Tenemos
a las cavernas mediáticas y políticas queriendo echar la culpa del contagio de
la pandemia por coronavirus a las concentraciones y manifestaciones del pasado
8 de marzo. No niego que aquellas concentraciones ayudaran a la propagación de
la pandemia, pero lo que afirmo con contundencia es que no fue el único motivo.
Ese
mismo domingo había también, una gran concentración de personas afiliadas y
simpatizantes de la ultraderecha concentradas en la plaza de Vistalegre en
Madrid y algunos como Ortega Smith ya tenían síntomas claros de estar
contagiado. Pero ante esto, silencio.
El
pasado 1 de marzo se celebró una multitudinaria concentración humana durante
“La crida” de las fallas de Valencia y dentro de la programación
fallera. Y es más, la programación fallera con sus correspondientes
“mascletaes” que congregan a miles de personas cada mediodía en la
plaza del Ayuntamiento de Valencia, no se suspendieron hasta el día 11 de marzo,
día después de que la Generalitat suspendiera Las Fallas y las Fiestas de la
Magdalena en Castellón. También silencio.
Ante la
concentración de socios y aficionados del Valencia Club de Fútbol ante el
Mestalla para recibir a los jugadores del club ante el partido a puerta cerrada
contra el Atalanta de Italia, cuando en este país ya había centenares de
contagios, más silencio. O el viaje a Italia por parte del Valencia, jugadores
y afición, más silencio.
Pero
la culpa la tienen las concentraciones del 8 de marzo y, por ende, el movimiento
feminista. ¡Tócate las narices!!!!
Obviamente
el patriarcado no pierde ocasión para criminalizar al feminismo que
permanentemente cuestiona los privilegios otorgados, por nacimiento, a los
hombres.
Insisto
en la idea de que es posible que muchas personas se contagiaran del COVID-19 en
las concentraciones del 8 de marzo. Pero de la misma manera que se contagiaron
en las otras concentraciones humanas de las que he hablado y en tantas otras
que no he mencionado y que se realizaron antes del decreto de confinamiento y
no sólo en las del 8 de marzo.
Muchos
dirigentes políticos han perdido magníficas ocasiones para mantener la boca
cerrada y ser prudentes. Y quizás uno de los que se hubiera podido callar para
mantener su credibilidad fue el líder de Ciudadanos de Valencia, Toni Cantó,
cuando acusó a la Ministra de Igualdad precisamente por estas concentraciones.
Este
hombre, misógino, al menos políticamente hablando, ya ha perdido varias
ocasiones para callarse y haber sido prudente, pero su ansia de protagonismo
permanente (debe ser una marca de la casa) le pierde. Y resulta que cada vez
que ataca al feminismo y a las feministas, le toca pedir disculpas, pero no
aprende. Claro que tampoco su petición de disculpas es nada creíble, al menos
para mí.
Como el
movimiento feminista se ha puesto en pie y ya no hay quien lo pare, las
cavernas tanto mediática como política han sacado a sus voceros y voceras, que
también las hay, a dar gritos contra ese avance imparable y se han puesto de
los nervios. No nos asustan, por mucho que, desgraciadamente, ya estén en las
instituciones.
En los
últimos años se han sumado infinidad de mujeres y hombres a esta ola feminista
que recorre el mundo entero. Y el mundo es muy grande y no solo las,
literalmente ahora, cuatro paredes de nuestras casas o de nuestros Estados. Y
supongo que esa visión global les asusta. Por eso, quizás, deben reaccionar con
la virulencia con la que lo hacen, para intentar desprestigiarlo. Y no se
enteran que cada día somos más y nos sentimos más fuertes, incluso con el
confinamiento actual, porque seguimos creando redes, escribiendo, ayudándonos
cómo podemos, reconociéndonos y apoyándonos todas y todos los que pensamos que
otra forma de vivir es posible.
Una
forma de vida en la que los cuidados estén en el centro de la vida y no la
explotación humana. Una forma de vida con mayor justicia social y mayor equidad
entre mujeres y hombres y en donde no existieran privilegios por nacer hombre y
sometimientos por nacer mujer a quienes, además nos asesinan, violan y agreden
por haber nacido mujeres.
Insisto en que no niego que las concentraciones del 8 de marzo
pudieran haber actuado como focos de contagio, pero como cualquiera de
las concentraciones humanas que se dieron durante esos días. Ni más, ni
menos.
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