La presencia del narcotráfico en Costa Rica se ha incrementado durante los últimos meses. Las autoridades locales parecen no estar preparadas para enfrentar un problema que ya se ha vuelto incontenible en países de América Central. El fortalecimiento de las mafias va acompañado de una campaña para que las sociedades acepten más bases militares y efectivos estadunidenses en la región
Jacinto Granda / Prensa Latina
El camino de las drogas incluye a Costa Rica y a su paso deja una urdimbre que motiva temores en esa nación centroamericana.
Mientras el narcotráfico perfecciona sus vías, la policía presenta grandes limitaciones para combatirlo y pueden aparecer propuestas de soluciones que amenazan la soberanía.
El jefe de la Policía de Control de Drogas, Mauricio Boraschi, reconoció recientemente que “si queremos evitar que las drogas continúen contaminando el país, vamos a necesitar asistencia de nuestro gobierno y de la comunidad internacional”.
En sus declaraciones al periódico Costa Rica Hoy, Boraschi añadió: “Simplemente no tenemos los recursos para combatir adecuadamente la cantidad de narcotráfico que estamos viendo actualmente”.
Igualmente, José María Tijerino, quien dimitió como ministro de Seguridad el pasado 25 de abril, afirmó que Costa Rica no puede mejorar la seguridad nacional sin aumentar su inversión en efectivos policiales.
“Faltan vehículos policiales, equipo moderno, efectivos policiales y el estado de las fuerzas armadas en ciertas partes de la nación es deplorable”, aseveró.
Las mencionadas limitaciones de las fuerzas antidrogas costarricenses debido al poco apoyo del gobierno y la aludida necesidad de ayuda internacional pueden convertirse en un pretexto para pedir el aumento de la presencia de fuerzas armadas estadunidenses, coinciden diversos comentaristas.
Bajo la supuesta lucha contra el narcotráfico, el gobierno estadunidense mantiene efectivos militares en varias naciones latinoamericanas y así fortalece aún más su injerencia en la región.
La Asamblea Legislativa de Costa Rica aprobó el ingreso de 46 naves y otros efectivos de Estados Unidos, a pesar del rechazo de diversos sectores sociales.
Los buques operan en aguas de la zona económica exclusiva costarricense en el Océano Pacífico y el Mar Caribe, desde el 1 de enero y hasta el 30 de junio de este año.
La presidenta del Consejo Mundial de la Paz, la brasileña María Socorro Gomes, repudió la presencia de bases militares de Estados Unidos en El Salvador, Honduras, Panamá, Costa Rica y Colombia, además de la de Guantánamo, Cuba.
En una sesión del II Seminario de Paz por la Abolición de Bases Militares Extranjeras, efectuada en Guantánamo, extremo oriental cubano, Gomes subrayó que esa práctica de la Casa Blanca forma parte de la política de reconquista de América Latina, impulsada por la administración de Barack Obama.
A esas carencias de la policía costarricense en la lucha antidroga, se suma que los narcotraficantes recurren a formas cada vez más ingeniosas para enviar sus cargamentos por el mundo, declararon fuentes policiacas citadas por la prensa nacional.
Hace unos días fueron incautados 204 kilos de cocaína en Toledo, España, que estaban ocultos en cajas de piñas ahuecadas.
La carga fue remitida desde Costa Rica, confirmó la operación realizada por la policía de ambos países.
Pero las piñas ahuecadas son sólo una de las vías utilizadas en el tráfico de drogas. Se han encontrado narcóticos escondidos en otros envíos de frutas, vegetales, pescados, bebidas, productos enlatados, tablas de surf y hasta juguetes.
En Panamá, las autoridades localizaron cocaína escondida dentro de una estatua de la Virgen María, que fue enviada desde la capital de Costa Rica.
El envío de cocaína en forma líquida también se está volviendo más común, revela la policía.
Ésta es más difícil de detectar porque no tiene olor y puede esconderse en botellas y latas de jugo y otros líquidos.
Al mismo tiempo que en los países centroamericanos se incrementa el narcotráfico dirigido a Estados Unidos y Europa –los cada vez más grandes consumidores mundiales–, la región es también víctima del creciente consumo de estupefacientes.
Relacionada estrechamente con este flagelo, la inseguridad es hoy uno de los mayores males que encara este territorio, como se observa diariamente en sus medios de difusión.
En las noticias sobre hechos criminales, en el más lamentable de esos sucesos, crecen los cometidos por las pandillas juveniles o maras, muchas veces integradas hasta por niños.
Estos países tienen una tasa de 32 homicidios por cada 100 mil habitantes, siete puntos más que el promedio de toda América Latina, informa el diario Prensa Libre, de Guatemala.
Esas cifras convierten a Centroamérica en una de las regiones más violentas del planeta.
De ahí la preocupación de los costarricenses por las deficiencias de la policía para enfrentar este flagelo, las cuales se hicieron ahora más evidentes por las propias declaraciones de las autoridades antidrogas.
Representantes de organizaciones populares y diputados de la oposición alegan que el gobierno debe brindar un apoyo superior a la lucha contra las drogas, pero sin pedir mayor presencia de tropas extranjeras en el país, lo cual sólo serviría para perder más soberanía.
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