Hace seis años recibí uno de los mejores regalos de mi vida cuando José Carreño Carlón me abrió la puerta para dar clases de periodismo en la Universidad Iberoamericana. Desde entonces pareciera que las cosas han cambiado mucho, porque si bien los principios siguen siendo los mismos - confirmar la información, buscar diversas voces, respetar los géneros, entender lo que da vida a una noticia, etc., en los hechos parece que hubiera pasado mucho más tiempo desde entonces.
Porque cada vez estoy más convencido de que los periodistas somos administradores de un bien público que es la información y porque en este blog hemos construido un espacio de confianza, comparto algunas de mis inquietudes hoy que inicio un nuevo curso, en particular por aquellas cosas que hoy son distintas a la experiencia que dio inició en 2004.
Hoy las fuentes tienen más voz que nunca. Si bien desde la llegada de los sitios web algunas instituciones desarrollaron sus páginas para comunicar directamente su información, hoy se ha democratizado el acceso al gran público como nunca antes lo hemos visto. Artistas- incluso en México - que tienen cientos de miles de seguidores y avisan de sus conciertos, obras, y hasta rompimientos sentimentales, sin necesidad de pasar por los medios de comunicación; políticos que tienen cuentas en twitter, Facebook y canales en youtube; académicos que abren sus blogs para compartir sus opiniones.
Los canales de expresión se han multiplicado y es evidente que el monopolio de la voz lo hemos perdido para siempre. Incluso por el boom del llamado periodismo ciudadano en todas sus vertientes, desde aquellos que sin ser profesionales tratan sus contenidos con gran rigor rivalizando con los canales formales, hasta los espontáneos que en cada coyuntura circulan la información que tienen a la mano, así sea la versión de que hay una balacera en ese momento en algún punto de la ciudad.
Tanto las fuentes como las audiencias hoy son más fuertes. Las opiniones de los lectores hoy se publican de manera ordinaria en internet e incluso lo que antes eran desahogos personales ahora se vuelven tendencias a través de las redes sociales hasta lograr que una opinión de lector, radioescucha o televidente crezca hasta adquirir el papel de interlocutor de los periodistas.
La rendición de cuentas ha crecido a pasos acelerados. Periodistas como José Cárdenas, Julio Hernández López o Carlos Urdiales, hoy sostienen diálogos cotidianos con los lectores o radioescuchas incluso en tiempo real.
Si bien el tono pontificador de muchos sigue instalado igual que hace seis años, la realidad es que el mundo en que vivimos es más horizontal, y sin duda, más rápido.
El valor de las primicias ahora se cuenta por minutos, ya no por horas ni días, y las exclusivas son casi un anecdotario pues la información difícilmente reconoce paternidades y derechos sobre su uso. Si bien hay intentos por retenerla - como los sellos de agua en la imágenes de televisión - en los hechos no hay barreras que frenen su circulación. Y en la realidad quien tiene el mayor mérito es quien aporta el dato más reciente, privilegio que ostenta hasta que un nuevo actor contribuye con una nueva línea a la historia.
El consumo de medios hoy es distinto, como lo son también los temas que nos convocan. Hace seis años el tema de la seguridad ya era importante pero no era el centro de la agenda, los periodistas ya eran blanco de diversas presiones - gobiernos, mercado, mafias, incluyendo la del narcotráfico - pero no era un tema de portadas en los diarios.
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