Ciudad de México. El edificio que se supone atendía
quejas 24 horas al día, hoy es habitado, desde hace 5 días, por madres,
defensoras y víctimas de violencia, que buscan una respuesta ante la
falta de atención hacia sus casos por parte de la Comisión Nacional de
Derechos Humanos (CNDH).
Con carteles en lo que se leen “tú no te laves las manos” o
“vandalizar tu indiferencia”, las madres y defensoras indicaron que no
dejarán el recinto de la CNDH en el Centro Histórico hasta obtener
justicia de las inoperancias de este organismo hacia sus casos, “que no
vela por los Derechos Humanos”, dijo Dulce, integrante del colectivo “Ni
Una Menos”.
Incluso, ahora las manifestantes han nombrado el sitio de la CNDH
como el “Refugio Ni Una Menos” para hacer de este “un verdadero lugar
que defienda y proteja a las víctimas, y sus historias no se queden sólo
en archivos”, comentó en entrevista con Cimacnoticias, Erika Martínez,
madre de una niña víctima de abuso sexual.
La tarde del 2 de noviembre de 2017, Erika denunció en el Ministerio
Público que su hija de 7 años de edad fue abusada sexualmente por un
hombre de 43 años, del que no quiso decir su identidad, sin embargo el
agresor fue vinculado a proceso hasta 2 años después, debido a
irregularidades que las autoridades no le explicaron.
Durante el proceso de recolección de pruebas, explicó, la menor de
edad fue expuesta a carearse con su agresor, pues sus declaraciones
fueron agendadas los mismos días. “Se me hace injusto que una niña que
ha sido violentada tenga que presentarse y declarar nuevamente en
presencia del abusador”, añadió Erika, de 43 años y madre de dos hijos
más.
Narró que en la última audiencia, el juez no reconoció las pruebas de
sus abogados, sólo consideró las presentadas por el Ministerio Público,
por lo que Erika interpuso un amparo, ya que teme que el dictamen
médico y psicológico, donde se confirma el abuso sexual, sean
desestimados.
Por séptima vez en un día, Erika contó su historia y dijo sentirse
cansada de los obstáculos que las mismas autoridades le ponen. Viste una
blusa holgada y un pantalón de mezclilla. En sus manos sostiene una
muñeca de trapo, llamada #MuñecaEmpoderada, proyecto que inició a raíz
de la pandemia y con el fin de solventar los gastos para proteger a su
familia.
Erika se considera una “todóloga” desde el 2017 cuando al no recibir
protección y apoyo de las instituciones, tuvo que cambiarse de domicilio
en varias ocasiones, incluso llegó a vivir en una combi, para así poder
salvar a su familia de las amenazas y agresiones físicas que el agresor
de su hija les propinó posterior a la denuncia.
Hoy el agresor sigue libre y sabe dónde se encuentra ella, pero la
mujer originaria de la Ciudad de México, enfatizó que no tiene miedo
porque sabe que está en compañía de sus otras “hermanas del mismo
dolor”, quienes liberan su hartazgo a través de contar sus historias,
llorar y decirse una a la otra: “no estás sola”.
Hermanas de dolor
Una de ellas es Karla Daniela García, de 43 años de edad, quien tiene
5 carpetas iniciadas por violencia familiar con riesgo feminicida, pero
hoy su agresor está en libertad y ella teme que él cumpla las amenazas
de asesinarla y quitarle a su hijo.
“Ya lo habían detenido, pero lo pusieron en libertad y algunas
carpetas desaparecieron. Las autoridades lo dejaron ver a mi hijo. En
esas visitas, mi hijo sufrió de agresiones; por ejemplo, se salía y lo
dejaba, le ponía ropa que no iba con su edad y su cuerpo quedaba
apachurrado”, relató Karla Daniela.
Para poder ir a estudiar y reunir dinero, ella tenía que saltar la
barda de su casa, pues su expareja los dejaba encerrados, a ella y a su
hijo, además que les limitaba la comida, y los agredía física y
verbalmente cada vez que quería.
Un día con una buena cantidad de dinero en las manos decidió escapar y
buscar ayuda sin respuesta alguna. Ante la desesperación, Karla decidió
unirse a las manifestantes. Ella no quiere “ser una estadística más” y
espera que “en grupo, puedan generar un cambio”.
Karla y Erika, expresaron que se sienten orgullosas de la toma del
edificio de la CNDH y del apoyo que la ciudadanía les ha dado. El día de
hoy, hombres y mujeres de distintas edades hasta personas en situación
de pobreza, entregaron víveres de todo tipo, cobijas e hicieron compras
de las curiosidades que las manifestantes vendían.
“Se venden stickers, paliacates, gorros, pulseras, tazas y todo lo
que se le ocurra para apoyarnos”, se escuchaba a ratos de la voz de
alguna de las mujeres que se mantienen en plantón. Todas ellas reían a
través de las capuchas que confeccionaron con blusas negras para
mantener su anonimato y especificaron que sólo se podía tomar fotos de
los exteriores del recinto.
Aerosol, carteles, pancartas y hojas con información de mujeres
desaparecidas, son los materiales con lo que fue intervenido el lugar.
Cada uno de ellos era un grito de justicia. Mientras avanzó la tarde,
las manifestantes fueron sacando más carteles, mamparas y colgaron una
bandera de México pintada.
Un grupo de mujeres arribó al lugar y al pie del cuadro de Francisco
I. Madero cantaron algunas canciones. Ellas y cinco personas más
ofrecieron sus servicios para dar talleres a los niños y familias que se
encuentran dentro del recinto.
A las 4 de la tarde, las manifestantes decidieron utilizar los
cintillos de protección de la CNDH para formar un camino frente a su
puesto y así continuar con la resistencia. Algunas se despidieron y
acordaron tomar las guardias ciertos días.
Todas ellas son conscientes de que la toma no tiene una fecha límite.
“Mientras haya apoyo aquí estaremos. Este puede ser un cambio simbólico
para muchas mujeres”, expresó Daniela, joven que se unió al colectivo
desde su adolescencia con el fin de sanar el abuso sexual del que fue
víctima hace unos años.
Las manifestantes anhelan que el gobierno se disculpe por dar mayor
importancia a un cuadro que al abuso sexual de menores y además se
pregunte sobre qué hay detrás de esas pintas. “La razón es simple,
estamos enojadas y cansadas de la violencia de todos los días”, señaló
Erika Martinez.
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