Serpientes y Escaleras | Salvador García Soto
Es posible que el diálogo con los ciudadanos sea aprovechado por el Presidente para colocar el tema de la inseguridad como bandera para la elección de 2012
Pocos presidentes en la historia de México han vivido su mandato tan aislados de la gente como lo ha tenido que hacer Felipe Calderón. Rodeado de un fuerte dispositivo de seguridad, blindado para evitar riesgos o ataques a su persona, el Presidente ha pasado los cuatro años y medio de su mandato encerrado en una burbuja de seguridad que lo ha distanciado y no le ha permitido el contacto con la gente común, en la calle o de manera espontánea.
Al inicio de su mandato, Calderón tuvo que blindarse para evitar los ataques y la persecución política del movimiento de resistencia de Andrés Manuel López Obrador, que desconocieron su triunfo y aparecían en cada acto público para increparlo o agredirlo. Eso hizo que, antes de cualquier presentación del Presidente en público, se aislara y se sellara prácticamente el lugar al que acudiría, incluso varias calles a la redonda, para evitar desaguisados o riesgos para el mandatario.
Vino después la decisión clave de su sexenio: sacar al Ejército a las calles a combatir el crimen organizado y con esa acción se profundizó el aislamiento. Los golpes a los cárteles de la droga aumentaron el nivel de riesgo y amenazas al Presidente y a su seguridad, lo que hizo que el Estado Mayor Presidencial reforzara e incrementara las medidas de seguridad con protocolos nuevos que no habían tenido otros mandatarios y con la compra de equipo cada vez más sofisticado para proteger la integridad del Presidente: desde un escudo blindado que le acompaña siempre hasta una camilla plegable con todo para atender una situación de atentado, incluso una cirugía de emergencia, o armas con el calibre suficiente para dinamitar el más fuerte blindaje, que está siempre cerca del mandatario.
En todos los actos del Presidente hay rigurosos filtros de seguridad y se controla en la mayoría de los casos la asistencia de público. El diálogo del jueves entre el presidente Calderón y los ciudadanos del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad era en principio un acto tan blindado como cualquier otro al que asiste el Presidente. Del Museo de Antropología e Historia, primera sede pactada para el encuentro, se movió al Castillo de Chapultepec por la misma razón: el temor a acciones de sabotaje del Sindicato Mexicano de Electricistas, otro de los grupos que persiguen a Calderón en sus apariciones públicas.
Pero una vez que comenzó el encuentro, inédito en su forma y en el fondo, hubo una transformación. El arranque duro, ríspido, en el que Calderón y Sicilia chocaron en sus posiciones y su visión sobre esta guerra contra el crimen y sus resultados, dio paso a un diálogo abierto, franco. El Presidente que comenzó con su mismo discurso autista y nugatorio de los últimos años, dando manotazos a la mesa para justificar sus decisiones, fue otro cuando en el histórico patio del Castillo se escucharon las voces del dolor, las voces de los padres, madres, hijos que han sufrido las pérdidas humanas de esta guerra.
Fue entonces cuando Calderón salió por un momento de su burbuja y cambió el tono y el discurso. Vendría después la exigencia de Sicilia del perdón por las víctimas civiles inocentes de esta guerra y la aceptación del Presidente que pedía perdón pero “porque somos responsables”, pero al mismo tiempo se mantenía en la línea de decir que no se arrepiente de haber iniciado esta estrategia de combate al crimen. Al final fueron las voces de las víctimas, que hablaron a través de sus familiares, con sus desgarradores testimonios y sus exigencias de justicia las que dominaron la reunión y ahí se vio un gesto que muy poco se le ha visto al Presidente aislado: Calderón se paró y fue hasta el asiento donde doña María, una mujer que ha perdido a cuatro hijos en esta guerra, para darle un abrazo de consuelo y ofrecerle apoyo para encontrar a sus hijos desaparecidos.
Ayer viernes, desde muy temprano, Calderón se volcó en el Twitter con 30 mensajes alusivos a su encuentro del día anterior con los ciudadanos y las víctimas: “Como padre de familia, como mexicano, y como Presidente de la república, me duele profundamente este dolor de México… me pesan también los muchachos casi niños que han sido reclutados por bandas. Los jóvenes sin esperanza que han encontrado la muerte”, escribió el mandatario en su cuenta de la red social. Y siguió: “me duele la vida segada injustamente de muchos jóvenes inocentes. Me duelen sus padres pidiéndome encontrar a sus hijos desaparecidos… Me entristece la pérdida de vidas de miles de mexicanos. Las estadísticas no revelan la importancia de ni una sola vida que hemos perdido”.
¿SENSIBILIZACIÓN O CAMPAÑA?
En la parte política, Calderón se anotó un punto indudable con el diálogo público. También la organización ciudadana avanzó porque pudo expresarse y difundir en tiempo real la versión directa y en vivo de las conversaciones, sin ningún tipo de control o censura oficial. Pero el cambio de discurso y la exhibición de un presidente más sensible, que pasó de los “daños colaterales” y los “costos necesarios” de su estrategia antinarco, a la humanización de los saldos negativos de su guerra, también tienen en el fondo un posible cálculo político.
Más parlamentario que Ejecutivo, Calderón demostró que se mueve mucho mejor en los ámbitos del debate y el diálogo. Se vio incluso más suelto que el propio Javier Sicilia. Es muy posible que este evento del diálogo con los ciudadanos sea aprovechado por el Presidente y sus estrategas políticos para iniciar una campaña que coloque el tema de la inseguridad como la bandera central para la elección de 2012. Volver a la elección presidencial un plebiscito sobre la seguridad y el combate a los criminales, es algo que está en la lógica calderonista para tratar de retener el poder en los próximos comicios presidenciales.
Es exactamente el mismo modelo que aplicó Álvaro Uribe en Colombia en las elecciones por la presidencia de junio pasado. Para garantizar la continuidad de su estrategia contra el narco, Uribe hizo del tema de la seguridad el eje principal de la sucesión colombiana y con su secretario de Defensa como candidato, Juan Manuel Santos, logró que su sucesor no sólo aplastara a la oposición, sino que el uribismo siguiera en el poder con todo y su política de seguridad. Habrá que ver si una campaña similar en México puede tener el mismo efecto que tuvo en Colombia.
Silvia Gómez Tagle
Pronto habrá elecciones para gobernadores en tres estados de la república, Coahuila, Nayarit y Estado de México. ¿Para qué sirven las elecciones? Es una pregunta antigua en las ciencias sociales que sigue vigente en el presente siglo, sobre todo en México, donde se ha logrado una normalidad institucional en los procesos electorales, pero este avance democrático ha dado muy pocos frutos para la ciudadanía en general. La posibilidad de alianzas electorales entre el PAN y el PRD, además de otros partidos menores, sobre todo en el Estado de México, había despertado expectativas de éxito electoral para lograr la alternancia en una entidad que nunca la ha conocido. Sin embargo, a diferencia de 2010, las alianzas PAN y PRD no cristalizaron. Los votantes tendrán varias siglas en la boleta de papel, pero en la realidad política, las opciones para elegir son reducidas, porque sobre todo en el Estado de México y en Coahuila, el partido “casi hegemónico” sigue siendo el PRI. Lo más importante en estas elecciones locales no parecen ser las definiciones ideológicas, sino construir un esquema de competencia para alcanzar, por primera vez, la alternancia.
Esa autonomía que ha ganado una ciudadanía capaz de asumir un papel importante para definir el futuro de los partidos y el rumbo político del país, no siempre encuentra partidos igualmente dispuestos a construir una oferta política competitiva, a la altura de sus expectativas. Es necesario recordar que en el siglo pasado fue la protesta ciudadana, más allá de los partidos, la que obligó al régimen autoritario a conceder el respeto al sufragio y garantizar la sinceridad de las elecciones, también que no ha sido necesaria una ley que restrinja el registro de partidos nuevos, porque han sido los ciudadanos los que han desechado, mediante el sufragio, a los múltiples partidos sin arraigo en la sociedad que han reclamado el registro electoral, asimismo, ha sido este voto selectivo el que ha permitido conformar en México un nuevo sistema de tres partidos importantes, claramente diferenciados entre sí.
En este proceso lento de reformas electorales y ajustes institucionales, se advierte la vigencia del clivaje antiguo entre la izquierda y la derecha, entendida en una forma muy amplia en el contexto del presente siglo, pero al mismo tiempo persiste la presencia de un Partido Revolucionario Institucional portador de las virtudes y los vicios de 80 años de ejercicio exclusivo del poder en muchas entidades de la república donde la alternancia todavía no llega. Por esto en las elecciones locales, donde muchas veces es necesario realizar alianzas más allá del clivaje izquierda-derecha, que permitan construir un esquema de competencia para alcanzar, por primera vez, la alternancia.
En el Estado de México la cancha para la competencia electoral en los próximos comicios del 3 de julio se encuentra muy inclinada a favor del PRI. Por eso las alianzas electorales parecían pertinentes a pesar de haber dado lugar a múltiples debates y críticas de diversos líderes políticos. Es interesante que la oposición a la alianza PAN-PRD unificó los criterios del PRI en el Estado de México, con la versión de la izquierda representada por López Obrador.
En la presente elección para gobernador en el Estado de México, la exigencia de definir un claro perfil de izquierda parece poco prometedora para Alejandro Encinas, a pesar de que él en lo personal ha demostrado su capacidad de convocatoria y de liderazgo más allá de los partidos que lo apoyan. Romper alianzas entre partidos y fuerzas políticas, para definir con mayor claridad un perfil ideológico de izquierda, implica el riesgo de restar los votos de un sector de centro o de centro-izquierda que no se identificará con facilidad con los partidos de la coalición que actualmente apoya a Encinas.
sgomez@colmex.mx
Investigadora del Centro de Estudios Sociológicos de El Colegio de México
Esa autonomía que ha ganado una ciudadanía capaz de asumir un papel importante para definir el futuro de los partidos y el rumbo político del país, no siempre encuentra partidos igualmente dispuestos a construir una oferta política competitiva, a la altura de sus expectativas. Es necesario recordar que en el siglo pasado fue la protesta ciudadana, más allá de los partidos, la que obligó al régimen autoritario a conceder el respeto al sufragio y garantizar la sinceridad de las elecciones, también que no ha sido necesaria una ley que restrinja el registro de partidos nuevos, porque han sido los ciudadanos los que han desechado, mediante el sufragio, a los múltiples partidos sin arraigo en la sociedad que han reclamado el registro electoral, asimismo, ha sido este voto selectivo el que ha permitido conformar en México un nuevo sistema de tres partidos importantes, claramente diferenciados entre sí.
En este proceso lento de reformas electorales y ajustes institucionales, se advierte la vigencia del clivaje antiguo entre la izquierda y la derecha, entendida en una forma muy amplia en el contexto del presente siglo, pero al mismo tiempo persiste la presencia de un Partido Revolucionario Institucional portador de las virtudes y los vicios de 80 años de ejercicio exclusivo del poder en muchas entidades de la república donde la alternancia todavía no llega. Por esto en las elecciones locales, donde muchas veces es necesario realizar alianzas más allá del clivaje izquierda-derecha, que permitan construir un esquema de competencia para alcanzar, por primera vez, la alternancia.
En el Estado de México la cancha para la competencia electoral en los próximos comicios del 3 de julio se encuentra muy inclinada a favor del PRI. Por eso las alianzas electorales parecían pertinentes a pesar de haber dado lugar a múltiples debates y críticas de diversos líderes políticos. Es interesante que la oposición a la alianza PAN-PRD unificó los criterios del PRI en el Estado de México, con la versión de la izquierda representada por López Obrador.
En la presente elección para gobernador en el Estado de México, la exigencia de definir un claro perfil de izquierda parece poco prometedora para Alejandro Encinas, a pesar de que él en lo personal ha demostrado su capacidad de convocatoria y de liderazgo más allá de los partidos que lo apoyan. Romper alianzas entre partidos y fuerzas políticas, para definir con mayor claridad un perfil ideológico de izquierda, implica el riesgo de restar los votos de un sector de centro o de centro-izquierda que no se identificará con facilidad con los partidos de la coalición que actualmente apoya a Encinas.
sgomez@colmex.mx
Investigadora del Centro de Estudios Sociológicos de El Colegio de México
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