Con un abrazo quedó sellado el diálogo entre el Poeta y el presidente Calderón, sobre una guerra que no cambiará. Un abrazo que políticamente representó la indignación para muchos, la satisfacción para otros, pero la estrategia contra el narcotráfico será la misma
¿Qué significa el abrazo de Sicilia a Calderón al final del diálogo por la Paz? Javier Sicilia, conocido mediáticamente desde la muerte de su hijo como El Poeta, termina el diálogo privilegiado con el presidente de México, Felipe Calderón, con un abrazo fuerte y hasta afectuoso, frente a los medios, a algunas víctimas de la violencia contra el narcotráfico y frente a las redes sociales. Ello ha generado más indignación y suspicacia por quienes ya no creen en las palabras del Poeta ni mucho menos en las de quien ha ocupado la presidencia de este país y a quién se le ha juzgado durante su mandato de dudosa legitimidad por unas elecciones controvertidas.
Las reacciones en contra y a favor van y vienen. Pero lo cierto es que Sicilia ya no es un jovencito ni desconoce de política, como se ha pedido la comprensión por su "inexperiencia" o "ingenuidad". Se dice casi con lástima, "es un poeta, no es un político". Sin embargo, Sicilia tiene experiencia ya como negociador con el movimiento zapatista en Chiapas, por allá en 1994 y años siguientes. Más aún, su quehacer periodístico como columnista de un semanario político, le da un plus a su experiencia en la política.
También se nos pregunta a quiénes hemos advertido de sus incongruencias, “¿Qué esperábamos? Es un momento para sumar. Necesitamos sumar, sumar, sumar…” Y la paz se vuelve una pesadilla para algunos y un privilegio para otros, como en las dictaduras latinoamericanas de hace un par de decenios. Y ¿qué esperábamos realmente? Ni su poema, ni sus rosarios ni sus bromitas del cigarro y el tequila sentado a la mesa con el presidente Calderón, podían generar el consenso nacional para aceptar una guerra que combate parcialmente el narcotráfico y favorece a un cártel, el del Chapo Guzmán, el Cártel de Juárez.
El abrazo de Sicilia a Calderón, en un momento en que la mayoría de los mexicanos repudiamos la política de combate parcial al narcotráfico y de militarización del país, no es ingenuo. Hay mucho significado político en ello. Van 40 mil muertos, 25 mil niños incorporados en estas mafias, casi 5 mil mujeres asesinadas y más de 1200 desaparecidas en 17 años, sin que sea una prioridad para ningún gobierno. Y las desapariciones no han cesado como tampoco los asesinatos. Los militares en las calles, lo familiares de las víctimas amenazadas, la presencia de agentes estadounidenses en las ciudades.
En este caos y hundimiento de México, es un abrazo de complicidad, de sellar el silencio, de aceptar la guerra sin cuestionar, de aceptar el despotismo del gobierno sobre la víctima atrapada en el servilismo y la estadolatría, esa deferencia al poder del estado casi hasta la humillación.
Ante la indignación de miles de espectadores por la cercanía con el presidente Calderón, Sicilia fue criticado severamente en Twitter y Facebook
A Sicilia no sólo le ha faltado dignidad, también sus acciones hablan y hablan mucho de su calidad moral y de su inteligencia estratégica para conducir un movimiento de pacificación. Es un hombre que ignoró las propuestas de otras víctimas que durante años han estado en el anonimato por miedo, ignoró las demandas de las mujeres juarenses que piden la desmilitarización de las calles para caminar tranquilas y seguras ante el asedio de los militares. Las constantes violaciones de derechos humanos, secuestros, agresiones sexuales y torturas han sido ignoradas por el Poeta, pero con desprecio y con autoritarismo: “no mamen”, les dijo a los ciudadanos de Juárez que se organizaban para discutir las propuestas del pacto ciudadano.
¿Cuál es la calidad moral de una persona que se expresa así con un grupo de víctimas de violencia por parte de militares, de policías judiciales, federales y narcotraficantes? ¿Por qué ignorar las causas del dolor de los demás e imponer la suya como una bandera justa? ¿Por qué él eligió los representantes de las víctimas y no fue voluntaria la decisión de hablar con Calderón? ¿Acaso ni siquiera podían las víctimas hablar con el presidente después de tanta violencia e ineptitud que han padecido? La dignidad no la da la muerte de un ser querido, eso ha quedado claro.
Sicilia no incluyó ninguna demanda de las organizaciones de Ciudad Juárez, porque no estaban en la lista de Calderón. Se trataba de meter los militares al cuartel, de entablar un juicio político a Calderón por el genocidio, se trataba de demandar la legalización del tráfico de drogas y acabar con una guerra que sólo conviene a Estados Unidos y la gobierno mexicano. Pero Sicilia impuso sus propuestas únicas que ya traía redactadas. Cambió en dos ocasiones el nombre del movimiento sin consultarlo con los demás grupos que se habían organizado para recibirlo en Juárez e ignoró a las personas que trabajaban para generar documentos de reflexión.
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