MÉXICO, D.F., 11 de marzo (apro).- El materialismo dialéctico es un método de pensamiento y de análisis de la realidad, que nos enseñó a tomar de los acontecimientos sus experiencias para no repetir errores, para trascender y atarse a una espiral ascendente.
Hace una década, una destacada analista feminista mexicana me dijo que el espacio intocado, donde las mujeres no pueden entrar, es el espacio del poder real, porque ese es de los hombres, su infinita postura conservadora y patriarcal, sus intereses y sus modos de hacer.
Durante años escuché que las mujeres podríamos, juntas, hacer otro tipo de política. Por ello, durante momentos importantes y coyunturas precisas desde finales de los años 30, con el Frente Pro Derechos de la Mujer, las mexicanas iniciamos un largo proceso de convergencias, varias para acordar estrategias comunes en pos de nuestras necesidades y por la emancipación de todas las mujeres.
Recuerdo al menos ocho o 10 en los últimos 40 años: Coalición de Mujeres Feministas; Frente por la Liberación y los Derechos de la Mujer; Red de Feministas; Coordinadora Feminista del Distrito Federal; Coordinadora Benita Galeana; Asamblea Nacional de Mujeres, que derivó en el Parlamento de Mujeres; Avancemos un Trecho Más; Constituyente Feminista por la Reforma del Estado; Grupo De la A a la Z; Grupo Plural Pro Víctimas, y otros intentos.
Como resultado de estas experiencias, producto de acontecimientos y acciones de la vida nacional, se elaboró un Plan de Igualdad, que recibieron los candidatos en el proceso electoral de 1994. En el 2000, con serios intentos plurales, se reunieron mujeres libres, mujeres políticas, legisladoras y grupos feministas, en diferentes iniciativas.
Así, en el tiempo se obtuvieron cambios en muchas leyes, algunas no poco importantes, políticas públicas e instituciones.
No obstante, el lugar de la política, siempre excluyente y masculina, nos expulsó una y otra vez. Tal vez por eso en 1998-99, un puñado de mujeres decidió crear un partido político teñido de política feminista: México Posible. Más tarde, esas mismas mujeres que perdieron su registro en el año 2000 insistieron y crearon el Partido Alternativa Social Demócrata, y varias agrupaciones políticas nacionales nacieron cuando ello fue posible y legal.
La demanda y la lucha no han cesado. Recientemente, ante el embate conservador, nació el Pacto por la Vida, la Libertad y los Derechos de las Mujeres, de mirada profunda y altiva frente a un proceso que atenta con generar y mantener una tremenda regresión a los avances que parecían reales, legales, libertarios y democráticos.
Los dos ensayos de partidos políticos con mirada feminista fueron tremendamente derrotados porque, como dice una de sus liderezas, se tuvo que enfrentar a los políticos de siempre.
Las mujeres quieren estar en política, sin duda, no importa lo que ello signifique en principios, incluso posponiendo programas y horizontes.
Hay mujeres políticas, muchas aliadas de estas miradas de largo aliento que se quedan en el espacio masculino y lo intentan, una y otra vez. No obstante, no se ha podido materializar eso que se llama hacer política de otra manera.
En el centenario del 8 de marzo, una emblemática fecha que coincide con el bicentenario nacional de independencia y el centenario de la revolución, nuevamente hay quienes intentan caminar los senderos ya probados, con las mismas tácticas, llevando a cuestas métodos patriarcales y la misma mirada, la que concede, la que calla y omite el tamaño de nuestro momento, donde se yergue un inmenso dique a todas las antiguas agendas o programas.
En esta hora no se puede ocultar el significado de vivir con un gobierno autoritario y semi militarizado ni las cifras ominosas del feminicidio que superan a las 2 mil caídas anualmente.
Hoy, la avalancha fundamentalista criminaliza lo mismo la protesta social con el encarcelamiento y persecución de sus dirigentes femeninas, que a las indígenas totonacas de Veracruz o las campesinas de Guanajuato por interrumpirse un embarazo legalmente.
Los partidos y sus dirigentes, los aparatos electorales, las reformas de papel, son elementos de un sistema que parece cerrar todas sus puertas a intentos legítimos de colocarse en la elite del poder.
Por ello, llama poderosamente la atención el relanzamiento de tres políticas que en nombre de las mujeres anuncian un movimiento en la coyuntura de la nueva Reforma Política, opaca y poco creíble, sin hondura y armada desde el poder. Poder que no deja avanzar la emancipación de las mujeres.
Llama la atención el discurso de antaño, de conmiseración por las mujeres pobres, sin importar el control de su cuerpo y de sus vidas por el Estado, no por su marido únicamente.
Llama la atención el llamado de Las Insurgentes por la independencia femenina, un juego de palabras del bicentenario, sin mujeres, porque las mujeres en México, a pesar de todo, no hemos logrado conformar una masa crítica vigorosa y real ni un conglomerado capaz de defender los derechos inscritos en las numerosas legislaciones.
Llama la atención la oportunidad electoral o electorera de la nueva iniciativa, mientras continúa el avance del oprobio y la minusvalía de las mujeres, desde las acciones del gobierno actual y de numerosos gobiernos locales, de diputados y diputadas sin vergüenza y fundamentalistas, de los que no hablan.
Mientras, se pisotea el Estado laico y se conspira contra la democracia. No hallé una sola mención a estos problemas en la invitación a unirse a Las Insurgentes, cuya carta de presentación es por lo menos inocua.
A cien años del llamado transformador y potente de Clara Zetkin, algo tendríamos que aprender de las experiencias, de los acontecimientos, del contexto nacional donde podrían moverse las experimentadas mujeres que tantos ensayos han hecho para llegar al poder y revisar críticamente su propia actuación.
Ahora toca sacar a las presas de las cárceles, difundir qué significa ser presa de conciencia, defender los derechos humanos fundamentales de las mujeres, oponerse con todas sus palabras a la represión sistemática y buscar que las almas y las cabezas de las mujeres realmente se transformen.
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