Eduardo Ibarra Aguirre
Nunca
es tarde para rectificar, más aún si nos atenemos al popular “Más vale
tarde que nunca”. Tal y como lo hicieron en Guadalajara, Jalisco, los
padres de dos estudiantes de la Normal Rural Isidro Burgos,
desaparecidos la noche del 26-27 de septiembre de 2014.
Melitón
Ortega y Estanislao Mendoza acudieron a la presentación en la muy
acreditada Feria Internacional del Libro, de Ayotzinapa: La incansable
lucha por la verdad, la justicia y la vida, un libro de Carlos Alonso
Reynoso y Jorge Alonso. Con Jorge, el historiador, tuve la fortuna de
coincidir en el Centro de Estudios del Movimiento Obrero y Socialista
(1983-86) y participar en el volumen Democracia emergente y partidos
políticos, producto de un seminario que encabezó Pablo González
Casanova, con el auspicio de la Organización de las Naciones Unidas. La
FIL, por otra parte, es encabezada por Raúl Padilla López, un individuo
impugnado en ámbitos de la cultura, la educación superior y la política
jaliscienses.
Pues bien, hasta la perla tapatía fueron Ortega y
Mendoza a precisar, según la nota del corresponsal de La Jornada, Juan
Carlos G. Partida:
“El gobierno no logrará romper la fortaleza de
los padres de Ayotzinapa; lo que queremos es que nos diga la verdad, no
culpamos a (el presidente Enrique) Peña Nieto. Sólo queremos la
verdad”, subrayó Ortega.
Ambos dijeron que los actos de
resistencia continuarán. “No dejaremos de andar en la calle tomando
casetas, edificios, carreteras. (Es deseable que no dañen monumentos, en
particular los de avenida Reforma, pintarrajeándolos no logran nada).
No andamos en la calle porque queremos quitar a Peña Nieto de su puesto;
lo que queremos es tener la verdad, pero seguimos sin ver la voluntad
política de los funcionarios, de los diputados”, aclaró Melitón.
Importante
definición que tardó 28 meses y que resulta indispensable saber si la
respaldan los demás padres de los desaparecidos de Ayotzinapa, en
particular el vocero Felipe de la Cruz, y también si la comparte la
Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación en Guerrero, que
para bien y para mal, más para lo primero, tiene una presencia decisiva
en el movimiento por los 43, debido a que la Federación de Estudiantes
Campesinos Socialistas de México (en la que participé en 1969-73) tiene
una presencia muy localizada, pese a su impar trayectoria en la lucha
por la transformación del país.
Después de 26 meses de
movilizaciones llega esta importante definición que en su ausencia, a mi
juicio, inhibió a muchos para apoyar a los adoloridos padres de familia
de Ayotzinapa. Respaldo de sectores de la sociedad mexicana y global,
destacadamente en octubre-diciembre de 2014, en que a juicio de los
expertos hubo dos marchas que fueron superiores en asistencia a la más
grande realizada en 1968.
Todo indica, salvo su mejor opinión,
que privilegiar la demanda de la renuncia de Peña constituyó un serio
error de cálculo de los dirigentes de la CETEG, integrante de la diversa
Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, pues en la
realidad política de ayer y de hoy –correlación de fuerzas, la llaman–
el sustituto sería uno del mismo grupo gobernante, y eso en el remoto
caso de que produjera.
Además del agotamiento natural de
cualquier movimiento social por legítimo y justo que sea, los errores
los cobran los que desde cerca o de lejos apoyan las movilizaciones. Y
es sabido que las fuerzas propias son insuficientes para arribar a buen
puerto.
@IbarraAguirreEd
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