Por Marcela Valente
Una cuadrilla de obreros "piropea" a una mujer en una calle de Buenos Aires Crédito: Juan Moseinco/IPS | |
Frente a este aparente malentendido, el movimiento feminista internacional Hollaback! se propuso desde su creación en Estados Unidos en 2005 conformar una red virtual para las mujeres que se sienten agredidas en el espacio público por la palabra de los hombres.
La organización plantea la necesidad de desnaturalizar esa forma de maltrato y ha establecido sedes en diferentes ciudades de América del Norte, América Latina, Europa y Asía, entre ellas Buenos Aires, donde al igual que en Ciudad de México la filial sumó el nombre de ¡Atrévete! al de Hollaback.
Para ello, las propias acosadas dan a conocer el impacto que produce en ellas la experiencia, a través de blogs que sirven como red social, donde indican incluso en un mapa donde se produjo la violencia, y en algunas ciudades llegan a subir la foto del agresor.
El objetivo común de estos blogs sociales es que cese esta práctica ancestral de presunta galantería y pase a ser vista como lo perciben las mujeres: violencia de género.
Pero las reacciones que provocó en Buenos Aires el mero intento de difusión de la campaña por parte de Tidball-Binz, reveló que la iniciativa era bastante menos trivial y más subversiva de lo que parecía a primera vista.
No sólo los testimonios de las mujeres dieron cuenta de las palabras soeces que les disparan por las calles, sino que muchas confesaron haber sido manoseadas por esos mismos desconocidos que las persiguieron para "halagarlas".
La polémica se dirimió en la revista El Guardián, donde el columnista Juan Terranova ridiculizó la campaña, consideró más urgente hablar del aborto, la trata de personas o la "asistencia a mujeres golpeadas" y terminó con una guarrada.
Terranova concluyó su artículo asegurando que si encontraba a Tidball-Binz "le rompería el argumento a pijazos". Pija es la forma más vulgar de llamar al miembro viril en Argentina y en la versión original del texto, Terranova había escrito "culo" en lugar de "argumento", tal como lo publicó después en su blog.
Hollaback! pidió al director de la publicación que obligara a Terranova a pedir disculpas y solicitó a los anunciantes retirar la publicidad del medio, lo que hicieron inmediatamente la empresa automotriz italiana Fiat y la francesa de prendas deportivas Lacoste.
El columnista se disculpó a medias. Pero Hollaback! no aceptó la retractación así que el periódico decidió separar al agresor de su plantilla. La discusión se transformó entonces en un presunto hecho de censura y el agresor pasó a ser la víctima de un acto contra la libertad de expresión.
IPS dialogó con dos intelectuales feministas que echaron luz sobre esta práctica de "piropear" que hace rato dejó de ser una tradición cortés para involucionar hacia una cada vez más violenta forma de dominación sexista.
"El piropo tiene una identidad de género y una jerarquía que coincide con roles estereotipados. Hay alguien activo que lo dice y alguien pasivo que lo recibe", dijo a la filósofa y legisladora de la ciudad de Buenos Aires, Diana Maffia.
Para Maffia, en general, el piropo callejero "no está pensado para halagar, para hacer sentir bien a la mujer, sino que son frases violentas, misóginas, degradantes, desagradables, que se emiten para marcar un territorio de propiedad del hombre".
"Nos dicen cómo nos ven, qué les parece nuestro frente y nuestro dorso, qué nos harían, y eso es una forma de hostigamiento que se oculta detrás de la idea de un supuesto halago", remarcó la filósofa de la centroizquierdista Coalición Cívica.
Maffía recordó que a mediados de 2010, un legislador de la ciudad propuso instituir el "día del piropo" en coincidencia con el día de la Protección al Adulto Mayor, por considerar que se trataba de una costumbre en desuso, digna de ser reivindicada.
El legislador Enzo Pagani, cuya iniciativa tuvo apoyo de otros partidos, consideraba que el piropo era "parte de la cultura popular" y "una de las manifestaciones materiales, artísticas y espirituales transmitidas y creadas por el pueblo".
Pero para Maffía, el proyecto no prosperó porque lo que se entiende hoy en día por piropo en las calles está mucho más enmarcado dentro de la violencia machista en su versión simbólica que en el género literario.
"Te haría un pijama de saliva" le lanzó un hombre a una adolescente de 14 años al verla pasar. La receptora, ya una mujer adulta y que prefirió pidió a IPS mantener su nombre en reserva, aseguró que todavía lo recuerda como un hecho impactante.
Otra mujer consultada comentó que paulatinamente fue cambiando su forma de vestirse para evitar tener que escuchar las groserías que le decían cuando portaba una vestimenta más atractiva. Pero aún en los casos en que no es percibido por ellas como una agresión, el piropo también remite a una relación de dominio y sometimiento. "Las mujeres debemos analizar por qué nuestra autovaloración depende de la mirada varonil", dijo la afectada.
Otra de las intelectuales feministas que respondió a Terranova fue la escritora y ensayista Elsa Drucaroff, quien reivindicó el derecho a censurar a un hombre que dice públicamente que para acallar los argumentos de una mujer ofrece violarla.
No obstante, en diálogo con IPS, la autora de "La patria de las Mujeres" consideró que las agresiones sexistas que se vierten en la calle no pueden ser penalizadas. "Es necesario hacer campañas de concientización a fin de ganar aliados", remarcó.
Drucaroff coincidió con la propuesta de Hollaback de no quedarse calladas y responder a las agresiones. "Hay que entrenar a las chicas para que contesten, se burlen, para que ridiculicen al hombre que las humilla".
"Los piropos en Buenos Aires son cada vez más agresivos quizás porque a los hombres les molesta el protagonismo que están teniendo las mujeres. Hay que mostrarles que la mujer no es débil y que si la agraden pueden pasar un papelón".
La línea divisoria entre piropo y acoso la trazó Tidball-Binz durante la polémica. "Si lo sientes como tal, es acoso", afirmó. (FIN/2011)
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