boletín solidario de información
Correspondencia de Prensa
8 de marzo 2010
Colectivo Militante - Agenda Radical
Gaboto 1305 - Montevideo - Uruguay
redacción y suscripciones: germain5@chasque.net
Correspondencia de Prensa
8 de marzo 2010
Colectivo Militante - Agenda Radical
Gaboto 1305 - Montevideo - Uruguay
redacción y suscripciones: germain5@chasque.net
8 de Marzo
La opresión de las mujeres: relaciones de clases y relaciones sociales de sexo
Movimiento Por el Socialismo (Suiza)
Traducción de Ernesto Herrera - Correspondencia de Prensa
La discusión sobre las relaciones sociales de sexo y de clase permite abordar varias cuestiones relativas a la situación de las mujeres y la opresión específica que sufren. Sin embargo, nos limitaremos en los temas a tratar, concentrándonos en la división sexual del trabajo, como la base material de la opresión de las mujeres. Otros debates serán necesarios con el fin de abordar otros aspectos también importantes para las mujeres - y los hombres - como los derechos reproductivos, las violencias domésticas, la familia, etc.
El objetivo de estas reflexiones, consiste pues en destacar la existencia de una opresión específica que se traduce en una sobreexplotación de las mujeres en el sistema capitalista y de mostrar su actualidad a través de un análisis de la situación de las mujeres en el mercado laboral. La conclusión de nuestra reflexión se referirá a la necesidad de integrar una dimensión feminista a nuestra perspectiva socialista y de contribuir al desarrollo de un feminismo que integre la dimensión de clase.
1. El enfoque en términos de relaciones sociales de sexo
Algunas feministas desarrollaron enfoque en términos de relaciones sociales de sexo en Francia (sociólogos, filósofos,…) detrás de los pasos del movimiento feminista de los años setenta.
El primer elemento que debe destacarse acerca de este enfoque, es la ruptura con los discursos biologístas y naturalistas que sirvieron para justificar la subordinación de las mujeres. Las relaciones entre mujeres y hombres son relaciones construidas socialmente, y no un dato natural o biológico.
Como ha escrito por Danièle Kergoat:
"La situación de los hombres y mujeres no son el producto de un destino biológico sino de abordajes construidos socialmente (…) Ellos forman dos grupos sociales que son contratados en una relación social específica: las relaciones sociales de sexo."
En segundo lugar, las relaciones sociales de sexo se basan en una relación jerárquica entre los sexos. Se trata de una relación de poder, de dominación. Existe una opresión específica de las mujeres previa a las sociedades de clase. El capitalismo pues se basó en esta opresión y la modificó al mismo tiempo. Analizaremos en particular, cómo estas discriminaciones se utilizan para sobreexplotar a las mujeres en el mercado laboral. Eso nos permitirá también poner de manifiesto como las relaciones sociales de sexo y las relaciones de clase coexisten y se articulan en nuestra sociedad.
Kergoat destaca que las relaciones sociales de sexo, "tienen una base material, con frecuencia en el trabajo, y se expresan a través de la división social del trabajo entre los sexos, denominada de manera más sucinta: división sexual del trabajo." Es sobre esta base material de la opresión de las mujeres que nos concentraremos.
2. La División sexual del trabajo (DST) y su actualidad
Siempre y en todas las sociedades, se constata la existencia de una división sexual del trabajo: se asignan algunas tareas prioritariamente a las mujeres, y otras, a los hombres. Esta división sexual del trabajo no es idéntica en todas las sociedades y varía con el tiempo. Por el contrario, lo que no varía es la menor valorización social de las tareas asignadas a las mujeres. La división sexual del trabajo se basa en dos principios, la separación y la jerarquización.
Según el principio de separación, se reservan algunas actividades a los hombres y otras a las mujeres. Eso significa que hay tareas consideradas como femeninas y otras como masculinas, y de esta concepción se deriva la asignación de algunas tareas a unos y a otras. Por ejemplo, se sabe que en muchos países más de la mitad de las mujeres trabajan hoy en el sector de salud, educación, restauración/hotelería, de la venta y el comercio. Se sabe también, que las elecciones profesionales de los jóvenes se caracterizan por la pertenencia sexual y que se observa a este respecto un cambio minúsculo.
El principio de separación se traduce de manera aún más evidente en las tareas reproductivas, que sigue siendo aún una prerrogativa de las mujeres. Según cifras de UNICEF, OIT y otros organismos internacionales, en las familias con niños, nueve de cada diez mujeres asumen solamente las tareas domésticas y familiares. De conjunto, las mujeres consagran dos veces más de tiempo que los hombres a las tareas domésticas y a la familia. La falta de una infraestructura, sobre todo pública, para el cuidado de los niños, mantiene y agrava esta desigualdad.
Es entonces que la demanda de una verdadera socialización del trabajo de reproducción (guarderías, salud, educación, transporte, alimentación, etc.) es en sí, una demanda ¡subversiva!
El principio de jerarquización implica un valor diferencial concedido en el trabajo según quien los realice, un hombre o una. El trabajo de los hombres siempre vale más que el trabajo de las mujeres. Kergoat destaca que, "el trabajo de los hombres tiene siempre un valor monetario y también un reconocimiento social superior al de las mujeres. Se lo ve bien con respecto a las calificaciones. Tanto en los servicios como en la industria, se pueden prestar a las mujeres calificaciones, pero como estas calidades son "naturales", no se las remunera o se las remunera mal". En algunas ramas, estas diferencias de salarios alcanzan un 40%, como en la industria de la vestimenta y también en la salud.
En Suiza y en Francia, por ejemplo, las enfermeras reivindicaban, además de un reconocimiento salarial, un reconocimiento en sus competencias y sus calificaciones. Afirmaban que saber ocuparse de enfermos, ser sensible a sus problemas, prestarles atención, no son "calidades naturales" de las mujeres: son capacidades que se adquieren. Otros sociólogos, como Maruani, pusieron de manifiesto que la calificación es una construcción social sexista que tiene consecuencias, en particular, salariales. En efecto, el problema de las divergencias salariales entre hombres y mujeres está estrechamente vinculado a la cuestión de la calificación: las mujeres y los hombres no hacen el mismo trabajo, no tienen las mismas calificaciones, no ejercen en el mismo sector de actividad, etc.
De hecho, cualquiera que sean las transformaciones del proceso de trabajo, cualquiera que sea la evolución del contenido de las tareas, la jerarquía de las calificaciones permanece. "El oficio es masculino. El trabajo no cualificado es femenino".
Es necesario destacar que la tendencia actual es también descalificar y volver precarios a los asalariados hombres. En efecto, las patronales combaten los trabajos calificados (y desconocen un saber obrero conquistado), para sustituirlos por las competencias: es decir, por una evaluación individual que no puede ser objeto de luchas colectivas.
Así pues, es en aquellas ramas donde los salarios caen en picada - por la eliminación de trabajadores cualificados - que la diferencia de salarios entre hombres y mujeres se redujo. Son aquí los salarios de los hombres que bajan para alinearse con el de las mujeres. El capitalismo reforzó la desigualdad ya existente entre el sexo para sobreexplotar la mano de obra femenina. Esta sobreexplotación facilita también un proceso hacia una explotación mayor de todos los asalariados.
3. Nuevas tendencias del trabajo de las mujeres
¿Cómo se traduce hoy esta sobreexplotación de la mano de obra femenina en el mercado laboral?
3.1. Salarización (y tercerización)
"Al cabo de veinte años de crisis del empleo, contrariamente a todas las previsiones, la actividad femenina no deja de crecer" Esta afirmación hecha por Maruani en su libro sobre la evolución del empleo de las mujeres es válida tanto para Europa como para todo el mundo.[1] No obstante, es importante precisar de antemano que si la actividad salarial de las mujeres no deja de crecer, eso no significa que no trabajaban antes. ¡Las mujeres siempre han trabajado!
Siempre, y en todas las sociedades conocidas, las mujeres participaron en el trabajo productivo. La afirmación según la cual se confinaría a las mujeres a la esfera doméstica en algunas sociedades, es completamente falsa. Si es el caso de algunas mujeres en algunas sociedades, se trata de las mujeres de un grupo o de una clase dominante. Las otras mujeres deben trabajar con el fin de garantizar la supervivencia económica de la familia.
En la historia de la actividad femenina, la novedad no es pues el trabajo productivo sino el empleo asalariado. Es importante precisar que esta evolución cubre realidades muy diferentes en término de empleo: estatuto fijo o contratos de duración determinada, tiempo pleno o tiempo parcial, contrato individual o trabajo a la llamada, etc. Si bien las mujeres son cada vez más numerosas en ser "activas en el mercado laboral", muy a menudo, los son al precio de una gran precariedad del empleo. Para las mujeres, tener un salario, es un elemento necesario y fundamental para la autonomía profesional y familiar. La degradación de las condiciones de empleo, la precariedad, reducen a menudo este elemento a la nada o reducen su alcance.
A eso se añade el hecho de que, la situación laboral de las mujeres en los países de la periferia capitalista (trabajo informal, maquiladoras, etc.), y también en los países capitalistas centrales (trabajo doméstico, condiciones de empleo de las mujeres inmigrantes, etc.), se acerca más al esclavismo que al trabajo asalariado. La feminista marxista italiana, Lidia Cirillo, aborda esta problemática, en particular, con relación a los países del Sur, y afirma que "el trabajo asalariado de las mujeres, en las condiciones impuestas por la globalización, es cansancio increíble, explotación, chantaje, inseguridad y miedo."
3.2. Precarización y flexibilización
El trabajo de las mujeres no puede analizarse sin interesarse por el tiempo de trabajo, y en particular al fenómeno del tiempo parcial, que es la principal característica de la vida profesional de las mujeres. En Europa y Estados Unidos, así como en muchos países de América Latina y Asia, la entrada de las mujeres en el mercado laboral se ha hecho principalmente, en estas últimas décadas, por medio del tiempo parcial.
Los hombres también cada vez más a menudo, son afectados por el tiempo parcial. En efecto, los nuevos puestos de trabajo creados son puestos a menudo a tiempo parcial o en la llamada "economía informal".
En realidad, en la mayoría de los casos, esta modalidad de empleo se impone a los/as asalariados/as, ya que facilita a los patrones la adaptación del personal a una producción muy flexible que permite bajar los costos de la mano de obra. Es decir, que favorece el proceso de explotación del trabajo. Además, en la mayoría de los casos, el desarrollo del tiempo parcial se hace bajo tales condiciones (horarios atípicos por ejemplo) que es difícil para las mujeres que ocupan estos empleos puedan asumir tareas familiares o encarar planes de estudio. Por lo general, se aceptan los contratos precarios a falta de algo mejor.
Las formas de trabajo "atípicas" afectan también a numerosas mujeres, y a cada vez más hombres. La feminización del mercado laboral se hace a menudo pues, al precio del tiempo parcial, los bajos salarios, la descalificación y, en definitiva, el trabajo precario como forma permanente.
3.3. Desempleo y subempleo
Por lo que se refiere a las nuevas modalidades de disparidades, Maruani hace hincapié en la creación de núcleos duros de desempleo y de bajo empleo femenino. En efecto, las estadísticas del desempleo no tienen en cuenta a las mujeres que no tienen derecho al desempleo (ver otra vez el artículo de Udry), porque son numerosas la mujeres que renuncian a inscribirse al seguro de desempleo, o también las "mujeres de hogar" que quisieran trabajar pero no encuentran donde.
El hecho de no tener acceso a un empleo se considera diferentemente según el sexo: "allí donde una mujer puede declararse - y considerarse - como inactiva bajo la palabra de "mujer de hogar", un hombre debe definirse - y comprenderse - como desempleado. La prescripción no es ni legal, ni administrativa, es social." La conclusión de Maruani es que "para evaluar la posición de las mujeres en el mercado laboral, es necesario prestar atención a la inactividad como sinónimo de desempleo."
4. Conclusión: la necesidad de una lucha feminista de clase
Nos parece esencial para todo proyecto y movimiento de emancipación social, de articular una aproximación de clase y feminista. Como lo decían algunas feministas marxistas en los años 70: "la clase obrera tiene dos sexos".
Esta afirmación es tanto más actual cuanto que las mujeres representan la mitad de la población activa. Una comprensión de su opresión específica, y de su sobreexplotación por el capitalismo (en particular, a través del trabajo de reproducción) es indispensable para un análisis en términos de clase y en consecuencia para una lucha de clase consciente. Los relaciones sociales de sexo y relaciones de clases se articulan y evolucionan de manera dialéctica.
Eso significa también, que toda lucha por la emancipación de las mujeres debe tener en cuenta la dimensión de clase y la necesidad de superar el capitalismo. No solamente porque no ver las relaciones de clase equivale a negar la principal forma de explotación en la cual se basa el capitalismo y que es sufrida por la mayoría de las mujeres y hombres. Sino también porque el capitalismo se apoyó, y se basa, siempre en la opresión de las mujeres. Por lo que ninguna emancipación real de las mujeres será posible sin cambiar radicalmente el sistema…de explotación.
Finalmente, esta necesidad de una articulación en nuestro análisis y nuestra lucha de las relaciones sociales de sexo y clase se reafirma, porque como lo constata Kergoat: "se ve aparecer, por primera vez en la historia del capitalismo, una capa de mujeres cuyos intereses directos (no mediados como antes por los hombres: padres, esposos, amantes) se oponen frontalmente a los intereses de la generalización del tiempo parcial, los empleos de servicio muy mal remunerados y no reconocidos socialmente, generalmente por la precariedad."
Frente a eso, es importante construir un proyecto que exprese las demandas y luchas de la mayoría de las mujeres, y de los hombres. Sólo un proyecto donde se articulan de manera dinámica las relaciones sociales de sexo y clase y que propone una ruptura radical con el capitalismo y la opresión de las mujeres, está en condiciones de responder a las necesidades sociales (y de género) básicas.
Referencias bibliográficas
Kergoat D. "División sexual del trabajo y relaciones sociales de sexo", en: Diccionario crítico del feminismo, París: PUF, 2000.
Kergoat D., "División sexual del trabajo", Actas del coloquio Mujeres y universalización del el Grupo Miradas Críticas, Lausanne, 2000.
Maruani Sr., Trabajo y empleo de las mujeres, La Découverte, París, 2000.
Cirillo L., "La globalización y la mujer", texto redactado con motivo del Foro Social de Génova, 2001.
Nota
La discusión sobre las relaciones sociales de sexo y de clase permite abordar varias cuestiones relativas a la situación de las mujeres y la opresión específica que sufren. Sin embargo, nos limitaremos en los temas a tratar, concentrándonos en la división sexual del trabajo, como la base material de la opresión de las mujeres. Otros debates serán necesarios con el fin de abordar otros aspectos también importantes para las mujeres - y los hombres - como los derechos reproductivos, las violencias domésticas, la familia, etc.
El objetivo de estas reflexiones, consiste pues en destacar la existencia de una opresión específica que se traduce en una sobreexplotación de las mujeres en el sistema capitalista y de mostrar su actualidad a través de un análisis de la situación de las mujeres en el mercado laboral. La conclusión de nuestra reflexión se referirá a la necesidad de integrar una dimensión feminista a nuestra perspectiva socialista y de contribuir al desarrollo de un feminismo que integre la dimensión de clase.
1. El enfoque en términos de relaciones sociales de sexo
Algunas feministas desarrollaron enfoque en términos de relaciones sociales de sexo en Francia (sociólogos, filósofos,…) detrás de los pasos del movimiento feminista de los años setenta.
El primer elemento que debe destacarse acerca de este enfoque, es la ruptura con los discursos biologístas y naturalistas que sirvieron para justificar la subordinación de las mujeres. Las relaciones entre mujeres y hombres son relaciones construidas socialmente, y no un dato natural o biológico.
Como ha escrito por Danièle Kergoat:
"La situación de los hombres y mujeres no son el producto de un destino biológico sino de abordajes construidos socialmente (…) Ellos forman dos grupos sociales que son contratados en una relación social específica: las relaciones sociales de sexo."
En segundo lugar, las relaciones sociales de sexo se basan en una relación jerárquica entre los sexos. Se trata de una relación de poder, de dominación. Existe una opresión específica de las mujeres previa a las sociedades de clase. El capitalismo pues se basó en esta opresión y la modificó al mismo tiempo. Analizaremos en particular, cómo estas discriminaciones se utilizan para sobreexplotar a las mujeres en el mercado laboral. Eso nos permitirá también poner de manifiesto como las relaciones sociales de sexo y las relaciones de clase coexisten y se articulan en nuestra sociedad.
Kergoat destaca que las relaciones sociales de sexo, "tienen una base material, con frecuencia en el trabajo, y se expresan a través de la división social del trabajo entre los sexos, denominada de manera más sucinta: división sexual del trabajo." Es sobre esta base material de la opresión de las mujeres que nos concentraremos.
2. La División sexual del trabajo (DST) y su actualidad
Siempre y en todas las sociedades, se constata la existencia de una división sexual del trabajo: se asignan algunas tareas prioritariamente a las mujeres, y otras, a los hombres. Esta división sexual del trabajo no es idéntica en todas las sociedades y varía con el tiempo. Por el contrario, lo que no varía es la menor valorización social de las tareas asignadas a las mujeres. La división sexual del trabajo se basa en dos principios, la separación y la jerarquización.
Según el principio de separación, se reservan algunas actividades a los hombres y otras a las mujeres. Eso significa que hay tareas consideradas como femeninas y otras como masculinas, y de esta concepción se deriva la asignación de algunas tareas a unos y a otras. Por ejemplo, se sabe que en muchos países más de la mitad de las mujeres trabajan hoy en el sector de salud, educación, restauración/hotelería, de la venta y el comercio. Se sabe también, que las elecciones profesionales de los jóvenes se caracterizan por la pertenencia sexual y que se observa a este respecto un cambio minúsculo.
El principio de separación se traduce de manera aún más evidente en las tareas reproductivas, que sigue siendo aún una prerrogativa de las mujeres. Según cifras de UNICEF, OIT y otros organismos internacionales, en las familias con niños, nueve de cada diez mujeres asumen solamente las tareas domésticas y familiares. De conjunto, las mujeres consagran dos veces más de tiempo que los hombres a las tareas domésticas y a la familia. La falta de una infraestructura, sobre todo pública, para el cuidado de los niños, mantiene y agrava esta desigualdad.
Es entonces que la demanda de una verdadera socialización del trabajo de reproducción (guarderías, salud, educación, transporte, alimentación, etc.) es en sí, una demanda ¡subversiva!
El principio de jerarquización implica un valor diferencial concedido en el trabajo según quien los realice, un hombre o una. El trabajo de los hombres siempre vale más que el trabajo de las mujeres. Kergoat destaca que, "el trabajo de los hombres tiene siempre un valor monetario y también un reconocimiento social superior al de las mujeres. Se lo ve bien con respecto a las calificaciones. Tanto en los servicios como en la industria, se pueden prestar a las mujeres calificaciones, pero como estas calidades son "naturales", no se las remunera o se las remunera mal". En algunas ramas, estas diferencias de salarios alcanzan un 40%, como en la industria de la vestimenta y también en la salud.
En Suiza y en Francia, por ejemplo, las enfermeras reivindicaban, además de un reconocimiento salarial, un reconocimiento en sus competencias y sus calificaciones. Afirmaban que saber ocuparse de enfermos, ser sensible a sus problemas, prestarles atención, no son "calidades naturales" de las mujeres: son capacidades que se adquieren. Otros sociólogos, como Maruani, pusieron de manifiesto que la calificación es una construcción social sexista que tiene consecuencias, en particular, salariales. En efecto, el problema de las divergencias salariales entre hombres y mujeres está estrechamente vinculado a la cuestión de la calificación: las mujeres y los hombres no hacen el mismo trabajo, no tienen las mismas calificaciones, no ejercen en el mismo sector de actividad, etc.
De hecho, cualquiera que sean las transformaciones del proceso de trabajo, cualquiera que sea la evolución del contenido de las tareas, la jerarquía de las calificaciones permanece. "El oficio es masculino. El trabajo no cualificado es femenino".
Es necesario destacar que la tendencia actual es también descalificar y volver precarios a los asalariados hombres. En efecto, las patronales combaten los trabajos calificados (y desconocen un saber obrero conquistado), para sustituirlos por las competencias: es decir, por una evaluación individual que no puede ser objeto de luchas colectivas.
Así pues, es en aquellas ramas donde los salarios caen en picada - por la eliminación de trabajadores cualificados - que la diferencia de salarios entre hombres y mujeres se redujo. Son aquí los salarios de los hombres que bajan para alinearse con el de las mujeres. El capitalismo reforzó la desigualdad ya existente entre el sexo para sobreexplotar la mano de obra femenina. Esta sobreexplotación facilita también un proceso hacia una explotación mayor de todos los asalariados.
3. Nuevas tendencias del trabajo de las mujeres
¿Cómo se traduce hoy esta sobreexplotación de la mano de obra femenina en el mercado laboral?
3.1. Salarización (y tercerización)
"Al cabo de veinte años de crisis del empleo, contrariamente a todas las previsiones, la actividad femenina no deja de crecer" Esta afirmación hecha por Maruani en su libro sobre la evolución del empleo de las mujeres es válida tanto para Europa como para todo el mundo.[1] No obstante, es importante precisar de antemano que si la actividad salarial de las mujeres no deja de crecer, eso no significa que no trabajaban antes. ¡Las mujeres siempre han trabajado!
Siempre, y en todas las sociedades conocidas, las mujeres participaron en el trabajo productivo. La afirmación según la cual se confinaría a las mujeres a la esfera doméstica en algunas sociedades, es completamente falsa. Si es el caso de algunas mujeres en algunas sociedades, se trata de las mujeres de un grupo o de una clase dominante. Las otras mujeres deben trabajar con el fin de garantizar la supervivencia económica de la familia.
En la historia de la actividad femenina, la novedad no es pues el trabajo productivo sino el empleo asalariado. Es importante precisar que esta evolución cubre realidades muy diferentes en término de empleo: estatuto fijo o contratos de duración determinada, tiempo pleno o tiempo parcial, contrato individual o trabajo a la llamada, etc. Si bien las mujeres son cada vez más numerosas en ser "activas en el mercado laboral", muy a menudo, los son al precio de una gran precariedad del empleo. Para las mujeres, tener un salario, es un elemento necesario y fundamental para la autonomía profesional y familiar. La degradación de las condiciones de empleo, la precariedad, reducen a menudo este elemento a la nada o reducen su alcance.
A eso se añade el hecho de que, la situación laboral de las mujeres en los países de la periferia capitalista (trabajo informal, maquiladoras, etc.), y también en los países capitalistas centrales (trabajo doméstico, condiciones de empleo de las mujeres inmigrantes, etc.), se acerca más al esclavismo que al trabajo asalariado. La feminista marxista italiana, Lidia Cirillo, aborda esta problemática, en particular, con relación a los países del Sur, y afirma que "el trabajo asalariado de las mujeres, en las condiciones impuestas por la globalización, es cansancio increíble, explotación, chantaje, inseguridad y miedo."
3.2. Precarización y flexibilización
El trabajo de las mujeres no puede analizarse sin interesarse por el tiempo de trabajo, y en particular al fenómeno del tiempo parcial, que es la principal característica de la vida profesional de las mujeres. En Europa y Estados Unidos, así como en muchos países de América Latina y Asia, la entrada de las mujeres en el mercado laboral se ha hecho principalmente, en estas últimas décadas, por medio del tiempo parcial.
Los hombres también cada vez más a menudo, son afectados por el tiempo parcial. En efecto, los nuevos puestos de trabajo creados son puestos a menudo a tiempo parcial o en la llamada "economía informal".
En realidad, en la mayoría de los casos, esta modalidad de empleo se impone a los/as asalariados/as, ya que facilita a los patrones la adaptación del personal a una producción muy flexible que permite bajar los costos de la mano de obra. Es decir, que favorece el proceso de explotación del trabajo. Además, en la mayoría de los casos, el desarrollo del tiempo parcial se hace bajo tales condiciones (horarios atípicos por ejemplo) que es difícil para las mujeres que ocupan estos empleos puedan asumir tareas familiares o encarar planes de estudio. Por lo general, se aceptan los contratos precarios a falta de algo mejor.
Las formas de trabajo "atípicas" afectan también a numerosas mujeres, y a cada vez más hombres. La feminización del mercado laboral se hace a menudo pues, al precio del tiempo parcial, los bajos salarios, la descalificación y, en definitiva, el trabajo precario como forma permanente.
3.3. Desempleo y subempleo
Por lo que se refiere a las nuevas modalidades de disparidades, Maruani hace hincapié en la creación de núcleos duros de desempleo y de bajo empleo femenino. En efecto, las estadísticas del desempleo no tienen en cuenta a las mujeres que no tienen derecho al desempleo (ver otra vez el artículo de Udry), porque son numerosas la mujeres que renuncian a inscribirse al seguro de desempleo, o también las "mujeres de hogar" que quisieran trabajar pero no encuentran donde.
El hecho de no tener acceso a un empleo se considera diferentemente según el sexo: "allí donde una mujer puede declararse - y considerarse - como inactiva bajo la palabra de "mujer de hogar", un hombre debe definirse - y comprenderse - como desempleado. La prescripción no es ni legal, ni administrativa, es social." La conclusión de Maruani es que "para evaluar la posición de las mujeres en el mercado laboral, es necesario prestar atención a la inactividad como sinónimo de desempleo."
4. Conclusión: la necesidad de una lucha feminista de clase
Nos parece esencial para todo proyecto y movimiento de emancipación social, de articular una aproximación de clase y feminista. Como lo decían algunas feministas marxistas en los años 70: "la clase obrera tiene dos sexos".
Esta afirmación es tanto más actual cuanto que las mujeres representan la mitad de la población activa. Una comprensión de su opresión específica, y de su sobreexplotación por el capitalismo (en particular, a través del trabajo de reproducción) es indispensable para un análisis en términos de clase y en consecuencia para una lucha de clase consciente. Los relaciones sociales de sexo y relaciones de clases se articulan y evolucionan de manera dialéctica.
Eso significa también, que toda lucha por la emancipación de las mujeres debe tener en cuenta la dimensión de clase y la necesidad de superar el capitalismo. No solamente porque no ver las relaciones de clase equivale a negar la principal forma de explotación en la cual se basa el capitalismo y que es sufrida por la mayoría de las mujeres y hombres. Sino también porque el capitalismo se apoyó, y se basa, siempre en la opresión de las mujeres. Por lo que ninguna emancipación real de las mujeres será posible sin cambiar radicalmente el sistema…de explotación.
Finalmente, esta necesidad de una articulación en nuestro análisis y nuestra lucha de las relaciones sociales de sexo y clase se reafirma, porque como lo constata Kergoat: "se ve aparecer, por primera vez en la historia del capitalismo, una capa de mujeres cuyos intereses directos (no mediados como antes por los hombres: padres, esposos, amantes) se oponen frontalmente a los intereses de la generalización del tiempo parcial, los empleos de servicio muy mal remunerados y no reconocidos socialmente, generalmente por la precariedad."
Frente a eso, es importante construir un proyecto que exprese las demandas y luchas de la mayoría de las mujeres, y de los hombres. Sólo un proyecto donde se articulan de manera dinámica las relaciones sociales de sexo y clase y que propone una ruptura radical con el capitalismo y la opresión de las mujeres, está en condiciones de responder a las necesidades sociales (y de género) básicas.
Referencias bibliográficas
Kergoat D. "División sexual del trabajo y relaciones sociales de sexo", en: Diccionario crítico del feminismo, París: PUF, 2000.
Kergoat D., "División sexual del trabajo", Actas del coloquio Mujeres y universalización del el Grupo Miradas Críticas, Lausanne, 2000.
Maruani Sr., Trabajo y empleo de las mujeres, La Découverte, París, 2000.
Cirillo L., "La globalización y la mujer", texto redactado con motivo del Foro Social de Génova, 2001.
Nota
[1] En relación del empleo (y el desempleo) de las mujeres en el mundo, ver el artículo de Charles-André Udry: A propósito del último informe de la OIT:Reflexiones críticas. Correspondencia de Prensa, 4 de mayo 2007.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario