1970-1980 en una de las reservas naturales más fascinantes: la sierra Nevada de Santa Marta, al norte de ese país. Allí habitan grupos indígenas como los aerahuacos, kogui y malayos. La sierra es la única montaña intertropical con nieves perpetuas. Se levanta desde el nivel del mar hasta 5 mil 800 metros. Ahí nacen 16 ríos y más de 100 riachuelos, cuyas corrientes sirven para irrigar miles de hectáreas agrícolas y abastecer de agua potable a las ciudades costeras.
El Inderena –institución encargada de velar en Colombia por el buen estado de los recursos naturales– se opuso a las fumigaciones, pero ganó la estrategia química, pese a estar probado que se afectaba la salud de miles de personas y que contaminaba el agua y la tierra, que mataba fauna y flora. Además, las fumigaciones se realizaban sin observar las mínimas medidas técnicas que recomienda Monsanto, el fabricante del glifosato, para evitar daños mayores. El compuesto sigue utilizándose, a pesar de la oposición de grupos sociales y figuras políticas, encabezadas por un ex presidente de la República, y los sembradíos de coca conti-núan viento en popa.
El glifosato es igualmente noticia en Argentina, al denunciarse sus potenciales efectos nocivos en seres humanos. Eso hizo Andrés Carrasco, investigador de la Universidad de Buenos Aires. Como respuesta, es objeto de una campaña de desprestigio por parte de los grandes intereses que se benefician de la siembra de 18 millones de hectáreas de soya, en las cuales se aplica el herbicida. Luego de muchos años de trabajo, Carrasco halló que el glifosato es devastador en embriones anfibios; aun en dosis muy por debajo de las usadas en agricultura, ocasiona deformaciones en el humano. Pero no hay que tocar los intereses trasnacionales ni con la letra de un tango.
Ejidatarias y ejidatarios de San José del Progreso, Ocotlán, fueron brutalmente reprimidos la semana pasada. Luchaban contra la Compañía Minera Cuzcatlán, subsidiaria de la canadiense Fortuna Silver Mines, por los daños sociales y ambientales que estaba provocando su explotación minera. Ante la indiferencia de las autoridades los ejidatarios decidieron bloquearla. El 6 de mayo, 2 mil 500 efectivos policiacos y militares rompieron el bloqueo.
Tres semanas antes, el 17 y 18 de abril, se celebró en San Pedro Apóstol, también en el valle de Ocotlán, el Foro Nacional Tejiendo Resistencias por la Defensa de Nuestros Territorios. Comunidades zapotecas, mixtecas, mixes, chatinas y chontales de las siete regiones de Oaxaca, junto con organizaciones locales, estatales, nacionales e internacionales, se reunieron para tomar acuerdos ante el acoso a que las someten empresarios y autoridades.
Al ofrecer su decidido respaldo a los campesinos de San José y exigir la cancelación del proyecto minero, quienes asistieron al foro mostraron una conciencia lúcida de la necesidad de actuar conjuntamente al ejercer soberanía sobre sus territorios. Además de oponerse a otros proyectos mineros, presas y diversos megaproyectos, afirmaron la necesidad de articular sus empeños para enfrentar la amenaza que pesa actualmente sobre su patrimonio natural y social.
No era una iniciativa aislada. El 14 de marzo, el mismo día en que los campesinos de San José del Progreso desconocieron a sus autoridades priístas y crearon el consejo que encabezará su lucha, se celebró en Capulalpam de Méndez, en la sierra de Juárez, el primer Foro Regional sobre Derechos Indígenas, Territorialidad y Jurisdicción sobre Recursos Naturales, que congregó a numerosas comunidades de la región y a organizaciones sociales.
Son sólo dos botones de muestra de un movimiento de gran alcance que revela una profunda mutación política: es el paso de la tradicional lucha por la tierra a la defensa del territorio; es también la transformación de la resistencia en una lucha de liberación. Los pueblos se reconocen así como fuerza constituyente, la que hizo valer la soberanía popular en la Constitución de 1917. Realizan ahora un ejercicio soberano, amparado en el artículo 39 constitucional, para defender su patrimonio. De este modo, el gobierno mismo y el arte de gobernar cambian poco a poco de lugar. A medida que los poderes constituidos desertan de sus funciones y nos conducen al abismo, la gente reivindica la gobernanza.
Allá arriba, el ejercicio del gobierno se reduce cada vez más a la instrucción autoritaria, el uso de la fuerza y la manipulación mediática, para profundizar su subordinación al capital nacional y trasnacional. Hasta las calificadoras de Wall Street descalifican ahora las medidas que ha tomado el gobierno ante la crisis económica. El fracaso político es aún mayor. Cada una de las campañas organizadas para conquistar la legitimidad que Calderón no logró en las urnas provoca mayor desprestigio. Se ha roto la vergonzante alianza con el PRI, que nunca cumplió satisfactoriamente sus propósitos. Se cumple el pronóstico de que la campaña contra el narco sería el Irak de Calderón: deteriora cada vez su capacidad de gobernar y es evidente que no podrá ganarla. Las continuas derrotas electorales revelan el creciente rechazo ciudadano a una administración tan incompetente como corrupta y autoritaria.
El comportamiento errático y confuso ante el nuevo virus podría haber sido la gota que derrama el vaso. A medida que se despeja la polvareda que las autoridades levantaron con su escándalo imprudente, queda a la vista de todos la ineptitud oficial en el manejo de un asunto en extremo delicado y la condición real de los aparatos institucionales, cada vez más obsoletos y contraproductivos. El episodio desgarró el tapaojos que muchas personas empleaban para negar el estado de cosas y seguir poniendo su esperanza en un cambio en los operadores de esos aparatos. Aunque el tapaojos era tan inútil como el cubrebocas, reduce la angustia de quienes no ven más opción que la ilusión electoral, por considerarla la única vía democrática de transformación.
Pero la opción existe. La gente comprueba cada día el carácter ilusorio de esa vía y recupera paso a paso el arte de gobernar, que así regresa a los hombres y mujeres que forman la fuerza constituyente de la sociedad y pueden ejercer libremente su autonomía y su soberanía. Y si de esto se trata, los zapatistas siguen siendo la fuente principal de inspiración. Demuestran en la práctica, a pesar de un acoso creciente y continuas provocaciones, que esa opción es viable y contiene claramente embrión de porvenir.
gustavoesteva@gmail.com
La decisión del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) de revocar la multa impuesta al Partido Verde a causa de los promocionales de sus legisladores podría ser un golpe mortal a la histórica reforma electoral de 2007-2008. Con su fallo del 8 de mayo, los magistrados han abierto de par en par la puerta al dinero privado para la contratación de propaganda político-electoral. También dan permiso a la utilización de los logotipos de los partidos políticos en la difusión gubernamental. Asimismo, la decisión renueva el flujo de recursos públicos a las arcas de las principales empresas de radio y televisión.
Se encuentra en riesgo nada menos que la columna vertebral de la reforma electoral: el supuesto blindaje en contra de la intervención indebida del sector privado, el gobierno y los medios de comunicación en la competencia política. La equidad de las elecciones de 2009 ya se encuentra en duda. Si las instituciones electorales y nuestros representantes populares no toman de manera urgente las providencias necesarias para frenar esta ominosa tendencia, las elecciones presidenciales de 2012 serán nada menos que un desastre.
Con su fallo, el TEPJF ha hecho de todos los legisladores del país vehículos para la contratación de propaganda política en radio y televisión. Bastará con que el espot esté relacionado, aun tangencialmente, con las supuestas labores del legislador correspondiente, para que éste haga valer su derecho a difundir su informe de gestión durante 12 días al año.
Para los diputados plurinominales, estos informes podrán difundirse a lo largo y ancho del país. Con el escalonamiento de los mensajes, cada 12 días un diputado diferente podría estar informando al público de sus actividades, los partidos podrían estar presentes en la televisión de manera constante durante todo el año.
Esta vía paralela de acceso al radio y la televisión al margen de los tiempos oficiales y de la Constitución permite la utilización de nuestros recursos como contribuyentes para el pago a los grandes consorcios televisivos. Con una simple transferencia de fondos desde los partidos políticos a sus grupos parlamentarios se podrá utilizar el financiamiento público para enriquecer a Televisa y Tv Azteca. A ello se suma que el sector privado, una vez más, podrá utilizar su poder económico para promover a sus diputados favoritos y así influir de manera indebida en la competencia política-electoral.
El colofón es que el fallo también abre la posibilidad para que cualquier servidor público incluya propaganda de su partido político en sus informes gubernamentales. En lugar de exigir a los legisladores del Partido Verde remover el logotipo de sus promocionales y distinguir su mensaje de los de campaña de su partido, los magistrados avalaron integralmente los anuncios de los legisladores.
De acuerdo con esta lógica, tampoco habría problema con que Felipe Calderón se sentara junto a una bandera del Partido Acción Nacional cuando presumiera los logros de su gobierno en cadena nacional, ni que Enrique Peña Nieto portara una playera del Partido Revolucionario Institucional cuando rinda su informe ante el Congreso del estado de México, o que Marcelo Ebrard lleve puesta una cachucha del Partido de la Revolución Democrática en su siguiente inauguración de un puente vial.
Incluso algunos consejeros del Instituto Federal Electoral han expresado ya su descontento con el fallo del TEPJF. Desde luego habría que reconocer su valentía al poner en cuestión la decisión de los magistrados. Sin embargo, los mismos consejeros no están libres de culpa.
El Reglamento del Instituto Federal Electoral en Materia de Propaganda Institucional y Político Electoral de Servidores Públicos vigente limita la propaganda político-electoral a aquella que se contrata con recursos públicos. Esto abre un enorme boquete en la prohibición de la promoción personalizada de los servidores públicos, ya que cualquier anuncio pagado por los mismos gobernantes o por terceros estará libre de sanción.
Los lectores seguramente recuerdan las cartas de felicitación de fin de año enviadas por Miguel Ángel Yunes y los frecuentes desplegados de felicitaciones al señor gobernador para la mayoría de los mandatarios estatales.
El caso de los legisladores del Partido Verde es apenas la punta del iceberg. En lugar de rasgarse las vestiduras, los consejeros electorales deberían poner manos a la obra para reformar éste y otros reglamentos que ofrezcan a gobernantes y políticos estratagemas para evadir la ley. Asimismo, los diputados y senadores federales hoy más que nunca están obligados a aprobar una ley reglamentaria del párrafo séptimo del artículo 134 constitucional, que delinea con precisión las características de la propaganda gubernamental.
Pero los vacíos legales y reglamentarios existentes no pueden ser el pretexto para la actuación irresponsable de los magistrados del TEPJF. Los jueces electorales hoy cuentan con más que suficientes herramientas jurídicas para asegurar el cumplimiento de los principios fundamentales en materia electoral y su más reciente actuación deja a la reforma constitucional en un estado de grave convalecencia.
http://www.johnackerman.blogspot.com
Fallido o no, el Estado mexicano parece bastante confuso. Esta condición se advierte de modo cada vez más grande. La situación general del país se agrava y no va a mejorar rápidamente, la degradación del entorno político y económico va a ser muy costosa y es necesario reducir inteligentemente la fragilidad prevaleciente.
La epidemia del virus H1N1 puso en evidencia una reacción del gobierno y de la sociedad que aún tiene varios elementos difusos. La manera en que se administró inicialmente el brote de influenza creó confusión y, sobre todo, mucho miedo entre la gente. El llamado a recogernos en casa y cancelar el trabajo en escuelas y centros de trabajo se hizo en ese ambiente de inseguridad, falta de información y manejada sin suficiente claridad, por ejemplo, en el número cambiante de fallecimientos.
Hay una cuestión que hasta ahora en que el efecto del virus se ha extendido por muchas partes del mundo, queda abierta al debate: ¿por qué aquí han muerto muchas más personas que en ningún otro lugar? La explicación que dieron el secretario de Salud y otros funcionarios es que la gente no acude con presteza a los centros de atención.
Ese asunto es muy llamativo. Si eso ocurre puede ser por causas como falta de educación sanitaria, por una costumbre arraigada sobre cómo atenderse dolencias de ese tipo, por las condiciones en que se prestan los servicios públicos de salud, por falta de instalaciones de investigación, dotación de antivirales y el desmantelamiento de políticas para prevenir y combatir las epidemias.
Puede ser porque el sistema de salud pública está en un estado deplorable en términos del deterioro social de una parte muy grande de la sociedad. Esto último cuestiona de modo amplio la política pública de salud y en buena medida la exhibe en cuanto a las obligaciones del Estado con la población.
Pero las cosas se extienden a una forma de manejar la situación de alerta que muestra adicionalmente la actitud gubernamental. La relación, al parecer inexistente entre el consumo de carne de puerco y la propagación del virus H1N1, ha llevado a usar formas convencionales de populismo y demagogia, con secretarios de Estado comiendo gustosamente carnitas de puerco para tomarse las fotos. Es como si Obama saliera de la Casa Blanca en taxi hacia el distribuidor más cercano de General Motors a comprar –a crédito, por supuesto– un último modelo de Chevrolet.
La respuesta del gobierno no ha sido consistente y, según los expertos, en unos meses puede darse otro brote más fuerte del virus en cuestión. En el campo de la salud la debilidad de las políticas públicas es tan grande como en el caso de la energía, la seguridad pública y de modo más amplio en el de la gestión de la economía.
Que el Estado está bastante confuso se muestra en que en plena atención del efecto todavía existente de la epidemia, un grupo de los Zetas saca del penal de Cienaguillas en Zacatecas a 53 presos asociados con el narcotráfico. Éste es otro boquete por el que hace agua el barco estatal y se añade al caos reinante.
El secretario de Hacienda dice un día que la economía está en profunda recesión luego de dos trimestres de crecimiento negativo, 1.6 por ciento en el cuarto periodo de 2008 y un estimado de 7 en el primero de este año. El gobierno mantiene una estimación de aumento del PIB de 4.1 por ciento, mientras casi todos los demás estiman una caída cercana a 6 por ciento.
Otro día señala en Washington que ya pasamos la peor parte de la crisis, al igual –dijo– que en Estado Unidos. Pero ésta es una apreciación todavía muy arriesgada que pocos mantienen en aquel país o aquí mismo. Los que ahora suelen llamarse brotes verdes, es decir, indicadores de que se frena el deterioro de las variables económicas es, sin duda, un tema muy controvertido en todas partes.
En lugar de observaciones aún vagas, el gobierno debería revisar de modo profundo su análisis de esta crisis mundial, de sus manifestaciones y formas de interrelación, así como de la manera en que se transmite a la economía mexicana.
No hay ningún indicio claro de que a partir de esa consideración insuficiente y atada a modos de gestión de la política económica que no se corresponden con la situación que existe se va a frenar el deterioro. Los programas anunciados en este entorno no han mostrado la eficacia a la que apuntaban. Hay proyectos de inversión pública detenidos y una debilidad del sector de las empresas, sobre todo, pero no únicamente, las más pequeñas.
Aún faltan cierres de plantas en el sector automotriz y electrónico con un efecto en cascada, la reducción de la entrada de divisas por turismo, remesas y petróleo, y ya empiezan a darse los efectos adversos de la expansión de la deuda en el sector inmobiliario y bancario. Esto exigirá la intervención activa y oportuna del gobierno que enfrentará una mayor restricción fiscal en 2010.
Mantener la política monetaria y fiscal que favorece una estabilidad financiera cada vez más precaria, ya no puede ser la respuesta privilegiada de este gobierno. Los márgenes de maniobra se acortan con el Ejecutivo, y el Legislativo es un estado muy confuso.
El agujero en la tierra es grande. Le dicen cráter, sin que lo sea. Es, sencillamente, una devastación, la carie que dejó una década de minería intensiva a cielo abierto hace muchos años, cuando no asomaban aún las compañías canadieneses que hoy infestan el mundo como jejenes en busca de los últimos residuos de oro bajo el suelo.
A Cerro de Flores el futuro llegó antes. Hace mucho. Tres generaciones. Los abuelos campesinos que creyeron las promesas del desarrollo y vendieron al gobierno, que concesionó a unos yanquis. Los padres que crecieron en donde era inútil ser campesino, la tierra estaba envenenada, los mineros y técnicos venían de otras partes; migraron inestablemente; se perdieron. Y los nietos, que ya comienzan a ser adultos y no vivieron aquel “progreso”.
Cuando llegué a Cerro de Flores y pregunté cómo arribar al cráter, los primeros informantes coincidieron en mandarme a la tienda de abarrotes calle abajo; allí, una mujer gorda tras el mostrador, en vez de responderme gritó: “¡Victorio!”, dos o tres veces. Esperé. Al menos había sombra y la canícula estaba en apogeo.
Me desconcertaba sentirme en un paraje posindustrial, inorgánico, casi urbano, aunque lejos de cualquier ciudad, bien adentro del así llamado campo. Lugar donde, para su engañosa suerte, resultó haber oro en un cerro, el Flores de su toponímico. Ya no existe. Es el cráter. Antes, supongo que si uno llegaba buscando el cerro ni preguntaba. Era visible. Sobre todo porque, según los recuerdos de la gente, tenía una formación geológica particular. No muy alto, en medio de la llanura, un cerro de laderas empinadas más bien rocoso. Lo cobijaban dos bosques que, como el cerro, ya no existen.
El poblado en sí conserva una apariencia rural, pero inundado de maquinaria abandonada, fierros oxidados, tinacos empotrados en cemento, bodegas en ruinas, esqueletos de dinosaurio.
Al fin apareció Victorio por una puerta que rechinó al abrir. Tomó su gorra beisbolera del mostrador. Se la puso, sonriente.
–Aquí el señor quiere visitar el cráter –dijo la mujer gorda, que resultó ser su mamá.
El muchacho seguramente no tenía nada mejor que hacer porque aceptó de buena gana. Me condujo a una calzada ya devorada por la maleza, con rieles en el centro, casi borrados. Rocas a los lados, y en ellas grafitis como salidos de Neza, coloridos o ya no tanto, estilizados y hasta violentos. Algunos, de Victorio mismo. Me los fue señalando los tres kilómetros del trayecto.
Tiene 24 años. A los 14 siguió a su padre a la capital, donde éste se había establecido luego de años de perderse en el norte y en Estados Unidos. Pero Victorio se cansó de andar de albañil, roló libremente por la ciudad del oriente y regresó a Cerro de Flores, igual que muchos otros, que les dio por hacer rarezas. Ahora, de ellos depende que haya nuevos niños. Nadie lo dice. Todos saben. De momento, quedan pocos especímenes de edad pueril en Cerro de Flores.
Los retornados han dado en construir esculturas con piedras, fierro y cascajo de la mina. Otros, edificios inútiles, pequeños, de inspiración ornamental posmo y escaleras sin destino, como las de Edward James, en Xilitla. Otros más pintan cualquier superficie muerta. Es el caso de Victorio.
Su camiseta de Pearl Jam fue negra alguna vez. Tenis. Un morralito que parecía parte de su cuerpo. Llegamos al cráter a través de ese work in progress colectivo y anónimo. Y, en efecto, era un gran cráter de roca, de nada. Un lugar donde la tierra desapareció. Hay todo un historial de casos de cáncer, leucemia, neumonitis y demencia por el cianuro, los solventes, el combustible.
La mina dio de sí. El aire ya se limpió. Crece vegetación, aunque baja y fea. El agua, la traen entubada de otra parte. La de Cerro de Flores y sus alrededores es imbebible, aunque cristalina, pues nadie toca los estanques y arroyos desde hace años. Hasta los perros aprenden que si la beben se llenan de pústulas y mueren. Y conste que vi perros; han de ser listos.
Sus comentarios, que no explicaciones, eran muy simples. Como él dijo, el rollo no se le da. Pero estos chavos, como Victorio, han emprendido una peculiar recuperación del paisaje. Una obra de arte, quizás efímera. “He’s a nothing maker”, dirían los Pretenders. El arte efímero es antiguo como el mundo, no se crea que lo inventó José Luis Cuevas. Y cuando existe, siempre es nuevo.
La red de agujeros que les heredaron sus abuelos la están llenando de formas fantásticas, colores eléctricos, águilas de hierro. Y en medio de todo, un hoyo negro. Victorio no lo miraba con odio. Más bien parecía sacar de ahí sus ideas, porque al regreso se detuvo en unos tubos apilados, sacó los aerosoles y se puso a pintar morras y garabatos, rapidísimo.
Lydia CachoPlan B18 de mayo de 2009
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¿Qué hacer con este país?
En Los Pinos declaran la guerra al narco y militarizan al país. Pactan con lo peor del PRI a cambio de no llevar ante la justicia a sus próceres delictivos, ex presidentes, senadores, diputados y gobernadores. En Los Pinos se acuerda emitir la alerta 5 por la epidemia de influenza A y las hoteleras transnacionales, multimillonarias, despiden temporalmente a 100 mil personas y sus chequeras quedan intocadas. Desde Los Pinos nos anuncian que la guerra y la militarización salvaron a nuestros hijos e hijas de las drogas, y a la humanidad entera. En Los Pinos nos dicen que esta crisis del país era inevitable, que alguien tenía que comenzar la guerra; que nadie puede evitar que asesinen periodistas, que no se pudieron evitar las muertes por epidemia, ni los feminicidios. En Los Pinos nos dicen que a los narcos hay que encarcelarlos, pero luego sus colegas vacían las cárceles en cinco minutos o en los estados los criminales las dirigen haciéndolas sus cuarteles.
Las crisis no son culpa de los medios, como aseguran algunos, son resultado de estrategias políticas, empresariales, criminales. La crisis, diría Eduardo Galeano, multiplica el miedo, y el miedo convierte la injusticia en fatalidad del destino. La guerra y la crisis multiplican la pobreza y la pobreza ofrece brazos que trabajan por poco a nada con tal de alimentar a sus familias. La guerra, sigue Galeano, otorga dinerales a los traficantes de armas y secuestradores de civiles. La guerra asesina a los que denuncian las causas de la guerra, para que la guerra y la crisis sean tan inexplicables como inevitables.
Pero la crisis y la guerra no nos quiebran. Nos indignan, nos agotan, nos desalientan, nos confunden, pero no nos quiebran. Mexicanas y mexicanos seguimos intuyendo que todo va a mejorar, que el país va a transformarse. Algunos dicen que se necesita una revolución, otros una elección limpia, algunos dicen que basta una nueva educación. Para hallar respuestas necesitamos conocer la verdad y hacer preguntas útiles.
Lo que sí sabemos es que si no nos informamos, no hay manera de indignarse y sin indignación sólo hay esclavitud y silencio. Cuando Televisa oculta en sus noticiarios las declaraciones de Miguel de la Madrid, o las violaciones de militares en Juárez; cuando vende silencio, lo mismo que noticias, nutre la crisis. Cuando nos quedamos sólo con la versión oficial nutrimos la crisis, alimentamos el miedo. Cuando creemos que persistir en mostrar a los poderosos corruptos es un circo inútil, les damos más poder para ser más corruptos. Cuando creemos que buscar la verdad es ser pesimista, o que criticar a un partido es ser partidista nulificamos el debate.
Sí, habrá que seguir señalando, desentrañando la verdad, indignándose ante la violencia, la mentira oficial y la corrupción. Trabajar en cada espacio personal y comunitario es indispensable, pero no es sino con la búsqueda que se encuentran respuestas, alianzas, soluciones. Somos 104 millones de mexicanas y mexicanos, sólo 0.5% nos gobierna, pero la crisis y el miedo nos han hecho creer que nuestras vidas y nuestro futuro están en sus manos. ¿No es eso extraño?

Ricardo RaphaelConciencia de Miguel de la Madrid18 de mayo de 2009
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Pregunta un periodista a la presidenta del Partido Revolucionario Institucional, Beatriz Paredes Rangel, si ella metería las manos al fuego por el ex presidente Carlos Salinas de Gortari. Ella responde: “Yo no meto las manos al fuego ni por migo (sic) misma”.
El cuestionamiento resulta relevante y la respuesta lo es aún más. Carlos Salinas es todavía militante activo y destacado del PRI. Consta en varios testimonios que su participación fue crucial durante el proceso de elección a la dirigencia priísta de 2002, cuando Roberto Madrazo y Elba Esther Gordillo compitieron por el control de este partido, justamente contra Beatriz Paredes.
Pruebas hay también de que fue mediador entre el gobierno de Vicente Fox y esa fuerza de la oposición. Y que su red de influencia aún sigue proyectándose sobre los tiempos actuales. De ahí que sea pertinente pedir cuentas a la líder más importante del Revolucionario Institucional sobre el papel que jugó y sigue jugando el ex mandatario dentro de su institución partidaria.
Paredes respondió lavándose las manos por un hecho que evidentemente la trasciende. Pero el asunto no se quedó ahí. La aludida completó la frase advirtiendo que no está dispuesta, siquiera, a meter las manos al fuego en defensa propia.
Esta no es una anécdota menor dentro del conjunto de hechos lastimosos que ocurrieran recientemente. Todo lo contrario, es síntesis —metáfora poderosísima— para comprenderlos. Si algo relaciona las declaraciones de esta líder política con las que Miguel de la Madrid le hiciera en entrevista a Carmen Aristegui, y también con la carta que el ex presidente enviara después para autodescalificarse, es precisamente el tema de la conciencia.
¿Cómo pretender que el individuo sea responsable ante sus semejantes, la ley, las instituciones o el Estado, si éste abdica a serlo, en primera instancia, frente a sí mismo? El conocimiento íntimo, la ciencia a propósito de las decisiones y los actos propios, es la pieza fundacional de nuestra humanidad.
La conciencia individual es la que nos define en la última de las circunstancias; la materia moral que ha de colocarse por encima de cualquier otra a la hora de resguardar la dignidad propia. Tanto Beatriz Paredes como Miguel de la Madrid, cada uno enfrentado a su propio contexto y presiones, optaron por la más triste de las abdicaciones.
El juicio que pesa sobre la personalidad pública de Miguel de la Madrid —poco más de 20 años después de que dejara la Presidencia de la República— está a punto de cerrarse. Hoy se le imputan equívocos, errores y, sobre todo, se le acusa de tibieza. Sin embargo, ninguno de los argumentos usados para hacer su crítica han contravenido la convicción que él tuvo y ha tenido de sí mismo como un hombre básicamente íntegro y honesto.
(He de precisar al lector que la objetividad requerida para escribir lo anterior me es imposible. La cercanía personal que sostengo con Miguel de la Madrid —soy hijo de su hermana— me obliga a hacer explícita la subjetividad que puede producirse de esta afirmación: lo valoro y lo respeto, desde mi más lejana infancia, como un hombre que ha vivido en acuerdo con su ética y moralidad).
Es desde esta perspectiva que no puedo ponderar la entrevista entre el ex presidente y la periodista como producto de una mente carente de discernimiento. Tampoco puedo descalificar, en complicidad con él, “la validez o exactitud” de sus reflexiones. Esa conversación es coincidente con su propio trayecto vital.
En todo caso, habría de reclamársele por el retraso para comunicar públicamente sus sospechas y reflexiones. Y, sobre todo, por signar un documento donde se anula a sí mismo, renunciando en simultáneo a la más preciada de las libertades humanas. Se trató de una mala broma, dolorosa y profundamente injusta para consigo mismo.
En algún lugar esa carta recuerda aquella paradoja que Epiménides dejara en el siglo VI antes de nuestra era: “Todos los griegos son mentirosos. Lo digo yo que soy griego”. O dicho en lenguaje del siglo XXI mexicano: “Mis respuestas carecen de validez y exactitud. Lo digo yo, que afirmo lo anterior”.
Algo anda muy descompuesto en nuestra sociedad cuando la libertad de conciencia puede ser aniquilada asumiendo que hay otros valores más importantes a tutelar. ¿Cuánta habrá sido la presión sobre De la Madrid? Ahora que la voz se ha diluido a sí misma es probable que nunca lleguemos a saberlo.
Analista político
Leonardo Curzio¿Y las campañas?18 de mayo de 2009
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¿Alguien me puede decir el nombre del diputado que va a elegir? Las campañas electorales no encuentran espacio para desplegarse. Tienen en su contra demasiados elementos distractores entre emergencias y escándalos. La emergencia sanitaria y la grave crisis económica atraen la atención de los medios y los ciudadanos. Los partidos, ensimismados como están, no han logrado conectar con una ciudadanía agobiada por los temas ya mencionados. Nunca había visto con tanta rotundidad la enorme brecha que separa el universo de los políticos del mundo real.
Los candidatos son los grandes ausentes de la campaña. El PAN ha basado, hasta ahora, su campaña en el apoyo al Presidente; el PRI tiene un mensaje genérico sobre las provocaciones y su inquebrantable paciencia. Y el conglomerado de partidos que apoya a López Obrador sigue financiando el noveno año de su eterna campaña presidencial. Pero de los candidatos a diputados y de lo que podrían hacer para que la gente viva mejor, no se dice casi nada. Vamos, ni sus nombres figuran. Después se asombran de la escasa consideración que la gente tiene del Poder Legislativo y sus integrantes. Son tan triviales que ni siquiera en las campañas de sus partidos pintan.
Para completar el cuadro, los escándalos más recientes han atraído a su campo gravitatorio la atención de los ciudadanos. El libro de Ahumada y las revelaciones del ex presidente De la Madrid son materia suficiente para mandar a un tercer plano los mensajes genéricos de los partidos. Lo escrito por Ahumada acredita que en el sistema político de la alternancia la decencia de los principales cuadros gobernantes ha brillado por su ausencia; el más limpio tenía sarna. Los que hicieron el complot demostraron su falta de respeto por los procedimientos democráticos institucionales, prefirieron turbios arreglos entre Salinas y Televisa a proceder por la vía del estado de derecho (al que tanto dicen admirar). Actuaron como lo que son: facciosos. Y por el lado del régimen GDF-PRD, que lleva 12 años gobernando la ciudad, queda al descubierto el nexo entre intereses económicos y políticos que la izquierda no tiene ningún interés en desmontar. Al igual que los mejores tiempos del PRI, el PRD en la ciudad de México afianzó su poder con una combinación de partido corporativo, chanchullos con los poderes económicos y un silencio cómplice de su prensa adicta. Nada de lo que un demócrata puede estar orgulloso.
Las revelaciones de De la Madrid nos dejan inermes a quienes no participamos en el juego del poder o en la lucha por el mismo. Escuchamos que desde el más alto despacho del país se podía conspirar contra los intereses nacionales sin que hubiese un sistema institucional que lo impidiera o un sistema legal que lo castigara. Es verdad que el PRI, que intentaba presentarse como un partido renovado, recibe del ex presidente una bocanada de realismo. Salinas de Gortari empobreció al país y lo desfondó moralmente. No se puede presumir demasiado de un legado así. Pero el panismo, que llama ahora a hacer un juicio en las urnas en contra del PRI, no puede eludir en estos nueve años de gobiernos panistas que no ha habido ningún combate creíble a la corrupción que azota a este país. Para llorar. Pero ¿y las campañas?
Analista político

Guillermo FadanelliLa Filosofía, mendicante18 de mayo de 2009
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Cuando más se necesita, la Filosofía parece no importarle a nadie. Cuando más evidente es el estado de pesadumbre moral de la sociedad, se pide a los filósofos que se marchen. Ingrata paradoja: se quiere reflexionar y pensar profundamente acerca de los problemas civiles que afectan a los hombres contemporáneos, y lo que hacemos es desterrar a los pensadores. A menudo me encuentro casos en los que se desprecia a la Filosofía con argumentos que los filósofos mismos usaron hace cientos de años. Hoy mismo en México se titubea para incluirla como fundamento de la educación en los bachilleratos. Hojeando un libro me he encontrado de pronto con una afirmación que comparto: “La Filosofía se asemeja al espacio y al tiempo: es difícil imaginarle un fin”. Los ataques contra esta disciplina suelen venir de dos frentes: el primero lo abren los mismos filósofos cuando reflexionan o dudan acerca de la función de su propia actividad; el segundo proviene de quienes creen que no sirve para nada o que no necesita enseñarse en las escuelas. La diferencia entre ambas desconfianzas es enorme: los filósofos dudan como un método para ampliar el conocimiento, en cambio los que desean enviarla al exilio la ven como un obstáculo a sus intereses.
Si un gobierno concibe la educación sólo como un medio para alentar la producción de bienes materiales y preparar a las personas para adaptarse a un mercado global, encontrará resistencia en los ámbitos en donde la filosofía se respeta. Y esa resistencia no es nada más un ponerse en contra del progreso material, sino concebir el progreso de una manera distinta. El examen de uno mismo, el cultivo de las diferencias, la capacidad de dudar, la reflexión acerca de los principios que fundan la convivencia, son más necesarios en estos días que nunca. La dispersión ha oscurecido la presencia de guías en el conocimiento. Estos guías no lo son en el sentido religioso, sino en uno bastante práctico: nos enseñan a caminar pero no nos imponen una dirección precisa. Abrir horizontes como hacen los filósofos no es lo mismo que empujar a una persona a seguir un camino sin su consentimiento. Nuevamente: no hay nada más práctico que una buena teoría.
Cuando la ciencia progresa es porque se comporta como filosofía y lo mismo sucede en todos los aspectos de la vida humana. En un mundo donde se valora tanto el saber de los expertos, se extraña en verdad a quienes pueden mirar más allá de su propia celda: ¿quiénes van a unir todos estos conocimientos dispersos para devolvernos la estatura humana si no son los filósofos? Si hacemos a un lado a quienes están más preparados para darle un sentido humanista al conocimiento, ¿qué clase de sociedad esperamos que sea la nuestra? Siento pena que en México no se les defienda como merecen. Han tenido que ser ellos mismo, a través de asociaciones como el Observatorio Filosófico, quienes se han enfrentado a la SEP para que en el bachillerato no se disuelva a la Filosofía en el campo de las Ciencias Sociales o se le arrincone como una actividad en desuso. El razonamiento, por supuesto no explícito, para imponer estas reformas en las escuelas de Enseñanza Media Superior, es que como la Filosofía sirve para todo entonces no sirve para nada.
En consecuencia no tiene caso refrendarla como una ciencia básica del conocimiento.
Dejemos que sean los mismos filósofos quienes pongan en duda los fundamentos de su actividad, así lo han hecho Wittgenstein, Quine, Derrida, Carnap y Davidson y han enriquecido con sus reflexiones el conocimiento humano. En cambio, las dudas que provienen desde el interés empresarial o de mercado son parciales y cultivan una sola idea del bien. A contracorriente de la pobreza, la mala educación, la confusión respecto a los valores humanos, las dudas sobre la vocación y otras plagas, ciertos jóvenes no esperan que se les resuelvan las dudas o se les indique un camino; al contrario, intentan construirse una vida en sociedad. Y la Filosofía al estimular la reflexión y mostrar lo que hombres de otras épocas han pensado, posee una función mucho más práctica de lo que un mercader puede imaginarse.

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