10/24/2013

Ocurrió hace cuatro años



Tomás Mojarro

            Sigo aquí, mis valedores, con las reflexiones que  en el 2010 me provocó un Cayetano Cabrera, ingeniero del Sindicato Mexicano de Electricistas, al que con otros 42 mil trabajadores Calderón aventó al desempleo,  y que al intento de recuperar la plaza perdida o conseguir el patrón sustituto se arrojó a la huelga de hambre en el zócalo. Los conceptos de Gladis Cabrera, la hija del ayunante:

            “Yo apoyo al hombre sin edad, inteligente y poderoso, inagotable y de excepción. Papá, eres mi más grande inspiración y el mejor ejemplo a seguir...” Y mi respuesta meses después de la extinción de la Compañía de luz y Fuerza del Centro, cuando Cabrera y varios más iniciaban su huelga de hambre:   

            Su señor padre  se equivocó de país, Gladis Cabrera. Se está dejando morir en un estricto estado de derecho, repito,  donde la ley se respeta y se hace respetar o no fuese estado de derecho. Se equivocó de estrategia en un estado laico gobernado por beatas del Verbo Encarnado.

            Qué distinto hubiera sido llevar a cabo su terrible determinación en una "dictadura feroz" como la de Cuba, pongamos por caso, donde algunos inconformes con el régimen castrita se mantienen en huelga de hambre. Dictadores y sátrapas han demostrado en los hechos que son sensibles ante una justa demanda que apuntalan, como aquí el ingeniero Cabrera, a lo largo de  80 y tantos días de ayuno. Los sátrapas no tienen la condición ni la respuesta de un gobernante democrático (beato del Verbo Encarnado, además)  ante un desempleado cualquiera que pretenda  abollarles el principio de autoridad.  Compañera Gladis Cabrera:

            Mucho tengo que decir al respecto al electricista y cofradía de ayunantes. ¿Querría usted transmitirle el mensaje que en trance tan riguroso y de acuerdo con enseñanzas de mi maestro de teoría política  me propongo redactar? Se trata de indicaciones diversas extraídas de la Historia sobre cómo se  triunfa sobre el enemigo histórico.

            Pues sí, pero no, que ni su señor padre Cabrera ni los dirigentes del sindicato  van a leerlo, y de leerlo no lo van a entender, y de entenderlo no van a  atenderlo, y mucho menos a ponerlo en práctica. Y es que así de castrante es el dogma, y de arrogante y  burriciego. Porque a los compañeros del Mexicano de Electricistas, como al gremio de los maestros, el dogma los mantiene en la creencia de que el triunfo sobre el Sistema se enraiza en la espectacularidad y el protagonismo de una muchedumbre eufórica, la del plantón, la mega-marchita y las consignas"mágicas" gritadas a todo pulmón.

            A los simpatizantes de los electricistas, en tanto, qué nos queda por hacer, sino resignarnos a contemplar las ruinas del movimiento que habrá fallecido de erosión en el zócalo, rumbo a Los Pinos o frente al Jacalón de San Lázaro. En plena vía pública, sí. “¡E-xi-gi-mos!” Es el dogma. Y qué hacer.

             Sintetizo, pues, compañera Gladis, la tesis del maestro sobre cómo han de proceder los electricistas para sobrevivir a la extinción de Luz y Fuerza del Centro, maniobra que ha dado al de Los Pinos, esto dicho por algún periodista rastrero, “un enorme prestigio popular”. Le adjunto, asimismo, la táctica con la que su padre y colegas sindicalistas habrán de resistir ese feroz  linchamiento que el del “prestigio popular” ha orquestado por manos y boca  de sus comentaristas de casi todos los medios de acondicionamiento social.

              De inicio Calderón y sus asesores sopesaron las fuerzas a su favor y las que actuarían en defensa del Mexicano de Electricistas.

            (Eso viene  después.)

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