INTERNACIONAL
15 de octubre, Día Internacional de las Mujeres Rurales
CIMACFoto: Gabriela Mendoza Vazquez
Por: Masiel Fernández Bolaños *
Cimacnoticias/PL | La Habana.-Las mujeres tienen un peso sustancial en el desarrollo de las labores agrícolas en el orbe, sin embargo el aporte de ellas no es reconocido en su real dimensión, según analistas.
Las mujeres constituyen más del 40 por ciento de la mano de obra agrícola de las naciones en desarrollo, e incluso hasta el 70 por ciento en algunas, acorde con datos de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
Por tanto, representan una parte significativa de la fuerza laboral rural en muchos países, empero las condiciones de desigualdad en las que trabajan y viven atentan contra su productividad y aporte al logro de la seguridad alimentaria.
A ello se une el hecho de que son consideradas fundamentales para el desarrollo de las zonas rurales y de las economías, pues a menudo trabajan más horas que los hombres y son quienes se ocupan del cuidado de los niños, los mayores y los enfermos.
Aunque su aporte resulta evidente, la mayoría de ellas sigue laborando en inferioridad de condiciones y afrontan más obstáculos para lograr su acceso a servicios públicos, protección social y oportunidades de empleo dignas.
La FAO plantea que si las mujeres tuvieran el mismo acceso a los recursos que los hombres podrían incrementar los rendimientos agrícolas, ya que cuando son empoderadas económica y socialmente, se convierten en agentes de cambio a favor del crecimiento, el progreso social y el desarrollo sostenible.
Asimismo pueden aumentar su productividad agrícola entre 20 y 30 por ciento, elevar la producción y, en última instancia, liberar del hambre a millones de personas.
Por tal motivo, los expertos opinan que potenciar la igualdad en el acceso de las mujeres a los insumos (semillas, herramientas, fertilizantes), a la educación y a los servicios públicos contribuiría significativamente a lograr la seguridad alimentaria y una mejor nutrición para todos.
LA VIOLENCIA EN EL TAPETE
La poca atención prestada a la conexión existente entre el género, la violencia y la seguridad alimentaria es centro de atención de algunas investigaciones, sobre todo teniendo en cuenta el importante papel que desempeñan las mujeres en la producción y en el entorno familiar.
En tal sentido remarcan que la discriminación por motivos de género fomenta la malnutrición y el desempoderamiento de ese grupo poblacional, pese a diversas experiencias mostrar que, en manos de las mujeres, los comestibles tienen más posibilidades de llegar a los niños necesitados.
Algunas de esas investigaciones recogen situaciones que tristemente acontecen en pleno siglo XXI. Por ejemplo, las prácticas discriminatorias aplicadas en las comunidades rurales generan con frecuencia desequilibrios en la distribución de los alimentos dentro del hogar, de forma que, por lo general, las mujeres y las niñas tienen acceso a alimentos menos nutritivos y en menor cantidad que los hombres y los niños.
Durante los períodos de hambruna, se dan casos de familias pobres que casan a sus hijas prematuramente para tener una boca menos que alimentar. Otro caso alarmante es el de las refugiadas, quienes con frecuencia se ven obligadas a prostituirse a cambio de algo que comer.
La exposición a violaciones y a otras formas de agresión también tiene entre sus víctimas a las viudas pues sufren persecuciones por motivos relacionados con la propiedad de la tierra.
En dicho entorno, la FAO y otras instituciones reiteran la importancia de impulsar iniciativas orientadas a mejorar la seguridad alimentaria y nutritiva, incrementar los ingresos, fomentar el liderazgo y la participación en las instituciones rurales, y crear una política medioambiental más responsable a nivel nacional e internacional.
Todo ello en aras de avanzar en la igualdad de género.
EN AMÉRICA LATINA
Estadísticas revelan que en América Latina y el Caribe, entre el ocho y el 30 por ciento de las explotaciones agrícolas están a cargo de mujeres.
Su participación activa, tanto en el ámbito productivo como en el reproductivo, permite a millones de personas mejorar su calidad de vida en los territorios y en los sitios donde viven.
Chile está registrado como el país de la región con más explotaciones agrícolas a cargos de mujeres, con 30 por ciento, seguido por Panamá, Ecuador y Haití.
En el otro extremo, se encuentran Belice, República Dominicana, El Salvador y Argentina, con una tendencia ascendente.
Expertos opinan que los avances evidencian el incremento de la proporción de mujeres productoras en más de cinco puntos durante la última década, lo cual significa que se está frente a un fenómeno de feminización del campo.
Empero, sus tierras son siempre las más pequeñas y están ubicadas en lugares de menor calidad, con menos acceso a crédito, a asistencia técnica y a capacitación.
Además, muchas veces no son consideradas productoras ni escuchadas en igualdad de condiciones que los productores hombres.
Investigaciones confirman que la brecha de género en la propiedad de la tierra está históricamente relacionada con factores como la preferencia masculina en la herencia, los privilegios de los varones en el matrimonio y la tendencia a favorecerlos en la distribución por parte de las comunidades campesinas e indígenas.
También influyen los programas estatales de redistribución y los sesgos de género en el mercado de tierras.
La Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas declaró en 2007 que el 15 de octubre de cada año se celebrara oficialmente el Día Internacional de las Mujeres Rurales.
De esa forma, reconoció la función y contribución decisivas de las mujeres en la promoción del desarrollo agrícola y rural, y en la mejora de la seguridad alimentaria y la erradicación de la pobreza en ese medio.
*Periodista de la redacción de Economía de Prensa Latina.
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