En occidente, y en varios de oriente, los partidos políticos se definen por la democracia.
México no ha sido la excepción. Los partidos que aparecieron en el
siglo XX muestran en sus documentos básicos el principio de establecer o
fortalecer la democracia. En una valiosa edición del Fondo de Cultura
Económica (1975) titulada Los partidos políticos de México, son
presentados tales documentos de los partidos Acción Nacional, Comunista
Mexicano, Popular Socialista y Revolucionario Institucional, en sus
versiones históricas y con comentarios de sus dirigentes e ideólogos.
El Partido Comunista era, por esas fechas, el más antiguo de todos: fue fundado en 1919. Aspiraba a constituirse en
vanguardia del proletariado y de las masas trabajadoras en su lucha por la transformación socialista de la sociedad mexicana y por la edificación de la sociedad comunista. En esta redacción, producto de su XVI Congreso Nacional, declaraba que el objetivo principal para alcanzar tales fines era impulsar una revolución democrática y socialista.
En su declaración de principios de 1929, el Partido Nacional
Revolucionario, primer antecedente del PRI, señala en su primer artículo
que este partido acepta sin reserva alguna “el sistema democrático y la
forma de gobierno que establece la Constitución. Esto lo relaciona con
las elecciones periódicas, la libertad del sufragio y el triunfo de las
mayorías en los comicios.
Lo mismo hace en 1938, en el artículo primero de su declaración
correspondiente, el Partido de la Revolución Mexicana (PRM) sobre el
sistema democrático de gobierno. Pero, a diferencia de su predecesor, en
el articulo cuarto consideraba como
uno de sus objetivos fundamentales la preparación del pue-blo para la implantación de una democracia de trabajadores para llegar al régimen socialista. De aquí su acento en los derechos de los trabajadores y la justicia social.
El Partido Revolucionario Institucional sigue, en los mismos
términos, lo declarado antes por el PNR y el PRM sobre el sistema
democrático. Elimina lo referente al socialismo, pero reconoce “la
existencia de la lucha de clases como fenómeno inherente al régimen
capitalista… y sostiene el derecho que los trabajadores tienen de
contender por el poder político…”. Y reconoce –la gran paradoja de su
historia– que ningún gobierno puede servir cabalmente al pueblo sino con
un programa político y social donde impere una absoluta moralidad.
El Partido Acción Nacional, que ve la luz en la crisis de 1939, no
hace mención definitoria de la democracia en sus principios de doctrina,
y más bien parece evitar el uso del término, aunque en su visión del
Estado y la política se avenga a la existencia de los derechos liberales
que la traducen en las sociedades capitalistas. Desde luego, condena la
lucha de clases, exalta la propiedad y eleva a la iniciativa privada a
la más viva fuente de mejoramiento social. En la introducción a sus documentos rechaza las empresas en manos del Estado y se pronuncia por que se privaticen. Esa y otras medidas serán las formas por las que medio siglo más tarde se decantaría la modalidad estatal llamada neoliberalismo. Su redacción es una profecía.
El Partido Popular Socialista fue la nueva versión (1961) del Partido
Popular (1947). Se trata de un híbrido de los principios y
planteamientos del PRI en sus diferentes etapas y de los partidos
socialistas; recupera la vocación democrática para ampliarla.
Desde luego, cada uno de los partidos que comprende esa edición han
cambiado y ello puede verse, en principio, en sus documentos básicos, si
bien la lectura completa de lo que han sido y son hay que derivarla de
sus prácticas.
Desafortunadamente, la historia de la democracia, desde que Clístenes
la introduce como régimen en Grecia hace apenas 2 mil 500 años, nadie
la ha podido ver concretada si es que, como su nombre lo dice, significa
poder del pueblo. Así le han llamado diferentes gobiernos, a pesar de
mantener ellos mismos la esclavitud, la discriminación, la oligarquía,
la explotación y la ausencia de libertad: los opuestos de la democracia.
Los partidos políticos que la abanderan han hecho dispendio de su uso
demagógico, pero en la mayoría de los casos no han sido capaces
siquiera de apelar a métodos democráticos en su vida interna. ¿Cuáles
son ellos? En primer lugar, tomar sus decisiones fundamentales en el
seno de una asamblea con capacidad de voz y voto. Y, en seguida, debatir
todos los problemas internos, empezando por sus propios principios, la
manera en que el partido trabaja para hacerlos practicables, la elección
de sus dirigencias y, por supuesto, abordar el debate de los grandes
problemas de su entorno inmediato, los nacionales y los de orden
internacional. Para ello, no hay sino fomentar el estudio de los
documentos que debe discutir cada uno de los colectivos en que se halle
estructurado el partido.
Esos métodos elementales no parecen ser la cotidianeidad de los partidos políticos, y esto vale para cualquier tiempo y lugar.
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