Raúl Cervantes en el Senado. Foto: Octavio Gómez |
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Entre el martes 25 y el miércoles 26 de
octubre, la maquinaria de la operación política y la simulación
legislativa se echó a andar en el Senado de la República para demostrar
su sometimiento al Ejecutivo federal y su nulo papel de contrapeso y
representante de la sociedad.
En menos de 24 horas, los senadores encumbraron como nuevo procurador
general de la República a Raúl Cervantes Andrade, exabogado del PRI,
exlitigante corporativo, expresidente de la Mesa Directiva y exaspirante
a ministro de la Suprema Corte.
Fue despedido como un rey por todas las bancadas, y prácticamente fue
“coronado” como próximo fiscal general de la República, gracias a que
el texto del 16 transitorio del artículo 102 de la Constitución le daba
un “pase automático” al procurador en turno para durar nueve años. En
otras palabras, Cervantes Andrade se perfilaba para estar 11 años como
el Zar del Ministerio Público.
Pocos, muy pocos senadores alzaron la voz ante el vergonzoso proceso
que coronó a Raúl Cervantes como el futuro fiscal general “autónomo”
encargado de restablecer la credibilidad y eficacias perdidas de la PGR.
“Esta es la mayor muestra del divorcio entre la Presidencia, el
Senado y los sectores de la sociedad que sí reconocen una grave crisis
en el sistema de justicia penal en México”, subrayó el comunicado del 28
de octubre, emitido por 50 agrupaciones de todo el país que condenaron
el perfil y el procedimiento del #FiscalCarnal.
Entre esas organizaciones estaban Artículo 19, Alianza Cívica,
Fundar, Freedom House y Todos los Derechos para Todos, además de
abogados y destacados escritores e intelectuales que quedaron pasmados e
indignados frente a la gran mascarada de una “elección” del Senado,
cuando en realidad se trataba de un franco dedazo presidencial.
Peña Nieto simplemente ignoró el compromiso adquirido en el marco del
Tercer Plan de Acción de la Alianza del Gobierno con organizaciones
nacionales e internacionales. Ahí el Ejecutivo federal se comprometió a
“conducir con una consulta técnica con la sociedad civil, académicos y
expertos” para elegir al próximo procurador. La consulta nunca existió.
Tan dura fue la reacción que en redes sociales circuló el hashtag
#JoderAlPaís y luego el de #FiscalCarnal que se prolongó hasta esta
semana.
El escándalo fue creciendo, en lugar de aminorar, como todo lo que ha
sucedido en las decisiones del peñismo para simular una acción de
justicia.
La llamada de atención más grave se publicó en la revista británica
The Economist, la misma que subrayó que el peñismo “no entiende que no
entiende” su propia incapacidad. En su reciente editorial, The Economist
le recomendó a Peña Nieto que rescatara su reputación y removiera a
Raúl Cervantes Andrade para que alguien independiente pueda conducir la
Fiscalía General.
Las comparecencias de 32 aspirantes a fiscal anticorrupción se
convirtieron en otro foco rojo. Buena parte de los aspirantes a esta
figura advirtieron que no se podrá lograr nada sin reformarse el
artículo 102 constitucional para darle auténtica “autonomía e
independencia política” al próximo fiscal especializado.
César Alejandro Chávez Flores, último visitador general de la PGR que
fue obligado a renunciar en agosto de este año, afirmó en su
comparecencia ante senadores para aspirar a la Fiscalía Anticorrupción:
“El modelo de fiscalía transitoria adolece de limitaciones graves, ya
que si bien su titular será nombrado por el Senado, puede en cualquier
momento ser removido por el procurador o, si lo hay, por el fiscal
general, sin que se requiera causa justificada para ello, pues la
Constitución estableció que esa facultad se ejerce libremente”.
Peor aún, Chávez Flores destacó que la Fiscalía Anticorrupción nacerá
muerta sin una reforma constitucional, ya que el exprocurador general
Jesús Murillo Karam emitió discrecionalmente el acuerdo administrativo
A/011/14, que mutiló la posibilidad de la autonomía técnica, normativa y
política del próximo fiscal anticorrupción.
Gracias a este acuerdo al margen del Congreso, el fiscal
anticorrupción operará con la infraestructura de la actual Unidad
Especializada en Investigación de Delitos Cometidos por Servidores
Públicos y Contra la Administración de Justicia.
Esta unidad cuenta con sólo 35 agentes del Ministerio Público; carece
de peritos especializados en contabilidad y finanzas para
investigaciones de enriquecimientos ilícitos y lavado de dinero; no
cuenta con especialistas en contrataciones gubernamentales,
particularmente en obras públicas, y carece de peritos en tecnologías de
la información para labores de inteligencia.
En otras palabras, en la peor crisis de corrupción que inunda a
prácticamente todos los gobiernos estatales y a buena parte de la
administración pública federal, el fiscal anticorrupción será una simple
simulación.
No tendrá recursos materiales ni capacidad técnica, jurídica ni
política para realmente investigar y perseguir a las redes de las
cleptocracias que han hundido al país en escándalos como los de Javier
Duarte, César Duarte y Roberto Borge, más los que se sumen.
Esta Unidad Especializada sólo ha obtenido en seis años un total de
70 autos de formal prisión, es decir, un promedio de 10 autos y ¡ninguno
es por enriquecimiento ilícito! En otras palabras, todos los “peces
gordos” de la corrupción se ríen de esta unidad que será el germen de la
Fiscalía Anticorrupción.
En el proceso de selección del próximo fiscal anticorrupción, los
“dados cargados” estaban a favor de la actual comisionada presidenta del
INAI, Ximena Puente, con amplio apoyo de la Secretaría de Gobernación,
según confirmaron varios senadores que participaron en las
comparecencias.
Doble escándalo: en octubre los senadores nombraron a un posible
fiscal general “carnal” del presidente de la República y quieren en la
Fiscalía Anticorrupción a una servidora pública que ya antes había sido
electa para un “organismo autónomo” como el INAI. La ley del chambismo y
el influyentismo.
En el Senado comenzó a ventilarse la posibilidad de una alianza del
PRD y el PAN para posponer la elección del fiscal anticorrupción y para
reformar el artículo 102 constitucional con el objetivo de eliminar el
“pase automático” del procurador actual hacia la Fiscalía General y
perfilar otro modelo de Fiscalía Anticorrupción.
En su reciente artículo del 28 de noviembre en el diario Reforma,
Denise Dresser advirtió que “es insuficiente que el PAN y PRD prometan
cambiar artículos transitorios con tal de que Cervantes no tenga pase
automático… La única solución para salvar a la Fiscalía General es que
Cervantes renuncie”.
“La Fiscalía Anticorrupción nacerá débil, dependiente, subyugada”,
sentenció Dresser, quien ha participado activamente junto con las
organizaciones civiles para modificar de raíz el proceso de la
partidocracia de designaciones de cargos públicos por cuotas y cuates.
Este martes 29, Peña Nieto sacó un as de su manga: envió al Senado
una propuesta de reforma constitucional para eliminar el artículo 16 o
“transitorio Gil Zuarth”, como se le conoce en el Senado.
La iniciativa de Peña Nieto modifica el “pase automático” de Raúl
Cervantes Andrade, pero no lo veta para ser posible fiscal general ni
cambia el modelo de designaciones que sigue dependiendo de las
negociaciones cupulares, del mercadeo partidista, al margen de la
sociedad civil.
Lo único que lograron el gobierno, su partido y sus aliados fue ganar
tiempo y simular que son “sensibles” ante las críticas de la sociedad
civil y al interior del Senado. ¿Por qué si son tan sensibles no se
reforma por completo el modelo de Fiscalía General y se le otorgan
dientes, recursos y autonomía al fiscal anticorrupción?
En el seminario internacional #FiscalíaQueSirva se establecieron
cuatro mínimos institucionales que deben cumplir ambas fiscalías:
autonomía funcional, autonomía administrativa y presupuestal, modelo de
gestión adecuado y modelo de investigación orientado a la realidad.
Además propusieron que los perfiles del fiscal general y de los
fiscales especializados deben surgir de mecanismos transparentes y
participativos de selección; deben incluir mecanismos de remoción
respetuosos del debido proceso, y la ley “debe regular las bases de un
servicio profesional de carrera fiscal”.
Nada de esto se incluye, por ahora, en la iniciativa del Ejecutivo
federal. El gran riesgo es que otra simulación acabe por descarrilar no
sólo a la Fiscalía General y a la Fiscalía Anticorrupción, sino toda la
reforma política que se aprobó en 2013 como una negociación del Pacto
por México.
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