Editorial
Se concreta en el mundo uno de
los escenarios más temidos desde el comienzo de la pandemia de
Covid-19: su propagación descontrolada en India, país que con sus mil
390 millones de habitantes alberga a 18 por ciento de la humanidad.
Aunque durante meses los contagios parecieron mantenerse bajo
control, desde mediados de julio superaron el millón de casos, y en las
semanas recientes la nación del sudeste asiático se convirtió en el
epicentro mundial de la emergencia sanitaria, con días consecutivos en
que se reportan más de 90 mil casos.
Los graves niveles de hacinamiento que se viven en las principales
ciudades indias, las pésimas condiciones higiénicas que padece la mayor
parte de la población y los elevados índices de pobreza contribuyen
tanto a la expansión de la enfermedad como a magnificar sus efectos.
Por otra parte, se asiste a un alarmante incremento en los casos
registrados en Europa occidental, donde sociedad y autoridades creyeron
superada la fase más aguda de la pandemia y habían comenzado la
reanudación de actividades y el relajamiento de algunas medidas de
prevención. Desde mediados de agosto, Italia, Francia y Alemania han
vuelto a cifras de contagios diarios que no se veían desde mayo.
El panorama no es más alentador en el continente americano, que hasta
el estallido de la crisis en India era el foco de la pandemia. Estados
Unidos se mantiene como el primer lugar mundial, tanto en infecciones
como en muertes –6 millones 301 mil y 189 mil 221 de un total de 27
millones 387 mil y 893 mil 524–, mientras el Brasil de Jair Bolsonaro
tiene pocas posibilidades de superar la emergencia dado el
empecinamiento negacionista del mandatario.
En México, si bien se ha solventado el desafío de la saturación
hospitalaria y se han reducido de manera significativa las muertes
confirmadas a causa del nuevo coronavirus, persiste un elevado nivel de
contagios.
A la crisis sanitaria deben sumarse las dimensiones económica,
política y social. En India, por ejemplo, la catástrofe que supuso la
contracción de 24 por ciento en su producto interno bruto llevó a
relajar algunas de las medidas de contención sanitaria, decisión que, en
parte, explica el actual repunte de los contagios y que de manera casi
inevitable traerá consigo un nuevo descalabro financiero.
En el ámbito sociopolítico se asiste a la polarización ciudadana en
torno de dos posturas: por una parte, quienes exigen el fin del
confinamiento y de las restricciones a la actividad mercantil y
recreativa; por otro, quienes temen ver afectada su salud y rechazan los
llamados a retornar a la vida cotidiana, así sea con todo género de
precauciones, como ocurre con la negativa de muchos padres de familia a
que sus hijos vuelvan a las aulas en España.
Ambas corrientes tienen motivos, más o menos justificables, para
defender sus posiciones, y ejercen presión sobre los gobernantes, los
cuales deben moverse en el delicado equilibrio de preservar la salud sin
sacrificar el trabajo y el desarrollo económico.
En suma, pese a la arrogancia mostrada por el gobierno chino al dar
por superada la pandemia en una ceremonia efectuada ayer, ningún país
puede considerarse a salvo del Covid-19 porque, como quedó de manera
dolorosa probado en Europa, en cualquier momento puede volverse a
circunstancias que se daban por superadas.
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