En defensa propia
Alejandro Gertz Manero
Ejercer el comercio,
ganándose la vida honradamente, no sólo debe ser permisible, sino
encomiable. Esa actividad, que tiene orígenes y tradiciones arcaicos, ha
sido también factor fundamental para cohesionar y fortalecer el
progreso personal y la vida comunitaria.
En el México prehispánico, los tianguis y las rutas del comercio
permanente entre los territorios de Mesoamérica, las culturas del
altiplano y el imperio maya dejaron huellas y evidencias monumentales
que han quedado grabadas para siempre en las metrópolis toltecas y
teotihuacanas, así como en las grandes urbes del sureste posclásico.
Durante la Colonia, El Parián de la Plaza Mayor de la capital fue
símbolo de su gran pujanza económica y comercial, así como de sus
vínculos con la política y el poder de aquellos tiempos.
Ya en los años 50 del siglo pasado, el comercio informal en la
capital se integró a un cambio sustancial, a través de un modelo
definido y organizado legalmente gracias a la
mano de hierrodel regente Uruchurtu, que construyó la más extensa red de mercados en la ciudad, para darle acogida y formalidad; mientras facilitaba la regularización de muchos giros, acabando así con la mayor parte de un ambulantaje que ya no tenía cabida en el México de éxito y de progreso que estaba surgiendo.
Así se encontraba esa actividad comercial, cuando llegaron
la globalización y la modernidad, entre los años 88 y 94, promovidas aquí por un gobierno insensible y contrario a los intereses del país, que desmanteló y aniquiló la cadena de producción-comercialización de arraigo mexicano, para entregarla a una
aperturainjusta, traidora y abusiva, que abrió indiscriminadamente nuestras fronteras económicas –que se habían construido arduamente durante décadas–, sometiéndonos a una competencia internacional absolutamente aplastante y desproporcionada, que contaba con una infraestructura productiva y con capitales con los que era imposible competir, ya que disfrutaban de alicientes e impuestos inalcanzables para nosotros, así como organizaciones logísticas de operación y de servicio muy superiores a la capacidad instalada en México y que, además, no tenía la carga costosísima de la corrupción.
De ese modo fue como se entregó y se rindió la plaza mexicana del
comercio, de manera absoluta e incondicional, con los resultados
desastrosos que hemos sufrido; en una economía nacional que, desde los
años 90, no ha vuelto a crecer en términos reales y sí ha catapultado,
en forma geométrica, la deuda interna y externa, minimizan a los
pequeños y medianos empresarios mexicanos formales que han quedado
prácticamente aniquilados, frente a una informalidad multiplicada y
desbordada, y ante los consorcios trasnacionales, con sus socios
cimarrones, sus cómplices y sus encubridores burocráticos, llevando a
México a la tasa de informalidad más alta del continente americano, de
Europa y de Asia Central, que alcanzó hasta 60 por ciento de la economía
nacional, en 2009, lo cual, afortunadamente, ya se está logrando
revertir.
▲ Un vendedor ambulante expende tapabocas y máscaras, en el contexto del
semáforo naranja por la pandemia de Covid-19, en la Ciudad de México.Foto Cristina Rodríguez
En el ámbito de deterioro que provocó esa política entreguista, las
calles, banquetas y esquinas del dominio público y de uso común de todo
el país fueron invadidas por comerciantes que encontraron que podían
subsistir sin pagar impuestos; sin pagar renta; sin pagar salarios
justos, ni prestaciones sociales; sin cubrir cuotas aduaneras, y sin
cumplir con ninguna de las obligaciones que el comercio formal debe
acatar.
Lo que sí tuvieron que hacer esos comerciantes fue someterse a
tributos simbólicos y selectivos de una burocracia corrupta, así como a
la extorsión mafiosa de líderes creados y protegidos, en su momento, por
el gobierno y su partido único, en complicidad con capos territoriales
revestidos de impunidad que se convirtieron en caciques de horca y
cuchillo, que han contado con halcones que monitorean todo lo
que ocurre en sus dominios y que mantienen grupos de choque que cobran
cuotas y agreden a quienes no se someten; mientras, el tráfico de drogas
y la prostitución se han multiplicado, en contubernio con extranjeros
ilegales que se han infiltrado en todo el país.
Como se puede comprobar, la
modernidad globalizadorallevó a México a una regresión social histórica y a una ilegalidad multiplicada, mientras inmensas fortunas se amasaron en esos territorios de corrupción, en un fenómeno que fue el producto natural de una política económica destructora que dañó a las mayorías productivas, protegiendo intereses ajenos y colusiones delictivas. Y, por ello, ahora es necesario retomar la legalidad y la equidad en la economía y, en especial, en el comercio, desvinculándolo del delito y de la competencia desleal.
Para lograr lo anterior se requiere una política nacional que incluya
la totalidad del pequeño y mediano comercio en el país, tanto formal
como informal, para que todos cooperen por igual y se sujeten a las
mismas reglas, obteniendo semejantes alicientes; dándoles, sin excepción
alguna, los elementos necesarios para su subsistencia y crecimiento
frente al aplastante poderío de los grandes consorcios protegidos que
eluden impuestos, y al acecho aniquilante de la corrupción oficial, a la
que hay que seguir combatiendo sin descanso, porque esa es la génesis
de todos estos desastres.
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