5/30/2011

¿Prohibir Camelia “La Texana”?



Ricardo Raphael

Sinaloa ha sido tierra prodigiosa para exportar lo que produce: no sólo tomate, azúcar y Pedro Infante, también la adormidera y la mariguana, la música para tambora y el corrido que cuenta hazañas de narcotraficantes. Desde que Los Tigres del Norte, originarios de Mocorito, produjeran con su música una revolución comercial, el narcocorrido no ha hecho otra cosa que ganar adeptos.

Ya desde los años 50 del siglo pasado, con Los Alegres de Terán o Los Broncos de Reynosa, se hacía encomio cantado del traficante. Pero aquellas canciones no llegaban muy lejos. La primera pieza de este género que realmente alcanzó popularidad fue “Contrabando y traición”. Trata sobre la muerte de un tal Emilio Varela a manos de su socia despechada, Camelia La Texana. Los Tigres del Norte la grabaron en el año de 1972.

Los corridos mexicanos han tenido una larga vida, tanta como la del México independiente. Ignacio Manuel Altamirano asegura que ya se componían en 1810. La fuerza de su aceptación ha dependido, cada vez, de las torceduras que este país ha ido experimentando. A todo episodio devastador de la historia mexicana le corresponde una generación de corridistas.

Son varias canciones, hoy anónimas, las que recrearon momentos de la guerra de 1846. También abundan las leyendas entonadas a propósito de la Intervención francesa. La siguiente horneada vendría obviamente con la Revolución de 1910: “La Valentina”, “La Adelita”, “La cucaracha”, “La muerte de Zapata”.

Luego el corrido mexicano hibernó la mayor parte del siglo XX. No regresó hasta que la migración masiva hacia Estados Unidos y el desbordamiento del tráfico de drogas desgarraron la vida cotidiana en el norte del país.

En 1975 Los Tigres del Norte reeditaron la fórmula de “Camelia La Texana” (como popularmente se conoce a “Contrabando y traición”). Pero ya no con una letra de desamor, sino a partir de un discurso distinto. El asesinato de Lino Quintana, quien murió en las cercanías de Dexter, Arizona, dio origen a “La banda del carro rojo”.

A la estructura tradicional del corrido se añadieron los sonidos que hacen las armas de fuego al ser utilizadas. También se sumó una descripción de hechos sangrientos que el auditorio disfrutó morbosamente. Fue justo ahí cuando comenzó a hacerse apología del personaje arbitrario, o más puntualmente, se introdujo una fuerte dosis de indolencia ante a la crueldad que merodea la vida del narcotraficante. Por momentos, el narcocorrido intenta normalizar socialmente lo que a primera vista no es normal. Y llega a ser muy efectivo a la hora de modificar los puntos cardinales de la brújula ética.

Sin embargo, este género no se dedica sólo a exaltar criminales. También ha sido un potente altavoz para la denuncia. Si las razones de un asesinato han de entenderse, si el resultado de un enfrentamiento ha de contarse, si el escape de un reo famoso intriga, si la muerte de un candidato en campaña electoral necesita dotarse de contenido, si el tiroteo sobre un periodista afamado merece investigación, en fin, si lo que oficialmente se divulga es cuestionable, los narcocorridos acuden celosamente para ofrecer una retórica que sacia la curiosidad.

No sorprende así que el género haya servido para exhibir supuestos lazos entre el poder político y el narcotráfico. En “Pacas de a kilo” se afirma que desde Los Pinos se protege el negocio. En “El circo” se señala a un ex presidente y a su hermano de haber sido integrantes de esta industria. En “El diputado” se concluye: “Las más altas esferas controlan el narcotráfico a su agrado”, y éstas se hallan al servicio de los capos de Sinaloa.

Los Tigres del Norte han acumulado una fortuna superior a los 32 millones de dólares. Han merecido seis premios Grammy, han recibido más de 50 discos de oro y han participado en al menos una decena de filmes.

Sin embargo, nunca hicieron más dinero que a finales de los años 80, cuando en California y en Sinaloa se sacó de la radio su obra musical. Ellos optaron entonces por grabar el disco Corridos prohibidos, el cual integra 12 piezas dedicadas a criticar a las autoridades mexicanas y también a narrar las aventuras de los narcotraficantes. Este producto obtuvo un rotundo éxito. Cientos de miles de copias fueron adquiridas por sus seguidores.

Si bien es cierto que el narcocorrido ha servido como instrumento de propaganda a favor de los traficantes de droga, se trata de una herramienta insustituible para hacer la crítica social y, sobre todo, para ofrecer explicaciones a propósito de lo que nadie más quiere hablar.

Con respecto a la utilidad de prohibirlos, no sobra decir que se trata de una política inútil. De muy poco sirve sacar al narcocorrido de los antros cuando en todos los demás espacios hay una escucha atenta e interesada por esta música que se toca a tres tiempos.

Analista político

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