Estados Unidos nunca
ha sufrido una invasión en su territorio; de repente, pronostican que
un virus que se originó en China se coló por su frontera y amenaza con
arrasar a su población y a su economía. Entre 100 mil y 200 mil personas
podrían morir como resultado del coronavirus y enfermarán millones,
advirtió Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergias y
Enfermedades, el médico que tiene a su cargo la defensa sanitaria. El
fin de semana el número de fallecidos superó los 2 mil y los
funcionarios alertan que se están quedando rápidamente sin equipo
médico. La pandemia atacó de lleno a Nueva York, la capital financiera
del mundo, y se extiende a Nueva Jersey, Connecticut y el resto del
territorio. El Congreso aprobó el controvertido paquete de apoyo a
empresas y familias por 2 billones de dólares. Por su lado, la Reserva
Federal ha diseñado esquemas para inyectarle liquidez a la economía
sin límite, según dijo su presidente Jerome Powell. El Congreso y Donald Trump acordaron dar un cheque de mil 300 dólares a cada ciudadano adulto siempre y cuando no pertenezca al sector de la gente rica. Para México, que ya carga con su propio problema, la tragedia que ocurre en Estados Unidos tiene repercusiones. Aparte del costo humano, de familias que viven repartidas entre ambos países, está el económico. En 2019 el comercio bilateral alcanzó 614 mil 500 millones de dólares, cifra que apuntó una marca histórica. Además, las remesas sumaron 36 mil millones de dólares. La frontera ya quedó cerrada para el tránsito local, no para el comercio y el trabajo. Los indocumentados, cuyo número no conocemos con exactitud, no califican para el esquema de apoyo, por tanto, no recibirán ese cheque del paquete ni fondos para sus hijos. Indocumentados y documentados están en ese grupo de más de 3 millones de personas que ya se quedó sin empleo y seguirá creciendo, pero los sin papeles no tienen los beneficios del seguro de desempleo.
#QuédenseEnCasa
El mensaje de Hugo López-Gatell del sábado en la tarde fue dramático:
Quédense en casa. La pandemia llegó a un punto en que veremos las próximas semanas multiplicarse exponencialmente el número de contagios y víctimas. La mejor forma de combatirla suena simple, pero es complicada: quedarse en casa. Hay que ir hoy lunes al trabajo, será quincena mañana y día de salir a comprar el mandado. Con todo, es necesario restringir al máximo las salidas. El tema subyacente es el dinero. Aquí, los bancos llegaron a un acuerdo con Juan Pablo Graf, presidente de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, para darles a sus clientes la facilidad de posponer tres meses el pago del saldo de la tarjeta de crédito, la hipoteca, el coche, etcétera. Sin embargo, no es suficiente. Debe darse la oportunidad a los trabajadores de retirar los ahorros de sus Afores, al menos la mitad. Pueden argumentar las empresas que es complicado, tienen el dinero invertido en Cetes y otros instrumentos de ahorro gubernamental. Eso lo puede resolver el Banco de México comprando los bonos, es lo que está haciendo la Reserva Federal de Estados Unidos.
AMLO y los vacíos de poder
Aislamiento y asalto al timón
Adversarios, encarrerados
Aún así: cuidar la salud
El presidente de México
no dejó margen a las interpretaciones. Mediante un video emitido desde
Baja California, señaló que sus adversarios políticos, a quienes llama
los conservadores, quieren que él se
aíslea causa de las previsiones a que obligan los crecientes índices de contagio del Covid-19.
Tal aislamiento implicaría que no hubiera
conduccióndel país o, planteado de otra manera, que esos opositores asumieran el timón, pues “en política no hay vacíos de poder, los vacíos se llenan y eso es lo que ellos quieren, que haya un vacío para que se apoderen ellos de la conducción política del país.
De manera irresponsable, porque todo lo que están haciendo es por su
coraje ante los cambios que estamos llevando a cabo. Como estaban
dedicados a robar, a saquear y dijimos ‘basta’, muy enojados porque
robaban".
Las palabras de Andrés Manuel López Obrador tienen como contexto la
fuerte escalada de críticas que sus opositores han desatado en la misma
proporción en que el país va entrando a una delicada fase de disparejo
aislamiento social, riesgos económicos evidentes y muy cantados, así
como retos políticos y gubernamentales relacionados con la eficacia y
oportunidad de las medidas adoptadas para enfrentar la impactante
pandemia en curso.
La entrada de México a la escalofriante realidad de la alta
progresión de casos comprobados de infección, y las consecuentes muertes
de un porcentaje de esos contagiados, está siendo considerada por los
opositores del político tabasqueño como una gran oportunidad de
endosarle grados de responsabilidad por la presunta tardanza en la toma
de decisiones previsibles y por su personal conducta de rechazo a
guardarse oportunamente, en razón de su edad y sus antecedentes médicos.
La pautada acometida contra López Obrador pretende instalar la tesis
de que, así sea en percepción política, la presidencia andresina ha
terminado, que ya no se ejerce adecuadamente el mando y que las
consecuencias de su continuidad en Palacio Nacional serán graves en
cuanto al número de muertos por el virus que golpea a buena parte del
mundo y por el consecuente hundimiento económico que en México sería más
grave, a juicio de esta columna, en razón de las debilidades e
insuficiencias acumuladas precisamente por empresarios, políticos y
personajes de poder pertenecientes a ese mundillo inconforme al que alude AMLO.
En incesante faena de ocupación de espacios políticos para no
permitir vacíos que aprovechen sus adversarios, el presidente López
Obrador se mantiene en una línea de alto riesgo personal en relación con
el mencionado coronavirus.
Dos gobernadores han dado a conocer que están infectados, el priísta
hidalguense Omar Fayad y el morenista tabasqueño Adán Augusto López
Hernández. Y, aun cuando AMLO ya está imponiendo físicamente la llamada
sana distanciay no saluda de mano ni da abrazos en sus giras de trabajo, lo cierto es que las posibilidades de afección siguen siendo altas.
El apego a la política a ras de tierra, todoterreno, en contacto
directo con la gente, le ha dado a López Obrador un impresionante
capital político que no tendría por qué menguar si durante las semanas
que fueran necesarias limitara o cancelara su agenda de viajes
constantes y se instalara sin contratiempos y a plenitud en Palacio
Nacional
Podría ejercer un mando que en su caso no requiere de convalidaciones
masivas físicas y que, ante las exigencias y complicaciones
correspondientes al multicitado virus, tal vez podría tener mayores
probabilidades de éxito administrativo.
La bolsa o la vida
Es una amenaza que
nunca quisiéramos escuchar pero que desafortunadamente no podemos
descartar cada vez que salimos de nuestros hogares. Para bien o para
mal, la decisión que tomemos nos afectará personalmente y, con ella, a
quienes nos acompañan. Pero cuando el impacto de la decisión afecta a
millones de personas, y no sólo a nuestro entorno inmediato, la
situación cambia totalmente.
Durante semanas el presi-dente Trump negó que el coronavirus pudiera
afectar a Estados Unidos. Por fin, el 11 de marzo admitió la gravedad de
la crisis, declaró estado de emergencia y se auto adjudicó el título de
presidente en guerra. Pero, cuando se percató que el impacto de la pandemia ocasionó un profundo desplome en el mercado de valores, decretó que a partir del 12 de abril los estadunidenses deben reanudar su vida cotidiana en oficinas, escuelas, parques, etcétera. Según su peculiar punto de vista, el remedio puede ser peor que la enfermedad y más personas morirán si la economía no recupera su ritmo normal, su opción es clara:
la bolsa, no la vida.
La súbita ocurrencia de Trump no debe extrañar, tiene base en el peso
que le otorga a los negocios, la especulación y las ganancias
derivadas, en comparación con el valor que tiene la vida de las
personas. Queda demostrado que sus intereses económicos, los de sus
allegados y las corporaciones que lo apoyan están por arriba de toda
consideración. Es evidente, también, su intención de aprovechar sus
conferencias de prensa diarias, sin rubor alguno, como plataforma de
campaña de reelección. Al criterio utilitario se suscribió Mitch
McConell, líder republicano del Senado, en su intento de que los
recursos del paquete económico de salvamento tuvieran como principal
destinatario al sector corporativo. Los demócratas se negaron a aprobar
esa barbaridad y exigieron que el grueso de recursos se destinara a
quienes han perdido el empleo, y a los pequeños y medianos
establecimientos al borde de la quiebra. Su exigencia fue aprobada por
unanimidad en el Congreso.
Consejeros electorales y el Nintendo republicano
Cambio del color de gobierno
Quedémonos en casa
Tarde me enteré que la
Junta de Coordinación Política de la Cámara de Diputados (Jucopo)
debería recurrir a un sanedrín, una junta de notables, un sacro collegio cardinalizio, integrado por siete mexican@s excepcionales con el fin de que le auxiliara a encontrar a otros cuatro ciudadan@s,
a quienes distinguiera, además de su sapiencia en la ciencia jurídica,
en particular sobre el derecho constitucional y la legislación
electoral, lo relativo a los derechos humanos y, por supuesto, la
vocación por la democracia, esta estructura de gobierno, que reclama
como elementos constitutivos de la nación, la igualdad y la justicia.
Automáticamente me pregunté a mí mismo (ante la imposibilidad de
preguntarle a alguien más cercano a metro y medio). ¿Otra vez los
señores diputados quieren retornar a los juegos malabares, a los
circunloquios, los oxímoron, a la comedia de las equivocaciones, al
juego de los espejos, al Nintendo republicano en que el ejercicio del
poder político se ejerce merced al concenso de tres instancias (flor de
equilibrio), aunque esto no sea sino una realidad virtual?
El entonces Presidente Peña Nieto propuso al Senado de la República,
dentro de una terna, al absolutamente descalificado Eduardo Medina Mora
como ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Los señores
senadores sabían que este sujeto tenía dos características: 1. No cubría
ninguna de las calidades reclamadas por la Constitución y, 2. Rebasaba
con creces los impedimentos legales, y sobre todos éticos, para
desempeñar esa nobilísima encomienda. Todos los sabemos: Medina Mora fue
votado favorablemente por la mayoría senatorial, la que incluyó votos
de la ridícula oposición. Trascendió a la Suprema Corte para confirmar y
seguir promoviendo sus intereses. Cambia el color del gobierno, es
decir, principios, objetivos, formas cotidianas de comportamiento, pero
Medina Mora sigue ejerciendo en favor de los peores intereses sociales.
¿Es afiebrado y no entiende que las cosas han cambiado? ¿Es audaz o
desmedidamente ambicioso? ¿A quién nos puede importar su yo íntimo?,
simplemente es un delincuente insolente y seguro. (Y, hasta la fecha,
con razón).
Viene lo más complicado
Repensar la economía
No descubre el hilo negro, pero la advertencia del presidente López Obrador pone el dedo en la llaga:
viene lo más complicado del Covid-19; se nos va a venir muy fuerte la crisis económica, por lo que
hay que actuar con disciplina y prudencia; permanecer en casa si no hay necesidad de salir, con el propósito de evitar, como ha sucedido en otros países, que la pandemia se vuelva incontrolable( La Jornada, Alma Muñoz).
Y la referencia presidencial no sólo incluye nuestro caso, sino el global, toda vez que los dos principales
motoreseconómicos del mundo (China y Estados Unidos) están apagados, como también los dos mayores (Brasil y México) de América Latina.
Para el caso latinoamericano, días atrás la secretaria general de la
Cepal, Alicia Bárcena, analizó la perspectiva –de él se toman los
siguientes pasajes– y el resultado no es nada grato. Por el contrario,
su lectura también pone el dedo en la llaga:
la pandemia del Covid-19 tendrá efectos devastadores sobre la economía mundial, de seguro más intensos y distintos que los sufridos durante la crisis financiera global de 2008-2009, y los países regionales no estarán ajenos a ellos, pues serán impactados a través de varios canales.
La pandemia pasará a la historia como una de las peores que el mundo
ha vivido, sobre todo porque pone en riesgo un bien público global
esencial: la salud humana, e impactará a una ya debilitada economía
mundial. La afectará tanto por el lado de la oferta como de la demanda,
ya sea por medio de la interrupción de las cadenas de producción –que
golpeará con severidad al comercio mundial– como a través de la pérdida
de ingresos y de ganancias debido a un alza del desempleo y más
dificultades para cumplir con las obligaciones de deuda.
En 2019 las economías de América Latina y el Caribe apenas crecieron a
una tasa promedio de apenas 0.1 por ciento y los últimos pronósticos de
la Cepal realizados en diciembre pasado preveían 1.3 por ciento para
2020. Sin embargo,
las proyecciones han sido revisadas a la baja en forma significativa en el actual escenario, de tal suerte que ahora el pronóstico es de -1.8 por ciento. Lo anterior podría provocar que el desempleo en la región aumente 10 puntos porcentuales. Esto llevaría a que, de un total de 620 millones de habitantes en la región, el número de pobres suba de 185 a 220 millones, en tanto que las personas en pobreza extrema podrían aumentar de 67 a 90 millones.
El coronavirus afectará a la región a través de cinco canales. El
primer canal de transmisión de esta crisis es el efecto de la baja de la
actividad económica de varios de los principales socios comerciales en
las exportaciones de bienes de los países de la región. China, por
ejemplo, es un destino importante para varias economías
latinoamericanas, siendo el principal socio comercial de Chile, Perú y
Brasil. Las exportaciones regionales a ese destino podrían caer hasta
10.7 por ciento en valor.
Un segundo canal proviene de la caída en la demanda de servicios de
turismo, que impactaría más severamente a los países del Caribe. Se
calcula que, si la prohibición de viajes a causa del virus se prolonga
por uno, dos, o tres meses, la actividad turística en esa zona –en 2020,
por ejemplo– se contraería en 8, 17 y 25 por ciento, respectivamente.
El tercero se daría por la interrupción de las cadenas globales de
valor, lo que afectaría principalmente a México y Brasil, que importan
partes y bienes intermedios de China para sus sectores manufactureros
(en especial repuestos para automóviles, electrodomésticos, productos
electrónicos y farmacéuticos).
Oferta, Demanda y Coronavirus (1/2)
La macrocuenta de la
economía del país, Oferta y Demanda final, indica que ambos rubros
totalizaron 33 billones 720 mil 216 millones de pesos en 2019, cifra
-0.4% inferior en términos reales a la de 2018 (Gráfico 1).
De la oferta, como se sabe el Producto Interno Bruto (PIB, la oferta
de bienes y servicios originados en el país) decreció -0.1% en 2019, y
las importaciones, la oferta proveniente del exterior -1.1%. La
producción interna (PIB) avanzó al 71.9% de la oferta (70.8 en 2018), y
las importaciones bajaron al 28.1% (29.2 en 2018).
De la demanda, el consumo total representó el 55.3% y creció sólo
0.3% en el año; la inversión fija (formación bruta de capital fijo)
representó el 15.0% de la demanda y decreció -4.9%; y las exportaciones
(demanda externa) el 28.1% con un crecimiento de 1.1%
Del consumo total, el privado representó el 84.9% y creció 0.6% en
2019, y el consumo gubernamental el 15.1% restante con un decrecimiento
de -1.5% (Gráfico 2). Del consumo privado (84.9% del total), 75.9 fueron
bienes y servicios nacionales, y 10.6 importados
Comparando la variación de la oferta y la demanda finales en el
primer año de los cinco sexenios recientes, sólo en dos hubo crecimiento
(2.9% en 2007 y 1.5 en 2013) (Gráfico 3), y en tres decrecimiento
(-7.7% en 1995, -0.5 en 2001, y -0.4% en 2019).
Comparando de igual forma la variación del consumo total, el desplome
de -5.0% en 1995 (Gráfico 2) – cuando los inefables neoliberalitos nos
recetaron el error de diciembre – es paradigmático de cómo quebrar una
economía. Repudiaron a Keynes y éste regresó para espetarles ¡se los
dije!. Y en efecto, tras analizar el gran crack de 1929 su conclusión,
entre otras, fue que lo vital ante una crisis es mantener la demanda
efectiva, esto es, el ingreso de las personas vía empleo u otras formas a
fin de no romper la cadena de consumo y permitir la sobrevivencia de
trabajadores y empresas, y la salida de la crisis. Para ello,
ejemplificó, si fuera necesario el Estado debe contratar gente para
cavar zanjas de día y gente para taparlas de noche.
Peste y primavera
La peste no es sólo
el coronavirus, sino el manejo criminal y negligente de la crisis por
casi toda la clase política. Está más que documentado que se sabía de
las posibilidades terribles de una pandemia como ésta y la cúpula
política no dijo ni hizo lo debido. El régimen estadunidense –en los
hechos, por los números innecesarios de gente contagiada, personas que
mueren– ahora compite con el coronavirus sobre cuál es más peligroso
para la salud pública.
Ante la irresponsabilidad del régimen y gran parte de la cúpula
política en torno al desastre que estamos viviendo en Estados Unidos, el
temor –a veces nutrido por algunos medios cubriendo esta nota roja
masiva con un tinte amarillista– se vuelve más contagioso que el
coronavirus.
Por las cuarentenas parciales, cunde un silencio ensordecedor en
grandes urbes sólo interrumpido por las sirenas de cada vez más
ambulancias mientras la gente comparte historias de horror pero también
de heroísmo, sobre todo el de los trabajadores de salud que intentan
hacer todo para rescatarnos de esta peste.
No respiren, no toquen, el que está al lado puede ser mensajero de la
muerte, esperen instrucciones de las autoridades; no se muevan, no se
muevan. Ese es el mensaje oficial incesante.
Pero rompiendo esta inercia decretada, esta condición diaria donde
uno –si no está capacitado en atender y salvar vidas– está condenado a
ser testigo o víctima de todo esto, algo reaparece con la primavera.
Iniciativas de
ayuda mutua–concepto de origen anarquista (Kropotkin, entre otros) después mezclado con corrientes cristianas radicales e indigenas donde el apoyo esta organizando horizontalmente para beneficiar a todos los participantes– están brotando en diversas esquinas del país, y con ello florece esa solidaridad que suele aparecer ante actos catastróficos para una sociedad. Son respuestas colectivas basadas en la lección básica de esta pandemia; lo que hacen todos y cada quien afecta a todos los demás.
Crédulos y descreídos
Más que por el coronavirus abrumado por la posibilidad de trasgredir su fe religiosa, el creyente preguntó a su guía espiritual:
Ante la pandemia, ¿un matrimonio puede masturbarse mutuamente?El consejero respondió:
De preferencia por teléfono celular. Una crédula informó que en Israel se había descubierto el remedio para el coronavirus y que era muy sencillo: en una taza de agua caliente se mezcla el jugo de un limón con una pizca de bicarbonato. La combinación mata de manera inmediata el virus, eliminándolo completamente del cuerpo, ya que ambos componentes alcalinizan el sistema inmunológico. Se debe tomar todas las tardes. El descreído replicó:
¿Acaso en el resto del mundo desconocen el agua caliente, el limón y el bicarbonato?
Hartos de ver violencia y muerte por televisión, creemos y tememos
las noticias falsas y verdaderas transmitidas por ese medio,
independientemente de sus fuentes y la intención de éstas, mientras
desconfiamos y desperdiciamos las oportunidades diarias de la vida, sin
atinar a saber vivirla. Las estrechas paredes del consumismo y el
exitismo pronto cedieron –en medio siglo– a la presión de una sociedad
demasiado manipulada, explotada y apenas compensada con tan mezquinas
opciones, a cambio de un planeta cada día más degradado por un
individualismo torpe, verdadero origen de las enfermedades.
Editorial
En momentos en que
el número de infectados de coronavirus en Estados Unidos supera 121 mil y
los decesos suman más de 2 mil, el presidente de ese país, Donald
Trump, expresó ayer que su gobierno espera que en dos semanas se
registre el máximo nivel en la tasa de letalidad de esta enfermedad
–hacia el 12 de abril– y anunció la extensión de las medidas de
contención de la pandemia hasta el último día de ese mes, aunque
calificó de innecesario decretar la cuarentena en los estados de Nueva
York, Nueva Jersey y Connecticut.
Piden cadena nacional para el reporte diario sobre el Covid-19
Ante la gravedad del avance de
la pandemia del coronavirus emergente, que se encuentra en un momento
en el cual la propagación puede alcanzar a cientos de miles de personas y
hacer colapsar el sistema de salud nacional, es necesario implantar una
política de comunicación para que las conferencias de prensa sobre
Covid-19, de la Secretaría de Salud (Ssa), encabezadas por el
subsecretario Hugo López-Gatell, se transmitan en cadena nacional para
que la política de Quédate en Casa sea reforzada.
Estamos en medio de la tormenta.
Más de 600 mil casos de Covid-19 a escala mundial, la economía global
con un pie en una profunda recesión –igual o peor a la de 2009, de
acuerdo con lo dicho por el FMI–, ciudadanos aislados por supervivencia y
cientos de miles de nuevos casos de infectados todos los días. De
China, el foco rojo se ha trasladado a Italia y a Estados Unidos. La
velocidad de la pandemia en un mundo interconectado es simplemente
inédita. En 1918 la
gripe españolaque asoló a una Europa ya devastada por la guerra, aprovechó la vuelta a casa de millones de soldados para propagarse; un siglo más tarde, no se necesitó volver del frente de batalla para que la enfermedad se propagara.
Varios intelectuales
de alcance internacional han opinado sobre este tiempo del coronavirus,
entre otros Slavoj Žižek, Byung-Chul Han, Giorgio Agamben, Noam Chomsky
y Roberto Espósito, y sobre la sociedad en que viviremos tras la
pandemia. He aquí algunas de sus reflexiones sobre lo que ocurre en el
sistema económico, político y social, y qué futuro nos aguarda cuando la
cuarentena mundial termine.
La pandemia cambió
intempestivamente nuestra vidas; aquí en México y en medio mundo. Es una
realidad dañina y, para evitar su propagación, se paraliza todo; se
detienen las actividades cotidianas, la economía de los países, la
educación de niños y de jóvenes, los negocios, la producción, el
comercio. Algunos, quizá, superada la crisis, podrán retomar su vida
habitual y muchos recuperarán lo que perdieron o lo que dejaron de
ganar; pero otros muchos, los más, difícilmente podrán hacerlo. Ahora,
la pandemia exige nuestro cuidado personal y nuestra solidaridad, pero
también exigirá un gran esfuerzo posterior, encaminado a paliar los
efectos en los más pobres, tendremos que recordar entonces los
principios básicos de la justicia social.
Es tan obvio que no
lo vemos. Lo humano hace tiempo que agoniza. La pandemia no ha sacado
lo mejor de nosotros, más bien deja al descubierto las miserias de un
individualismo que carcome los cimientos de cualquier especie social: la
cooperación para el bien común y en el caso del Homo sapiens sapiens,
para una vida digna. Cuando la muerte deviene razón política para
mantener cohesionada a la población, no es el Covid-19 el objetivo, son
sus portadores. La realidad no da motivo para el optimismo. Los mensajes
del poder político son claros: si alguien tiene que sobrevivir no son
las personas, es el sistema. Al virus no le afectan las distinciones
sociales, aunque es la estructura de clases la que se impone. Los más
vulnerables, los desprotegidos, los condenados de tierra, son los
primeros en caer. Hoy, los médicos, a su pesar, se ven obligados a
decidir ante la falta de respiradores artificiales, en España e Italia,
quiénes tienen derecho a ser intubados y, por ende, más opciones de
salir adelante. Nuestras sociedades, preocupadas por impedir la
eutanasia, ahora, practican la eugenesia.
El martes pasado
fue un día negro para la aviación mexicana. En el aeropuerto de la
ciudad de México se cancelaron unos 200 vuelos. La causa: falta de
pasajeros por el coronavirus y el cierre de fronteras que decretaron
varios países para protegerse de la pandemia. Las mayores fueron de
Aeroméxico (94), Interjet (85) y Volaris (14). Aunque menores, también
las hubo de aerolíneas de Estados Unidos.
Hoy es ya claramente
manifiesta la disyuntiva que representa la infección por el virus en la
conducción política de muchas sociedades. El equilibrio es muy precario
entre las exigencias sanitarias para contener el muy rápido avance del
contagio y las necesidades de una extensa población con poca o ninguna
capacidad de guardarse en casa.
¿Podemos pensar la pandemia?
No lo parece. Efecto quizá de la avidez por interpretaciones,
pronósticos y acusaciones en las redes y los medios, en esta temporada
única y trascendental mejor volteamos a escuchar a los filósofos y
pensadores. No que no fuera chic citar a Slavoj Zizek, Giorgio Agamben o
Naomi Klein, pero en estos días de incertidumbre es de gente como
ellos, que trabajan con la incertidumbre, de quienes esperamos lucidez. O
la nueva estrella, Byung-Chul Han. Aunque de momento ayudan más los
neumólogos y los epidemiólogos, y nadie quiere saber de los políticos,
al parecer volvemos a quienes piensan el futuro (los Hegel, Marx,
Nietzsche), que había cedido paso al escepticismo crítico moderno, la
dialéctica negativa, el análisis del pasado inmediato, avivado por los
desastres filosóficos del nazismo y el estalinismo (sin olvidar el
confucianismo de Mao y una suerte de sensatez existencialista).
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