Desde mucho antes del reciente estallido de resistencia magisterial, que encabezó la sección 22 de Oaxaca, la lucha de los profesores se había gestado. En diferentes estados, a lo largo y ancho de México, el trabajo constante, la discusión con las comunidades, permitieron la increíble fuerza que ningún otro movimiento social ha conseguido en los últimos años.
Con el arribo de los profesores a la Ciudad de México, se mostró a la sociedad en general que su resistencia era novedosa por más de una razón. En primer término, los profesores lograron romper el consenso social que las televisoras se encargaron de imponer a punta de repeticiones insufribles y de lugares comunes sin un solo argumento. Sus movilizaciones diarias, los cercos sorpresivos, el plantón en el Zócalo y luego en el Monumento a la Revolución, permitieron que la sociedad cuestionara no solamente el problema de las movilizaciones, sino especialmente a la reforma educativa peñanietista. Con el operativo de desalojo el 13 de septiembre, el gobierno federal, así como el de la Ciudad de México, pretendieron aniquilar el movimiento magisterial sin conseguir tan anhelado objetivo. Es de resaltar, por eso, la inquebrantable voluntad de los profesores que, a pesar de la feroz campaña de linchamiento en su contra, han demostrado una entereza en la lucha por echar atrás la reforma educativa.
Otro aspecto que no puede desdeñarse es el modus operandi del gobierno federal. Luego del paro al que la CNTE llamara para los días 19 y 20 de septiembre, cuyo éxito fue relativo pero no despreciable (sobre todo si se considera la incorporación a la resistencia magisterial de los estudiantes de las universidades públicas del país), el gobierno de Peña Nieto había decidido dejar que el movimiento magisterial muriera de inanición. Desde la secretaría de gobernación se mostró con nitidez que la táctica era, por un lado, continuar con la promesa de un diálogo mientras, por otro lado, se declaraba que no habría marcha atrás en la aplicación de la reforma. El movimiento encabezado por la sección 22 de Oaxaca, entró entonces en una especie de interregno en el que el gobierno no cedió un milímetro y la resistencia magisterial no lograba avanzar. Además del desgaste natural, existía también el factor económico y la dificultad de una lucha sostenida lejos de su lugar de origen. Un elemento más es que el gobierno decidió no hablar más del magisterio. Las notas sobre los profesores en resistencia en los medios de comunicación fueron desapareciendo y se utilizó, de una manera ruin, el desastre ocasionado por los huracanes para mover del foco de atención a la CNTE. Sin embargo, de manera sincrónica, en otros estados de la república el maremoto de profesores irrumpió en la escena.
Falsamente se creyó que toda la resistencia de los profesores era la sección 22 de Oaxaca. Por eso, el gobierno erró al calcular que el regreso del contingente oaxaqueño a su estado era el fin del movimiento y, más aún, una derrota. El repliegue táctico de los oaxaqueños, está desplazando la lucha de ese contingente en particular a las propias escuelas, a su estado y la vida cotidiana en las diferentes regiones. Por ahora, tendrán que enfrentar el regreso a clases bajo condiciones complicadas, considerando, sobre todo, que no pocos gobiernos municipales son de corte priista y han hecho lo posible por minar la fuerza del magisterio democrático; algunas escuelas están, por ahora, tomadas por los profesores afines a la sección 59 creada en años recientes para hacer contrapeso a los mentores de la CNTE. En Oaxaca se librará, indudablemente, una batalla de suma importancia.
La eclosión de la lucha de la CNTE se ha hecho sentir no sólo en la Ciudad de México, sino también en diferentes estados del país. Si es verdad que hasta el momento el gobierno de Peña Nieto no ha reculado en su intención de dar un golpe mortal a la educación pública, no es menos cierto que la resistencia de la CNTE, lejos de desvanecerse, va en franco aumento. Así lo demuestran las movilizaciones constantes en estados como Zacatecas, Chiapas, Guerrero, Veracruz, Michoacán, Baja California Sur y Quintana Roo. Algunos de esos contingentes tienen presencia en el plantón del Monumento a la Revolución que, si numéricamente es menor en comparación a la representación oaxaqueña, no es menos cualitativamente hablando.
El gobierno federal, en amasiato con Miguel Ángel Mancera, pretende minimizar las protestas y juega a hacerlas inexistentes. Es gracias a lo masivo de éstas, sobre todo en el interior de la república, que no puede ocultarse la generalización del conflicto ocasionado por la soberbia gubernamental. La CNTE es la punta de la resistencia social en nuestro país y ha sabido, entre otras cosas, mantener la firmeza como táctica primordial ante la embestida de Peña Nieto. Es loable la manera en que el movimiento magisterial va ganándose la simpatía de la población mexicana, por eso es necesario remarcar que, en más de un sentido, la resistencia se generaliza. Una muestra de ello es el fenómeno ocurrido en el Distrito Federal: los padres de familia han realizado paros en las escuelas por iniciativa propia, contra la reforma educativa y en decidido apoyo a la CNTE. No debe ser diferente en otros estados donde el magisterio goza de amplia simpatía popular.
Por todos los medios posibles, el gobierno federal busca hacer vacío a las protestas magisteriales. Pretende, con ello, generar en la población la idea de que el conflicto ha finalizado y que quienes continúan en la protesta son, por decir lo menos, unos necios que tienen por objetivo desquiciar al país entero. Aunque Peña Nieto lo niegue, o haga caso omiso a las protestas de los profesores, la verdad es que la CNTE se convirtió en el enemigo a vencer para la administración priista. Con su tenaz resistencia, el magisterio democrático está poniendo en entredicho la fortaleza del gobierno peñanietista y del SNTE que, encabezado por Juan Díaz de la Torre, juega el papel de esquirol en la más bochornosa abyección.
Aunque la reforma haya sido aprobada, aunque por decreto se pretenda derrotar a la CNTE, lo cierto es que aún nada está decidido. La resistencia magisterial, la movilización popular, es la que finalmente decidirá si la reforma educativa continúa en pie. Por lo pronto, hay que aprender la enorme lección que los profesores de la CNTE están dando para el país entero.
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