Partieron de sus hogares en el este de Nigeria, donde, según le
dijeron sus padres, concertaron su matrimonio con connacionales que
viven en Malí.
“Cuatro compatriotas me pidieron que les trajera esposas jóvenes
porque quieren casarse. Estoy seguro de que serán felices”, dice a IPS
un traficante de personas, que solo se identifica como Wiseman, mientras
el autobús donde ya abordaron las cuatro chicas se apresta a partir
hacia Bamako, la capital maliense. A IPS no se le permite hablar con las
adolescentes, que parecen ansiosas.
Wiseman aseguró que “negocié con los padres y les di un pago inicial
como dotes, eso seguramente les ayudará a comenzar un pequeño negocio o
compran semillas para la agricultura. Estas chicas son afortunadas
porque trabajarán y realizarán los deberes de las esposas, por lo que
sus vidas deberían mejorar mucho”.
Pero en realidad, nadie sabe sus verdaderas intenciones tanto de él
como de los hombres que le “encargaron” encontrar a las chicas, si es
que ellos existen.
Pathfinders Justice Initiative
(Iniciativa de Exploradores por la Justicia), una organización
internacional no gubernamental dedicada a la prevención de la esclavitud
sexual, dice que Nigeria es un país de origen, tránsito y destino de la
trata de mujeres y niñas, una actividad que tiene su foco en la Ciudad
de Benin, en el sureño estado nigeriano de Edo, considerada un centro de
tráfico sexual.
Nigeria se ubica en el puesto 32 de entre 167 países con el mayor
número de personas en situación de esclavitud (1,38 millones), según el
informe del Índice Global de Esclavitud 2018.
Si bien Nigeria cuenta con leyes contra el tráfico y la trata, al menos
un millón de personas son víctimas de estos delitos cada año, según la
Agencia Nacional para la Prohibición del Tráfico de Personas (Naptip, en
inglés).
Naptip, que opera en colaboración con las autoridades de Malí,
considera que casi 20.000 niñas nigerianas fueron obligadas a
prostituirse en Malí, donde trabajan en hoteles y clubes nocturnos tras
ser vendidas a redes de trata y prostitución por traficantes de
personas.
La población infantil, la más vulnerable
En África occidental, niñas y niños siguen siendo los más vulnerables a la trata.
El último Informe global sobre la trata de personas de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito
(ONUDD) encontró que los niños y niñas y adolescentes se encontraban
entre las mayores víctimas de tráfico y trata dentro de la región.
A fines de abril, la Organización Internacional de Policía Criminal
(Interpol) rescató a 216 víctimas de la trata, incluidos 157 niñas y
niños, oriundos de Benín, Burkina Faso, Níger, Nigeria y Togo. Interpol
integra un grupo de trabajo mundial, conformado para abordar el delito
de la trata.
Algunas de las víctimas de la trata laboraban como trabajadoras
sexuales en Benín y Nigeria, mientras que otras lo hacían en jornadas
interminables en mercados y locales de comida. Varías de las rescatadas
tenían apenas 11 años, tenían señales de haber sido golpeadas y se les
había asegurado que nunca más verían a sus familias.
Cuarenta y siete personas fueron arrestadas.
“Muchas niñas y niños se envían a estos mercados para realizar
trabajos forzados. Se trata de grupos del crimen organizado que solo
buscan hacer dinero. No les importa que los menores sean forzados a la
prostitución, trabajen en condiciones terribles o vivan en las calles”,
dijo el director de Interpol para el crimen organizado y emergente,
Paul Stanfield. “Todos están detrás del dinero”, remarcó.
Benín, punto de tránsito del tráfico
Benín, un país de bajos ingresos, siempre ha sido un punto de
tránsito para los migrantes de África occidental que buscan llegar en
forma irregular a Marruecos, Argelia y Túnez, y desde ahí, finalmente, a
Europa.
La ciudad de Cotonou parece ser un punto de tránsito del tráfico de
niñas y mujeres hacia África occidental y del norte, que pasan por esta
ciudad desde el sur cuando son transportadas a sus países de destino.
Togo, Burkina Faso, Benín y Malí tienen leyes contra el tráfico y la
trata infantil, pero nada cubre la trata de personas mayores de 18 años,
según datos la ONUDD, también conocida por su sigla en inglés, UNODC.
Níger no tiene leyes contra estos delitos.
El libre movimiento de bienes y personas dentro de la Comunidad
Económica de los Estados de África Occidental parece facilitar esta
situación, ya que los oficiales de inmigración corruptos hacen la vista
gorda por unos pocos dólares, en los puestos fronterizos.
Tráfico y trata, delitos diferentes
Los delitos de tráfico y trata de personas están conectados en
ocasiones, pero tienen características y fines diferentes, según la
Oficina de las Naciones Unidos contra la Droga y el Delito (ONUDD).
El tráfico es siempre transfronterizo e implica el traslado ilícito de
personas de un país a otro, realizado “en condiciones peligrosas o
degradantes”, a cambio de beneficios financieros o de otro tipo.
La trata puede producirse dentro del propio país de la víctima o en otro
país y es "la acción de captar, transportar, trasladar, acoger o
recibir personas, recurriendo a la amenaza o al uso de la fuerza u otras
formas de coacción, al rapto, al fraude, al engaño, al abuso de poder o
de una situación de vulnerabilidad” para obtener un beneficio
económico.
Su fin, precisa la ONUDD, es “de explotación, que incluye prostitución,
explotación sexual, trabajos forzados, esclavitud, retirada de órganos y
prácticas semejantes”.
Una gran diferencia de los dos delitos es que en el tráfico, las
personas migrantes “consienten”, mientras que las víctimas de la trata,
por el contrario, “nunca han consentido o, si lo hicieron inicialmente,
ese consentimiento ha perdido todo su valor por la coacción, el engaño o
el abuso de los traficantes”.
Sobre los controles fronterizos, Wiseman soslaya profundizar en el
tema y solo dice que sabe “cómo manejarlos”. En cuanto a su
responsabilidad en el bienestar de las chicas que traslada precisa: “No
soy un trabajador social, soy un hombre de negocios y un asistente.
Ayudo a las personas a obtener buenas esposas y a las familias de las
niñas a salir de la pobreza por el dinero que reciben a cambio. El resto
es historia”.
Cuando IPS le cuenta el caso de las cuatro chicas nigerianas a Hassan
Badarou, un promotor comunitario y líder religioso de Benín, este
asegura que “podrían ser utilizadas como esclavas sexuales por esos
hombres que las adquirieron, o ser vendidas a sindicatos del crimen para
servir como prostitutas en Mali o mucho más lejos, en el norte de
África”.
“Es una pena que los padres permitan que sus hijas se vayan del país a
cambio de unos pocos dólares. Todo esto no sucedería si no fueran
pobres”, reflexionó.
Pobreza, cultura y trabajo infantil
La pobreza desempeña un papel muy importante en el tráfico y la trata de mujeres y niñas en la región. Pero también la cultura.
En 2014, una amiga de la familia de Suzie vino a recoger a la niña de 12 años de su casa en el norte de Benín.
“Ella prometió ayudarme a asistir a la escuela después de trabajar en
su casa durante un año, pero no lo hizo”, dijo Suzie a IPS en el idioma
local, el fon, a través de un traductor.
“Las cosas empezaron a ir mal cuando comencé a recordárselo. Ella
dejó de pagarme mi salario y aumentó mi carga de trabajo y redujo mis
comidas de dos a una por día. También comenzó a golpearme cada vez que
protestaba”, dijo esta adolecente de 16 años que vive en Cotonou.
Además, con el paso del tiempo, los miembros masculinos de la familia
para la que trabajaba, comenzaron a acosarla sexualmente. Suzie
rechazaba sus crecientes avances como podía, hasta que finalmente escapó
porque no soportaba más la situación.
Policía, no por favor
Pero para ella acudir a la policía para denunciar estos incidentes no
era una opción. Al preguntarle porque no lo hizo, explica que “no podía
hacer eso, la mujer que me trajo es como una tía, así que denunciarla
hubiera generado un conflicto entre su familia y la nuestra”.
Badarou, el líder religioso, cuanta que le ha tocado mediar en varios casos como el de Suizie.
“Si vieses la forma en que estas mujeres maltratan a estas chicas, te
haría llorar. He documentado muchos casos de abuso y he tratado de
mediar entre algunas de estas mujeres y las chicas”.
Pero por muy abusiva que sea la situación, lo que Badarou nunca va a hacer es meter por medio a la policía.
“Todos somos hermanos y hermanas de este país y creemos en resolver
nuestros problemas en armonía y paz a través del diálogo. Además, no es
nuestra cultura informar de nuestros problemas a la policía”, detalla
sobre una cultura institucionalizada en África occidental que reconoce
que es muy difícil de romper.
“Ante esta cultura profundamente arraigada de ‘ayuda mutua’ mediante
‘la entrega’ de sus niñas a una persona bien establecida que vive en las
ciudades, incluso las Naciones Unidas y las organizaciones de ayuda a
la infancia no tienen más remedio que hacer la vista gorda”, dice el
líder religioso.
No es que no hagan nada al respecto, puntualiza, “pero no se puede
romper la cultura social, especialmente en una región como esta donde
prevalecen las condiciones de pobreza”.
Richard Dossou parece estar de acuerdo. Explica a IPS que el amigo de
su tío, un padre de 18 hijos, está buscando “buenos samaritanos” de
Benín que reciban a algunas de sus hijas, ya que él no puede
mantenerlas.
“Planeo viajar a su aldea para negociar con él con miras a tomar
incluso una, no como esposa, sino como sirvienta. Luego veremos cómo nos
va. Nos ayudamos mutuamente de esta manera como defensa de la pobreza y
la miseria en la región”, dice Dossou.
En Benín, la pobreza afecta a 40 por ciento de la población de casi
11 millones, mientras que en Nigeria viven en situación de pobreza
extrema 88,9 millones de los 188 millones de habitantes, un 47 por
ciento, según un informe publicado en 2018 por el Reloj Mundial de la Pobreza, un índice que actualiza la situación del problema a nivel global.
Jakub Sobik, gerente de comunicaciones de Anti-Slavery International,
una organización que trabaja por el fin de la esclavitud moderna en el
mundo, comentó a IPS que existe una delgada línea entre las normas
culturales y el tráfico y la trata infantil.
Sobre si práctica en África occidental de “entregar” a las niñas se
puede considerar una costumbre cultural y una forma de ayudar a las
familias a salir de la pobreza, Sobik es tajante: “Esos son casos de
trata infantil, así es cuando las niñas son reclutadas o albergadas con
el fin de explotarlas”.
“La esclavitud no ocurre en el vacío, está sustentada por muchos
factores, entre ellos la pobreza, la discriminación, la falta de acceso a
la educación y las oportunidades de trabajo decente, la falta de Estado
de derecho y las prácticas que son aceptadas culturalmente en las
sociedades”, explica en un diálogo electrónico desde Londres, sede de su
organización.
A menudo, considera, los padres son “engañados acerca de las
condiciones que tendrán sus hijos, y los entregan con la genuina
creencia de que tendrán una mejor oportunidad de educación y mejores
oportunidades de vida en las ciudades, en otros círculos sociales”.
Añade que en algunas sociedades se acepta que los niños trabajen,
porque ha sido la norma durante generaciones. “Tenemos mucho que hacer
para cambiar esa situación y ofrecerles a los niños y niñas infancia,
educación y las oportunidades de vida que merecen”, reflexiona.
Pero por ahora, las cuatro chicas nigerianas inician ya su viaje en
el autobús que les quitará “la pobreza” o “la libertad”. Mientras, en
Cotonou, Suzie recorre las calles oscuras de la ciudad con Zemidjan, un
conductor de moto-taxi, que parece tener entre 40 y 50 años y que ella
presenta como su novio.
T:MF
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