Reportaje
Hacen oír su voz en COP-16
Por Anayeli García Martínez, enviada
Cancún, Q. Roo, 13 dic 10 (CIMAC).- Como hicieron tras los estragos de “Gilberto” y “Wilma”, las mujeres en Cancún se juntaron y volvieron a organizarse para defender su comunidad --y al planeta-- de los efectos del calentamiento global.
De forma paradójica, la 16 Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP-16) se llevó a cabo en el sureste mexicano, un lugar que por su ubicación geográfica históricamente ha sufrido los embates climáticos.
Cancún, la sede del encuentro que convocó a representantes de 194 países, es una de las ciudades más afectadas por el calentamiento global. Tan sólo en el último semestre de este año tormentas tropicales como “Alex”, “Paulina” o “Igor” encendieron las alertas en el Caribe y el Atlántico.
De los fenómenos hidro-meteorológicos extremos, el huracán “Gilberto”, en 1999, y “Wilma”, en 2005, son los que han causado más muertes, un mayor número de damnificados y grandes pérdidas materiales en caminos, viviendas y campos agrícolas.
Hace cinco años, “Wilma” provocó que las playas de Cancún perdieran 5.5 millones de metros cúbicos de arena, la red de telefonía celular quedó dañada por completo y de acuerdo con el Consejo Nacional de Áreas Protegidas, los fuertes vientos impactaron 11 reservas ecológicas y afectaron los arrecifes de coral.
A decir del director de Instituto de Ciencias del Mar y Limnología de la UNAM en Puerto Morelos, Roberto Iglesias Prieto, los arrecifes son una barrera natural que protege las costas de la fuerza de las olas y atenúa la erosión de las playas ante una tormenta o huracán.
No obstante, observa, en la Riviera Maya continúan las grandes construcciones hoteleras a pesar de que dañan los manglares y los arrecifes de coral, haciendo más vulnerable la zona.
En este escenario se llevó a cabo la COP-16 con el objetivo de dar continuidad al acuerdo que se firmó en diciembre de 1997 en la ciudad de Kyoto, Japón, donde 184 países acordaron disminuir la emisión de gases de efecto invernadero que propician el calentamiento global.
¿Y LAS MUJERES?
Ana Priscila Sosa Ferreira, coordinadora del Departamento de Turismo Sustentable, Gastronomía y Hotelería de la Universidad del Caribe, destaca que Quintana Roo, y en especial Cancún, depende en 90 por ciento de actividades terciarias como el turismo y el comercio.
Esto significa “una activación de la economía, pero a su vez es una fragilidad” porque el impacto de las contingencias ambientales genera grandes daños a las comunidades con mayor desigualdad, así por ejemplo –observa– a diferencia de la gente de la zona turística, la población de la ciudad tarda más tiempo en recuperarse.
La razón es muy sencilla –explica Sosa Ferreira–: los hoteles han invertido en seguros y cuando llega un desastre climático se pueden remodelar todas las instalaciones, mientras que en la ciudad las familias tienen que esperar en los albergues y reconstruir sus hogares con la ayuda económica que reciban.
Teresa Murguía, coordinadora de la Red de Género y Medio Ambiente en la península de Yucatán, observa que las mujeres que viven cerca de las costas son más vulnerables.
Denuncia que durante las contingencias por huracanes en Cancún las mujeres padecen discriminación y violencia en los albergues. Pone como ejemplo que la ayuda para ellas llega con retraso, a lo que se suma que sufren en mayor medida el hacinamiento en los albergues. Esta situación, resalta, también ha derivado en casos de acoso sexual contra mujeres y niñas.
Pese a ello, insiste Murguía, son las mujeres quienes se encargan de la reconstrucción, limpiar los hogares, gestionar los alimentos durante las primeras horas de un huracán y atender la salud de niñas y niños, mientras el gobierno se moviliza.
“Nuestros gobernantes no tienen el concepto de prevención; no están preocupados en realmente mitigar los efectos del cambio climático, que no sólo son lluvias por lluvias, también nos afectan las presas mal reguladas, los ríos sin desazolvar, los fraccionamientos de vasos reguladores, los rellenos sanitarios”, acusa Lorena González, tabasqueña que después de sufrir las inundaciones de cada año en su estado, decidió organizarse con otras mujeres para enfrentar los efectos del cambio climático.
AGENTES DEL CAMBIO
Ante la incertidumbre por los resultados de las negociaciones de alto nivel durante la COP-16, las mujeres de la sociedad civil exigieron que los acuerdos a favor del medio ambiente las tomaran en cuenta.
Mientras los representantes de las delegaciones oficiales acordaban durante los paneles de discusión estrategias para hacer frente a los efectos del cambio climático, las y los representantes de la sociedad civil tomaron conciencia de la gravedad del problema y demostraron que podían generar sus propias herramientas para reducir estos impactos.
Enumeraron su capacidad de organización, la elaboración de protocolos de actuación ante desastres naturales, el impulso de proyectos productivos antes los daños provocados y la aplicación de mejores formas de relacionarse con el medio ambiente, como por ejemplo la puesta en marcha de bancos de semillas.
Aunque las decisiones adoptadas en esta conferencia internacional son poderosos instrumentos de cambio, es evidente que antes de llegar a tales acuerdos es importante reconocer el potencial de las mujeres para adaptarse y mitigar las consecuencias del cambio climático, apunta Cate Owren, directora de programas de Women's Environment & Development Organization, con sede en Estados Unidos.
Con todo, lamenta la activista, en este tema las mujeres aún enfrentan “exclusión, desigualdad y pobreza, factores que afectan la condición social femenina y por tanto repercuten en la forma en que ellas se preparan ante los efectos del cambio climático”.
Cancún, Q. Roo, 13 dic 10 (CIMAC).- Como hicieron tras los estragos de “Gilberto” y “Wilma”, las mujeres en Cancún se juntaron y volvieron a organizarse para defender su comunidad --y al planeta-- de los efectos del calentamiento global.
De forma paradójica, la 16 Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP-16) se llevó a cabo en el sureste mexicano, un lugar que por su ubicación geográfica históricamente ha sufrido los embates climáticos.
Cancún, la sede del encuentro que convocó a representantes de 194 países, es una de las ciudades más afectadas por el calentamiento global. Tan sólo en el último semestre de este año tormentas tropicales como “Alex”, “Paulina” o “Igor” encendieron las alertas en el Caribe y el Atlántico.
De los fenómenos hidro-meteorológicos extremos, el huracán “Gilberto”, en 1999, y “Wilma”, en 2005, son los que han causado más muertes, un mayor número de damnificados y grandes pérdidas materiales en caminos, viviendas y campos agrícolas.
Hace cinco años, “Wilma” provocó que las playas de Cancún perdieran 5.5 millones de metros cúbicos de arena, la red de telefonía celular quedó dañada por completo y de acuerdo con el Consejo Nacional de Áreas Protegidas, los fuertes vientos impactaron 11 reservas ecológicas y afectaron los arrecifes de coral.
A decir del director de Instituto de Ciencias del Mar y Limnología de la UNAM en Puerto Morelos, Roberto Iglesias Prieto, los arrecifes son una barrera natural que protege las costas de la fuerza de las olas y atenúa la erosión de las playas ante una tormenta o huracán.
No obstante, observa, en la Riviera Maya continúan las grandes construcciones hoteleras a pesar de que dañan los manglares y los arrecifes de coral, haciendo más vulnerable la zona.
En este escenario se llevó a cabo la COP-16 con el objetivo de dar continuidad al acuerdo que se firmó en diciembre de 1997 en la ciudad de Kyoto, Japón, donde 184 países acordaron disminuir la emisión de gases de efecto invernadero que propician el calentamiento global.
¿Y LAS MUJERES?
Ana Priscila Sosa Ferreira, coordinadora del Departamento de Turismo Sustentable, Gastronomía y Hotelería de la Universidad del Caribe, destaca que Quintana Roo, y en especial Cancún, depende en 90 por ciento de actividades terciarias como el turismo y el comercio.
Esto significa “una activación de la economía, pero a su vez es una fragilidad” porque el impacto de las contingencias ambientales genera grandes daños a las comunidades con mayor desigualdad, así por ejemplo –observa– a diferencia de la gente de la zona turística, la población de la ciudad tarda más tiempo en recuperarse.
La razón es muy sencilla –explica Sosa Ferreira–: los hoteles han invertido en seguros y cuando llega un desastre climático se pueden remodelar todas las instalaciones, mientras que en la ciudad las familias tienen que esperar en los albergues y reconstruir sus hogares con la ayuda económica que reciban.
Teresa Murguía, coordinadora de la Red de Género y Medio Ambiente en la península de Yucatán, observa que las mujeres que viven cerca de las costas son más vulnerables.
Denuncia que durante las contingencias por huracanes en Cancún las mujeres padecen discriminación y violencia en los albergues. Pone como ejemplo que la ayuda para ellas llega con retraso, a lo que se suma que sufren en mayor medida el hacinamiento en los albergues. Esta situación, resalta, también ha derivado en casos de acoso sexual contra mujeres y niñas.
Pese a ello, insiste Murguía, son las mujeres quienes se encargan de la reconstrucción, limpiar los hogares, gestionar los alimentos durante las primeras horas de un huracán y atender la salud de niñas y niños, mientras el gobierno se moviliza.
“Nuestros gobernantes no tienen el concepto de prevención; no están preocupados en realmente mitigar los efectos del cambio climático, que no sólo son lluvias por lluvias, también nos afectan las presas mal reguladas, los ríos sin desazolvar, los fraccionamientos de vasos reguladores, los rellenos sanitarios”, acusa Lorena González, tabasqueña que después de sufrir las inundaciones de cada año en su estado, decidió organizarse con otras mujeres para enfrentar los efectos del cambio climático.
AGENTES DEL CAMBIO
Ante la incertidumbre por los resultados de las negociaciones de alto nivel durante la COP-16, las mujeres de la sociedad civil exigieron que los acuerdos a favor del medio ambiente las tomaran en cuenta.
Mientras los representantes de las delegaciones oficiales acordaban durante los paneles de discusión estrategias para hacer frente a los efectos del cambio climático, las y los representantes de la sociedad civil tomaron conciencia de la gravedad del problema y demostraron que podían generar sus propias herramientas para reducir estos impactos.
Enumeraron su capacidad de organización, la elaboración de protocolos de actuación ante desastres naturales, el impulso de proyectos productivos antes los daños provocados y la aplicación de mejores formas de relacionarse con el medio ambiente, como por ejemplo la puesta en marcha de bancos de semillas.
Aunque las decisiones adoptadas en esta conferencia internacional son poderosos instrumentos de cambio, es evidente que antes de llegar a tales acuerdos es importante reconocer el potencial de las mujeres para adaptarse y mitigar las consecuencias del cambio climático, apunta Cate Owren, directora de programas de Women's Environment & Development Organization, con sede en Estados Unidos.
Con todo, lamenta la activista, en este tema las mujeres aún enfrentan “exclusión, desigualdad y pobreza, factores que afectan la condición social femenina y por tanto repercuten en la forma en que ellas se preparan ante los efectos del cambio climático”.
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