León Bendesky
La economía mexicana está francamente expuesta ante la próxima admini stración de Trump. Quedó así cuando apenas se había anunciado el resultado de las elecciones del 8 de noviembre. En plena transición los golpes han sido duros. El escenario parece estar servido para episodios de confrontación durante muchos meses.
Los funcionarios del
gobierno han hecho diversas declaraciones para infundir –sin éxito–
alguna confianza en la solidez de los indicadores macroeconómicos y en
las virtudes de las políticas públicas. Las expectativas internas se
deterioran y las de fuera también.
Intentan convencer de la
capacidad de respuesta existente para enfrentar las negociaciones con el
gobierno que Trump está formando. Lo está haciendo con tipos dispuestos
a endurecer las pautas del comercio y de las inversiones con México, a
sacar a los indocumentados y hasta a interponerse en el flujo de las
remesas.
Trump nombrará secretario de Comercio al empresario
Wilbur Ross, conocido por intervenir en empresas en malas condiciones,
restructurarlas a fondo y luego salir con grandes ganancias. Esto lo ha
hecho en las áreas del acero, el carbón y los textiles de su país, y en
bancos de Europa. Su objetivo es recrear la productividad de la economía
con medidas radicales. Ahí entra México.
Trump, como había dicho,
ha intervenido con Carrier (fabricante de aires acondicionados) para
que no traslade aquí su planta de Indiana, que emplea a mil 400
trabajadores. Lo que haga Carrier será una pauta.
El gobierno,
aquí, debe abandonar las tácticas que sigue. Los funcionarios no
trabajan de héroes y han de admitir que hoy es poco lo que pueden hacer.
Fueron varios años de complacencias con las condiciones de estabilidad
macroeconómica, mientras entraban capitales a México, se mantenía baja
la inflación y las tasas de interés. Por mucho tiempo se afirmó acerca
de la fortaleza de la economía y del peso.
No more. Con las
reformas del comienzo de este sexenio el producto debería estar ahora en
ruta para crecer a una tasa anual de 5 por ciento. Pero mucho antes de
que Trump entrara en la escena, esa tasa estaba muy lejana. El peso
aguantó apenas a la víspera a que aquél llegara a la presidencia y los
intereses crecen a pesar de que la Reserva Federal no ha subido sus
tasas. Cuando lo haga, tal vez en diciembre, la presión será mucho
mayor. No hay blindajes suficientes.
Ahora es el momento de
adaptar la gestión, primero en las secretarías de Hacienda y de Comercio
y en el Banco de México, y luego en el resto del gabinete. Aguantar sin
deshacerse.
El gobernador Carstens parece haber entrado,
finalmente, en una fase de realismo. El banco central estimó, apenas,
que el producto este año crecerá entre 1.8 y 2.3 por ciento (para 2017
proyectó un rango de 2 a 3 por ciento, lo que parece hoy muy optimista y
aun se animó a dar números para 2018). Carstens reconsideró casi de
inmediato y prevé que la recesión puede ahondarse el año entrante y el
que sigue. Hacienda mantiene su estimación de 2 a 2.6 por ciento para
este año.
El caso es que tan solo en los
cinco días después de la elección de Trump, los inversionistas
extranjeros se deshicieron de 11.8 por ciento de sus tenencias de bonos
gubernamentales (equivalentes a 12.9 mil millones de dólares, que
representan el déficit comercial del país en lo que va del año).
La
inflación anual (primera quincena de noviembre contra la misma del año
anterior) es de 3.29 por ciento y tan solo en la última quincena se
elevó 0.77 por ciento. Y esto apenas empieza. La expectativa anual era
de 3 por ciento.
El alza en los productos energéticos fue en la
última quincena de 5.67 por ciento. Los precios del petróleo cayeron con
la noticia de que Arabia Saudita no irá la reunión de la OPEP esta
semana (recomiendo leer la entrevista con Ali al-Naimi, ex ministro de
petróleo de Arabia Saudita en el Financial Times del pasado 18 de noviembre).
La
tasa de interés fijada como objetivo por el banco central ha subido
2.25 en el último año (de noviembre a noviembre), y en el mercado, las
tasas interbancarias (TIIE) que sirven de referencia para los créditos
están en 5.57 por ciento a 28 días y aumentan en periodos más largos
(5.86 a 91 y 6.21 a 182 días) indicando que las expectativas son al
alza. Los costos del crédito se elevarán y pronto serán transferidas a
los deudores, contribuyendo a la inflación.
El peso se devalúa
frente al dólar de manera continua; 11 por ciento entre el 8 y 25 de
noviembre en su valor fix, usado para pagar deudas en aquella moneda.
Otro claro
efecto Trump. La transmisión de la devaluación a los precios se dará pronto y solo la contendrá la caída de la actividad económica y con ella de las importaciones. El escenario recesivo es un hecho.
Bloomberg reporta que en Wall Street estiman que el
gobierno mexicano está minimizando la amenaza que representa Trump. Este
gobierno debería estar puesto de lleno en un modo político y técnico de
emergencia, y no esperar a ver qué se hará en Washington… ¡Ya lo están
haciendo!
El TLCAN se puede renegociar, hay que escoger bien con
quiénes se cuenta para ello. Se puede recibir de modo productivo a los
migrantes que vuelvan. Se debe ajustar la política monetaria y fiscal
para contener la recesión. Y limpiar la finanzas del gobierno y la
corrupción. Usar las condiciones internas a favor, limpiar lo que sea
necesario y no tirarse contra las cuerdas a aguantar los golpes.
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