En la lucha programática de la insurgencia obrera, en particular la que surgió del Pacto de Unidad en 1972 entre el Sindicato Nacional, encabezado por Francisco Pérez Ríos, dominado por el charrismo oficial, y el STERM, representado por Rafael Galván, que dio lugar al surgimiento del Sindicato Único de Trabajadores Electricistas de la República Mexicana (SUTERM), el SME tuvo una cuestionada posición política frente a la represión del régimen contra la Tendencia Democrática (TD).
El 5 de abril de 1975, en una gran concentración, se dio lectura a lo que sería la Declaración de Guadalajara, que tenía el alcance de un programa de modernización sindical e industrial. El eje era la lucha de la TD y se proponía la integración de la industria eléctrica nacionalizada, la unidad sindical y la unificación del contrato colectivo de trabajo, tomando como base los logros del SME como conquistas históricas de los trabajadores electricistas y que debían servir al conjunto de la clase obrera. El 1º de mayo de ese año, los contingentes de la TD y del SME marcharon juntos e intercalados, creando un ambiente de fuerza y propuesta programática que animaría las luchas por la independencia sindical en la industria y los trabajadores al servicio del Estado.
En noviembre de 1975 y marzo de 1976 las dos marchas rumbo al Zócalo fueron cercadas por la policía. En el ínter se formó el Frente Nacional de Acción Popular (FNAP) y sus frentes locales; en las secciones de La Laguna, Saltillo, Chilpancingo y las secciones nucleares, las agresiones de porros del charrismo sucedían diariamente. Para julio de 1976 se declara la huelga electricista y antes de su estallido defeccionan las secciones de Jalisco y Puebla con el apoyo del secretario general del SME, Jorge Torres Ordóñez, que también se deslindan del llamado a la huelga.
Años después, durante el gobierno de Carlos Salinas, entre las cláusulas del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, el gobierno introduce el punto 5 en el Anexo 602.3, que declara inexistente el artículo 27 constitucional, lo que significaba la perversión del Servicio Público de Energía Eléctrica (SPEE), diciendo: El Estado mexicano se reserva para sí la prestación del servicio público de energía eléctrica en México, incluyendo la generación, conducción, transformación, distribución y venta de electricidad, salvo lo dispuesto en el párrafo 5
. Y el 5 decía: Actividades e inversión en plantas de generación eléctrica: a) autoabastecimiento, b) cogeneración, c) producción independiente de energía eléctrica, incluyendo importación y exportación
. Lo cual sentó las bases para el proceso de privatización de la industria eléctrica intentada por Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Felipe Calderón. Nadie le reclama a Carlos Salinas este lance anticonstitucional en el TLCAN, ni él lo menciona en sus libros.
Lo escandaloso es que Carlos Salinas obtuvo el apoyo de la dirigencia del SME, cuyo secretario general en turno, Jorge Sánchez, no opuso ninguna resistencia, lo cual permitió que el régimen le otorgara a Luz y Fuerza del Centro el estatus de en liquidación, a cambio de aceptar la desintegración de la industria. Esto llevó sin duda a la descomposición del SME y a la pugna interna que abrió el camino al golpe final del 10 de octubre de 2009.
El 30 de octubre Martín Esparza da un giro a la lucha del SME y en el estadio Azteca la convierte en un movimiento político. El 5 de febrero de 2011, en Toluca, Esparza en su discurso llama a dar el voto al PRI y a Peña Nieto. Nadie dice nada. ¿Cómo se llamaría esto? ¿Priísmo de izquierda
contra la derecha? Se perfila claro 2012.
Hoy es deprimente el silencio frente al papel de Martín Esparza como porro de Moreira, Eruviel Ávila y Enrique Peña Nieto a cambio de cargos públicos y empleos.
La burbuja del estado de México se desinfla y tanto PRD como PAN, juntos o separados, caminan hacia la derrota. Martín Esparza camina hacia 2012 de manera clara en favor del PRI; es el gran liquidador del SME, comparsa de Javier Lozano y Felipe Calderón, pues dieron al SME el golpe definitivo que nunca se atrevieron a dar Salinas ni Zedillo. ¿Acaso los priístas apoyaron al SME tras el golpe? ¿Por qué les corresponde con el apoyo?
El significado ideológico y programático del SME no puede terminar en un papel indigno de porros electorales o guardando silencio frente al papel indigno y grotesco que encabeza Martín Esparza.
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