Entre los pilares de la sociedad patriarcal, la interpretación del
Génesis desde una mirada masculina ocupa un lugar central tanto en el
imaginario religioso occidental como en la organización social que, por
siglos, ha naturalizado la condición subordinada de las mujeres. Si en
el discurso religioso ortodoxo la figura de una Eva transgresora de los
mandatos divinos acarrea la expulsión del paraíso de la pareja original y
la imposición de trabajo y dolor como castigo para los seres humanos,
el imaginario social secular mantiene una arbitraria dualidad entre la
buena y la mala mujer a partir de la condena del cuerpo, la sexualidad y
el deseo femenino.
Así, de la Eva pecadora se han derivado brujas, madres monstruosas y
otras figuras sólo “redimibles” mediante destrucción, sacrificio,
sufrimiento; voces acalladas para evitar la proliferación de versiones
alternativas de la historia de la humanidad y de las relaciones entre
mujeres y hombres.
Reinterpretar la figura de Eva, darle voz, implica entonces
internarse en los laberintos interpretativos que, a la creación
subordinada de la mujer y su condena por atrevida, curiosa o
desobediente, han añadido una red de mitos y conceptos acerca de la
aventura de la pareja humana en su exilio terrenal, y naturalizado así
la estigmatización del cuerpo femenino y la constricción del deseo, la
libertad intelectual y la voluntad de las mujeres.
Este es el reto que Carmen Boullosa enfrenta con maestría en “El
libro de Eva”, novela que da voz y cuerpo a la mítica madre de la
humanidad y reconstruye desde su mirada la historia bíblica desde los
orígenes- el Caos – hasta la ruina de la Torre de Babel.
La autora de “La otra mano de Cervantes” y “El libro de Ana” explora
nuevas vías de reinterpretación de la Historia desde una perspectiva
femenina, feminista y transgresora. En diez libros, compuestos de
fragmentos ordenados y papeles sueltos que crean un palimpsesto de voces
encontradas, desmonta la versión adánica de la Creación, del acceso al
conocimiento, de la expulsión y del exilio terrenal.
A partir de una desmitificación radical del Edén, sin dios ni
prohibición, la Eva boullosiana ofrece una versión donde la Tierra no es
mero páramo exílico sino espacio abierto a descubrimientos y aventuras,
tierra fértil que puede favorecer a quien sabe cuidarla y cultivarla o
castigar a quien la salpica de odio y sangre, naturaleza plena de
belleza que la mirada de Eva capta y contempla (y la pluma de la autora
delinea con amoroso cuidado). Lejos de toda sumisión a la Gran Narrativa
adánica, Eva va hilando un contrarrelato que rompe con las mentiras que
atribuyen a Adán y sus descendientes todo, o casi todo, lo que
constituye la civilización y la cultura.
Rememora la captura y conservación del fuego, la constitución del
habla, la creación de la música, la escritura, la elaboración de
herramientas; narra también aspectos desconocidos de la creación del
mundo, esbozos de relaciones más armónicas con las demás especies, con
la flora y el mundo mineral, posibilidades de con-vivencia perdidas
desde el momento en que el hombre/ser humano se cree y dice dueño del
mundo.
Consciente del poder de la palabra, de la proliferación de versiones
deformadas por la desmemoria o la mala fe, Eva es una narradora atenta a
las manipulaciones interpretativas, a los discursos que se quieren
hegemónicos. Busca, por tanto, preservar su historia, su historia del
mundo. Mujer de carne y hueso, esta Eva terrenal rechaza la
contraposición de cuerpo y espíritu. Artífice, en un sentido, de su
cuerpo y su sensualidad, afirma la potencia creativa del deseo y la
imaginación en femenino, la resistencia civilizadora de quienes han
sufrido violencia machista y sobrevivido a ella.
Con una prosa fluida, brillante, a menudo poética, Boullosa
reivindica el valor de la voz femenina, la valía de Eva, sus hijas y sus
nietas.
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