10/21/2013

Sí hay moral en la infancia



 
 Lydia Cacho
Una bebé llora intensamente al escuchar a otro bebé que en el cunero llora suavemente por el dolor y la fiebre. En cuanto el bebé enfermo es levantado por la enfermera y para de llorar, la nena de la cuna vecina guarda silencio. En la guardería una niña llora porque está asustada, sin que se lo pidan, un pequeño le lleva un par de juguetes. Nadie les enseñó a reaccionar con compasión, sin embargo lo hacen desde el nacimiento.

Durante siglos hemos pensado que las y los niños carecen de pensamiento moral y que este debe ser implantado a través de la educación. Pero los últimos estudios sobre el comportamiento de la infancia demuestran que desde los seis meses se puede detectar con toda claridad cómo un grupo de niños y niñas actúan basadas en la empatía. El centro de estudios cognitivos de la infancia de la Universidad de Yale (Infant Cognition Center at Yale) llevó a cabo una serie de experimentos que buscan determinar si las personas nacemos, o no, con una brújula moral que, eventualmente, se convierte en parte de nuestros valores éticos. Los resultados son asombrosos.

Un grupo experto llevó a cabo una serie de experimentos controlados cuyo objetivo es entender cuales son los disparadores de la empatía y la compasión en bebés muy pequeños. Un hombre carga una bolsa frente a un bebé y pretende que se le cae una pieza de plástico que no puede levantar porque tiene frente a él una cuerda. En la esquina un bebé de doce meses lo mira y gatea hasta recoger la pieza, se levanta y se la entrega. Cuando el hombre la tira intencionalmente los bebés no se mueven ni le ayudan. Los indicadores revelan que la intuición humana comienza a desarrollarse mientras se ejercita la brújula moral. Es decir, las personas desde pequeñas somos capaces de identificar cuando un adulto intenta manipularnos o engañarnos (aunque está claro que el hecho de poder detectar el engaño no implica que se tengan las habilidades para reaccionar adecuadamente frente a él, en particular cuando la situación es compleja).

En la última década los avances en estudios sobre la infancia nos han ayudado a entender que, contrario a lo que se creía antes, las personas no nacemos amorales, sino con una clara tendencia a tomar las mejores decisiones para el bienestar propio y de nuestro grupo social.

El centro de estudios cognitivos de la Universidad de British Columbia (UBC), que trabaja con bebés de entre un mes hasta siete años, se han llevado a cabo estudios para entender si las y los infantes aprenden más de quienes se comportan adecuadamente o de quienes hacen travesuras. La gran mayoría de infantes de entre 17 y 18 meses que ven el show de marionetas en que los personajes hacen cosas buenas y malas; en la mayoría de casos los bebés eligen jugar con los personajes que hacen el bien y ayudan a otros. Lo impresionante es que podemos observar a bebés de entre ocho meses y dos años premiando el comportamiento desinteresado y compasivo de los muñecos, mientras que castigan a los que son egoístas o maltratadores.

Estos estudios son importantes por lo que aportan a quienes desde la filosofía plantean teorías del aprendizaje de ética y negociación de conflictos y para quienes trabajan modelos pedagógicos para erradicar la violencia escolar o bullying. ¿Qué hace que nuestros hijos e hijas pierdan la brújula moral? ¿Cómo a temprana edad eligen aliarse a los agresores y aislar a las víctimas, si a los seis meses eran capaces de hacer lo contrario intuitivamente? Aunque los medios ciertamente colaboran en la construcción de modelos violentos socialmente premiados, todo parece indicar que hay un discurso colectivo que está cambiando el paradigma de las reglas morales. Tal vez podríamos estar en camino a la regresión en términos civilizatorios.

Estos estudios han demostrado que nacemos con la capacidad natural para actuar con bondad y de formas socialmente benéficas para la mayoría; esto como resultado de siglos en que la raza humana subsistió a partir de mejorar su capacidad de vivir en comunidad y de mantener la paz. Es decir, el comportamiento social reiterado cambió la biología e insertó el reconocimiento de la empatía y la brújula moral en nuestra programación genética.

Parece que la ciencia está demostrando que es cierto que mientras más gente hace el bien, más pronto sana la sociedad. Y mientras menos personas se involucran en el bienestar social, más se reproduce la descomposición social y la violencia.
@lydiacachosi
Periodista

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