La intelectual cubana Isabel Moya dialogó con Resumen Latinoamericano sobre la inclusión de las mujeres en la vida pública de la isla, los desafíos aun presentes y la prostitución como contradicción de la sociedad y herramienta para desprestigiar al proceso político que vive el país
La tradición de lucha de las mujeres cubanas es larga y, si bien tiene su esplendor luego de 1959, se remonta al siglo XIX. Así lo asegura la directora de la Editorial para la Mujer y la revista Mujeres, Isabel Moya. La catedrática e integrante de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), relata que en 1869 una patricia llamada Ana Betancourt, durante un mitin celebrado en el mismo lugar donde días después se redactaría la primera constitución de la República en Armas, resaltó: "Los patricios han liberado la cuna, han liberado el color y tienen ahora el tremendo desafío de liberar a las mujeres. Hace falta una revolución que desate las alas de las mujeres".
Para Moya, esas alas fueron desatándose tímidamente durante toda la República, tanto en el campo de la ciencia, de la intelectualidad como luchando contra las tiranías.
Pero la verdadera inclusión de la mujer en la vida pública de Cuba fue un fenómeno que comenzó el 1 de enero de 1959, cuando triunfó la Revolución liderada por Fidel Castro.
"Desde ese primer momento los hombres se dieron cuenta que la Revolución también significaba liberar a las mujeres de toda clase de opresión. En ese sentido el pensamiento humanista de Fidel fue muy importante porque desde el mismo 1 de enero de 1959, en su discurso en Santiago de Cuba, reconoce que las mujeres estaban sometidas a varias formas de opresión", asevera.
Mujer y espacio público
Según Moya, hay hechos puntuales que impulsaron la participación de las mujeres desde la primera etapa revolucionaria: "Triunfa la Revolución y las mujeres se incorporan a la campaña de alfabetización, incluso con 14 años. Eran muchachas que nunca habían salido de su casa y que vivían hasta ese momento en una sociedad muy conservadora. De pronto están en la calle, en las montañas, alfabetizando lejísimos de su casa, hecho que se veía muy propio de los cambios revolucionarios porque sacudía las estructuras de todo lo que estaba establecido. Fidel incluso lo ha catalogado como una revolución dentro de la revolución por lo que significó de cambio. Sólo para dar un ejemplo, en el año 1959 había en Cuba 403 mujeres médicas y hoy son más del 52 % de todos los médicos que hay en el país, lo que indica un salto gigantesco".
La intelectual explica que siempre estuvo claro que, aunque la Revolución era en sí mismo un proceso liberador, se necesitaban políticas específicas para potenciar el empoderamiento de las mujeres. Para ella, desde el triunfo guerrillero se reconoció las múltiples formas de opresión a las que las mujeres estaban sujetas, lo que diferenció al proceso de otros intentos de construcción del socialismo.
"Siempre se tuvo claro que la explotación de la mujer tenía formas muy particulares y que había que enfrentarla de manera muy particular. Cuando se habla de los logros de este proceso se menciona mucho la salud, la educación, el deporte, y se deja al margen uno de los adelantos más importantes que es precisamente ese hecho, la inclusión casi inmediata de la mujer en la vida pública", sostiene.
Cada época de estos 52 años de Revolución en Cuba propició diferentes herramientas para lograr la equidad de géneros. Entre ellas se encuentran las leyes que, como asegura Moya, se modificaron según el paso del tiempo. "Tenemos una ley de maternidad que propicia la licencia para las madres y actualmente tenemos la ley de paternidad que complementa a la normativa anterior, porque es un proceso en el que se va aprendiendo poco a poco", manifiesta.
Sin embargo, la periodista puntualiza que los cambios de la conciencia no se dan automáticamente con la redacción de normativas. Para que "la legislación se haga sangre, sudor y lágrimas se tiene que pasar por la subjetividad de las personas que hacen cumplir la ley y de los beneficiarios, proceso que es complejo y lleva tiempo", enfatiza.
"Ese es una gran meta que se lleva adelante no sin contradicciones, y la parte más dificultosa es cuando se tiene que hacer participar a los hombres en ese gran cambio, porque no es revolucionario propiciar sólo la inclusión de la mujer a la vida pública, sino que se debe además incentivar la liberación de la mujer en el plano más íntimo y donde aun se siguen dando conflictos, que es al interior de la familia, de la pareja. Los hombres tuvieron que pasar primero por un proceso de aceptación de las mujeres como compañeras en la vida política, en los centros de trabajo, en las fuerzas armadas y después por un proceso de cambios al interior de la familia, etapa que no ha terminado y que es el desafío mayor", indica Moya.
En los últimos años, Cuba ha experimentado un decrecimiento en la población. La sociedad está envejeciendo, y algunas personas ven este fenómeno ligado con la participación de la mujer en la vida pública. Pero para Moya, no se debe culpabilizar al empoderamiento de las mujeres de la disminución de la natalidad. "No es porque la mujer se haya sumado a la vida pública que se pare menos, sino porque en las condiciones de familia tradicional es muy difícil llevar adelante la vida privada y la vida pública, por lo que es un problema de la sociedad en su conjunto", advierte.
La catedrática asegura que si las tareas dentro del hogar se distribuyeran más equitativamente no se establecería esa dicotomía entre ambas esferas sociales permitiendo que vayan de la mano la realización personal y profesional con las responsabilidades dentro del hogar.
La comunicadora analiza que la realidad dentro del hogar no es la única diseñada a medida del hombre, las dinámicas laborales también son exigentes. "En muchos espacios públicos las exigencias que se hacen de tipo administrativo hacen que compatibilizar la vida privada y la vida pública sea complejo. Casi siempre los cargos más altos implican horas extras, cenas de trabajo, etcétera, lo que es una gran dificultad para una madre que debe llegar al hogar a atender a sus hijos e hijas a un determinado horario", señala. Por eso Moya resalta que la inclusión de las mujeres de manera plena en la vida pública depende de la capacidad de la sociedad de crear nuevas formas para articular de manera armónica la procreación, los hijos, la familia y el trabajo.
Por otra parte, la esperanza de vida de los cubanos y cubanas sigue en asenso y ese es otro aspecto que recae sobre la mujer, ya que no sólo tienen la responsabilidad sobre los menores sino también sobre los adultos mayores. "Tenemos que preparar nuestras instituciones para brindar opciones que ayuden a enfrentar el problema. Hasta el momento la decisión de la extensión de la edad de jubilación es un ejemplo de las medidas que se pueden tomar. Es también una expresión de que la sociedad cubana es otra y que una mujer de 55 años hoy no es lo que era una mujer de 55 años en 1960 y por eso la edad de retiro para las mujeres se extendió de 55 a 60 y para los hombres de 60 a 65, lo que se va a implementar en un proceso gradual", explica.
El cuerpo como mercancía
En Cuba hay hombres y mujeres que se prostituyen, pero para Moya no se puede hablar de prostitución porque no está organizada, institucionalizada y no se mercantiliza en los medios de comunicación. Sin embargo el fenómeno existe y según la periodista su análisis no se puede reducir sólo al aspecto económico. "Hay un aspecto más importante que es la representación que aun tiene la sociedad cubana y la misma mujer de su cuerpo como una mercancía. En 50 años de revolución se han transformado muchos aspectos legales y sociales de la participación de la mujer, pero esa representación de cómo se ve y se mira a la mujer no se modificó lo suficiente", señala.
Pero la directora de la revista Mujeres, recuerda que la mayoría de los análisis sobre el tema se han hecho de manera muy poco profunda y seria, ya que se ha vuelto marketing político contra la Revolución: "Me parece insultante que Cuba aparezca en la lista de tráfico de personas cuando nuestra situación no tiene absolutamente nada que ver con lo que pasa en Colombia, en República Dominicana, donde hay un verdadero tráfico de personas no sólo hacia Europa, sino también hacia el Cono Sur. A veces se trata sacar a relucir este tema para ocultar o manipular lo que han logrado las cubanas y los cubanos".
Moya considera que no se puede exhibir ese fenómeno como la demostración del fracaso de un modelo económico, y es fundamental para entender las distancias entre Cuba y otros países, diferenciar la prostitución que se daba en la isla antes de 1959, la cual era por necesidades, miseria, hambre, y la que se desarrolla actualmente. "Estamos en una sociedad donde conviven viejas y nuevas maneras de vivir, que no está descontextualizada del mundo globalizado, donde se importan constantemente patrones de consumismo y donde se padece de fuertes problemas económicos. En medio de esa situación este tipo de problemas surgen como una expresión de esas contradicciones. Pero lo que devela que, más allá de lo anecdótico, la revolución ha hecho mucho por las personas es que las mujeres y hombres que se prostituyen en Cuba existen pero que es un fenómeno minoritario. Incluso las personas que lo hacen no son las que viven en peores condiciones económicas. Esas personas lo hacen porque aspiran a mucho más de lo que se puede obtener, a cosas que exceden al proyecto cubano. Nuestro proyecto no es miseria, no es carencia pero tampoco es consumismo irracional, acción que está llevando al mundo a una crisis ecológica tremenda e incluso a un colapso del modelo civilizatorio. De todas maneras no podemos dejar de resaltar que cuando vemos que cubanas y cubanos exponen su cuerpo como una mercancía y se prostituyen, es para nosotras un dolor, nos preocupa, no lo podemos negar y no sólo nos preocupa sino que nos ocupa", asevera.
Desafíos
Pero más allá de los problemas que enfrenta la sociedad cubana en su conjunto y de las metas que se sigue trazando un proceso revolucionario, la mujer tiene objetivos específicos para seguir en el camino hacia la equidad. Moya advierte que el principal desafío es que esa participación que tiene en la vida pública se exprese también en los cargos de toma de decisiones, no sólo porque "se debe reconocer en esos espacios la capacidad de las mujeres sino porque ese hecho significaría una revolución dentro de la familia, un cambio en la manera en que hasta ahora la representación de lo masculino y lo femenino se ha desarrollado dentro del hogar. No es que en estos 50 años no haya habido cambios, los hubo y muy importantes pero aun no son suficientes. La sociedad cubana debe hacer más conciente que lo cotidiano también es político".
Yamila Blanco
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