Editorial La Jornada
En años recientes el
comercio electrónico en el país ha crecido 15 veces más que la
economía, de acuerdo con opiniones especializadas. Aunque esa modalidad
de intercambios representa sólo 4 por ciento de las transacciones
totales, es razonable suponer que en el futuro inmediato seguirá
experimentando un alza sostenida y una expansión a formas de consumo que
se habían mantenido en el ámbito tradicional, como la adquisición de
alimentos al menudeo.
En este fenómeno no sólo incide la galopante adopción de modalidades
digitales de ventas por parte de nuevos rubros comerciales, sino también
el vertiginoso aumento del uso de dispositivos móviles, como las
tabletas electrónicas y los teléfonos inteligentes, en manos de los
consumidores, así como la mayor confianza de éstos en mecanismos en
línea para transacciones seguras.
Aunque la mayor parte de esas compras corresponden a intangibles,
como servicios de viaje y descargas de música y video, y sólo una
minoría es de mercancías físicas, el tránsito al comercio electrónico
plantea un horizonte de problemas a mediano plazo para los
estableci-mientos de menudeo tradicionales, habida cuenta que las
tiendas físicas resultan menos competitivas frente al comercio
electrónico.
Significativamente, en Estados Unidos, donde 10 por ciento de las
ventas al menudeo se realizan vía Internet, se registraron 7 mil cierres
de locales en 2017 y 5 mil 500 el año pasado, atribuidos a la
proliferación del mercado digital en lo que fue bautizado como “crisis
del retail”, causada por la sobreoferta de productos, la
proliferación de centros comerciales y el paulatino tránsito del consumo
a transacciones en línea.
Es claro que tarde o temprano los establecimientos comerciales que no
dispongan de portales de transacciones electrónicas se verán rebasados.
En contrapartida, resulta previsible un importante auge de los
negocios de paquetería, mensajería y transporte, indispensables para
hacer llegar a los consumidores las mercancías físicas adquiridas por
Internet.
Cabe recordar, a este respecto, que algunas firmas tecnológicas han
empezado a incursionar en nuevos servicios de entrega a domicilio
operados mediante drones, y que posiblemente las soluciones de
inteligencia artificial en el transporte automotor tengan entre sus más
importantes aplicaciones el despacho de paquetes hasta el consumidor
final.
En contraste con estas perspectivas, la debilidad de los mecanismos
de seguridad digital y el arribo de la llamada ciberdelincuencia siguen
siendo fenómenos preocupantes y al alza que encontrarán en la bonanza
del comercio electrónico un caldo de cultivo y proliferación.
Además de la persistencia de los fraudes de los que son víctimas
muchos usuarios de servicios bancarios; en días recientes se han
presentado ataques cibernéticos y hackeos contra sitios y
cuentas oficiales, como las de Twitter de la Secretaría Estatal de
Seguridad de Quintana Roo y de la Fiscalía General de Jalisco; en abril
pasado una veintena de páginas web del gobierno federal fueron
intervenidas por falsificadores y defraudadores.
El número de casos como los señalados ameritó que la Secretaría de
Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC), por medio del Centro
Especializado en Respuesta Tecnológica (Cert-mx) de la División
Científica de la Policía Federal, emitiera recomendaciones para prevenir
ataques cibernéticos a dependencias y funcionarios.
Ciertamente, la mayor parte de las observaciones se refieren a
medidas que para un usuario con alguna experiencia son de sentido común,
como el cambio frecuente de las contraseñas, el uso de utilerías
antivirus actualizadas, y el abstenerse de descargar de la red programas
y archivos desconocidos o poco confiables.
Es claro, por último, que la expansión de actividades financieras,
comerciales, políticas y sociales en Internet no sólo requiere de la
instalación de mecanismos y protocolos de validación cada vez más
seguros y robustos, sino también de campañas permanentes de
concientización a los usuarios sobre los riesgos innumerables que
acechan en el ambiente de las redes.
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