Por: Teresa Sosa
Dado que frecuentemente la vivienda queda destruida por el desastre, muchas familias son trasladadas por los entes gubernamentales a refugios –la mayoría de éstos se convierten en depósitos de seres humanos y no reúnen condiciones mínimas de habitalidad por el hacinamiento-; en estos recintos, las mujeres por mandato de la cultura y la costumbre, están obligadas a aumentar la jornada de trabajo doméstico que ancestralmente han tenido, porque tienen que colaborar en la cocina, limpieza, y otros quehaceres, para cientos o miles de personas.
El hecho de que la mayoría de los residentes de un refugio son mujeres, los estudios han revelado un aumento en los niveles de violencia doméstica y sexual contra las mujeres durante su permanencia en estos lugares.
Asímismo, hasta ahora, la atención a la salud reproductiva y sexual de las mujeres en los refugios sigue siendo inadecuada y como resultado de esta situación la salud de las mujeres se ve afectada.
Género y consecuencias
Según datos de las Naciones Unidas, durante el tsunami, ocurrido el 24 de diciembre de 2004 en Indonesia, murieron cuatro veces más mujeres que hombres porque, entre otras razones, se quedaron a cuidar la casa, los niños o los animales; no tenían habilidad para subir a un árbol o a un techo y en su gran mayoría no sabían nadar.
Durante el huracán Mitch, que afectó a varios países de Centroamérica en 1998, 15% de las mujeres de las zonas afectadas se encontraban en situación de vulnerabilidad debido a su estado de gestación, lactancia, parto o, entre otras razones, no quisieron abandonar su hogar hasta que regresara su marido.
La imagen del sufrimiento de las mujeres y niños/as se ha hecho popular en los medios de comunicación durante éste último desastre. Lo que los medios de comunicación (sin excepción) no resaltan, es cómo las mujeres en esta tragedia por las lluvias que actualmente vivimos en Venezuela, son una parte vital de los esfuerzos de mitigación y respuesta a la embestida de las lluvias, actuando ellas dentro de sus papeles tradicionales o trascendiéndolos, por ejemplo, denunciando de manera directa, como voceras de consejos comunales, ante el ámbito público y altas esferas del poder político.
Como vemos, las mujeres son afectadas gravemente por los desastres naturales, pero esto es sólo una parte de la historia. Los desastres naturales a menudo proporcionan a las mujeres una oportunidad única de cuestionar y cambiar su posición de género en la sociedad.
Respuestas de las mujeres
Después del huracán Mitch en 1998, las mujeres guatemaltecas y hondureñas construyeron casas, cavaron pozos y canales, remolcaron agua y construyeron albergues. Estas mujeres demostraron ser capaces de asumir un papel activo en tareas tradicionales. Esto ayuda a cambiar la percepción social de la capacidad de las mujeres ya que estas actividades son consideradas “masculinas”.
La ausencia de enfoque de género en las políticas de prevención y reducción de riesgos ante desastres naturales motivó, impulsada por las organizaciones de mujeres, en octubre de 2008, en Manila, la Declaración sobre la acción internacional y vínculo entre género, cambio climático y reducción de riesgos de desastres, así como la conferencia y declaración de Beijing sobre género, reducción de riesgos y desastres, en abril de 2009. En esta última se solicitó impulsar a escala internacional políticas de prevención de riesgos con perspectiva de género.
En México, desde el año pasado, el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres) y la dirección General de Protección Civil de la Secretaría de Gobernación, en coordinación con el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, llevan a cabo talleres de capacitación para funcionarios que se desempeñan en este ámbito, con el objetivo de empezar a visibilizar la vulnerabilidad de las mujeres ante los desastres naturales y diseñar políticas públicas que tengan en cuenta sus condiciones específicas.
Perspectiva de Género
Lisellotte Correa de la Torre, directora de Desarrollo Humano Sustentable del Inmujeres (México), sostiene que la gestión integral del riesgo con perspectiva de género abarca varias etapas: la preparación, prevención, atención, mitigación, resiliencia (habilidad para surgir de la adversidad) y reconstrucción. En la consecución de este objetivo, es indispensable reconocer la desigualdad en condición y posición entre mujeres y hombres, la cual coloca a éstas en desventaja.
Explicó que aquellas mujeres que pertenecen a un contexto socioeconómico más pobre tienen menos acceso a la información, porque se desenvuelven más en un espacio doméstico que público y también porque son numerosas las que habitan en sitios muy distantes, esto último hace que permanezcan más alejadas de la información que difunde Protección Civil o no les lleguen los mensajes de alertas. Agregó que otro factor de vulnerabilidad es la menor participación que tiene la mujer en la toma de decisiones.
Hasta ahora hemos visto en nuestro país, Venezuela, que inmediatamente después de un desastre, prevalece el “imperativo de lo urgente” y las inquietudes de género se ignoran o se desechan como irrelevantes. La oportunidad única que otorga una situación de desastre para cambiar los roles tradicionales de género se desperdicia si las mujeres no se aprovechan de ella, o si los tomadores de decisones lo pasan por alto.
Las mujeres seguirán siendo afectadas desproporcionadamente por los desastres naturales en este país a menos que los funcionarios reconozcan su estado vulnerable por condición de género y dirijan sus esfuerzos para cambiarlo.
Los partidiarios del enfoque de género han recalcado que para estudiar los desastres naturales desde una perspectiva de género, es necesario desagregar los datos por sexo, a partir de los proyectos pilotos para la fase reconstrucción; un diálogo abierto dentro de las comunidades y entre las comunidades y entre las comunidades y el gobierno, y la formación de capacidad para las mujeres antes, durante y
después de los desastres.
Una ausencia de la capacidad institucional en el análisis de género se refleja en los esfuerzos de ayuda que no incluyen esa perspectiva en sus normas y procedimientos. Además esto significa que las necesidades e inquietudes particulares de las mujeres y su potencial para contribuir no se toman en cuenta durante los preparativos, respuesta y reconstrucción para los desastres.
Esto también sirve para destacar la necesidad de un enfoque de género organizado para el estudio de los desastres naturales y sus consecuencias, en el caso de Venezuela.
Un proceso de desarrollo eficaz debe incluir tanto las necesidades como las contribuciones potenciales de mujeres y hombres. El plan comunitario de preparación y de respuesta para desastres que toma en cuenta la vulnerabilidad física, psicológica, social y económica de las
mujeres, ayudará a reducir esta vulnerabilidad.
Un plan que va aún más allá y reconoce las capacidades de las mujeres y las incluye en los esfuerzos de ayuda servirá para cambiar las creencias relacionadas con el género acerca de las mujeres. Un enfoque de género en el estudio y análisis de los desastres naturales es esencial para alcanzar esta meta.
Finalmente, la organización de las mujeres en la comunidad y en los niveles nacionales es esencial si se quiere que las medidas de recuperación gubernamental respondan a las necesidades e inquietudes reales de las mujeres vistas desde la perspectiva de género.
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