Roles culturales encasillan a varones en meros proveedores
Por Guadalupe Cruz Jaimes
México, DF, 21 jun 11 (CIMAC).- Cuando los hombres se convierten en padres se confirma su masculinidad y son reconocidos socialmente. Esa demostración se repite con el nacimiento de cada hija e hijo que tenga con su cónyuge o con otras mujeres, señala el investigador del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (CIICH) de la UNAM, Daniel Cazés.
En su libro “El feminismo y los hombres”, el antropólogo indica que el embarazo “es muestra pública de la virilidad, valor supremo de la hombría”. El alumbramiento confirma ante los varones y sus pares que cumplieron con el “mandato”: ser padres.
El hecho se traduce en un “encuentro afectivo de gran fuerza con los demás hombres” que en general es más “profundo” cuando el recién nacido es niño, sin importar cómo será la relación que establezca el padre con su descendencia.
En México se desconoce el número de hombres que son padres. La fecundidad masculina se mide a partir del dicho de las mujeres y se desconfía de la información que dan los varones, ya que se considera que pueden alardear u ocultar el número de hijas e hijos, refiere el académico de El Colegio de México (Colmex) Juan Guillermo Figueroa.
Al respecto Cazés explica que en nuestro país la paternidad se ejerce desde los mandatos sociales de cómo debe ser un hombre, los cuales indican que le corresponde ser “duro”, no debe demostrar afecto como hacen las mujeres y tiene el privilegio de ser el principal sostén económico de la familia.
En entrevista el investigador del CIICH indicó que el panorama no cambia porque ellos no están dispuestos a renunciar a ese modelo tradicional de ser padre y varón, debido a que consideran que pueden perder autoridad.
“Los hombres somos padres, tal y como la sociedad espera que lo seamos”, observa. Hasta ahora los cambios en la paternidad “son mínimos” y sólo consisten en una mayor participación en tareas domésticas y cuidado de la infancia. Pero “ningún padre considera que tiene una obligación igual a la de las mujeres para contribuir a esas tareas”, advierte.
Francisco Cervantes, coordinador de Colectivo de Hombres por Relaciones Igualitarias (Cohriac), indica que el ejercicio de la paternidad cambia cuando los hombres tienen que adaptarse a nuevos contextos, como por ejemplo el aumento de la inserción laboral femenina.
También incide la nueva integración de las familias: “Aparentemente los padres jóvenes son más flexibles, llevan a los hijos a la escuela, al parque, participan más de las tareas domésticas, pero se siguen sintiendo buenos padres al resolver sólo la parte económica”, acota.
Los hombres también son forzados a ejercer una paternidad distinta cuando “los hijos frenan la parte violenta del padre y lo agreden cuando golpea a la madre”.
Así, los hombres deben renunciar a una “paternidad autoritaria”, despojarse de lo aprendido (si fueron víctimas de abandono y violencia) y asimilar una nueva cultura en la que las relaciones con la descendencia y su pareja se basen en el diálogo, la corresponsabilidad y el afecto.
Este cambio es necesario porque –recalca Cervantes– “a mayor rigidez del varón en su labor paternal, hay más probabilidad de que sea violento y sus familias se desintegren”.
Para consolidar nuevas formas de ser padre, el coordinador de Cohriac afirma que las autoridades deben conciliar el trabajo remunerado con las labores domésticas y de cuidado infantil a través de licencias de paternidad.
Insiste en que mientras no haya políticas públicas que promuevan una mayor participación de los varones en los cuidados familiares “se refuerza el hombre proveedor”.
Rene López, coordinador de Procuración de Fondos de la organización Genders, Género y Desarrollo, se suma a que haya políticas de gobierno que concilien la vida laboral y familiar para que los hombres participen del cuidado infantil, como ocurre en países como España, donde se flexibilizan los horarios de trabajo y se otorgan licencias de paternidad con ese fin.
El también psicoterapeuta de hombres que trabajan su violencia recalca que estos esfuerzos son necesarios para impulsar el cambio cultural, pues pese a que las mujeres también ya son proveedoras, ellos realizan poca actividad en el hogar y consideran que cumplen su rol cuando son buenos proveedores de recursos.
López indica que se deben superar los papeles socialmente impuestos a mujeres y hombres para que los padres puedan reconocer sus emociones, y de este modo dialogar y establecer comunicación con sus hijas e hijos.
En tanto, Juan Guillermo Figueroa dice que cuando se habla de paternidad la descripción se centra en las responsabilidades y rara vez se abordan los disfrutes que conlleva la experiencia pues se teme la pérdida de autoridad.
En el diplomado “Población y Equidad en un Mundo Cambiante”, impartido en el Colmex, el especialista indicó la relevancia de que la paternidad se disfrute. “¿Ser proveedor de alguien que nunca puedo ver? No tiene sentido”, expuso.
Francisco Cervantes concluye que “se gana más con paternidades democráticas y afectivas; basta con dejar de querer ser el centro de la familia para gozar de la convivencia”.
Ciencia y cultura excluyen a varones de tareas reproductivas
Padres jóvenes intentan romper modelo patriarcal
Por Guadalupe Cruz Jaimes
México, DF, 21 jun 11 (CIMAC).- La menor participación de los hombres en los procesos reproductivos es aceptada socialmente, toda vez que se considera que esa función biológica es exclusiva de las mujeres y por tanto ellas son las responsables de usar métodos anticonceptivos para controlar su fecundidad y hacerse cargo del cuidado de sus hijas e hijos, advierte el investigador de El Colegio de México Juan Guillermo Figueroa.
En el texto “Ser padres, esposos e hijos: prácticas y valoraciones de varones mexicanos”, el también académico de la UNAM indica que la presencia secundaria de los hombres en la reproducción se atribuye a que ellos no viven el embarazo en sus cuerpos.
Este hecho también está vinculado con que a los varones se les reconozca culturalmente una menor responsabilidad respecto al ejercicio de su sexualidad.
De ese modo, los métodos anticonceptivos están más desarrollados para las mujeres y existen más opciones para que ellas controlen su fecundidad. Además, los servicios de salud y de educación vinculados a la reproducción están dirigidos en menor medida a los hombres, agrega Figueroa en su investigación.
Esta circunstancia deriva en que la medición de la fecundidad a través de encuestas y censos se realice con base en la experiencia de las mujeres y no la de los varones.
A ellos no se les cuestiona sobre cuántas hijas e hijos tuvieron a lo largo de su vida, pues se considera que intencionalmente podrían ocultar el número real de descendientes, si los tuvieron fuera del matrimonio o de su actual relación, entre otros aspectos.
Los hombres tampoco son cuestionados en torno al cuidado de las y los hijos, pues se cree que dicha información les resulta menos importante que a las mujeres, debido a que históricamente ellas han estado a cargo de la infancia.
Esta construcción social contribuye a legitimar las diferentes asignaciones de responsabilidades reproductivas para los sexos con base en sus roles de género: las mujeres son madres dedicadas al cuidado de las hijas e hijos y los hombres son sólo padres proveedores.
De acuerdo con Juan Guillermo Figueroa, ciencias como la medicina, la demografía y la psicología infantil reproducen tales estereotipos de género y no cuestionan estas formas impuestas de ser mujeres y hombres. Incluso utilizan esos patrones como parámetro para realizar sus investigaciones, critica el académico.
Así, los estudios al respecto sostienen que el ejercicio de la paternidad está limitado a proveer recursos y a ejercer la autoridad en la familia.
Sin embargo, acota Figueroa, cuando se entrevista a padres jóvenes afirman que quieren ejercer la paternidad de modo diferente, pues tratan de no repetir el ejemplo de sus progenitores.
En el ejercicio de una nueva paternidad los jóvenes carecen de modelos alternativos de ser padre que puedan tomar como apoyo. Esta situación les genera ansiedad, ya que no están seguros de la legitimidad de esos modelos y están expuestos a presiones sociales por cuestionar los estereotipos del “buen padre” vigentes en la sociedad, concluye el especialista.
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