Francisco López Bárcenas
La Jornada
“Nosotras-nosotros, mujeres y hombres, aquí reunidos, coincidimos que tenemos un Estado colonialista, con doble discurso respecto a los derechos de los pueblos indígenas, servil a las inversiones extranjeras y fiel defensor de las empresas extractivas, que siguen causando daño a la Madre Tierra. Desde este lugar sagrado denunciamos que el actual gobierno ha dejado en el olvido los compromisos para la protección de los derechos territoriales de los pueblos indígenas como prometió en campaña, así como el reconocimiento pleno en los ámbitos constitucional y legal de los derechos de los pueblos indígenas”. La voz de Regina Alavez Hernández, presidenta municipal comunitaria de Santa Catarina Lachatao, en la Sierra Juárez, de Oaxaca, sonaba fuerte mientras leía la declaración que un día antes 59 comunidades zapotecas, mixtecas, chontales, cuicatecas, ikoots y mixes, a las que se sumaron algunas de Guerrero y Puebla, además de 24 organizaciones políticas y sociales, habían consensuado.
El acto político tomó un cariz espiritual por el lugar en que se realizaba: el Cerro del Jaguar, lugar sagrado donde hace siglos los zapotecos se reunían para adorar a sus dioses y construir su futuro, como bien recordaban sus descendientes que participaban en el acto. Los declarantes comenzaron la reunión el 17 de mayo y la terminaron dos días después en el municipio de Capulálpam de Méndez, como parte de los trabajos del tercer Encuentro Estatal de Pueblos, Comunidades y Organizaciones Aquí decimos sí a la vida, no a la minería, cuyo objetivo era reflexionar e intercambiar las situaciones que amenazan a nuestra Madre Tierra, a través de diversos proyectos extractivos que violentan nuestra forma de vida comunitaria, nuestros cuerpos, nuestra relación: con la tierra, con nuestro maíz, con nuestra agua, con nuestra espiritualidad y con nuestros territorios sagrados.
El lugar para la realización del encuentro fue escogido por los organizadores como una forma de visibilizar la amenaza que se cierne sobre esa región indígena por la actividad minera. Y no es para menos. Según información de la Secretaría de Economía, hasta hace dos años en ella existían 38 concesiones mineras, que abarcan una superficie de 25 mil hectáreas aproximadamente, la mayoría de ellas todavía sin explotar. Esas concesiones sobre territorios indígenas fueron entregadas por el gobierno federal sin consultar a los dueños de las tierras y los recursos naturales y se concretan principalmente en nueve proyectos ubicados en los municipios de Tanetze de Zaragoza, Natividad, Talea de Castro, Santa Catarina Lachatao, Capulálpam de Méndez y San Miguel del Río. Los proyectos mineros que abarcan estas concesiones son: Geranio/Natividad, Lachatao, Predilecta, Cerro Colorado, Mazatepec, Campanario, Cuatro Venados, Tres Hermanas y Niño Perdido; impulsados por las empresas Sundance Minerals, Arco Resources Corp y Almaden Minerals, de capital trasnacional.
En el encuentro los participantes expusieron las problemáticas de las comunidades de donde provenían, al tiempo que –como dicen en su declaración– expresaban su desencanto con el Presidente de la República que prometió la Cuarta Transformación, pero en la práctica continúa con las políticas neoliberales a las cuales discursivamente rechazó durante su campaña para obtener el voto indígena. Se denunció que los proyectos de Tren Maya, corredor transístmico y la termoeléctrica de Huexca son claro ejemplo de esta continuidad, pero no los únicos. En materia de minería los participantes advirtieron que no basta con no otorgar más concesiones, es necesario revisar la situación jurídica de las adjudicadas y cancelar las que no se ajusten a la normatividad nacional y que en aquellos casos donde los tribunales han declarado que son inexistentes o nulas jurídicamente, el Estado deje de litigar en favor de las empresas.
El acto terminó el 19 de mayo en Tierra Caliente, territorio de Capulálpam de Méndez, donde entre música de viento se realizó una ceremonia a la Madre Tierra y se volvió a leer la declaratoria aprobada un día antes. Después hubo convivio y fiesta porque de acuerdo con la comunalidad zapoteca, lo que da fortaleza a los pueblos es el trabajo comunal, el poder comunal y la fiesta también comunal, es decir, esfuerzo, organización y goce comunal. Por eso a nadie sorprendió que cuando se discutía sobre las tareas necesarias para seguir luchando contra la minería y por la vida, Joel Aquino, líder zapoteco de Yalalag, explicara que la fuerza de las comunidades gira en torno a esos tres ejes y sobre ellos hay que trabajar, propuesta que los participantes adoptaron como acuerdo. Los asistentes regresaron a sus comunidades de origen con la convicción de que se avecinan tiempos de nubarrones y tormentas, pero también que no están solos y cuentan con las herramientas necesarias para hacerles frente.
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