Alberto Betancourt Posada*
La Jornada
El pasado 18 de marzo, Donald Trump postuló al
doctor en derecho Christopher Landau como embajador de Estados Unidos
en México. La designación ocurrió en el contexto de una creciente
hibridación de lo militar y lo diplomático. Mike Pompeo, quien ha sido
sucesivamente comandante de un batallón de tanques (que patrullaba la
Cortina de Hierro), empresario de equipos para la industria petrolera,
integrante del comité de inteligencia del Congreso estadunidense,
director de la CIA y actual secretario del Departamento de Estado, ha
sido el impulsor del apelmazamiento entre misiones diplomáticas y
operaciones especiales.
El pasado 15 de abril, en Dallas, Texas, el diplomático egresado de
la academia militar de West Point y la Universidad Harvard aseveró que
lo diplomático y lo militar se entrelazan y se complementan:
Yo sé que la diplomacia no suena tan emocionante como disparar armas antitanque, volar un F16 o arrastrarse por el barro, no hay series de televisión sobre diplomáticos... pero los soldados y los diplomáticos dependemos unos de otros. Pompeo recordó una escena de la posguerra, durante un viaje en tren, Harry S. Truman mostró a Winston Churchill un nuevo diseño del emblema presidencial, en el cual el águila volteaba a la derecha hacia un olivo, símbolo de la diplomacia, en vez de mirar a la izquierda, hacia la flecha que funge como alegoría de lo militar; según Pompeo, Churchill replicó: el águila debería voltear permanentemente hacia ambos lados.
En medio de ese ovillo diplomático-militar, el pasado 21 de mayo el
abogado Christopher Landau se presentó ante el poderoso Comité de
Relaciones Exteriores del Senado estadunidense, a solicitar su
ratificación como embajador de Estados Unidos en México. Durante su
breve discurso, quizá por carecer de una mínima experiencia diplomática,
evocó la carrera de su padre, el embajador George Landau, como muestra
de las actividades realizadas por su familia para promover las buenas
relaciones entre su país y América Latina. Sin embargo, cuando uno
revisa la carrera en el servicio exterior de George Landau aparecen
algunos episodios escabrosos. Por ejemplo, de acuerdo con el libro de
Stella Calloni, Operación Cóndor. Pacto criminal (Caracas, El Perro y la
Rana, 2016) en 1976 George Landau, quien en ese entonces era embajador
de Estados Unidos en Paraguay, respondiendo a una petición de la CIA,
otorgó las visas de ingreso a la Unión Americana a Michael Townley y
Armando Fernández Lario, agentes de la Dirección Nacional de
Inteligencia de Chile. Fernández había participado personalmente en el
golpe de Estado contra el presidente Salvador Allende y combatió en el
ataque al Palacio de la Moneda, en el que perdió la vida el mandatario.
Ambos militares viajaron a Washington con pasaportes paraguayos
regalados por el dictador Stroessner. El 21 de septiembre de 1976 los
agentes asesinaron a Orlando Letelier, ex canciller de Salvador Allende,
mediante una bomba que instalaron en su coche y que fue detonada
alrededor de las 9 de la mañana en la céntrica avenida Massachusetts de
la capital estadunidense.
El primero de agosto el Senado estadunidense ratificó a Christopher
Landau como embajador en nuestro país. El nuevo titular ha dedicado su
vida a defender empresas trasnacionales y poderosas contra clientes
débiles o instituciones ambientalistas. Se graduó como doctor en derecho
por la Universidad de Harvard y recibió la distinción magna cum laude.
Ha sido abogado de los poderosos despachos internacionales Kirkland
& Ellis y Quinn Emanuel, litigantes globales de los derechos
empresariales. Ocupa lugares prominentes en el ranking de los
mejores abogados de apelaciones. Representó y defendió a jueces que
exigían el pago de un bono, que había sido suspendido por el Congreso.
Como abogado se especializa en echar abajo sentencias que obligan a
grandes empresas a pagar indemnizaciones por daños ambientales,
laborales o por incumplimiento de obligaciones con sus clientes. Entre
sus casos más notables consiguió demoler un dictamen de daño biológico
emitido por el Servicio Nacional de Pesca y Marina que exigía a la
empresa Dow Agroscience respetar ciertos límites en el uso de
pesticidas. En el juicio de Leonard contra Nationwide Mut. Ins. salvó a
la aseguradora de pagar a sus clientes daños provocados por el huracán
Katrina.
En noviembre de 2010 defendió a las empresas Dow Chemical Corporation
y Rockwell International Corporation, acusadas de causar daños
ambientales e hipotecarios ocasionados por la contaminación radiactiva
generada por la planta de armas nucleares de Rocky Flats, cercana a
Denver, Colorado. Defendió a la empresa Con Agra Food ante una demanda
presentada por tres trabajadores lastimados durante una explosión en uno
de sus almacenes en Chester, Illinois. Ha tenido como clientes a varias
empresas mexicanas, entre las cuales se encuentran Conmebol, Rimsa,
Televisa, Grupo Salinas, Grupo Empresarial Ángeles y la compañía Oro
Negro, a la que representó en un juicio contra Pemex. Es plausible
inferir que fue enviado a México para imponer la ley del imperio y
acotar al gobierno mexicano.
*Historiador y profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario