Nuevamente la atleta
sudafricana Caster Semenya está en el centro del debate en el mundo del
atletismo. Esta vez por manifestar su desacuerdo ante los cambios en
las reglas de la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo
(IAAF, siglas en inglés), las cuales establecen un nuevo nivel máximo de
testosterona en la sangre para poder participar en las competencias
femeninas en algunas pruebas de pista. Para ello, las deportistas con
diferencias en el desarrollo sexual –como Caster Semenya y otras–
tendrían que someterse a tratamientos con el fin de adecuarse a las
actuales disposiciones. Con esto se establece un ajuste a la
sorprendente definición de lo que es una mujer en las actividades
deportivas.
Según la IAAF, la nueva regulación tiene la finalidad de
facilitar la participación de atletas con diferencias en el desarrollo sexualen las contiendas femeninas
preservando la equidad y el significado de competencia. El cambio, que entró en vigor el pasado 8 de mayo, redujo el límite máximo permitido de testosterona en la sangre de 10 a 5 nanomoles por litro (nmol/l). Ante esta nueva cifra, las competidoras con hiperandrogenismo (que tienen altos niveles de hormonas consideradas masculinas, en particular la testosterona) no tendrán más remedio que someterse a tratamientos farmacológicos y demostrar, durante los seis meses previos a cada competencia, que se encuentran dentro del nuevo nivel permitido.
Para Semenya (dos veces campeona olímpica y campeona mundial en tres
ocasiones en la prueba de los 800 metros), se trata de un caso de
discriminación con el fin de apartarla de las competencias de alto
nivel. Además, ella y otras atletas en la misma condición consideran que
los tratamientos médicos a los que tendrían que someterse podrían
ocasionar daños a su salud. La deportista recurrió entonces al Tribunal
de Arbitraje Deportivo, el cual, no obstante, falló recientemente en
contra de la sudafricana.
De acuerdo con la justificación de la IAAF, la mayoría de las
mujeres, incluyendo las atletas femeninas de élite, tienen niveles de
testosterona entre 0.12 y 1.7 nmol/l. En los hombres, luego de la
pubertad, la concentración de esta hormona en la sangre es de entre 7.4 y
29.4 nmol/l. Inspirada en algunas publicaciones científicas (en
especial los trabajos de David Handelsman y su equipo en 2018), la
asociación internacional sostiene que a mayores niveles de testosterona
se desarrolla una mayor masa y fuerza musculares, así como un aumento de
la hemoglobina (proteína grande o macromolécula que transporta oxígeno a
todo el organismo). Los hombres tendrían así una muy amplia ventaja en
la mayor parte de las competencias, y esto es lo que sostiene, a juicio
del organismo citado, la clasificación de las justas deportivas en
masculinas y femeninas.
Ya me había referido en otras ocasiones aquí a Caster Semenya y su
relación con la determinación del sexo en el deporte. Pero los cambios
recientes en la reglamentación para las competencias internacionales
auspiciadas por la IAAF muestran algunas novedades, además de que, como
sostiene la corredora sudafricana, es una forma de apartarla
definitivamente de estas competencias, pues se mantenía como ganadora en
el rango previo de los 10 nmol/l de testosterona.
El episodio reciente muestra una evolución en el lenguaje, que aunque
sutil en apariencia, encierra gran profundidad. Aparece un cambio en la
forma de referirse a las personas con una condición particular en el
desarrollo sexual. En 2006 fue sustituido el término intersexualidad
empleado para referirse a quienes poseen simultáneamente atributos
biológicos masculinos y femeninos, y se les consideraba portadores de
anomalías o patologías. Luego, esto fue sustituido por la idea y
denominación de desorden en el desarrollo sexual. Ahora, como lo
muestran los documentos oficiales de la IAAF, se trata de diferencias en
este desarrollo, lo cual parece más adecuado.
Lo más importante es que a pesar de los cambios recientes en las
reglas de la IAAF, se mantiene la clasificación de lo femenino –o lo que
significa ser mujer– basada en un criterio puramente endocrinológico
(la cantidad de una hormona en la sangre). Pero, ojo, no se trata sólo
de una reducción a lo biológico, pues aun dentro de este universo se
desechan otros criterios aceptados como determinantes del sexo en los
humanos, como la presencia de cromosomas sexuales o genes específicos
para los sexos, los cuales aquí no importan. También se desdeñan el sexo
que cada persona dice tener y la aceptación de la condición de mujer
por los sistemas legales más avanzados en distintos países (incluido
México).
Se trata de una manera muy particular de entender las diferencias
sexuales dentro de una actividad humana, a partir de una sustancia que
tiene impacto en el desempeño de las personas dentro de esa actividad.
Así, en nuestras sociedades, el deporte es un territorio único en la
determinación del sexo que merece atención.
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