MUJERES CAUTIVAS
(Última parte)
Por: Teresa C. Ulloa Ziáurriz*
En la primera parte de este artículo,
estaba contándoles la historia de Mary, quien huyendo de Boko Haram,
viajó a Italia, donde le avisaron que viviría en un campamento y sería
una prostituta, situación que no era exactamente lo que ella había
soñado, incluso, sintió que esa actividad atentaba contra su dignidad.
Ahora, las personas que llevaron a Mary a Italia le estaban exigiendo
dinero por el pago del viaje y la estaban amenazando con hacerle daño a
su madre en Nigeria. Su voz flaquea, mientras ella explica que, “me
decían que le harían algo muy malo a mi madre si no mandaba el dinero de
mi viaje a Italia”.
Mary esperaba desesperada a que sus documentos fueran procesados para
que su estancia en Italia fuera legal. “Estoy tan triste. Estoy tan
estresada y bajo tanta presión. No sabía qué hacer … yo sólo quería ser
libre. Quería que todo esto terminara, aunque fuera por un solo día”.
A pesar del inmenso sufrimiento que Mary estaba experimentando como
víctima de trata humana, los sueños de Mary de una vida mejor se
mantenían firmes. “Un día tendré mis documentos, tendré una educación y
tendré un trabajo”, decía con esperanza. Quería ser una abogada y servir
a quienes habían sido tratadas como ella. “Quiero ayudar a garantizar
el acceso a la justiciar a las jóvenes y niñas que han sido explotadas
en la prostitución”. “Ya nunca más me sentiré sola”.
También en México tenemos testimonios de sobrevivientes de la trata y
de varias formas de explotación. Quisiera compartir las historias de
algunas mujeres que ha atendido la Coalición Regional contra el Tráfico
de Mujeres y Niñas en América Latina y el Caribe (CATWLAC, por sus
siglas en inglés):
MARÍA DEL SOL Y MARÍA DEL MAR
Hace como diez años, cuando teníamos 8 y 9 años, mi papá nos vendió.
Nacimos en una comunidad Mixteca, muy pobre, en el Estado de Oaxaca.
Acabamos en la Ciudad de Nueva York, en un prostíbulo, siendo explotadas
sexualmente, a nuestra corta edad.
Cuando llegamos allá, casi no hablábamos español, y mucho menos
inglés. Un día la CATWLAC y otras organizaciones de la Ciudad de Nueva
York, llegaron con la policía, y nos sacaron de esa pesadilla que para
nosotras significaba todo lo que nos hacían los clientes de ese lugar y
también las personas que nos tenían encerradas. Casi no nos daban de
comer, y si no queríamos ir con los señores, nos golpeaban, nos
castigaban, nos violaban con palos.
Con señores de la Embajada de México, nos trajeron a México y el DIF
nos mandó de regreso a nuestra casa. Mi papá se enojó mucho y en menos
de dos semanas nos volvió a vender por dos chivas y dos cartones de
cerveza y nos dijo que no nos quería volver a ver ahí. No supimos cómo,
pero la CATWLAC se enteró nuevamente que estábamos en el mismo burdel en
Nueva York y volvió a llegar por nosotras con la policía, pero esta vez
no nos trajeron a México. Nos llevaron a un hogar sustituto, y ahí nos
mandaron a la escuela, aprendimos a hablar inglés y español bien,
tenemos la residencia, y estamos estudiando en la universidad.
Tenemos muchos años de tener terapia psicológica, y todavía cuando
nos acordamos de los horrores que vivimos y de cómo nos despreciaba y
humillaba nuestro padre, sufrimos mucho. Nos cuesta todavía permitir el
contacto con hombres. Todavía ninguna de las dos tenemos novio. Queremos
trabajar en una organización que apoye a las niñas en prostitución,
sobre todo las niñas indígenas que traen de México a esta ciudad en la
que nos reubicaron.
Todavía en las noches tenemos pesadillas, y despertamos gritando,
sudando mucho. Se nos ha hecho muy difícil superar esa experiencia y
toda la violencia que vivimos sobre nuestros cuerpos e integridad física
de niñas.
MARGARITA, ROSA Y CLAVEL
Éramos tres amigas muy unidas, de 12 y 13 años de edad, que nacimos
en un pueblo indígena de Hidalgo, que todavía se rige por los usos y
costumbres. Un día, una señora que conocimos afuera de la escuela, se
acercó a nosotros y nos dijo que si no queríamos trabajar en Cuernavaca,
en un restaurante, para que les ayudáramos a nuestros papás. Como
éramos muy pobres, las tres aceptamos y nos fuimos con esa señora. Pero
nos llevó a la casa de Don Carmelo y ahí nos mantuvo encerradas, nos
decía que todavía no encontraba dónde colocarnos. Un día llegó un señor y
me dijeron que me fuera con él, luego supe que a cada una de nosotras
nos entregó a un hombre distinto.
A mí, Margarita, me llevó un señor a una comunidad y me entregó a su
hijo de 15 años, y le dijo, mira hijo lo que te compré. A partir de ahí,
el muchacho me dijo que era su mujer y empezó a violarme, me exigía que
le diera de comer, que le lavara la ropa.
Cuando paso el mes, le dije que cuándo me iban a pagar, pero me dijo
que ya me estaban dando casa y comida, y que como yo era su mujer, que
me portara bien, o me iba a pegar.
A Rosa se la entregaron a un señor que le exigía que limpiara su
casa, le hiciera la comida, le lavara su ropa y la golpeaba con un
fuete. Le daba tales golpizas que le abrió la espalda. También la
violaba y le decía que era de su propiedad, que para eso la había
comprado.
De Clavel no sabemos nada. Nuestros papás nos empezaron a buscar, y
llegaron a la casa de la señora y de Don Carmelo, y levantaron un acta
con la autoridad municipal, en la que la señora declaró que nos habían
vendido por 40 mil pesos. Las autoridades le exigieron que dijera a
quiénes nos habían vendido, y sólo pudieron encontrarnos a nosotras dos,
a Margarita y a Rosa.
Hoy todos están en la cárcel, pero no han querido decir qué hicieron
con Clavel. No la han encontrado, y dicen que lo mismo hicieron con
otras 40 niñas.
Yo, presente un embarazo, y ya no me quiero regresar a mi comunidad.
Me van a mal ver, así que, para no darle vergüenza a mis papás, les dije
que mejor me quedaba con el muchacho, que al fin no me trataba tan mal.
Rosa, está muy triste, llora todo el tiempo. No se puede contentar. Está muy marcada de la espalda y todo el cuerpo.
Éramos unas niñas con muchas ilusiones, con ganas de progresar y
ayudar a nuestras familias y hoy, ya no tenemos esperanzas, nos
destruyeron la vida. Extrañamos mucho a Clavel….
No podemos negar todo el sufrimiento y la violencia que han
enfrentado estas sobrevivientes de la trata y la explotación sexual, en
algunos casos conjuntamente con otras formas de explotación. Y tampoco
podemos negar cuántas historias hemos compartido con sus protagonistas, y
justo ahora que se está discutiendo la falta de políticas públicas
eficientes contra la violencia hacia las mujeres, atender con la debida
diligencia y garantizar el acceso a la justicia, es el momento de que se
haga conciencia de todas las mujeres y niñas asesinadas, desaparecidas,
víctimas de la trata y la explotación sexual.
La prostitución no es “trabajo”, es violencia contra las mujeres y,
por eso, no debemos admitir ni permitir su reglamentación. El Gobierno
de la Ciudad de México, no puede convertirse en un gobierno proxeneta o
un gobierno administrador del dolor de las víctimas de trata para surtir
el mercado de la prostitución.
*Directora de la Coalición Regional contra el Tráfico de Mujeres y
Niñas en América Latina y el Caribe (CATWLAC, por sus siglas en inglés).
Twitter: @CATWLACDIR
Facebook: CATW
Foto: Tercero Díaz
Cimacnoticias | Ciudad de México.
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