El intercambio de ideas con profesionales de estas áreas eran platillos apetitosos para todo aquel que se dedique a estos menesteres que giran alrededor de la música, de la gran industria del entretenimiento, que en varios países se ha convertido en fuente importante de empleo y significativa aportación al producto interno bruto. Fue una feria que se quedó con pocos haberes y lejos estuvo de ser internacional, más bien fue muy local: la mayoría eran grupos de Guadalajara y el rock predominó sobre otros géneros musicales.
Poco a poco se fue desdibujando el principal propósito de la FIM. La conferencia Gestión cultural contemporánea contó con panelistas de ligas mayores: María Cristina García, coordinadora ejecutiva del Auditorio Nacional, uno de los recintos más importantes del país y de Latinoamérica; Raúl Padilla, indiscutible promotor de ambiciosos programas que han colocado a la capital jalisciense como sede de importantes ferias y festivales, como los mencionados al principio, y nuestro bien recordado Ramiro Osorio, importante promotor cultural, gestor de destacados festivales, entre otros el Cervantino (2001-2006), y ministro de Cultura de Colombia.
¿Llevaban propuestas para democratizar el uso de estos foros tan importantes? No, tan sólo hicieron un recuento de los logros que han realizado durante sus gestiones, como el posicionamiento de la FIL en el ámbito internacional, datos y cifras, aunque en una feria de la música. ¿Qué tenía que ver la industria editorial con la FIM? Más de hora y media escuchando sobre cuántas funciones y cuántos millones de asistentes habían tenido. Me hubiera gustado tener un folleto con todo lo referente al impresionante Centro Cultural Universitario, el que una vez concluido será sin duda uno de los más importantes del mundo.
Segunda llamada
La FIM, que convocó a operadores y directores de empresas que manejan buena parte de estos mercados (conciertos internacionales, espectáculos de artes escénicas, etcétera), contó con una sección dedicada a las disqueras llamadas independientes, pero, ¿qué se ha hecho en más de 30 años para apoyar a estas pequeñas empresas que un buen día decidieron no seguir con los lineamientos de los sellos trasnacionales en cuanto a géneros, contenidos, estilos y repertorios; que apostaron a difundir lo que a las grandes compañías no les interesa, pues veían pocas posibilidades de hacer negocio con esos grupos y en esos géneros populares?
¿Se han propuesto foros para apoyar a artistas, grupos y disqueras independientes y a ese otro público que con tanto ahínco buscan las secretarías de Cultura? Los funcionarios de la cultura en este país no tienen ni la más remota idea de qué es eso. De no ser por esos sellos autogestivos, de organismos como el Instituto Nacional de Antropología e Historia y de algunos otros estatales, gran parte del patrimonio musical de este país se habría perdido, así de sencillo. Las grandes disqueras trasnacionales tienen sus intereses y su mercado bien definidos.
¿Cómo han logrado sobrevivir más de tres décadas estas –cada vez menos– pequeñas empresas, y cómo apoyarlas, no sólo con recetas de mercado y de incorporación a las nuevas tecnologías, que para muchos es casi la única alternativa? De la música tradicional, 90 por ciento son producciones independientes y sus autores venden sus discos en sus presentaciones, son miles los que no se venderían en las tiendas. Cada día son menos y, por supuesto, tienen que adaptarse a las nuevas tecnologías y mercadotecnias más ingeniosas, pero, ¿qué hacer?
Tercera llamada
Se habla mucho de captar nuevas audiencias, pero éstas están vigentes en sus propios entornos y son mayoría, muchos más que esos 10 millones de asistentes que tanto ponderaron los directores de esos foros, pues de éstos tan sólo una tercera parte, alrededor de 3 millones, son el público regular que asiste a las salas de conciertos, con poder adquisitivo para asistir a dichos conciertos y pagar boletos que van de 30 dólares para arriba. O, en el caso editorial, ¿cuántos pueden comprar un libro?
En todo el territorio nacional todos los días, en grandes poblaciones o en comunidades pequeñas, hay fiestas cívicas y religiosas, bailes, ferias, fiestas familiares, como bodas y cumpleaños, etcétera. En fin, la cultura popular está vigente, pero existen criterios que determinan gran parte de los gustos y consumos, y ahí aparecen las televisoras, duopolio que marca e impone qué artistas y géneros se promocionarán y, por supuesto, venderán más discos.
Si se quiere que este proyecto continúe y sirva realmente para el desarrollo de la música y sus creadores, y captar ese otro público, tienen que girar 180 grados y ver para otro lado. Sabemos que la educación musical se inicia en la niñez, y para este sector no había propuestas, ningún grupo o artista enfocado al público infantil; dieron por hecho que lo más relevante de la cultura musical de éste país es el rock. Según criterios de los jóvenes músicos que asistieron (pocos por cierto), ocho de cada 10 quieren ser rockstars, aunque no lo confiesen.
Dos ámbitos principales fueron sede de la mayoría de las actividades: las instalaciones de Expo Guadalajara y el teatro Diana, así como pequeños bares en los que algunos grupos se presentaban. Lo internacional, salvo Alan Parsons, estuvo casi ausente; el criterio con que se seleccionaron los grupos fue el rock y el pop del ámbito musical de Guadalajara. La pluralidad debe ser norma para la próxima feria y realmente una propuesta que cambie el paradigma de estos encuentros; hay que ser audaces, no hay de otra.
Algo lamentable fue la presentación de un grupo llamado Mariachi Rock O, que fusiona la instrumentación del mariachi con canciones de pop y rock, interpreta cóvers, la mayoría en inglés, y un ballet entre folclórico y contemporáneo, cuyos integrantes bailan heavy metal de Mago de Oz con calzones de manta y faldas de colores. ¿Qué necesidad?
Hay ejemplos alrededor del mundo que servirían para estructurar la próxima FIM. Por ejemplo, la próxima semana se inicia un festival que en su primera edición, en 1980, tuvo 12 mil asistentes; 10 años después asistió un millón, y para este 2011 se esperan alrededor de 2 millones. Sí, leyó usted bien, 2 millones; este encuentro es el de Jazz, en Montreal. Tiene talleres, simposios, laudería, campamentos para jovencitos de 13 a 17 años para formar una banda de blues y 350 conciertos al aire libre. La feria en Guadalajara es de otra índole, pero se les puede aprender algo. Al tanto.
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