Pedro Echeverría V.
1. El presidente AMLO, de manera permanente repite: “no somos iguales al PRI o al PAN; mi equipo no sólo es un nuevo gobierno, sino otro régimen”. Con millones de frases en sus discursos y con acciones que aún no terminan, busca demostrar que la batalla contra la corrupción en todos los campo va en serio. La parte de sus discursos que más gozo es cuando se mete en asuntos ideológicos: la explotación, la propiedad, los FIFIS de la aristocracia, el neoliberalismo, los salarios, devolución de impuestos, no pago de impuestos, los lujos, las clases sociales.
2. Al decir López Obrador que “no es un simple cambio de gobierno sino de régimen” subraya que todo va a cambiar; que de aquí en adelante se enterrará la corrupción con la que actuaron todos los gobiernos neoliberales, capitalistas, de 1982 a 1918. Decir otro régimen es crear otras leyes, otras formas de gobernar en la que los pobres deben gozar de todos los apoyos. ¿Pueden olvidarse los grandes robos, fraudes, el que los gobiernos anteriores sólo hayan beneficiado a los más grandes empresarios y políticos, como los impuestos, que se pagaban o se devolvían?
3. Interpretados por mí, sus discursos son mentadas de madre contra la burguesía, los ricos, pero él lo trata “con mucho respeto”. Algunas veces he sentido ridículo que durante más de 50 años “educara” a cinco o seis en círculos de estudios, cuando AMLO trata lo mismo frentes a millones compitiendo en serio con los medios de información que imbecilizan. Hay que exigirle más, mucho más radicalidad a AMLO, pero hay que apoyar sus avances para alejar las tentaciones de un golpe de Estado disfrazado de cualquier modelo.
4. El presidente AMLO –aunque haya contado con un porcentaje muy grande de votación- sí puede ser derrocado por los partidos de la derecha (PRI, PAN, PRD) y los grandes empresarios. Cuentan éstos con muchos equipos de “intelectuales” dedicados a buscar las contradicciones y los puntos débiles de economía y gobierno para preparar algún desconocimiento. De hecho el miedo de López Obrador de caminar más rápido adoptando medidas radicales se debe a que tiene que cuidarse de todos los frentes que acechan cualquier oportunidad.
5. Si a Donaldo Colosio, el candidato del PRI, del partido oficial, del partido más corrupto de la historia de México, no lo hubieran asesinado en plena campaña presidencial en 1994, sería un simple político asesinado. Pero cuando se muere en esas altas condiciones de halagos, generalmente al personaje se le convierte en héroe, en santo, en el más bueno e inteligente político que podría haber. Y de ninguna manera es culpa –en este caso- de Colosio, sino de las personas que se aprovechan de las circunstancias.
6. Si Carlos Salinas, el expresidente y político más odiado por el pueblo -por ser el padre del neoliberalismo y la privatización en el país- hubiese muerto en noviembre de 1993 (el momento más alto de su gobierno), el PRI, PAN, los empresarios lo tendrían con varias estatuas como héroe nacional por agradecimiento; además, seguro que a Colosio no lo hubiesen asesinado y el PRI –con menos manchas- seguiría cosechando el poder. Colosio, a pesar de haber sido el indiscutible candidato de Salinas, su heredero en el funesto PRI, sigue recibiendo homenajes.
7. Pero toda esta historia de “héroes y villanos”, fabricados de acuerdo a la ideología de la clase o grupo dominante, se acabará si se instala un nuevo régimen de gobierno que sólo sería válido si se acaba con la corrupción, la injusticia, la desigualdad. De lo contrario, si el “nuevo régimen” es sólo de arribita, un simple barniz para tapar las partes muy sucias o feas del capitalismo, entonces los siguientes gobiernos seguirán sometiendo al pueblo tal como lo han hecho durante siglos. Entonces tendremos que esperar otros 100 años como pueblo, para tener otra oportunidad. (21/V/19)
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