Sueldos bajos, nulas prestaciones, ausencia de seguridad social
La precarización laboral, que se traduce en sueldos bajos, nulas
prestaciones, ausencia de seguridad social, inestabilidad en el empleo,
jornadas extenuantes, discriminación y explotación, perpetúa y es
antesala de la violencia contra las mujeres.
La Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares
(ENDIREH, 2011) señala que más de la tercera parte de las 9.7 millones
de mujeres casadas o unidas que trabajan, ha padecido violencia
infligida por su esposo o pareja. “Las cifras revelan que la violencia
de género se acentúa entre quienes trabajan o buscan incorporarse al
mercado laboral”, dice el análisis.
En 2010, ONU Mujeres publicó el informe “Violencia feminicida en México.
Características, tendencias y nuevas expresiones en las entidades
federativas, 1985-2010” que afirma que en México las mujeres padecen
violencia económica e institucional –como salarios desiguales, menores
posibilidades de firmar un contrato y ausencia de seguridad social-, lo
que constituyen características estructurales de la violencia
feminicida.
PRECARIEDAD LABORAL, UNA VIOLENCIA EN SÍ MISMA
Al respecto, la etnóloga y educadora popular feminista Norma Cacho,
responsable de la Coordinadora Nacional de Defensoras de Derechos
Humanos Laborales (CNDHL un proyecto que convoca y coordina el Proyecto
de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, ProDESC), aseguró en
entrevista con Cimacnoticias, que el trabajo precario es en sí mismo una
violencia contra las mujeres.
Ello porque son las mujeres más marginadas (las que viven en los
cinturones de miseria, migrantes, campesinas e indígenas) quienes se
ocupan en los escalafones más bajos de los trabajos con nula regulación
laboral.
“Esto representa una violencia económica estructural porque significa
una ausencia de oportunidades de desarrollo laboral que respondan a sus
necesidades más básicas y que entre en el esquema de lo que se ha
llamado trabajo digno y decente: con seguridad social, estable y que no
implique riesgos”, explicó.
Cacho, quien también ocupa el puesto de coordinadora del área de
Procesos Organizativos del ProDESC, una organización que defiende
Derechos Humanos laborales, explicó que por la falta de oportunidades
educativas y el ejercicio de trabajos de cuidado a los que son
obligadas las niñas en sus hogares para que los varones salgan estudiar y
producir, muchas mujeres tienen acceso únicamente al trabajo del hogar,
el trabajo agrícola, la maquila y todo el sector servicios:
dependientas de las tiendas, recepcionistas, comerciantes. Sectores
bastante precarizados.
Sin embargo, desde ProDESC –dijo- hemos detectado que en esos sectores
se registran fuertes violaciones a los Derechos Humanos laborales contra
ellas "por su condición de mujeres, indígenas, y que viven en contextos
de marginación”. Actualmente muchas mujeres siguen teniendo trabajos
semiesclavizantes, con ganancias de 50 pesos diarios por 8 horas de
trabajo y sin seguridad social, lo que va en perjuicio de ellas y sus
familias.
Sin un trabajo digno y decente no hay oportunidades de desarrollo, ni de
esparcimiento, ni de otros derechos a los que las mujeres deben
acceder. Los derechos están muy interrelacionados, observó.
Así sucede con las trabajadoras que experimentan acoso sexual y
discriminación por embarazo en sus centros de trabajo. Cacho detalló que
una mujer que tiene un papel preponderante en el mantenimiento de su
familia, que tiene hijos y para quien no es fácil salir de un trabajo
para llegar a otro, muchas veces se ve sometida a un círculo de
violencia del que no puede escapar porque enfrentaría, además, violencia
económica y toda una precarización en su vida.
En efecto, el cuaderno de trabajo “Retratos de la violencia contra las
mujeres”, que en 2012 publicó el Instituto Nacional de las Mujeres
(Inmujeres), muestra que el único grupo de mujeres que presenta un mayor
riesgo de ser acosada sexualmente o discriminada por motivos de
embarazo es el de las empleadas en fábricas, “con un riesgo 88 por
ciento mayor que las empleadas públicas”.
Cacho explicó que con el proyecto de la CNDDHL también han registrado
que las trabajadoras de estos sectores experimentan fuertes violencias
psicológicas y una gran violencia social porque la sociedad subvalora su
trabajo, como el trabajo del hogar y el de la maquila.
“Son ofendidas por el propio trabajo que realizan. Me tocó escuchar una
vez a una mujer que al llegar a su casa su pareja le decía que apestaba a
cloro. Ella se la pasaba todo el día lavando tazas de baño con cloro, y
era la encargada de llevar el sustento a su familia. Hay una gama de
violencias”, relató.
La también activista dijo que cuando las trabajadoras pasan de la
condición de víctimas y trascienden a defensoras de DH laborales
enfrentan otras formas de violencias.
Y señaló que hasta ahora, las políticas públicas que ha emprendido el
gobierno para enfrentar la violencia laboral y la violencia contras las
mujeres en general, tienden a homogenizar a las mujeres en una misma
categoría, sin reflexionar sobre la división genérica, racial y de clase
del trabajo que realizan.
No obstante, transformar las estructuras sociales, culturales y
económicas que sostienen esta precarización va a llevar mucho tiempo y
tiene que empezar porque el Estado reconozca el aporte de las mujeres al
Producto Interno Bruto del país, y con escuchar a las mismas
trabajadoras, “quienes diariamente resisten, recrean sus propios saberes
y salen avante”.
LA RESPUESTA ESTÁ EN LAS DEFENSORAS
Algunos testimonios que recopiló Cimacnoticias le dan la razón a Cacho.
Por ejemplo, Justina Hermillo, integrante de la Red de Mujeres Empleadas
del Hogar, A.C. en Guerrero -quien participa en la CNDDHL-, explicó en
entrevista que no tienen vacaciones, aguinaldo, seguro social ni
atención médica. “Todo eso es lo que nos preocupa porque como
trabajadoras del hogar estamos desamparadas totalmente”, explicó.
Esta situación la llevó a reunirse con sus compañeras en un lugar
público en Guerrero y visitar a más mujeres que trabajaban en casas,
para informarles sobre sus derechos.
Lo mismo pasa en el sector de la maquila, donde Magdalena Izquierdo,
integrante del Colectivo Rosas y Espinas, Derechos de las Mujeres, A.C.
en Coahuila, (también integrante de la CNDHL), dijo que sus compañeros
hombres tienden a relegarlas cuando ellas exigen el cumplimiento de sus
derechos.
Además, los hombres conforman sindicatos y las amenazan con propiciar su
despido bajo el argumento de que no son jefas de familia y no tienen
que llevar un sueldo a casa.
Otro de los retos, dijo, es empoderar a las jefas de familia, quienes
tienen que buscar quién cuide a sus hijas e hijos. “Es una situación
complicada y es un reto para nosotras como organización que las mujeres
tengan un grado de conciencia en cuanto a los derechos que tienen como
personas, después como trabajadoras y luego como ciudadanas”.
CIMACFoto: César Martínez López
Por: Angélica Jocelyn Soto Espinosa y Greta Gómez Rico
Cimacnoticias | Ciudad de México.-
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