Iván Restrepo
En un desayuno
celebrado en Los Pinos con el entonces presidente José López Portillo
para tratar problemas del sector agropecuario, uno de los asistentes se
quejó de los males que causaban los huracanes. El ingeniero Francisco
Merino Rábago, secretario de Agricultura, Ganadería y Recursos
Hidráhulicos, le explicó que los huracanes que llegaban por las costas
del Pacífico, el Golfo y el Caribe, traían abundante agua para las 20
millones de hectáreas de agricultura de temporal. Además, llenaban las
grandes obras hidráulicas para irrigar otras 7 millones.
Merino Rábago, cuya vida profesional estuvo ligada al sector
agroecuario, añadió muchos otros beneficios, pero también dijo que muy
buena parte de los daños que casionaban los huracanes en el campo y las
ciudades se debían a la falta de planeación de la obra pública, a la
deforestación; a permitir asentamientos humanos en los bordes de las
cuencas hidrografícas o en áreas muy frágiles.
Si traigo a colación nuevamente el agua como tema del que me ocupé el
lunes pasado, es porque, un día antes, Gabriel Zaid refirió en el
diario Reforma algunos de los absurdos que distinguen al país
en el manejo de tan vital recurso, y que también he referido en
múltiples ocasiones. Zaid nos recuerda que la lluvia ha sido vista como
una bendición por los grupos humanos. Refiere que los mayas, aztecas,
zapotecas, olmecas, construyeron obras para beneficiarse de ella. Y
ofrece con datos muy precisos un diagnóstico nada alentador sobre el
manejo del agua en el país.
La mayor parte de la de lluvia no se capta a través de diversos
sistemas tecnológicos en los centros urbanos y el campo; no se reutiliza
para ciertas actividades; el servicio está subsidiado y sobrexplotados
los más de 600 mantos acuíferos. En la cuenca de México se extrae del
subsuelo mucho más líquido del que se le inyecta, lo que expone más la
infraestructura urbana a los efectos de los sismos. En fin.
Marco Antonio Alcázar, que sabe del tema porque coordinó el Plan
Chontalpa en Tabasco, urge a terminar con el subsidio al consumo de
agua. Vive en Coyoacán y paga 100 pesos bimestrales por ella. Otro
lector me indica que en el edificio de seis departamentos donde vive
junto con otras 25 personas (Prolongación del Eje Lázaro Cárdenas) pagan
al bimestre 15 pesos per cápita. En la colonia Condesa, el consumo alto
se subsidia con 45 por ciento del valor real del servicio. Mientras, en
Iztapalapa, escasea el agua y se abastecen con garrafones de 20 litros
que cuestan 35 pesos. O por medio de pipas que cobran mil 500. Como en
las escuelas y las oficinas públicas, hospitales y otros lugares el
agua no es potable, la gente la adquiere en botellas que cuestan entre
10 y 15 pesos el litro.
Agreguemos el desperdicio de una tercera parte del agua que se
inyecta a la red de distribución en, por ejemplo, las ciudades de
México, Monterrey y Guadalajara; los problemas técnicos y económicos de
traerla de otras cuencas, como Lerma y Cutzamala; el mal uso que hacen
de ella en muchos hogares y negocios; el que la más de la tercera parte
de los 2 millones de viviendas de la capital del país no tengan medidor,
y en decenas de miles que sí lo tienen, no funcionan.
En 1950 el secretario de Recursos Hidráulicos era don Eduardo Chávez y
pugnó por establecer en la cuenca de México pozos de absorción del agua
de lluvia para recargar el acuífero, en esa época ya sobrexplotado. En
varios periódicos lo tildaron de loco. En tiempos del regente Manuel
Camacho, se informó que de 10 pesos que costaba llevar agua a los
hogares, en promedio apenas pagaban dos. Para mejorar la red de
distribución y abastecer a miles de hogares que no recibían agua, se
planteó la conveniencia de eliminar el subsidio y desalentar su mal uso
con tarifas elevadas. La propuesta se desechó por no convenir
políticamente.
Hoy lo políticamente correcto debe ser aprovechar al máximo el agua
que traen los huracanes y la de las cuencas hidrográficas. Utilizarla
racionalmente en el campo, la industria y las ciudades. Terminar con el
desbarajuste institucional que existe en torno a tan vital elemento con
una ley general de aguas que responda a las necesidades actuales y
futuras del país. Y que se cumpla. ¿Acaso el actual gobierno y el Poder
Legislativo no prometieron evitar los errores del pasado? ¿Que todo
sería diferente y en bien de México? ¿Tan pronto lo olvidaron?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario