Arturo Balderas Rodríguez
La Jornada
Con motivo del aniversario 75 de la publicación de la novela de John Steinbeck Las viñas de la ira,
el Centro Nacional que lleva su nombre invitó a un grupo de artistas a
reconstruir el viaje que miles de migrantes realizaron en los años 30
huyendo de las horrendas condiciones provocadas por la sequía en el
estado de Oklahoma. El dramaturgo Octavio Solís, quien formó parte de
ese grupo de artistas, escribió una pieza teatral basada en la novela de
Steinbeck, así como en la experiencia en la reconstrucción de la
travesía que hace ocho décadas hicieron los okies (sobrenombre
dado a quienes salieron de Oklahoma) por la ruta 66, como se le conoce a
la carretera que conecta el oeste de Estados Unidos.
En forma dramática, y en ocasiones con humor, Solís describe en su obra teatral Mother Road la
complejidad cultural y social que deriva del encuentro de quienes
migraron de otras regiones de Estados Unidos y de México con quienes
vivían en California. El rechazo, la aceptación y asimilación paulatina
de los recién llegados a un sitio al que son ajenos, son elementos que
se funden en lo que el autor parece definir como la inevitabilidad del
reconocimiento mutuo entre quienes tienen un origen común, y por tanto
forman parte de una hermandad. Sincretismo y universalidad para Solís
son consecuentes.
La paradoja se revela dramática para quienes emigran a otra tierra en
la que son rechazados por quienes los ven como los intrusos que les
arrebatan los empleos. Años más tarde son discriminados por la
deslealtad que representa haber abandonado la tierra donde nacieron. Es
un proceso que se repite una y otra vez, no del todo ajeno a millones de
seres en todo el mundo.
Solís no habla de recuperar las tierras que pertenecieron a los
mexicanos, sino de legitimar el derecho de pertenencia al país en el que
las nuevas generaciones crecieron, en este caso Estados Unidos. Su
justo reclamo es ser parte de la nación, al margen de que el racismo de
algunos se niegue a admitirlo. Pero también llama a entender y superar
el conflicto de identidad que se produce cuando las raíces provienen de
otra cultura, no obstante haber nacido, vivido y educado en Estados
Unidos. Tiene que ver con la dicotomía de sentirse parte de dos mundos
que se excluyen en un pasado de conquista, injusticia y depredación,
pero que irremisiblemente están ligados por su cercanía geográfica, la
interacción social y económica o, lo que es aún más contundente, por el
mestizaje.
La llegada de los okies y de los trabajadores agrícolas
mexicanos en la búsqueda de mejores condiciones para sobrevivir también
han sido motivo de otras obras de Steinbeck, como Al este del paraíso y Tortilla Flat. En ellas describe el choque de dos culturas que se enfrentan y luchan por sobrevivir en condiciones adversas.
La paradoja migratoria que Solís describe con singular dramatismo en
su pieza teatral, no es exclusiva del fenómeno que en los años 30 del
siglo pasado ocurrió a consecuencia de un fenómeno que se pudiera
identificar como
circularidad migratoria. Sucedió entre Oklahoma y California, pero también entre México y California, y Texas y buena parte de Estados Unidos. Es un fenómeno que por diferentes causas ocurre dentro y fuera de todas las naciones.
Pero, mientras la causa sea pobreza, desigualdad, injusticia y
violencia, la paradoja siempre tendrá una cuota de incertidumbre, y
también de crueldad.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario